Gramsci no creyó jamás en la vía parlamentaria al socialismo.

Desmontando falsificaciones en el aniversario de su muerte.

por Cristóbal García Vera / Redacción, Canarias Semanal.

El 27 de abril del año 1937, hace ahora 83 años, fallecía en una clínica de Roma el cofundador del Partido Comunista Italiano y teórico marxista Antonio Gramsci. Aunque Gramsci consagró su vida a la militancia en favor de la revolución socialista, tras su muerte su teoría fue utilizada para intentar justificar una política de conciliación de clases, en el contexto histórico del proceso de socialdemocratización de los partidos comunistas europeos. En una entrevista concedida en 1977 al Diario de Barcelona, el filósofo marxista Manuel Sacristán, se refería, entre otros aspectos de su vida, a esa pretensión de convertir a Gramsci en el teórico socialdemócrata de la «hegemonía», presuntamente opuesta a la «dictadura del proletariado».

El 27 de abril del año 1937, hace ahora 83 años, fallecía en una clínica de Roma el cofundador del Partido Comunista Italiano y teórico marxista Antonio Gramsci.

Aunque Gramsci consagró su vida a la militancia en favor de la revolución socialista, negándose a realizar cualquier tipo de conciliación con el dictador fascista Benito Mussolini, años después de su muerte su teoría fue utilizada para intentar justificar una  política de conciliación de clases, en el contexto histórico del proceso de socialdemocratización de los partidos comunistas europeos.

En los años 70, las corrientes eurocomunistas lo «pusieron de moda», pretendiendo apoyar sus propias propuestas reformistas de adaptación al sistema capitalista en los aportes teóricos de Gramsci y enfrentándolo, artificialmente, a los planteamientos de Lenin, a quien el  revolucionario italiano había calificado – con la terminología que él utilizaba para referirse al marxismo – como el más grande exponente de la «Filosofía de la Praxis».

En una  entrevista concedida en 1977 al Diario de Barcelona, el filósofo marxista Manuel Sacristán, principal introductor de la obra del teórico y político italiano en España, se refería, entre otros aspectos de su vida, a esa pretensión de convertir a Gramsci en el  teórico socialdemócrata de la «hegemonía»,presuntamente opuesto a la «dictadura del proletariado». Un concepto fundamental de la teoría política marxista que se basa en la constatación de que el Estado es siempre – con independencia de cuál sea su forma de gobierno –  el intrumento utilizado por una clase social para imponer su dominación – su «dictadura»- sobre otras clases subalternas.

Hoy, cuando los nietos morados de los viejos eurocomunistas han vuelto «a poner de moda a Gramsci», con la tergiversación postmoderna de su pensamiento elaborada por el argentino Ernesto Laclau,  parece de justicia conmemorar la memoria de un revolucionario que dio su vida por la causa del comunismo, recuperando una aportación que no ha perdido ni un ápice de su vigencia.

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ENTREVISTA A MANUEL SACRISTÁN (1977) (*)

VOLITIVO Y APASIONADO

  – La actividad política e intelectual de Antonio Gramsci es suficientemente conocida y centra la atención a la hora de realizar su biografía. ¿Cómo era Gramsci al margen de estas actividades, cómo caracterizaría su personalidad?

 – Manuel Sacristán:   Era bajito, contrahecho por un accidente sufrido en la infancia. Durante un traslado, ya preso, le presentaron a un anarquista, y este se negó a admitir que aquel hombre tan pequeño pudiera ser Gramsci.

   De joven era muy volitivo y apasionado. La cárcel y el sufrimiento físico lo neurotizaron mucho, como a cualquiera en sus circunstancias, o acaso un poco más que a otros. Al final de su vida el sufrimiento se le adormeció en melancolía, y volvió a ser capaz de escribir cuentos, por ejemplo, y, en general, de dirigirse a los niños (1).

«Era bajito y contrahecho . Durante un traslado le presentaron a un anarquista, y este se negó a admitir que aquel hombre tan pequeño pudiera ser Gramsci»

–  Cuáles fueron los principales elementos que intervinieron en la formación política de Gramsci?

 – Manuel Sacristán:   Primero la experiencia del mal social. Luego la del movimiento obrero organizado, ya en Cerdeña, y, desde luego, en Turín. Luego la revolución rusa y la derrota de la revolución en Occidente. Y sólo en último lugar lo aprendido en la lectura de los clásicos de la tradición emancipatoria, en especial los marxistas(2).

