América Latina: Entre rebelión popular y reacciones fascistas.

Los Protagonistas de la disputa en América Latina.

Por Claudio Katz*

América Latina registra un abrupto cambio, al calor de grandes confrontaciones entre desposeídos y privilegiados. Esa disputa incluye revueltas populares y reacciones de los opresores. En un polo aflora la esperanza colectiva y en el otro el conservadurismo de las elites. Las batallas se dirimen en las calles y en las urnas. Los poderosos no sólo recurren a la represión. Manipulan la información, difaman a los luchadores y alientan el resentimiento de la clase media empobrecida. En toda la región los anhelos de igualdad chocan el fascismo y en ningún país se observan resultados definitivos. En un proceso vertiginoso, las victorias significativas coexisten con los preocupantes.

Las revueltas de Octubre

La sublevación en Chile es el gran acontecimiento del tsunami latinoamericano. Es la mayor rebelión de la historia del país. Todos los días miles de jóvenes salen de los colegios, universidades y barrios para enfrentar a los gendarmes. Las pancartas son categóricas: “Chile se cansó y despertó”. Un pueblo harto de humillaciones se ha insurreccionado contra el modelo neoliberal. Los padecimientos generados por ese esquema han salido a la superficie. El 70% de los hogares tiene su ingreso comprometido con deudas para solventar la educación, la salud y el ahorro previsional privados. El país comparte el podio de las ocho naciones más desiguales del mundo.

El grueso de la población confronta con un gobierno aislado, que surgió de comicios signados por la abstención. Piñera despliega una represión salvaje, que ya causó más de 20 asesinatos, miles de detenidos e incontables heridos. Los carabineros se drogan para continuar la balacera y disparan a los ojos de los manifestantes, para quitarles la vista de por vida. Hay abrumadoras denuncias de abusos sexuales contra las mujeres detenidas.

El ejército sostiene ese vandalismo para preservar los privilegios legados por Pinochet. Recibe un porcentual fijo de las exportaciones de cobre y sus miembros están exentos de la vejez pauperizada que padece el resto de los jubilados. Pero algunos soldados se han negado a reprimir y los jefes exigen garantías de impunidad para seguir repartiendo palos. La demanda de juicios a sus tropelías se ha instalado en la sociedad.

Piñera está desbordado. Impuso el toque de queda y tuvo que levantarlo. Convocó al dialogo y refuerza la sangría. Todos los días anuncia alguna concesión social sin ningún resultado. El pánico imperante en su círculo íntimo aflora en confesiones graciosas (“tendremos que disminuir nuestros privilegios”) o en la descripción de los manifestantes como “alienígenas”.

Las movilizaciones persisten para no repetir las frustradas experiencias del 2006 y 2011, que desembocaron en cambios cosméticos. La oleada actual comenzó en forma espontánea y sin liderazgo, pero ya emerge una organización por abajo. En los cabildos abiertos se debate cómo encauzar las protestas y las propuestas.

El activismo de los estudiantes se ha extendido a los sindicatos y a los colectivos sociales, que demandan el fin de Piñera y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. La presión es tan fuerte, que el propio gobierno maniobra para deformar ambos reclamos.

También los políticos de la Concertación buscan diluir las exigencias del levantamiento. Sostuvieron durante 30 años el régimen y convalidaron la militarización del último mes. Ahora propician el llamado a un plebiscito que asegura la continuidad de Piñera y bloquea la soberanía de una eventual Constituyente. Ensayan un nuevo dique para frenar las movilizaciones.

Ecuador ha sido el segundo epicentro de las revueltas. Las comunidades indígenas resistieron a escala local el aumento del combustible e incorporaron otros sectores populares a su monumental marcha sobre Quito. Lenin Moreno se escapó a Guayaquil y apostó al salvajismo represivo, provocando siete muertos y miles de heridos. Pero al cabo de varias jornadas de intensa batalla se rindió. Anuló el incremento de las naftas y aceptó la victoria conseguida por la firmeza de la CONAIE. Cuando los indígenas ingresaron en el Parlamento, el presidente tránsfuga recordó cómo tres antecesores suyos fueron tumbados por ese movimiento (1997, 2000 y 2005).

