Y ahora se viene México: ¿Cómo frenar una avalancha?

por Carlos San Juan Victoria (*)/Alainet.

“AMLO va a convertir a México en Venezuela y nos hundirá gastando de más” dicen los que promueven la “guerra sucia”. Y circulan por las ciudades buses con este tipo de vallas publicitarias.

Newsweek en español publica la encuesta de encuestas de GPPolss que indica la tendencia creciente de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) desde diciembre a la fecha quien sigue arriba, pulverizando el techo de los 40 puntos y colocándose en 47. En segundo lugar aparece Anaya con 30 y en tercer lugar Meade con 18 puntos. (https://newsweekespanol.com/2018/05/gppolls-presenta-actualizacion-de-su-encuesta-de-encuestas-2/) El Financiero arrojó además un dato inesperado e inquietante pues la región que impulsó el incremento provino de 11 estados del Norte, la mayor parte inmunes a la   izquierda.

La bola de nieve

Desde la temprana aparición del video sobre la niña bien que bailando reggaetón en una iglesia invitaba a votar por AMLO hasta el video de la señora bien del municipio más rico del país, San Pedro Garza García, Monterrey, quien también al mismo ritmo se declaraba totalmente palacio y amlover; se advertía que el orden por estancos de los votos se estaba evaporando. Los banco de votos de la derecha: el norte y el centro occidente, los medios y altos ingresos, los milennials, las escuelas privadas y empresariales, se estaban dividiendo. El tamaño de los agravios por la corrupción desmedida, los pactos de impunidad y la inseguridad pública afecta a todos. Y ahí, el único que exige cambiar de manera tajante es AMLO.  Por eso, mientras éste insiste en ir por más, extender el contagio en plazas públicas, reuniones con empresarios y entrevistas en los medios; sus más fuertes competidores de derecha, el PRI y el PAN, intentan reagrupar fuerzas y consolidar su voto duro.

Lo que se va dibujando en el escenario electoral es un efecto de bola de nieve que avanza y crece. La sensación de que se perfila un ganador viable atrae a más. Las certidumbres y las confianzas se consolidan y expanden. La propuesta para “un cambio de régimen” se precisa en un debate horizontal que recorre a los medios, penetra en las organizaciones empresariales donde empiezan a hablar los mediano y pequeños empresarios; vive en las universidades públicas y privadas, agita a las organizaciones sociales y civiles y a los ciudadanos de a pié. El orden “natural” de las cosas se discute, se antoja y se hace posible modificarlo.

La guerra sucia

Desde las perspectivas de sus grandes opositores, institucionales y poderes de facto, beneficiarios del statu urge frenar esa bola de nieve, convertirla en otro competidor en piso parejo, aunque tenga 20 puntos de ventaja. ¿Cómo hacerlo?

A las certidumbres, carcomerlas con las dudas. Resulta que ese señor quemado por el sol y que vive recorriendo municipios y ciudades, hablando en plazas bajo el sol inmisericorde de mayo, mírenlo bien, es un enfermo terminal. Es un populista y el peso se cae porque el dinero le teme, aunque los fondos financieros, las PYMES y la COPARMEX insistan en hablar y abrir puentes con él. Va a destruir la democracia pues quiere un poder absoluto y personal, aunque su experiencia de gobierno en la ciudad de México lo desmienta y su propuesta de refundar la república hable del rescate de instituciones sometidas a la corrupción y al pacto de impunidad.

A la tentación de aspirar al cambio señalarla como desvarío. Va a convertir a México en Venezuela y nos hundirá gastando de más. Pues fíjense que no, porque con recuperar lo que se roban por corrupción se financia la inversión pública y el gasto social. Regresará la inflación y el desabasto como con Echeverría y López Portillo. Pues tampoco, porque se mantendrán los equilibrios macroeconómicos y la independencia del Banco de México. Va a expropiar empresas. Menos, se trata de abrirle cancha a los millones de medianos y pequeños.  Va a frenar el crecimiento. Tampoco, pues se crecerá pero no de manera concentrada como ahora, en manos de pocos y en contados lugares, sino de manera horizontal y abierta. Se va a pelear con Trump. Bueno, ahí sí, no dejará un Tuit sin contestar.

A los impulsos vitales que recorren a la gente contraponer la sombra de Tánatos. En las redes aparece #amlomania y mensajes como estos: “No soy Moreno, pero si gana #amlo ofrezco 5 estudios encefalográficos con su mapeo a cinco niños que lo requieran”, “Si gana AMLO hago diez limpiezas dentales Gratis y diez resinas Gratis y una prótesis!” “¿Se dan cuenta que con la #Amlomanía se está viendo que los mexicanos podemos ayudarnos unos a otros y que en efecto Juntos haremos historia?”. Y en contraste las invitaciones a matar al candidato que provocaron que Ricardo Alemán, periodista, fuera cesado de varios medios por la reacción cívica de las redes sociales, o los rumores de su enfermedad terminal.

Paisaje antes de la batalla

Este es el paisaje para el segundo debate. En medio de la contienda entre una avalancha que se extiende y la urgencia para frenarla. Los debates, que se promueven como un espacio de excelencia de la democracia donde los candidatos se exponen a la controversia; son a la vez una pieza estratégica para los núcleos preocupados de los poderes, políticos, económicos y mediáticos. Desde ahí se conciben como detonadores de posibles cambios en las audiencias atrapadas por un evento con el más alto rating. Y en estas circunstancias, o constatan que la bola de nieve ya es una avalancha, o se convierten en la barrera que intenta frenarla.

En la experiencia internacional y nacional de las políticas mediáticas se crean sinergias entre tres polos que intentan amplificar, reducir o modificar las percepciones de los públicos hasta entonces detectadas. El primer polo es el debate organizado según las pautas de un reality show “divertido”. Luego vienen los opinadores mediáticos que enjuician a bote pronto lo apenas visto para influir en el respetable público.  Y al final, como vox populi, las mediciones por empresas dedicadas a las encuestas que por cierto, carecen de reglamentación pública que verifique su funcionamiento, y que ratifican tendencias previas o anuncian espectaculares virajes.

Las encuestas que vendrán

¿Cómo van a reaccionar después del segundo debate las casas encuestadoras ahora que los registros realizados a la fecha rehabilitaron su credibilidad y que como empresas se encuentran en una burbuja favorable para el negocio? Por lo pronto, la casa encuestadora GEA – ISA ahora con su prestigio a nivel del mar, ya se adelantó y desde el primer debate planteó que se había reducido la diferencia entre AMLO y Anaya en ¡5 puntos! Hicieron la misma trampa en marzo del 2006 pero ahora, ante tanta evidencia, nadie se atrevió a sostener su delirio.

Lo que sí me parece inevitable es que esa estrategia del detonador del cambio de tendencias se aplique tarde o temprano a lo largo de este mes de mayo. No tienen otra salida en el marco flexible de las simulaciones legales.  Llegar a mediados de junio con una avalancha de ese tamaño tras sus espaldas, esteriliza las millonarias inversiones para la compra de votos y no deja espacio de maniobra “institucional” para hacer creíble victorias sorprendentes. Sería tanto como entregar la silla antes del tiempo.

(*) Carlos San Juan Victoria: Profesor investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Editor de la revista Con-temporánea http://con-temporanea.inah.gob.mx/

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/193041

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