LA REVOLUCIÓN EN OCCIDENTE

     –   Desde 1921, momento en el que, como diputado comunista y como dirigente del partido, Gramsci se entrega plenamente al combate contra el fascismo mussoliniano hasta su muerte en 1937, después de 11 años de encarcelamiento, todo ese tiempo se caracteriza por una activa reflexión teórica que se plasma en los «Cuadernos de la cárcel» (3) y en las «Cartas», escritas desde las sucesivas prisiones por las que pasó. En síntesis, ¿cuáles son las ideas y aportaciones de esta reflexión teórica?

  –  Manuel Sacristán: Bueno, yo no veo que en 1924 Gramsci tuviera ya en claro que el enemigo principal e inmediato fuera el fascismo. Creo que por esa fecha, aunque ya había comprendido que la revolución no estaba al alcance de la mano, seguía pensando en el fascismo como en cosa pasajera y no muy diferente de otras formas de dominación capitalista. No me parece que Gramsci haya podido rectificar ese eufórico error de la III Internacional antes de su prisión. En cambio, sí que lo tenía corregido en 1928, cuando el VI Congreso de la Internacional exacerbó ese error hasta lo catastrófico. Ese es el momento en que cuaja, en mi opinión, su mayor aportación: la explicación de la dificultad de la revolución en Occidente. El hecho mismo ya lo habían visto otros, principalmente Trotski y Lenin. Pero Gramsci coloca ese hecho en el centro de su reflexión, y descubre en él la vital complejidad del estado por así decirlo occidental, o sea, del estado capitalista que vive ya sobre base propiamente capitalista, arraigado en una sociedad que no tiene ya con él más contradicciones que las orgánicas a ese modo de producción. Dejémoslo en eso: me parece mejor subrayar ese punto central que recitar una lista de méritos de Gramsci sin que nos podamos detener ante ninguno de ellos.

– ¿Qué papel jugó Gramsci en el movimiento comunista internacional?

  – Manuel Sacristán:   Antes de su detención, Gramsci ha hecho unas cuantas cosas de importancia internacional: ayudar decisivamente a imponer la política del Ejecutivo de la Internacional en el Partido Comunista de Italia: luego, enfrentarse al naciente estilo stalinista (esto fugazmente, en vísperas de su detención, reclamando que la mayoría del ejecutivo ruso no aplastara a la minoría derrotada, señaladamente a Trotski). Digo que se opuso al estilo estalinista, porque Gramsci no se opuso al contenido de la política de Stalin. La defendió, aunque es verdad que idealizándola, en sus escritos de la cárcel.

   Ya en la cárcel, Gramsci fue objeto de actividad internacional del movimiento comunista y democrático en general. Por cierto que Barcelona -y aún más precisamente: Radio Barcelona (4) bajo el poder popular durante la guerra civil- se puede citar honrosamente a este propósito.

«Para Gramsci, todo lo que llamaba ‘guerra de posiciones’ era preparación de una fase de asalto inevitable para que haya revolución social»

LA MODA GRAMSCI

   – En los dos últimos años, particularmente fuera de Italia, se ha hablado y escrito mucho acerca de la actualidad de Antonio Gramsci: sobre todo se asiste a un considerable aumento del interés por su pensamiento político. En su opinión, ¿qué factores explican este gran interés?

   – Manuel Sacristán:    Veo el hecho, y me ha sorprendido. Cuando en 1958 publiqué la primera exposición que se ha hecho aquí del pensamiento de Gramsci, sólo se fijaron en ella, por lo que he podido saber, los presos comunistas de la cárcel de Burgos. Y eso estaba en uno de los libros-máquina más presentes en las bibliotecas españolas (5). En cambio, estas dos semanas pasadas el ciclo sobre Gramsci en la Facultad de Geografía e Historia contaba con un auditorio digno de la lectura de un buen poema: por la cantidad y vitalidad.

    Ahora que, por lo que hace a las causas, creo que es imposible contestar con una sola explicación. Cada uno es cada uno. Los comunistas italianos han tenido casi siempre muy presente a Gramsci, quizá porque contar con un clásico de esa fecundidad en la tradición más directa de uno es una cosa que da consistencia, identidad. En otros casos la adhesión a Gramsci es adhesión a sus proposiciones, o a algunas de ellas. En otros, por último, no tanto a proposicones sueltas cuando a la actitud y a los fines de Gramsci, sin olvidar los personales: en suma, a lo que más bien desafortunadamente se suele llamar «el método».

