Joao Pedro, Ramonet, Aurelio Alonso y un poema de Gelman a Fidel.

Una historia que no puede ser escrita con palabras

Por Joao Pedro Stedile, São Paulo, 26 noviembre 2016.

Perdimos a Fidel. Ganamos una historia de ejemplos y sabiduría.

La historia de Fidel es indescriptible, no podemos describirla apenas con palabras. Entonces, me gustaría dar un testimonio.

Él usó toda su sabiduría, conocimientos, capacidad de líder y dedicación para construir lo largo de la década del 60, un pueblo unido y organizado, que se transformó en imbatible, enfrentando a las fuerzas económicas y militares más poderosas del siglo XX: El capital de los Estados Unidos.

Durante todos esos años, el pueblo supo enfrentar las peores adversidades, sean naturales, con sus huracanes y vendavales. Enfrentó un bloqueo económico inaceptable. Y se mantuvo de pie en una guerra permanente, inclusive con una invasión militar en 1961 en bahía de Cochinos.

Enfrentan las dificultades de una sociedad con limites en la producción de bienes materiales, una herencia colonial de extrema desigualdad, del trabajo esclavo, del monocultivo de la caña y de la servidumbre cultural.

Enfrentan los peores momentos de un país periférico, dependiente de la geopolítica mundial.

Vencieron todas las batallas.

Construyeron una sociedad que busca intensamente la igualdad de derechos y oportunidades entre todos los ciudadanos..

Derrotaron la ignorancia y se transformaron en el país de mayor índice de escolaridad del mundo.

Produjeron medicina preventiva, humanitaria y solidaria que envió más de 60 mil médicos a casi todos los países. Y nos enviaron 14 mil médicos para que 44 millones de brasileños pudiesen  conocer por primera vez la atención medica preventiva de calidad.

Fueron siempre solidarios con todos los pueblos del mundo que lucharon contra la opresión y explotación, sobre todo en America Latina y en África.

Nuestro movimiento, el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), recibió la solidaridad permanente y el apoyo del pueblo cubano, con sus escuelas técnicas, en su Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), donde se educaron cientos de jóvenes pobres brasileños y recibió la experiencia y el método de alfabetización de adultos (Yo Si Puedo!). Construimos juntos las articulaciones internacionales de movimientos Vía Campesina, ALBA, con campesinos cubanos de la ANAP y sus técnicos de agronomía de la ACTAF, con la CTC, el Centro Luther King, etc. Pero sobretodo, aprendimos mucho con su ejemplo de lucha y de persistencia.

Participamos activamente con el pueblo cubano de la campaña anti-ALCA y contra el dominio del imperio sobre América Latina.

Y Fidel fue siempre el organizador e inspirador de todo el pueblo.

No es lugar aquí, ahora, enaltecer las cualidades personales de esa figura única, de estadista, sabio y estratega político.

Quería apenas reforzar para nuestra militancia su ejemplo en dos aspectos fundamentales de su vida. El amor al estudio. Fidel fue un propagandista de la importancia del estudio, del conocimiento científico, de la educación liberadora. Estudió siempre, desde joven hasta sus últimos días. Afirmaba siempre «solo el conocimiento libera verdaderamente a las personas!», repitiendo a su inspirador Martí.

Estuvo siempre junto, con su pueblo, en todos los momentos siendo el primero de la fila, en todas las situaciones difíciles: en la guerras, en la organización de la producción y del conocimiento. No midió esfuerzos y dio el ejemplo del espíritu de sacrificio.

Fidel fue un hombre genial, por sus ideas y por su coherencia..

Nos dejó un legado fantástico, como ejemplo a seguir.

VIVA FIDEL! FIDEL VIVIRÁ PARA SIEMPRE!

traducción de Maria Julia Gimenez

Fuente: www.brasildefato.com.br/2016/11/26/uma-historia-que-nao-pode-ser-escrita-com-palavras

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El Fidel que conocí.

por IGNACIO RAMONET.