El levantamiento logró la derogación de un decreto redactado por el FMI, en un país asfixiado por el endeudamiento externo. Todo el paquete de reforma laboral y apertura de importaciones ha quedado afectado, en una economía ahogada por la dolarización. Ese cepo impide compensar los ajustes con paliativos monetarios.

Los manifestantes también ocuparon las oficinas del FMI, para advertir a los banqueros cual será el tono de su resistencia. Después del éxito conseguido en las barricadas, los colectivos sociales organizaron un Parlamento de los Pueblos, que propuso aumentos del salario mínimo, impuestos progresivos y mecanismos para salir de la dolarización, junto a la titularización de las tierras y la reestructuración de las deudas campesinas. Estas definiciones ilustran cómo las revueltas comienzan a madurar con proyectos alternativos.

La irrupción de los fascistas

El golpe de estado en Bolivia ha introducido un dramático contrapunto con las sublevaciones de Chile y Ecuador. La derecha tomó la iniciativa y capturó el gobierno. Toda la controversia sobre la definición de esa asonada es ridícula. Se consumó el golpe de estado más abierto, descarado y evidente de las últimas décadas. No tuvo disfraz institucional, ni mascaradas blandas.

Fue una acción virulenta con protagonismo directo del ejército. Evo renunció a punta de pistola, cuando los generales se negaron a obedecerlo. No dimitió por simple agobio de la crisis (como De la Rúa en el 2001). Fue expulsado de la presidencia por la cúpula militar.

Pero la principal peculiaridad de esta operación fue su tinte fascista. Los gendarmes impusieron una zona liberada, que ocuparon los matones para instaurar el terror. Forzaron la indefensión del gobierno aplicando el manual de las bandas ultraderechistas. Secuestraron dirigentes sociales, tomaron instituciones públicas y humillaron a los opositores.

Camacho puso en práctica las proclamas de Bolsonaro. Con biblias y rezos evangélicos quemó casas, rapó mujeres y encadenó periodistas. Emitió gritos racistas contra el cholo, mientras sus secuaces se burlaban de los coyas, quemaban la bandera Whipala y golpeaban a los transeúntes de la raza denigrada. En La Paz imperó el vandalismo ensayado en Santa Cruz. La valentía del “macho Camacho” estuvo garantizada por la protección policial.

Ese odio contra los indios recuerda la provocación inicial de Hitler contra los judíos. Camacho no disimula la irracionalidad de sus diatribas contra los pueblos originarios. Considera que las mujeres de esas  nacionalidades son brujas satánicas y que los hombres son únicamente aptos para la servidumbre. Como en Alemania durante los años 30 ha creado legiones de resentidos para humillar a los indígenas.

La clase dominante celebra la venganza. Como no digiere que un indio haya ejercido la presidencia, permite las descontroladas tropelías de Camacho. Los poderosos esperan estabilizar el golpe, para equilibrar luego el manejo del estado con sus hombres de confianza. Su prioridad inmediata es consolidar el desplazamiento de Evo.

Por eso invierten lo ocurrido y culpan al líder del MAS de un fraude que justificaría su remoción. Convierten a la víctima en responsable y transforman la impugnación del golpe en una crítica a la ambición de Morales. El presidente electo es presentado como un dictador y los golpistas son elogiados como salvadores de la democracia. La versión light de esta infamia declara que “ambos bandos son culpables”. Pero los difamadores no presentaron ninguna prueba del alegado fraude. Tampoco objetaron el triunfo de Evo. Sólo discutían si obtuvo el 10% de diferencia requerido para evitar el ballotage. La oposición legitimó la elección con su participación y por eso al principio sólo hablaba de irregularidades. Cuando percibió la posibilidad de perpetrar el golpe improvisó el cuento del fraude.

El protagonismo del Estados Unidos en el complot quedó confirmado con el elogio de Trump a la intervención del ejército. Los jugosos negocios internacionales que ofrecen los golpistas, indujeron también la bendición de la Unión Europea a los usurpadores.

