Silvia Federici en Valparaíso: debate entre el autonomismo amarillista y la autonomía feminista.

Si los y las lectores de CT.CL no lo saben, hace una semana aproximadamente visita Chile la destacada feminista y pensadora Silvia Federici. Su activismo desde los ’70 en el movimiento feminista y sus trabajos como Calibán y la Bruja, Revolución Punto Cero, entre otros,  son claves para quienes quieran adentrarse en los planteamientos y discusiones teórico- políticas del feminismo.  Silvia vino a Chile invitada por la Fundación Sol y  Fundación Rosa Luxemburgo. En Valparaíso, quienes organizaron sus actividades fueron el Centro de Estudios Interdisciplinarios en Teoría Social y Subjetividad de la UV y Camila Rojas, diputada de la Izquierda Autónoma.  En una de sus últimas actividades, en el Teatro Municipal de Valparaíso frente a 1300 personas, planteó sus ideas críticas frente al Estado, el voto y los partidos políticos. Hubo malestar y reacción frente amplista. Alejandra Castillo (quien estaba entre las invitadas en esa actividad) escribió una breve columna, que intensificó el debate. Mónica Iglesias, una de las organizadoras de las actividades en el puerto, contesta. Algunas viejas prácticas quedan en evidencia: soberbia, oportunismo y la incapacidad de debatir cuando lo que prima es el interés de captar el momento para asegurar futuros electorales. Compartimos con uds. ambos textos (Editora CT, Natalia Pravda).

 

Malentendido Federici

Por Alejandra Castillo

Leo a Silvia Federici aunque no me siento cercana del feminismo comunitarista. Me entusiasmo con su venida a Chile porque creo que es una posibilidad de reconocer filiaciones y genealogías de los feminismos de los sesenta con los de hoy. Estas historias del feminismo nos permiten, a su vez, establecer un puente entre los feminismos actuales aquí en Chile con los feminismos de los años ochenta en su rebeldía y creatividad. Conozco el tremendo esfuerzo y el trabajo de las feministas que organizaron las actividades de Silvia Federici en Valparaíso, toda una apuesta de descentralización y de vitalidad política cultural en una ciudad distinta a Santiago. La organización está  a cargo del equipo de la diputada Camila Rojas de izquierda Autónoma. Entonces, me entusiasmo más aún de esta alianza que articula feminismos de distintos signos. Ya es hora de viajar a Valparaíso a la presentación de El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo de Silvia Federici. La actividad se realiza en el Teatro Municipal, está repleto. Las organizadoras por razones de tiempo piensan que la presentación termina con una intervención de Federici y luego se daría paso a la firma del libro por parte de la autora. Así se me dice, eso se acuerda.

El libro es principalmente una compilación de textos de los años sesenta relativa a la nunca acabada discordia entre feminismo y marxismo, el nudo que anuda esa discordia es el trabajo del cuidado lo que lleva a poner atención al orden de la reproducción. Las presentaciones del libro son cordiales y hospitalarias. La intervención de Silvia Federici va en dirección de poner en contexto su libro con los feminismos de los años sesenta. Al término de su presentación y no asumiendo el acuerdo previo, abre la intervención a preguntas, me parece raro pero, en fin, estos fuera de protocolo siempre son posibles. La primera pregunta la hace un muchacho quien es abucheado por la asistencia con gritos como “muerte al macho”. En ese momento Federici tiene el control de la presentación –debido a su salida de protocolo- y no hace nada por parar el griterío, no interviene, no interrumpe el clima de odio que se toma el teatro. Ya en ese marco, las preguntas -que más bien eran solo búsquedas de reafirmación personal- restablecen las típicas divisiones irreconciliables entre lo político (corrupto), por un lado, y lo social (puro) por otro. De ahí en más, Silvia Federici no solo pone en escena su posición anti Estado, anti partido y anti demócrata sino que una posición colonial. ¿Sabe Federici lo que es el Frente Amplio? ¿Sabe Federici que es el feminismo y la izquierda hoy aquí en Chile? ¿Sabe de nuestros feminismos y nuestras historias?  No, no lo sabe. Y, no le importa. Su único interés era hacer de su posición política la única (este es el problema del comunitarismo). Las otras posiciones eran enemigas, ningún matiz, ninguna articulación posible. La frase “si el voto cambiara algo, estaría prohibido”, la lanza como una verdad irrefutable. Esta posición no es nueva y no necesariamente feminista, incluso ya es un “meme” que aparece en la redes sociales cuando se avecinan las elecciones. A esta altura de la intervención de Federici, mi entusiasmo se ha ido transformado en espanto.