Fidel ha muerto, pero es immortal. Pocos hombres conocieron la gloria de entrar vivos en la leyenda y en la historia. Fidel es uno de ellos. Perteneció a esa generación de insurgentes míticos – Nelson Mandela, Patrice Lumumba, Amilcar Cabral, Che Guevara, Camilo Torres, Turcios Lima, Ahmed Ben Barka – que, persiguiendo un ideal de justicia, se lanzaron, en los años 1950, a la acción política con la ambición y la esperanza de cambiar un mundo de desigualdades y de discriminaciones, marcado por el comienzo de la guerra fría entre la unión Soviética y Estados Unidos.

En aquella época, en mas de la mitad del planeta, en Vietnam, en Argelia, en Guinea-Bissau, los pueblos oprimidos se sublevaban. La humanidad aún estaba entonces, en gran parte, sometida a la infamia de la colonización. Casi toda Africa y buena porción de Asia se encontraban todavía dominadas, avasalladas por los viejos imperios occidentales. Mientras las naciones de América latina, independientes en teoría desde hacia siglo y medio, seguían explotadas por privilegiadas minorías, sometidas a la discriminación social y étnica, y a menudo marcadas por dictaduras cruentas, amparadas por Washington.

Fidel soportó la embestida de nada menos que diez presidentes estadounidenses (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo). Tuvo relaciones con los principales lideres que marcaron el mundo después de la Segunda Guerra mundial (Nehru, Nasser, Tito, Jrushov, Olaf Palme, Ben Bella, Boumedienne, Arafat, Indira Gandhi, Salvador Allende, Brezhnev, Gorbachov, François Mitterrand, Juan Pablo II, el rey Juan Carlos, etc.). Y conoció a algunos de los principales intelectuales y artistas de su tiempo (Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Arthur Miller, Pablo Neruda, Jorge Amado, Rafael Alberti, Guayasamin, Cartier-Bresson, José Saramago, Gabriel Garcia Marquez, Eduardo Galeano, Noam Chomsky, etc.).

Bajo su dirección, su pequeño país (100 000 km2, 11 millones de habitantes) pudo conducir una política de gran potencia a escala mundial, echando hasta un pulso con Estados Unidos cuyos dirigentes no consiguieron derribarlo, ni eliminarlo, ni siquiera modificar el rumbo de la revolución cubana. Y finalmente, en diciembre de 2014, tuvieron que admitir el fracaso de sus políticas anticubanas, su derrota diplomática e iniciar un proceso de normalización que implicaba el respeto del sistema político cubano.

En octubre de 1962, la Tercera Guerra Mundial estuvo a punto de estallar a causa de la actitud del gobierno de Estados Unidos que protestaba contra la instalación de misiles nucleares soviéticos en Cuba. Cuya función era, sobre todo, impedir otro desembarco militar como el de Playa Girón (Bahía de Cochinos) u otro directamente realizado por las fuerzas armadas estadounidenses para derrocar a la revolución cubana.

Desde hace mas de 50 años, Washington (a pesar del restablecimiento de relaciones diplomáticas) le impone a Cuba un devastador embargo comercial -reforzado en los años 1990 por las leyes Helms-Burton y Torricelli- que obstaculiza su desarrollo económico normal. Con consecuencias trágicas para sus habitantes. Washington sigue conduciendo además una guerra ideológica y mediática permanente contra La Habana a través de las potentes Radio “Marti” y TV “Marti”, instaladas en La Florida para inundar a Cuba de propaganda como en los peores tiempos de la guerra fría.

Por otra parte, varias organizaciones terroristas – Alpha 66 y Omega 7 – hostiles al régimen cubano, tienen su sede en La Florida donde poseen campos de entrenamiento, y desde donde enviaron regularmente, con la complicidad pasiva de las autoridades estadounidenses, comandos armados para cometer atentados. Cuba es uno de los países que mas victimas ha tenido (unos 3 500 muertos) y que más ha sufrido del terrorismo en los últimos 60 años.