  – ¿No cree que existe el peligro de caer paradójicamente en una dogmatización de su teoría, dogmatización que él mismo combatió en una línea verdaderamente renovadora?

   – Manuel Sacristán:  Desde luego que sí. Y sería una lástima, porque Gramsci es de los autores que menos se merecen eso. Por de pronto, teoría sólo se puede decir a sus pensamientos en un sentido muy vago, casi etimológico, en el sentido de visión. Y luego porque toda su obra, la hecha y la actuada, su método, como se dice, es apertura, disponibilidad a la experiencia en función de los fines. Gramsci ha sido, con interesante paradoja, un característico «filósofo de la práctica» y, al mismo tiempo, el clásico marxista más capaz de contemplación. Contemplación del mundo exterior y del interior.

  – A finales del año pasado en Francia circulaban fotografías de Antonio Gramsci con el siguiente pie: «Antonio Gramsci el Lenin de Occidente». Este y muchos más reclamos publicitarios pueden calificarse como el momento álgido de la «moda» Gramsci. ¿Hasta qué punto podemos decir que en España ha empezado a pasar lo mismo?

 – Manuel Sacristán:   No sé hasta qué punto, pero también a mi me parece eso. Y lo lamento.

«Gramsci nunca pensó que fuera evitable lo que la tradición marxista llama dictadura del proletariado»

GRAMSCI Y EL EUROCOMUNISMO

    – Últimamente, a la hora de buscar las fuentes de lo que se ha denominado eurocomunismo (6) se ha acudido al pensamiento gramsciano. ¿Considera válido este presupuesto?

–  Manuel Sacristán:  Vaya, ya empezamos, que diría el Forges. En primer lugar, la palabra «eurocomunismo» no rebasa el grado de precisión del lenguaje publicitario, así que no me es posible usarla. Y, en segundo lugar, Gramsci es un clásico (7), o sea, un autor que tiene derecho a no estar de moda nunca y a ser leído siempre. Y por todos. Ya a propósito de las preguntas anteriores ha salido este asunto, aunque haya sido de refilón. Nadie tiene derecho a meterse un clásico en el depósito del coche, somo si fuera el tigre del anuncio. Dicho sea de paso, a los comunistas italianos no se les puede reprochar nada en este punto: ellos han sido los primeros en decir que Gramsci no es propiedad privada suya.

   Lo esencial es eso. Pero, de todas maneras, porque no parezca que escamoteo nada, añado: en la obra de Gramsci hay, desde luego, un valioso esfuerzo por fundar el pensamiento y la práctica emancipatorios en la realidad del capitalismo pleno, del capitalismo con base propia. Pero, suponiendo que la palabra «eurocomunista» quiera decir algo preciso y que ese algo sea afirmación de una vía parlamentaria hasta otra sociedad y recusación del concepto de dictadura del proletariado, se puede indicar que Gramscino ha creído nunca que la superación de la sociedad capitalista se pudiera conseguir por vía no revolucionaria ni, en particular, por vía parlamentaria: para él, todo lo que llamaba guerra de posiciones era preparación de una fase inevitable de asalto (inevitable para que haya revolución social, la cual por su parte, ha sido perfectamente evitable hasta el momento). Tampoco ha pensado que fuera evitable el régimen de liquidación coactiva de la propiedad burguesa al que la tradición marxista llama dictadura del proletariado. Lo que no quiere decir, naturalmente, que identificara ese régimen con las formas y la práctica gubernamentales de un estado determinado (8).

(*) Entrevista concedida el 10 de mayo de 1977 a Felix Manito y Miguel Subirana para Diario de Barcelona. Publicada con el título «Gramsci es un clásico, no es una moda».