Pero habrá que ver cuál es la consistencia de una mandataria auto-elegida en una asamblea trucha. Añez intentará mantener la presidencia durante el tiempo requerido ara amañar elecciones con proscripciones. Oscila entre los compromisos requeridos para montar esa farsa y el simple ejercicio de una dictadura. Bajo su conducción, Bolivia ha retomado sus viejos parámetros de ingobernabilidad.

La heroica resistencia popular se desenvuelve en las duras condiciones de la militarización. En los primeros cinco días hubo 24 muertos. Pero las movilizaciones se extienden desde el bastión de El Alto al resto de las ciudades. Los cabildos organizan la lucha de un pueblo muy experimentado en la batalla callejera.

En el curso de esa acción podrá evaluarse la actitud adoptada por Evo. El principal problema no fue su estrategia de permanencia en el gobierno (plebiscito y reelección), sino la total imprevisión frente al golpe. Quedó atado al arbitraje de la OEA y fue sorprendido por la insubordinación de un ejército, que reforzó con equipamientos y pertrechos. El desmovilizado oficialismo no tuvo repuesta frente a la decidida ofensiva de la derecha. Este balance ya está en la mente de los militantes que ahora priorizan la resistencia.

Una resonante victoria

Los contrastes que dominan el contexto latinoamericano tuvieron otra manifestación en la liberación de Lula. Esa excarcelación suscitó una inmensa alegría entre los participantes de la campaña contra su detención. Las marchas, campamentos y pronunciamientos internacionales permitieron ese logro.

Ese desenlace propinó una gran derrota a la farsa montada por el juez Moro y sus cómplices de O Globo, para impedir la presidencia del candidato más popular. Laconversión del inquisidor en superministro de Bolsonaro desenmascaró ese operativo.

Ahora deberán lidiar con las caravanas que exigirán la restitución de los derechos políticos a Lula. Esa campaña tendrá resonancia continental frente a un mandatario desprestigiado. Bolsonaro carece de la serenidad mínima, requerida para ejercer una función ejecutiva. Mantiene su perfil carnavalesco y no logra hilvanar un discurso. Responde con insultos a cualquier cuestionamiento. Esa brutalidad agrava los problemas de su entorno. Ya tiene varios familiares comprometidos con el lavado de dinero y algunos testimonios lo vinculan directamente con el asesinato de Marielle Franco.

Bolsonaro depende del sostén de los nueve generales que ejercen el poder efectivo. Sobrevive por el gran servicio que presta a las clases dominantes, a través de sucesivos paquetes de agresión a los trabajadores. El ex capitán debutó reduciendo el salario mínimo por decreto. Luego motorizó una reforma laboral precarizadora e impulsa cambios regresivos en el sistema previsional. Además, implementa privatizaciones en los estratégicos sectores de la energía, las finanzas y el transporte y se propone rematar antes del 2022, un centenar de empresas estatales. El recorte del presupuesto educativo ha sido tan brutal, como la caza de brujas para destituir funcionarios con ideas progresistas. Sus diatribas anticomunistas incentivan atropellos a los derechos humanos, mientras aumenta el salvajismo de los gendarmes en las favelas.

Pero Bolsonaro no ha podido traducir su verborragia reaccionaria en un programa de concreción del fascismo. Carece de condiciones para materializar ese proyecto. No logró un liderazgo reconocido en el grueso del sistema político conservador y continúa soportando la resistencia popular. Ya afrontó una huelga de gran acatamiento contra la reforma previsional y una marcha de tres millones de personas contra la homofobia. También las protestas estudiantiles contra los recortes del presupuesto alcanzaron una inédita masividad, bajo
la impactante proclama de “libros sí, armas no”.

Para acceder al documento completo pincha el siguiente link:

https://katz.lahaine.org/b2-img/LOSPROTAGONISTASDELADISPUTAENAMRICALATIN.pdf

*Claudio Katz es un economista argentino, militante y activista de los derechos humanos. Nació en 1954. Curso sus estudios de grado de Economía en la Universidad de Buenos Aires, en donde también se doctor

21 de noviembre, 2019

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/los-protagonistas-de-la-disputa

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