Izquierda chilena: ¡Levántate y anda!

Recuerda: a pesar de la niebla/ a pesar del olvido/ y del silencio / todavía queda Izquierda/ en la certidumbre del corazón. (Christián Guadiana *).

por Manuel Cabieses D.

Chile está gobernado por una derecha liberal cuya intención es quedarse largo tiempo en La Moneda. Así lo confirma la Cuenta Pública del presidente Sebastián Piñera del pasado 1 de junio. La derecha liberal ha tomado a su cargo la recomposición de la institucionalidad en crisis. Esta crisis –detonada por la corrupción y su impunidad- ha debilitado al conjunto de las instituciones. Eso pone en grave peligro a todo el sistema oligárquico implantado por la dictadura. Los propósitos de la derecha se ven favorecidos por la ausencia de una Izquierda cuyo programa unifique y oriente la lucha social.

El proyecto de la derecha liberal incorpora elementos programáticos de los partidos de “centro izquierda” lo cual ha dado inicio a un periodo de reacomodos políticos. El proyecto liberal necesita ampliar y consolidar fuerzas. Esto le obligará a sortear escaramuzas con sus sectores más conservadores -para evitar una fractura que a la larga es inevitable-, pero a la vez tendrá que dar pasos para cooptar a sectores de “centro izquierda”.  Esa táctica alcanzó éxito en la elección presidencial. La victoria de Piñera logró desangrar a la Nueva Mayoría (Q.E.P.D.). No obstante serán las elecciones municipales y de gobernadores (2020) las que determinarán el futuro del proyecto liberal. De aquí a entonces la política institucionalizada –en la que solo participa la oligarquía política- consistirá en dimes y diretes inofensivos entre oficialismo y “oposición”.

La “centro izquierda” tiene limitado su campo de acción. No puede quemar lo que ayer adoró y que hoy hace suyo la derecha liberal. Sus partidos viven un proceso de extinción. Pagan el costo de su matrimonio morganático con el empresariado nacional y extranjero y de su ruptura con el movimiento social.

Es el destino que la historia reserva a los renegados.

TRANSFORMISMO POLITICO.

“La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia”. (Manifiesto Comunista, Marx y Engels, 1848).

Los gobiernos post dictadura se encargaron de la tarea que dejó inconclusa la dictadura: destruir las bases de la cultura política del pueblo chileno. Esta había alcanzado un alto nivel que en 1970 permitió la victoria del primer presidente socialista de Chile. Aunque Salvador Allende tuvo que firmar un estatuto de garantías democráticas –que su gobierno cumplió estrictamente-, eso mismo logró que los principios democráticos de la Unidad Popular y de la Democracia Cristiana derrotaran la conspiración urdida por EE.UU. para impedir que Allende llegara a La Moneda.

El breve gobierno de la UP puede ser acusado de ingenuo pero jamás de haber violado las reglas de la democracia que el presidente Allende consideraba sagradas.

Lo que siguió, el terrorismo de estado y la economía de mercado, llevaron a efecto una contra revolución en forma. En lo cultural se orientó a sustituir los valores de la solidaridad social por el apetito consumista que convierte al hombre en lobo del hombre. En ese terreno la Izquierda sufrió la peor de las derrotas. Las cicatrices del terrorismo de estado aún son visibles en el cuerpo social de Chile y explican en buena medida la casi total desaparición de la Izquierda.

Enseguida el periodo de democracia “en la medida de lo posible” se encargó de diluir al movimiento social y dividir a los sectores que habían opuesto heroica resistencia a la tiranía.

No fue cosa de un día para el otro, pero con el “retorno a la democracia” -con una Constitución oligárquica por medio- se inició el crepúsculo de las ideologías y la conversión de los partidos de “centro izquierda” -remodelados en el exilio- en agentes del empresariado.

LA IZQUIERDA NECESARIA

“Pero, en general, el sistema proteccionista es en nuestros días conservador, mientras que el sistema del libre cambio es destructor. Corroe las viejas nacionalidades y lleva al extremo el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social. Y sólo en este sentido revolucionario, yo voto, señores, a favor del libre cambio”. (Carlos Marx, Discurso sobre el libre cambio, Bruselas, 9 de enero de 1848).

La Izquierda de hoy -en la época de la globalización- no tiene porqué identificarse con las formas orgánicas y tácticas que adoptó en los siglos XIX y XX. Si lo hiciera no sería revolucionaria que es el rol de la Izquierda desde los jacobinos en adelante.

Venimos de regreso de los abortos de socialismo y de nuestras propias derrotas. La Izquierda de hoy no puede confundir socialismo -que es el poder del pueblo- con estatismo -el poder de una burocracia-. Esa falsificación, como está demostrado, prostituye la ideología liberadora que significa el socialismo.

En los años 90 y principios del siglo XXI se hicieron en Chile numerosos esfuerzos por reconstruir una Izquierda de nuevas características. Sin embargo no habían madurado las condiciones que ahora comienzan a despuntar. Aunque no prosperaron, esas experiencias no araron en el mar. Dejaron lecciones, entre otras que la Izquierda nace (o renace en este caso) de las luchas sociales. Los movimientos sociales -y la juventud en general- son los llamados a crear el instrumento político que unifique sus luchas y las oriente hacia el cambio de las estructuras que impiden la expansión de sus fuerzas.

Ninguna de las demandas que hoy el pueblo levanta en forma dispersa, tendrá éxito si no se remueve la Constitución Política que lo impide. El enfrentamiento es contra un sistema opresor que debe ser superado para potenciar fuerzas latentes aún reprimidas.

Hay señales promisorias para la reconstrucción de la Izquierda. Se ha puesto en marcha una revolución cultural que protagonizan mujeres, estudiantes y el pueblo mapuche. Esos movimientos despejarán el camino para la insurgencia de una Izquierda de nuestros días.

Hay que unir y el factor unificador de las demandas sociales es la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redacte y proponga una Constitución democrática, participativa y latinoamericanista.

Ese será el comienzo del nuevo tiempo de la Izquierda chilena.

6 de junio, 2018

 

(*) Christían Guadiana, “Ser a la Izquierda”, publicado en Punto Final N° 216, 30/6/1990.

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