Estoy firmemente convencida que hacer frente al neoliberalismo implica, primero, asumir el feminismo como una política de lo múltiple que no puede dejar ningún lugar sin ser revolucionado. No existe ni el verdadero feminismo, ni el más puro o verdadero, eso es un pliegue más de la lógica identitaria más afín al neoliberalismo que a su fin. En tiempos sombríos como los que corren, lo común no puede solo definirse en aquello que es igual a lo que pienso sino que en la necesaria sustracción de parte de mi interés/identidad para dar lugar, precisamente, a lo “común”.

Fuente: https://antigonafeminista.wordpress.com/malentendido-federici/?fbclid=IwAR2wpAPqZ7ObTYkmDKUwy4FZIhB6l-IusKPYPJr4e3Pqjb6D6Rz_AFFYGpY


La caza de la bruja Silvia Federici en Valparaíso

En el último encuentro, con motivo de la presentación de su libro El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo, durante las preguntas de las asistentes, se plantean cuestionamientos que incomodan a muchas feministas frenteamplistas, que han desencadenado una airada respuesta. Las primeras intervenciones del público dan cuenta del malestar que había provocado la excesiva presencia de la diputada Camila Rojas y la demasía de logos y eslóganes partidistas. Cuestionan también la “complicidad” de algunos movimientos y partidos de la izquierda con las políticas neoliberales, en particular, con el extractivismo. Acusan ciertas mistificaciones o inconsistencias entre discursos y prácticas. Los señalamientos y las referencias a IA son explícitas y directas. De manera un tanto contradictoria las preguntas se dirigen a la invitada. Esta contesta que ella no se autocensura, que no se condiciona, y que considera importante compartir espacios y diálogos con gente que no opina, necesariamente, lo mismo. También se plantean preguntas sobre el Estado, los partidos políticos, la vía electoral, etc. Silvia Federici responde lo que tantas veces ha dicho, no modifica un ápice su discurso: que no confía en el Estado, que es un territorio minado; que cuando las mujeres se sienten violentadas en las organizaciones de izquierda deben abandonarlas, renunciar a “educar” a los compañeros; que, si el voto cambiara algo estaría prohibido, etc. Cuenta su experiencia, expone sus puntos de vista. No engaña, no adula, no disfraza sus posiciones. Se mantiene fiel a su estilo, es genuina.

Probablemente tampoco sus respuestas satisfacen a quienes formulan preguntas a propósito de su crítica al llamado feminismo radical, del separatismo como una herramienta de emancipación y como un fin en sí mismo, o acerca de la ausencia en sus trabajos de un análisis del régimen heterosexual. Silvia Federici nuevamente sienta su posición: reitera la necesidad de comprender el patriarcado en el contexto de las relaciones sociales que se despliegan con el capitalismo, rehúsa incursionar en etapas que no ha investigado y sobre las cuales considera que no hay suficiente documentación histórica; rechaza la idea de una disposición natural de los hombres hacia el machismo y postula la construcción de espacios comunes como un horizonte; subraya que el movimiento feminista, desde la década de los sesenta, inició una crítica radical del concepto de feminidad que desnaturalizó la identidad de la mujer al mostrar que era funcional a la división sexual del trabajo y, por ende, abrió la puerta a los planteamientos de los movimientos lésbico, gay, trans, de trabajadoras sexuales, intersex, etc.