Ante tanto y tan permanente ataque, las autoridades cubanas han preconizado, en el ámbito interior, la unión a ultranza. Y han aplicado a su manera el viejo lema de San Ignacio de Loyola : “En una fortaleza asediada, toda disidencia es traición.” Pero nunca hubo, hasta la muerte de Fidel, ningún culto de la personalidad. Ni retrato oficial, ni estatua, ni sello, ni moneda, ni calle, ni edificio, ni monumento con el nombre o la figura de Fidel, ni de ninguno de los lideres vivos de la revolución.

Cuba, pequeño país apegado a su soberanía, obtuvo bajo la dirección de Fidel Castro, a pesar del hostigamiento exterior permanente, resultados excepcionales en materia de desarrollo humano: abolición del racismo, emancipación de la mujer, erradicación del analfabetismo, reducción drástica de la mortalidad infantil, elevación del nivel cultural general… En cuestión de educación, de salud, de investigación médica y de deporte, Cuba ha obtenido niveles que la sitúan en el grupo de naciones mas eficientes.

Su diplomacia sigue siendo una de las mas activas del mundo. La Habana, en los años 1960 y 1970, apoyó el combate de las guerrillas en muchos países de América Central (El Salvador, Guatemala, Nicaragua) y del Sur (Colombia, Venezuela, Bolivia, Argentina). Las fuerzas armadas cubanas han participado en campañas militares de gran envergadura, en particular en las guerras de Etiopía y de Angola. Su intervención en este ultimo país se tradujo por la derrota de las divisiones de élite de la República de Africa del Sur, lo cual acelero de manera indiscutible la caída del régimen racista del apartheid.

La revolución cubana, de la cual Fidel Castro era el inspirador, el teórico y el líder, sigue siendo hoy, gracias a sus éxitos y a pesar de sus carencias, una referencia importante para millones de desheredados del planeta. Aquí o allá, en América latina y en otras partes del mundo, mujeres y hombres protestan, luchan y a veces mueren para intentar establecer regímenes inspirados por el modelo cubano.

La caída del muro de Berlín en 1989, la desaparición de la Unión Soviética en 1991 y el fracaso histórico del socialismo de Estado no modificaron el sueño de Fidel Castro de instaurar en Cuba una sociedad de nuevo tipo, mas justa, mas sana, mejor educada, sin privatizaciones ni discriminaciones de ningún tipo, y con una cultura global total.

Hasta la víspera de su fallecimiento a los 90 años, seguía movilizado en defensa de la ecología y del medio ambiente, y contra la globalización neoliberal, seguía en la trinchera, en primera linea, conduciendo la batalla por las ideas en las que creía y a las cuales nada ni nadie le hizo renunciar.

En el panteón mundial consagrado a aquellos que con más empeño lucharon por la justicia social y que más solidaridad derrocharon en favor de los oprimidos de la Tierra, Fidel Castro – le guste o no a sus detractores – tiene un lugar reservado.

Lo conocí en 1975 y conversé con él en múltiples ocasiones, pero, durante mucho tiempo, en circunstancias siempre muy profesionales y muy precisas, con ocasión de reportajes en la isla o la participación en algún congreso o algún evento. Cuando decidimos hacer el libro “Fidel Castro. Biografía a dos voces” (o “Cien horas con Fidel”), me invitó a acompañarlo durante días en diversos recorridos. Tanto por Cuba (Santiago, Holguin, La Habana) como por el extranjero (Ecuador). En coche, en avión, caminando, almorzando o cenando, conversamos largo. Sin grabadora. De todos los temas posibles, de las noticias del día, de sus experiencias pasadas y de sus preocupaciones presentes. Que yo reconstruía luego, de memoria, en mis cuadernos. Luego, durante tres años, nos vimos muy frecuentemente, al menos varios días, una vez por trimestre.

