La Coyuntura Política en Venezuela.

Un mensaje político: para superar la coyuntura nacional

por Colectivo Los nuevos Invisibilizados.

  1. El marco internacional: conflicto capital-trabajo en la alarmante y peligrosa crisis ambiental.

El mundo vive una crisis sistémica signada por la desigualdad creciente entre capital y trabajo, la inestabilidad económica y la degradación ambiental. La caída de los mercados bursátiles, la disminución de los índices de crecimiento de las principales economías, la caída de los precios de las comodities y, en general, la reducción de la demanda agregada mundial y el incremento del desempleo, el empobrecimiento y exclusión de amplias y crecientes capas de la sociedad a nivel global son reflejo contundente de esa desigualdad. Esto ha afectado también el comportamiento de las sociedades y economías emergentes, la caída del crecimiento de China, de los BRICS y del mundo en desarrollo en general. Crisis esta que no es nueva pero que en la actualidad presenta signos de mayor agudización y preocupación. Una de las consecuencias de esta crítica coyuntura mundial está representada por las guerras como las de Afganistán, Irak, Libia y Siria, el terrorismo y las invasiones imperiales y el desplazamiento de las víctimas sobrevivientes que se convierten en migrantes, desplazados y refugiados en su desesperación por huir de la tragedia.

En lo concerniente a lo ambiental, ya es preocupación mundial el cambio climático y la contaminación, el fenómeno del Niño, el incremento del nivel de los mares, el agotamiento de las fuentes de agua, el deterioro de la biodiversidad, el brote de enfermedades nuevas (a veces inducidas artificialmente) y de otras que estaban controladas, la desertización y el agotamiento de los recursos naturales, debido principalmente a la exacerbación del extractivismo en la explotación de la naturaleza y del trabajo para la acumulación, cada vez más desigual, del capital.

  1. Un punto de bifurcación histórica: necesidad de un cambio de percepción y paradigma

En suma, esto representa un punto de bifurcación histórico. Las formas tradicionales de percibir, analizar y tratar esta problemática son, no sólo insuficientes, sino que contribuyen a reproducir soluciones fallidas que sólo benefician a las élites, lo cual exige la generación de nuevos paradigmas para poder apreciar y enfrentar la complejidad de un mundo sometido e irreversible a un proceso de destrucción corporativa acelerado, cuya expresión más concreta es la extinción de las condiciones de vida en el planeta que no va a resolverse mientras sea el capital, y no la sociedad en su conjunto, quien decida.

  1. ¿Hay realmente en Venezuela una “lucha entre dos modelos”?

Se ha planteado que la confrontación política en Venezuela consiste en la lucha entre dos modelos aparentemente irreconciliables. La realidad es otra: si bien existe confrontación, ésta es entre, por un lado, la social-democracia que se impuso sobre todo en Europa como contención al post-capitalismo soviético, y el neoliberalismo[1] que se impuso luego de la caída del modelo post-capitalista. Ambos modelos son propios del Sistema del capital. Lo que sí es cierto es que dentro del régimen de la democracia representativa esta confrontación es un simple enfrentamiento agónico, típico de la actual situación europea. En el caso venezolano las políticas económicas de los últimos 17 años han apuntado en dirección social demócrata: mejor y más justa distribución del ingreso, más y mejores programas educativos, de vivienda, salud y alimentación. Todo esto es propio de un Estado de bienestar capitalista. La oposición, por su lado, tendrá que aclarar si su propuesta de país es neoliberal, por ejemplo, estilo argentino de Macri, para que se pueda hablar de una confrontación (que sería no-antagónica) entre estos dos modelos. Esto significaría que, en el caso de haber una confrontación entre estos dos modelos, esto está ocurriendo dentro del capitalismo rentístico venezolano; y lo que en la actualidad se propone como el cambio del “modelo de producción rentístico petrolero” es en términos generales ampliamente compartido en el país por ambas concepciones modélicas, porque son compatibles. Y, obviamente, esto podría significar un punto de acuerdo pacífico entre las posiciones políticas hasta ahora enfrentadas. De hecho, las propuestas para superar la crisis evidencian importantes coincidencias sustantivas en lo económico. La confrontación parece ser una lucha exclusivamente por el poder político: salir por la vía más expedita del actual poder Ejecutivo, que ha sido elegido democráticamente por la mayoría.

  1. La crisis mundial impacta a Latinoamérica, el Caribe y, en especial, Venezuela

La situación mundial ha tenido y sigue teniendo un efecto directo, sobretodo, en los países periféricos y dependientes que ven disminuidas sus posibilidades de alcanzar otros niveles de bienestar, comenzando por la disminución de su producción, consumo y exportaciones; lo que hace que se disminuya su bienestar interno y su capacidad de auto-determinación. Latinoamérica y el Caribe, igual que la mayoría de los países del mundo, estiman que para este año 2016 verán disminuido su rendimiento socioeconómico medido en sus indicadores de ingreso, empleo, educación, salud, ambiente, etc. En el caso venezolano, esa situación ha alcanzado un punto de extrema gravedad expresada en la caída abrupta de la producción tanto agrícola, como manufacturera e industrial, manteniendo una secular y ya insostenible dependencia del petróleo como única fuente de divisas[2] y cuyo precio ha alcanzado niveles muy bajos sin que exista la posibilidad de una recuperación en el corto plazo. Esta situación se agrava aún más debido al erróneo manejo de la crisis por parte del gobierno nacional que provocó la caída vertiginosa del PIB, la pérdida del valor del bolívar como moneda, a pesar del reciente proceso de conversión monetaria, el crecimiento inflacionario nunca visto en el país, en el marco de recesión, reducción de las divisas operativas de las reservas internacionales, endeudamiento, fuga de capitales, escasez de bienes y servicios, elevación de riesgo país, todo ello asociado a altos niveles de inseguridad personal y corrupción administrativa, inmersos en una implacable y voraz guerra económica. Las agresiones extrajeras y nacionales contra el país, por ejemplo la guerra económica y mediática, que se aducen como únicas causas de esta crisis, si bien son ciertas, no pueden ser justificación para su inadecuado enfrentamiento y manejo. Por ejemplo ¿qué ha pasado ahora con la incautación de bienes acaparados en galpones y depósitos de saboteadores y bachaqueros? La guerra no ha parado, más bien continua y más intensamente; pero da la impresión que ya no se la combate. ¿Será parte de la nueva política económico-productiva?

