Nosotras paramos este 8 de marzo.

Mujeres y Feministas activando el movimiento social contra el Patriarcado.

Se acerca el 8 de marzo y en varias latitudes las feministas y  mujeres organizadas, están llamando a realizar un gran paro de mujeres.  En Chile el año pasado se realizó un llamado similar, uniendo fuerzas con lo que estaban realizando otras organizaciones en América Latina, sin embargo, el resultado de la convocatoria no fue significativo en cuanto al paro de actividades, no obstante, se llevaron a cabo masivas marchas en distintas ciudades del país. Ante este escenario y ya próximo el 8 de marzo, cabe preguntarnos ¿Cuáles son las particularidades de un paro de mujeres? ¿Qué es lo que se quiere visibilizar y qué se pretende transformar? En pos de esta reflexión, en esta página compartiremos  dos declaraciones que nos debieran motivar a pensar cómo sería un paro de mujeres en Chile. El primer escrito es una declaración elaborada por las compañeras de Ni una menos, Argentina y el segundo, un texto creado por conocidas activistas y teóricas feministas desde las tierras del norte americano. (Natalia Pravda, Editora CT)

El 8M paramos, nos paramos.

por Ni Una Menos, Argentina

El próximo 8 de marzo volvemos a mover la tierra de su eje. Desde las raíces profundas de nuestros territorios hasta los edificios de las corporaciones, vamos a quebrar las estructuras que nos atan. El 8M NOSOTRAS PARAMOS, NOS PARAMOS. Mujeres, lesbianas, travestis y trans estamos organizadas en un deseo común y ya no hay vuelta atrás. Ante la feminización de la pobreza, decimos: ¡feminización de las resistencias! y volvemos a tomar las calles el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Si nos paramos todas, la tierra se mueve.

Las trabajadoras, entre ellas las más pobres, las indígenas, las migrantes, las viejas, las más jóvenes, las adolescentes, las zapatistas, las mujeres de los pueblos indígenas, las kurdas, las guerrilleras feministas, las negras, las refugiadas, las estudiantes, las presas políticas, las criminalizadas, las víctimas de trata y explotación sexual, las madres y las que no queremos ser madres, las mujeres con diversidad funcional y capacidades diferentes, las amas de casa, las empleadas domésticas, las cuidadoras, las trabajadoras sexuales, las jubiladas, las pensionadas, las docentes, las pibas, las enfermeras, las médicas, las trabajadoras del Estado, las de la economía popular, las luchadoras populares, las sindicalistas, las desocupadas, las precarizadas, las artistas, las taxistas, las plomeras y un largo etcétera de mujeres diversas: #NosParamos desde Alaska hasta la Patagonia.

“Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, es otra vez el lema de la huelga que se extiende por todo el mundo pero que es traccionada, principalmente, desde América Latina y el Caribe donde el grito de Ni Una Menos, Vivas Nos Queremos resuena como una estampida en todos los rincones del territorio. Uno signado por ser la región más desigual del mundo, donde el 10% de la población es dueño del 71% de la riqueza.

Nos paramos para repudiar todas las formas de violencias machistas y por nuestro derecho a vivir libres de esas violencias.

Paramos por las que no están por la expresión más extrema de la violencia machista, el femicidio: sólo en 2016 se registraron 1.998 asesinatos en 17 países de la América Latina y el Caribe. Todos los días 12 mujeres son asesinadas por el hecho de ser mujeres en la región.

Nos paramos porque 14 de los 25 países del mundo con las tasas más elevadas de femicidio están en América Latina y el Caribe. Los Estados no elaboran estadísticas completas y confiables que nos permitan tener dimensión del problema pero tenemos la certeza de que el número de femicidios está en ascenso. Tampoco hay políticas públicas serias, creativas, novedosas de prevención e intervención que estén pensando cómo actuar en estos casos, como acompañar a las amigas y a la comunidad que se quiebra tras el femicidio de una piba. En Argentina hay una menos cada 30 horas y se han cuadruplicado los femicidios de pibas jóvenes entre 16 y 20 años, y triplicado los asesinatos de víctimas de entre 11 a 15.