Descubrí así un Fidel intimo. Casi tímido. Muy educado. Escuchando con atención a cada interlocutor. Siempre atento a los demás, y en particular a sus colaboradores. Nunca le oí una palabra mas alta que la otra. Nunca una orden. Con modales y gestos de una cortesía de antaño. Todo un caballero. Con un alto sentido del pundonor. Que vive, por lo que pude apreciar, de manera espartana. Mobiliario austero, comida sana y frugal. Modo de vida de monje-soldado.

Su jornada de trabajo se solía terminar a las seis o las siete de la madrugada, cuando despuntaba el día. Más de una vez interrumpió nuestra conversación a las dos o las tres de la madrugada porque aún debía participar en unas “reuniones importantes”…Dormía sólo cuatro horas, más, de vez en cuando, una o dos horas en cualquier momento del día.

Pero era también un gran madrugador. E incansable. Viajes, desplazamientos, reuniones se encadenaban sin tregua. A un ritmo insólito. Sus asistentes – todos jóvenes y brillantes de unos 30 años – estaban, al final del día, exhaustos. Se dormían de pie. Agotados. Incapaces de seguir el ritmo de ese infatigable gigante.

Fidel reclamaba notas, informes, cables, noticias, estadísticas, resúmenes de emisiones de televisión o de radio, llamadas telefónicas… No paraba de pensar, de cavilar. Siempre alerta, siempre en acción, siempre a la cabeza de un pequeño Estado mayor – el que constituían sus asistentes y ayudantes – librando una batalla nueva. Siempre con ideas. Pensando lo impensable. Imaginando lo inimaginable. Con un atrevimiento mental espectacular.

Una vez definido un proyecto. Ningún obstáculo lo detenía. Su realización iba de si. “La intendencia seguirá” decía Napoleón. Fidel igual. Su entusiasmo arrastraba la adhesión. Levantaba las voluntades. Como un fenómeno casi de magia, se veían las ideas materializarse, hacerse hechos palpables, cosas, acontecimientos.

Su capacidad retorica, tantas veces descrita, era prodigiosa. Fenomenal. No hablo de sus discursos públicos, bien conocidos. Sino de una simple conversación de sobremesa. Fidel era un torrente de palabras. Una avalancha. Que acompañaba la prodigiosa gestualidad de sus finas manos.

La gustaba la precisión, la exactitud, la puntualidad. Con él, nada de aproximaciones. Una memoria portentosa, de una precisión insólita. Apabullante. Tan rica que hasta parecía a veces impedirle pensar de manera sintética. Su pensamiento era arborescente. Todo se encadenaba. Todo tenía que ver con todo. Digresiones constantes. paréntesis permanentes. El desarrollo de un tema le conducía, por asociación, por recuerdo de tal detalle, de tal situación o de tal personaje, a evocar un tema paralelo, y otro, y otro, y otro. Alejándose así del tema central. A tal punto que el interlocutor temía, un instante, que hubiese perdido el hilo. Pero desandaba luego lo andado, y volvía a retomar, con sorprendente soltura, la idea principal.

En ningún momento, a lo largo de mas de cien horas de conversaciones, Fidel puso un limite cualquiera a las cuestiones a abordar. Como intelectual que era, y de un calibre considerable, no le temía al debate. Al contrario, lo requería, lo estimulaba. Siempre dispuesto a litigar con quien sea. Con mucho respeto hacia el otro. Con mucho cuidado. Y era un discutidor y un polemista temible. Con argumentos a espuertas. A quien solo repugnaban la mala fe y el odio.

IGNACIO RAMONET
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Dejó de latir un corazón, vive un pensamiento inmortal.

Por Aurelio Alonso, Casa de las Américas, La Habana.

