El suicidio asistido se hace arte para exigir la eutanasia legal en Chile.

Por Alberto Peña.

«Ya no tengo nada que hacer en esta vida», «quiero morir bien, que me recuerden bien y feliz» o «no quiero sufrir hasta llegar a ese final en que no puedo respirar» son los testimonios de tres personas que pusieron fin a sus vidas con un suicidio asistido en Chile y que ahora se han convertido en arte.

Son tres de los ocho casos de pacientes terminales que decidieron morir de forma asistida y tomaron parte en el proyecto «Amortanasia», del artista chileno Francisco Tapia, conocido como «Papas Fritas», que desde hace una semana se expone en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en Santiago.

Una exposición que deambula por el límite de lo legal y que a nadie deja indiferente, en la que se pueden escuchar y ver testimonios reales de personas enfermas que, a través de «Papas Fritas», consiguieron finalizar con su agonía, pese a inmiscuir en el acto a personas y médicos que podrían incurrir en un delito.

Ayudar a una persona a acabar con su vida o no ayudar a salvar la vida de alguien conociendo las intenciones del implicado está penado en Chile con hasta cinco años de cárcel según el artículo 393 del Código Penal.

Una medida coercitiva que, sin embargo, no ha hecho más que ayudar a dar impulso a esta controvertida exposición, en la que su autor trabaja los conceptos de estar muerto en vida y vivo en la muerte, y que entre esa combinación muestra la liberación de una esclavitud corporal y moral mediante la muerte.

«Para mí la muerte es parte de la vida (…) es entropía, una transformación. Morimos muchas veces en la vida, no físicamente o espiritualmente quizás, pero sí en conciencia», afirmó Tapia a Efe.

El autor, sin embargo, dijo que él tan solo «acompaña a moribundos» en su intención de poner fin a sus vidas, contacta con médicos que les asisten en el proceso, pero son ellos, los enfermos, quienes realizan el último paso convirtiendo la situación en un suicidio que exime a «Papas Fritas» de cualquier acción legal en su contra.

La muestra asalta al visitante con una contundente declaración de Jorge Valdés, un anciano de 85 años que, en un primer plano desde una pantalla gigante, en una sala diáfana y oscura con neones de colores parpadeando, explica tranquilamente por qué decidió poner fin a su vida el pasado marzo.

«Tengo fibrosis pulmonar idiopática. Se encuentra en sus últimas etapas -explica el señor Valdés mientras respira oxigeno por su cánula nasal-. El final de ello sería que me conectaran a un ventilador mecánico. No quiero llegar a esa etapa, por eso he optado por el suicidio asistido».

El señor Valdés, como otras siete personas que se sumaron al proyecto Amortanasia, y otras 12 que han pedido sumarse desde que se abrió la muestra, contactó con «Papas Fritas» para encontrar la posibilidad de realizar esa eutanasia que deseaba, pero todavía ilegal en Chile.

«Desde que tomé contacto con Amortanasia me vino el alma al cuerpo», afirmó en el vídeo grabado antes de su muerte.

«Papas Fritas» indicó que cada paciente «va entregando una historia (…) en la que rescatas esa esencia de la persona que está con una alegría tremenda por saber que no hay un futuro de dolor, de sufrimiento».

Las serenas palabras del señor Valdés son solo el anticipo a las de otro hombre anónimo, de 51 años, quien sufría la enfermedad de Crohn y tenía paralizada la columna vertebral con fuertes dolores y la imposibilidad de moverse.

«Tengo una linda familia, una hija preciosa y una nieta chiquitita todavía, por ellas tomé la decisión de hacer esto (…) hablo de la eutanasia», explica una voz distorsionada a través de unos auriculares colgados en una pared.

«No es bien visto, porque dios nos va a castigar, porque no tenemos derecho. Si yo no tengo derecho sobre mi cuerpo, ¿quién lo tiene? Si no tengo derecho a decir basta en este sufrimiento, ¿quién lo tiene?», se pregunta esta persona antes de realizar su suicidio asistido.

Estas muertes dignas en Chile no son eutanasia sino suicidio asistido, ya que, según explicó «Papas Fritas», al no existir normativa, es necesario que él contacte con médicos extranjeros quienes, aunque saben que la práctica de asistencia en irregular, arriesgan sus carreras por estos pacientes.

Una muerte que podrían conseguir en un futuro con la máquina que el artista exhibe, aún por terminar, en la misma exposición, de patente libre y accesible para cualquiera.

«Funciona con cuatro pestañeos hacia una cámara de reconocimiento facial que acciona el flujo de un medicamento que produce un coma inducido y después, un segundo que produce un paro cardiorrespiratorio», explicó «Papas Fritas».

Un sistema que podría suponer un alivio para personas en estado vegetativo al poder accionar el mecanismo por su cuenta a pesar de estar inmóviles y así acabar gracias a la muerte con esa esclavitud del dolor.

«Las enfermedades, aparte de no dejarte dormir y descansar, te encarcelan, te vuelves preso de tu cuerpo y de la sociedad. Nadie puede privar a alguien de su libertad», afirma el testimonio anónimo de la pared antes de desvanecerse.

28 de Junio, 2019.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/suicidio-asistido-exigir-eutanasia-Chile_0_914809303.html

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