Paramos por las lesbianas, travestis y trans asesinadas, sobre quienes no hay datos, contra el odio a las disidencias sexuales e identitarias.

Nos paramos porque en nuestra épica estamos dispuestas a resistir el dominio machista, porque no vamos a sostener relaciones de poder que sigan provocando dolor.

Paramos por las que están desaparecidas. Sólo en Argentina 3.228 niñas, adolescentes y mujeres adultas desaparecidas, según los últimos datos oficiales. Si separamos esa cantidad por edades, el grupo con más desapariciones es el que está formado por chicas de entre 12 y 18 años. ¿Cuántas de ellas faltan por colaboración de las policías o por la omisión de otras áreas del Estado? ¿El Estado las busca?.

Nos paramos por las pibas que nunca volvieron.

Paramos porque las víctimas de violencia no tenemos acceso a la justicia y los Estados no asignan presupuestos acorde a una problemática que es estructural y que afecta a los derechos humanos en general.

Nos paramos porque Latinoamérica tiene las tasas de natalidad adolescentes más grandes del planeta después de África. En la Argentina, cada 5 minutos nace el bebé de una madre adolescente y cada 3 horas el de una menor de 15 años. La gran mayoría de las madres adolescentes dejan sus estudios y pierden sus proyectos. 7 de cada 10 de ellas vive en un hogar pobre. Nos paramos a reclamar educación sexual integral y aplicación de los protocolos de aborto no punible. La maternidad tiene que poder ser una decisión y las madres jóvenes tienen que tener oportunidades.

Nos paramos por las muertas y las presas por aborto. El 95% de los abortos en Latinoamérica y el Caribe son clandestinos e inseguros debido a las leyes restrictivas para interrumpir aquellos embarazos que no son deseados o son productos de violaciones. Nos paramos para reclamar el derecho al aborto libre y para que no se obligue a ninguna persona a una maternidad forzada.

Paramos por las presas políticas, las perseguidas, las asesinadas en nuestro territorio latinoamericano por defender la tierra y sus recursos de las empresas transnacionales y los Estados cómplices.

Nos paramos por que el 79% de las víctimas de trata de personas identificadas en América Latina son mujeres y niñas.

Nos paramos porque exigimos espacios para ser oídas y tomar decisiones sobre lo que nos afecta. Porque nuestra participación dentro de las estructuras tradicionales de la política, del sindicalismo y en el Estado aún son una expresión de deseo. En la Argentina, en el sector sindical las mujeres ocupan el 18% de los cargos pero pocas veces están sentadas en las mesas en donde se discuten salarios o finanzas.

Paramos porque una de cada tres mujeres en la región no logra generar ingresos propios. El promedio de horas semanales dedicadas al trabajo no remunerado, obtenidas entre diez países de la región, es de 13,72 horas en hombres y de 39,13 horas en mujeres. En la Argentina las mujeres hacemos tres veces más trabajos domésticos y de cuidados no remunerados que los varones. Nos paramos para visibilizar esta doble jornada laboral que afecta más todavía a las mujeres más pobres. Paramos porque las travestis y trans no consiguen trabajos formales.

Paramos porque las mujeres, travestis y lesbianas somos las más perjudicadas por las políticas contra los derechos laborales, como la reforma previsional aprobada en Argentina, y la reforma laboral implementada en Brasil. Paramos porque los recortes en salud y educación los absorbemos nosotras que somos quienes cuidamos a niñas y niñas, lxs enfermos y los mayores.

Paramos porque somos el plato de una fiesta a la que no estamos invitadas y en la que sirven nuestros salarios, nuestros derechos laborales y previsionales, porque la pobreza tiene nuestra cara, como la brecha salarial que en Argentina es del 27% pero que se ensancha al 35% en los trabajos más precarios. Paramos porque más de un tercio de las trabajadoras está precarizada: hoy no acceden a licencias por maternidad y mañana no tendrán una jubilación digna. La precarización laboral es la precarización de nuestras vidas.