Notas:

[1] En su Antología, MSL recogía esta carta que Gramsci escribió, el mismo año de su muerte, a su hijo Delio:

«Carissimo Delio:me siento algo cansado y no puedo escribirte mucho. Tú escríbeme siempre y acerca de todo lo que te interesa en la escuela. Yo creo que te gusta la historia como me gustaba a mí cuando tenía tu edad, porque se refiere a los hombres vivos y todo lo que se refiere a los hombres, a cuantos más hombres sea posible, a todos los hombres del mundo en cuanto se unen entre ellos en sociedad y trabajan y luchan y se mejoran a sí mismos, no puede no gustarte más que cualquier otra cosa. ¿es así? Te abrazo, Antonio» (Antología, p.511)

Ese «Tú escríbeme siempre» recuerda el «ríete siempre » que Miguel Hernández aconsejó a su hijo en las «Nanas de la cebolla».

[2] En «La formación del marxismo en Gramsci», 1967, Sacristán escribió: «(…) Ya en 1910, apenas bachiller y todavía en Cerdeña, Gramsci ha leído algo de Marx -»por curiosidad intelectual». La puntualización -del propio Gramsci- es de interés porque el joven está ya entonces interesado por el movimiento social de la época y empieza a insertarse en él. Lo hará plenamente muy poco después de empezar sus estudios superiores -interrumpidos luego por la dedicación política-, en la universidad de Turín. Y desde el año siguiente será un socialista activo ya con cierta responsabilidad de dirigente, sobre todo en la prensa» (Sobre Marx y marxismo, pp.63-64).

[3] Los Cuadernos fueron escritos en la cárcel de Turi, cerca de Bari, entre los a ños 1929 y 1933. Más tarde, desde 1933 hasta 1935, en las clínicas de Formia y Roma. La edición crítica de los Quaderni, realizada por V. Gerratana en 1975, consta de cuatro volúmenes.

[4] El mismo MSL recordaba, en el trigésimo aniversario de su muerte, que fue Radio Barcelona quien dio noticia de su fallecimiento, en plena guerra civil española.

[5] Se refiere Sacristán a la Enciclopedia Espasa donde apareció su trabajo «La filosofía desde la terminación de la segunda Guerra Mundial hasta 1958» (Papeles de filosofía. PM II, pp. 90-219).

[6] El eurocomunismo fue una política defendida por algunos partidos comunistas de Europa Occidental (PCF, PCI., PCE.) y de otras zonas (así, el P.C. de Japón o el de México), en la década de los setenta. En síntesis, en apretada y discutible síntesis, defendían la posibilidad de una transformación socialista de la sociedad capitalista a partir de la democracia parlamentaria, sin rupturas ni cambios radicales. En «A propósito del «Eurocomunismo»», 1977, Sacristán señaló: «(…) La mucha realidad social que toca, que es, la permite el «eurocomunismo» aciertos de análisis y razonamientos políticos a los que no llegan otras agrupaciones comunistas… (…) El «eurocomunismo» como estrategia socialista es la insulsa utopía de una clase dominante dispuesta a abdicar graciosamente y una clase ascendente capaz de cambiar las relaciones de producción (empezando por las de propiedad) sin ejercer coacción. Para creerse semejante utopía (si es que alguien se la cree) es necesario haber perdido la idea de lo que pueda ser un cambio, conscientemente querido, de modo de producción y de lo que es una clase amenazada de expropiación por la clase a la que ella domina y explota actualmente» (Intervenciones políticas, PM III, pp.197-199).

[7] En su conferencia «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia», 1978, Sacristán planteaba, en estos términos, el tratamiento de un clásico del pensamiento y de la acción: «(…) Una cosa es estudiar y explicar el pensamiento de Marx, otra hacer marxismo hoy. Muchas cosas que enseñaban Althusser y Colletti hace cinco años (tal vez todas) se estudian más provechosamente como pensamiento (de tradición) marxista de uno u otro de estos autores que como pensamiento de Marx. Por lo demás, esta confusión entre el tratamiento filológico de un clásico y la continuación productiva de su legado es frecuente en las tradiciones en cabeza de las cuales hay un clásico que lo es no sólo en el sentido de paradigma de pensamiento teórico -en particular, científico- sino también en el de inspirador moral, práctico o poético» (Sobre Marx y Marxismo, PMI, p.320.

[8] Se refiere aquí, obviamente, al estado de la extinta URSS. Ni Gramsci ni Sacristán lo consideraban como una concreción del tipo de estado que, en la tradición leninista, se designaba como de «dictadura del proletariado».

 

Fuente: http://canarias-semanal.org/art/27451/manuel-sacristan-gramsci-no-creyo-jamas-en-la-via-parlamentaria-al-socialismo

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