A mi juicio, las asistentes tenían todo el derecho de manifestar su incomodidad y plantear sus diferencias con el proyecto de Izquierda Autónoma y, por supuesto, con las afirmaciones de Silvia Federici. Presupongo, seguramente de forma ingenua, que estos espacios deben servir precisamente para favorecer el debate de opiniones. Ninguna de las otras feministas presentes en la tribuna tomó la palabra para rebatir lo que se decía, para justificar sus posiciones políticas; tampoco desde el público se levantaron voces que se contrapusieran abiertamente. Sin embargo, en estos días ha comenzado a circular un conjunto de críticas, muy falaces, dirigidas directamente contra la feminista italiana, por quienes tan sólo hace dos días estaban encantadas con su visita. La columna de la filósofa feminista Alejandra Castillo sintetiza esos planteamientos. En su relato sorprende, en primer lugar, las acusaciones dirigidas contra la persona de Silvia Federici, al describir por ejemplo cómo esta se habría saltado el protocolo (cuestión que no es cierta), y ante la primera pregunta, formulada por un hombre que adopta un tono pedante para inquirir la opinión de la autora acerca de una larga cita de Marx, y que recibe los abucheos y pifias de algunas asistentes, “no hace nada por parar el griterío, no interviene, no interrumpe el clima de odio que se toma el teatro”. Atribuye a la feminista italiana la responsabilidad de conducir el evento debido a su “salida de protocolo”, mientras la moderadora y ella misma, que está en el estrado, parece que quieren volverse invisibles. Más adelante, cuestiona que Silvia Federici haya dicho lo que piensa, es decir, reprueba su coherencia y la acusa de no introducir “ningún matiz, ninguna articulación posible”; cuestión a todas luces falsa (invito a las interesadas a ver el vídeo de la presentación). Incluso cuando Silvia Federici dice que “el voto no sirve”, agrega “o sirve muy poco o en situaciones locales, en situaciones limitadas”. Quizás hubiera sido el momento para que alguna feminista frenteamplista nos planteara la importancia del voto en este contexto…

La propaganda de desprestigio continúa al acusar a Silvia Federici de sostener una posición colonial. Increíblemente. Se le reprocha no conocer lo “que es la izquierda y el feminismo hoy aquí en Chile”. Cabe suponer que el Frente Amplio es la expresión sublimada de eso que Alejandra Castillo llama “nuestros feminismos y nuestras historias”. ¡Y todo lo demás es comunitarismo! Silvia Federici ha hecho gala de una humildad y una generosidad enormes: ella no vino aquí a dar lecciones a nadie; vino a transmitir su historia, su experiencia, sus convicciones. Compartió y se reunió con personas de distintas organizaciones, colectivos, respondió preguntas de periodistas, firmó cuanto libro le pidieron. Vino a conectar luchas y saberes de muchas partes del mundo. Vino a preguntar, a escuchar, a interesarse por lo que estaba pasando en Chile. Duele y asusta ver cómo se vuelca la maquinaria insidiosa sobre una persona con la que se quería lucrar políticamente (eso me queda más claro ahora) al ver que esta no respalda sus posiciones políticas. La propia feminista chilena describe en “Malentendido Federici”, cómo su entusiasmo inicial por haber sido invitada a presentar el libro se transformó en espanto. Más que de un malentendido, considero que se trata de ignorancia y de miserabilismo. Se pregunta: “¿sabe Federici lo que es el Frente Amplio?”. Yo no sé si Silvia Federici sabe lo que es el Frente Amplio; de lo que no tengo duda es de que ciertas feministas del Frente Amplio no sabían quién era realmente Silvia Federici. Ahora entendieron  que ella es demasiado peligrosa para sus apuestas políticas, por lo que decidieron emprender una abierta cacería.

9 de Noviembre 2018.

Fuente: http://razacomica.cl/sitio/2018/11/09/la-caza-de-la-bruja-silvia-federici-en-valparaiso/?fbclid=IwAR0u8gAmKeqEqxBVr58xUCUytfXahbH-7F2zQTWVrprksJAP-7HqXIbeXco

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