Llegó el momento doloroso, para los cubanos y para los hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo, de la partida física de Fidel Castro Ruz. Conductor insustituible de nuestra revolución en la guerra y en la paz y líder de probada talla mundial. Jamás vaciló en la defensa de los principios que aseguran a su pueblo la dignidad y en enseñarle los secretos de la resistencia de los pequeños, la fuerza de los débiles. Logró sembrar conquistas sociales de excepcional magnitud sin amilanarse por el estrangulamiento económico al cual fue sometido el país. Educó en la práctica de una solidaridad genuina, que ha ganado un reconocimiento merecido en todas las latitudes.

El tramo de historia que consiguió ayudar a moldear, sorteando las agresiones, la intolerancia y los obstáculos levantados desde afuera, la inexperiencia propia y los escenarios fallidos, terminó siendo ejemplar en muchos sentidos. Un ejemplo de ascensión social a considerar por todos los países impedidos de alcanzar la independencia y bienestar que se supone propicie solamente el desarrollo económico. Para los países de la periferia, como habitualmente se nos llama.

El premio de una larga vida le ha permitido, a la hora de su partida, haber sido testigo activo del formidable legado de su paso por la Tierra, y a la vez de los desafíos que quedan por delante para su pueblo y para el mundo del cual le toca ahora partir. Pero que de ningún modo abandonará, por las respuestas que ha dado a tantos problemas y por las preguntas que ha sabido dejar en pie.

Cumplió a cabalidad, como parecería haberle sido destinado, la obra de la vida. De José Martí lo aprendió y desde muy temprano dejó que la inspiración del apóstol guiara sus pasos. Por eso para él «la muerte no es verdad». El término de su ruta lo ha dejado, más que absuelto, inscrito en la historia con caracteres mayúsculos. En fecha tan temprana como 1965, en su carta de despedida a Fidel, Che Guevara, esa luminaria política que creció a su lado, destacaba la dimensión de estadista que le había revelado su actuación para lograr una solución aceptable a la crisis de octubre. Esas señales de excelencia de su liderazgo se multiplicaron en el camino cubano, tan difícil como notable, durante el medio siglo que siguió a aquella despedida. Su huella de gran conductor ha sido sobradamente reconocida por muchas figuras, entre las que cabe destacar a Yasser Arafat, que recibió la solidaridad sin lagunas con la causa palestina, a Nelson Mandela, por el significado que tuvo la colaboración cubana para poner fin al apartheid y cambiar el mapa político del África subsahariana, y a Hugo Chávez Frías, cuya muerte prematura hace que sintamos hoy que nos falta de una definitiva lagrima de dolor. Tan estrecha fue la relación entre los dos.

Despedirse no tiene que significar que digamos adiós. Fidel va a estar siempre con nosotros.

La Habana, 26 de noviembre de 2016
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FIDEL

por Juan Gelman.

dirán exactamente de fidel
gran conductor el que incendió la historia etcétera
pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto
fidel montó sobre fidel un día
se lanzó de cabeza contra el dolor contra la muerte
pero más todavía contra el polvo del alma
la Historia parlará de sus hechos gloriosos
prefiero recordarlo en el rincón del día
en que miró su tierra y dijo soy la tierra
en que miró su pueblo y dijo soy el pueblo
y abolió sus dolores sus sombras sus olvidos
y solo contra el mundo levantó en una estaca
su propio corazón el único que tuvo
lo desplegó en el aire como una gran bandera
como un fuego encendido contra la noche oscura
como un golpe de amor en la cara del miedo
como un hombre que entra temblando en el amor
alzó su corazón lo agitaba en el aire
lo daba de comer de beber de encender
fidel es un país
yo lo vi con oleajes de rostros en su rostro
la Historia arreglará sus cuentas allá ella
pero lo vi cuando subía gente por sus hubiéramos
buenas noches Historia agranda tus portones
entramos con fidel con el caballo
Gelman, Juan (2003). Pesar todo (Antología). La Habana: Fondo Editorial de Casa de las Américas. Pág.51

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