Fútbol y cadenas. Carta abierta.

por Martina /desde Pudahuel.

Este domingo podría ser viejo y taciturno, sombrío y triste.

Me levanto tarde porque, como todos los domingos, los ojos se abren temprano, pero me cuesta despegar de la cama. Leo las noticias en el celular, después se me viene encima la Patria de Leonart y caldeo la mente con Francisco Javier y su inmensa desfachatez. Este año me hice fana de Leonart, me gusta cómo me habla su pluma, cómo seduce mis ideas y las punza.

Cuando el cuerpo clama por el hambre, me empino y me estiro como en cámara lenta.

Este domingo podría ser viejo y taciturno, sombrío y triste, pero el agua en la cara pone la alerta. Bajo la escalera, muelo café, exprimo naranjas, caliento el pan y revuelvo los huevos. La casa está en silencio y yo hago todo de memoria como si el ritual estuviera impregnado en los movimientos.

El celu marca las once cincuenta y ocho, me conecto a la radio. Está por comenzar el partido. A la antigua, sufriré con el relator que, como siempre, exagerará cualquier llegada.

Traigo un espejo y me depilo las cejas mientras suena el pitazo inicial.

Todo va relativamente bien, pero a los cinco minutos los chunchos hacen el primero y yo muero pensando que, como estamos tan mal, hoy será la primera goleada que nos harán en mucho tiempo. ¡Malditos! Susurro y Pinilla lo grita como nunca frente a la aguerrida barra alba.

Dejo el espejo, camino un poco por la cocina. Ahí estoy refugiada; no fumo, no tomo, no me como las uñas… Entonces camino. Camino y aguanto y ellos, ellos siguen llegando.

Me vuelvo a sentar y cuando estoy tomando aire, Esteban Efraín, nos sorprende a todos, deja en el pasado la angustia y libera el grito y yo, la incrédula, me quedo muda esperando la confirmación. Aprieto el puño y recuerdo a la madre de todos, en un garabato insigne.

Y ya que estamos, si pudo ser uno, ¡ahora ganamos!

Luego nos vamos al descanso. Quién descansa, me pregunto. Los jugadores no siguen corriendo, pero no descansan ni cagando sobre todo si el partido es con la U. Llenos de amarillas habrá que planificar el aguante y el triunfo.

Quién descansa me pregunto, si apenas comienza el entretiempo voy a buscar el canasto de la ropa sucia, la meto en la lavadora y aprieto el botón para que empiece la función. Subo, hago la cama, le pongo cloro al wáter, paso la aspiradora y no alcanza para nada más el descanso, pero como ya estoy prendida, salgo al patio, doy el agua y me pongo a regar. Es verdad cuando dicen que el agua ayuda a la concentración, porque el instante se transforma en minutos y cuando Pudahuel salta con un estruendo a lo lejos, grito un ¡chucha!, suelto la manguera y corro a la radio. Por un instante, en el trayecto pensé que, si no habría alguna posibilidad de que Pudahuel se hubiese convertido en chuncha y que los pobres de la ciudad no estuvieran haciendo la pega de transmitir a los pequeños las grandezas de nuestros indios, de los indios más lindos, que se hubiera colado la “universidad” por algún lado.

NO! Pudahuel no es chuncha, es india.

Entonces los vecinos serán testigos del desatado espectáculo de esta colocolina que golpea la mesa, sube el volumen y repite una y otra vez, ¡Esteban Efraín Paredes, Esteban Efraín Paredes! De Cerro Navia para el mundo entero. No olvidemos que recién en la división histórica realizada por Pinochet, Cerro Navia dejó de ser Pudahuel… Barrancas. De ahí, es este casi cuarentón que grita gol cada vez que se le antoja y que tiene más alma que nadie.

Después de aquello sólo sonrisas. Me transformo en la mujer que limpia feliz la casa mientras los chunchos se desbordan y los indios, los indios lindos, aguantan.

Con el tercero, la certeza absoluta. Habíamos ganado nuevamente, pero no estabas ahí para disfrutarlo con nosotros. Aislado en Mossoró, aguantas el partido más largo de todos, con una tarjeta roja eterna, expulsado de nuestros días.

Este domingo podría haber sido viejo y taciturno, sombrío y triste, pero la noche llega y el pueblo está feliz…

Perdónanos Ramiro (*), por este día y por nuestra felicidad.

Te abrazo,

Martina

Santiago, 15 de abril de 2018.

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(*) Ramiro, Mauricio Hernández Norambuena, Excombatiente y miembro de la Dirección Nacional del FPMR. Está preso hace 16 años en Brasil en un régimen carcelario inhumano, el cual le permite salir una hora diaria al patio. Este lunes 23 de abril Ramiro cumple 60 años.

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