Nos paramos para decirle basta a las violencias económicas.

Paramos porque las mujeres y las disidencias estamos subrepresentadas en los medios de comunicación, en el arte, en la música, en la ciencia, en la literatura y eso construye un mundo machista e irreal.

Paramos para recuperar nuestra memoria escrita en nuestras identidades, en nuestras existencias, con las formas de las luchas y los dolores que nos precedieron. Nuestras memorias íntimas y colectivas, nuestras lenguas y nuestras formas de estar juntas, para conquistar futuros de libertad.

Nos paramos porque podemos y sabemos cómo hacerlo, paramos por nuestras vidas. ¡Todas libres, todas juntas!

12 de Enero, 2018
Fuente: https://www.facebook.com/notes/ni-una-menos/el-8m-paramos-nos-paramos/758079941049857

Necesitamos un feminismo para el 99%. Por eso las mujeres haremos huelga este año.

Davis, Nancy Fraser, Linda Alcoff, Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Barbara Smith y Keeanga-Yamahtta Taylor publicaron hoy en The Guardian este llamamiento al paro internacional del 8 de marzo. Contra la violencia machista, contra el silencio forzado al que se nos quiere someter, contra el capitalismo que promueve desigualdad, racismo y misoginia, dicen: #WeStrike.

El 8 de marzo del año pasado, las mujeres de todo tipo marchamos, dejamos de trabajar y tomamos las calles en cincuenta países del mundo. En los Estados Unidos, nos unimos, marchamos, dejamos los platos a los hombres, en todas las grandes ciudades del país y en innumerables más pequeñas. Cerramos tres distritos escolares para demostrarle al mundo, una vez más, que mientras nosotras sostenemos la sociedad, tenemos también el poder de dejar de hacerlo.

El 8 de marzo vuelve y las cosas empeoraron para nosotras en este país.

En un año de la administración Trump, no solo fuimos atacadas con violencia verbal y amenazas misóginas bajo la apariencia de declaraciones oficiales: el régimen de Trump puso en marcha políticas que van a hacer que esos ataques continúen contra nosotras a través de las vías institucionales.

La Ley de Recorte de Impuestos y Empleos les quita los beneficios a lxs trabajadorxs de bajos salarios, de los cuales la gran mayoría son mujeres. Planea atacar con salvajismo a Medicaid y Medicare, los únicos dos programas de salud que quedan en este cruel paisaje neoliberal, para ancianxs y pobres, enfermxs y discapacitadxs, planificación familiar y niñxs y, por lo tanto para las mujeres, que hacen la mayor parte del trabajo de cuidado. Y mientras la ley le niega atención médica a lxs niñxs migrantes, introduce un fondo de ahorro universitario para los “niñxs por nacer”, una manera escalofriante de establecer por una vía legal los “derechos” del/a “niñx por nacer” atacando así nuestro derecho fundamental a tomar decisiones sobre nuestros propios cuerpos.

Pero esa no es toda la historia.

Con estos múltiples frentes de batalla abiertos contra nosotras, no nos hemos acobardado. Nosotras también hemos luchado.

Cuando durante el otoño pasado las mujeres con visibilidad pública y acceso a los medios internacionales decidieron romper el silencio sobre el acoso y la violencia sexual, las compuertas finalmente se abrieron y una corriente de denuncias públicas inundó la red. Las campañas #MeToo, #UsToo y #TimesUp visibilizaron lo que la mayoría de las mujeres ya sabían: ya sea en el trabajo o en la casa, en las calles o en el campo, en las cárceles o en los centros de detención para migrantes, la violencia machista, con su particular impacto racista, acecha la vida cotidiana de las mujeres.

Lo que también quedó claro es que el silencio público sobre lo que siempre hemos conocido, soportado y contra lo que hemos luchado, no existe simplemente porque tenemos miedo o vergüenza de hablar: el silencio se impone. Lo imponen las leyes del Congreso, que hacen que las mujeres deban pasar casi un año de consejería obligatoria y mediación, si se atreven a presentar una denuncia. El silencio está influido por un sistema de justicia penal que rechaza como rutina los relatos de las mujeres usando niveles suplementarios de intimidación y violencia. En los campus universitarios, administradores bien dispuestos saben encontrar vías “legales” para proteger a la institución y al agresor, mientras arrojan a las mujeres a los lobos. Los fundamentos racistas de estos procedimientos legales exigen compromisos de fondo.

#Metoo, #UsToo y #TimesUp no solo han expuesto a los violadores y misóginos, sino que hicieron un tajo en el velo que oculta a las instituciones y las estructuras que les habilitan esa conducta.

La violencia machista de corte racial es internacional, como debe ser la campaña en su contra. El imperialismo estadounidense, el militarismo y el colonialismo fomentan la misoginia en todo el mundo. No es coincidencia que Harvey Weinstein, en sus largos años de tratar de silenciar y aterrorizar a las mujeres, usara la empresa de seguridad Black Cube, formada por ex agentes del Mossad y otras agencias de inteligencia israelíes. Sabemos que el mismo Estado que envía dinero a Israel para tratar con brutalidad a la palestina Ahed Tamimi y su familia, también financia las cárceles en las que mujeres afroamericanas como Sandra Bland y otras han muerto.

Entonces, el 8 de marzo haremos huelga contra la violencia machista, contra los varones que cometen actos de violencia y contra el sistema que los protege.

Creemos que no fue accidental que nuestras hermanas con posición social fueran las que primero hicieron visible lo que todos sabíamos. Sus posibilidades de hacerlo visible eran más grandes que las de nuestras hermanas de bajos ingresos, a menudo de color, que limpian habitaciones en ese lindo hotel de Chicago o las de las hermanas que recogen frutas en los campos californianos.

La gran mayoría de nosotras no hablamos porque no tenemos un poder colectivo en nuestros lugares de trabajo y se nos niega cobertura social, como la atención médica gratuita, fuera de ellos. El trabajo, con su salario bajo, con su gerente intimidante y su jefe abusivo, con sus largas horas, se convierte en lo único que tenemos miedo de perder, ya que es el único medio para llevar los alimentos a nuestras familias y poder cuidar a nuestros enfermxs.

No mantenemos nuestra boca cerrada. Nos vemos obligadas a mantener la boca cerrada por el capitalismo.

Entonces, el 8 de marzo hablaremos, individualmente, contra los abusadores que trataron de arruinar nuestras vidas, y hablaremos colectivamente contra la inseguridad económica que nos quiere impedir hablar.

Vamos a parar porque queremos exponer a nuestros abusadores. Y haremos huelga porque necesitamos seguridad social y trabajos que tengan salarios dignos para poder alimentar a nuestras familias, del mismo modo que derecho a sindicarnos, en caso de que nos despidan por defendernos del abuso.

Entonces, el 8 de marzo haremos huelga por el encarcelamiento masivo, la violencia policial y los controles fronterizos, contra la supremacía blanca y las guerras imperialistas estadounidenses, contra la pobreza y la violencia estructural en nuestras escuelas y hospitales, que envenena nuestras aguas y alimentos y nos niega una justicia reproductiva.

Y vamos a parar por los derechos laborales, la igualdad de derechos para todxs lxs migrantes, por un salario digno y equitativo, porque la violencia sexual en el lugar de trabajo puede agravarse cuando no tenemos una protección colectiva.

El 8 de marzo de 2018 será un día de feminismo para el 99%: un día de movilización de las mujeres negras y morenas, de las cis y bi, de las lesbianas y las mujeres trans, de las pobres y las de bajos salarios, de las que hacen trabajos de cuidado no remunerados, de las trabajadoras sexuales y de las migrantes.

El 8 de marzo #NosotrasParamos.

Linda Alcoff, Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Angela Davis, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Nancy Fraser, Barbara Smith, Keeanga-Yamahtta Taylor

27 de enero 2018

Fuente: latfem.org/necesitamos-un-feminismo-para-el-99-por-eso-las-mujeres-hacemos-huelga-este año/

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