  1. Coyuntura nacional: impactos socio-económicos, crisis institucional, pérdida de legitimidad.

Esto configura un cuadro de deterioro y crisis económico-política que nos obliga a hacer este alerta al pueblo venezolano. En este sentido, es importante  resaltar que la escasez de alimentos, medicinas y productos de higiene personal es una situación que se ha venido agravando progresivamente y que ha obligado a los venezolanos a realizar largas colas para poder  ingresar a las farmacias y  supermercados y, contrario a lo que venía ocurriendo, ahora esta situación ya no se puede mitigar con el gasto petrolero. La disminución de la renta hace imposible disponer de los recursos para enfrentar los déficit existentes, ni con producción y distribución nacional existente (por falta de materia prima importada o por abandono del sector productivo) ni con importaciones de bienes terminados, por falta de divisas. Pareciera que, dentro de la resolución a la crisis está debatir sobre un nuevo modo de vivir, tanto individual como colectivamente, donde la prudencia, austeridad, reciprocidad, responsabilidad, bio-diversidad, armonía, resiliencia, integración, justicia, viabilidad, solidaridad, ahorro, tolerancia, disciplina, equidad, entereza, transparencia, tenacidad, moderación lucidez, espiritualidad y sabiduría formen realmente parte del nuevo modo de vida venezolano. La carencia real de planificación, así como la fallida política de la economía no-petrolera de estos 17 años, que no pudimos, no quisimos y/o no supimos (como dijo ya hace tiempo Arturo Uslar Pietri) superar el rentismo petrolero capitalista, ha sido una de las causas de la actual crisis. En Venezuela no hay ni ha habido burguesía nacional (algunos expertos dicen que es imposible que surja, porque el Sistema del capital internacional no lo permite). Lo que tenemos es una Oligarquía parasitaria fraudulenta y acaparadora, no sólo de bienes, sino también de las divisas de la renta. De allí que poco o nada podemos esperar de los grandes empresarios corporativos.

En cuanto al déficit en el presupuesto nacional la situación es igualmente alarmante por cuanto los recursos, tanto internos vía impuestos como externos vía ingreso rentístico se han reducido considerablemente. El incremento de la deuda externa[3] y la dificultad de colocar nuevas emisiones de bonos impide el financiamiento del presupuesto ordinario y el cumplimiento de los compromisos, tanto de deuda (que podrían significar un default) como internos con sueldos, salarios y programas sociales (que podrían aumentar la pobreza y generar violencia social).

Adicionalmente es necesario registrar la existencia de un cuadro de la salud pública que pone en serio riesgo la vida de los venezolanos. La escasez de insumos hospitalarios de uso cotidiano ha impedido que los pacientes reciban las atenciones médicas que requieren.

Por otra parte, la elevada inflación que alcanza según datos oficiales al tercer trimestre de 2015, la cifra más alta del planeta (200%), es la evidencia del empobrecimiento y la reducción de la capacidad de compra del salario del venezolano. Con los incrementos de los precios y la escasez que nos azota, el ingreso familiar no satisface las necesidades mínimas de la mayoría. La inflación, la pérdida de capacidad de compra del salario y el desmontaje progresivo y deliberado del aparato productivo nacional permite a su vez inferir que los niveles de empleo formal y de pobreza son igualmente alarmantes.

Finalmente, en lo que respecta al sistema urbano-regional, la ubicación de la población, las actividades económicas en el territorio y la creación de ciudades y regiones para el desarrollo del país, se puede observar total estancamiento. La dispersión de las ciudades, la falta de visión sistémica del transporte y la vialidad relacionado con la vivienda y el trabajo productivo y de servicios en todo desarrollo urbano, y la inexistencia de planes urbano-regionales con integración de producción agrícola y agroindustrial, que se agudiza con el viviendismo de la GMVV, hace cada día menos vivibles nuestras ciudades y fomenta la inseguridad, la violencia y el no-acatamiento de las normas mínimas de convivencia, lo cual exacerba aún más la crisis.

Todo esto configura un cuadro de crisis institucional que se manifiesta en el manejo personalista de las instituciones públicas, en el obstáculo al establecimiento de reglas claras de juego y en la imposibilidad de profundizar en la construcción de un estado con democracia real, con una administración transparente que responda al interés nacional y a la función pública.

Esto ocurre tanto en la Asamblea Nacional (la anterior y la actual), como en la Fiscalía, la Defensoría, el Tribunal Supremo, la Contraloría, etc. Poderes estos utilizados a discreción y a conveniencia personal o grupal, mientras que la injusticia y la corrupción se mantienen impunes. En el caso del Tribunal Supremo se decidió la renuncia de trece de sus miembros y la elección de los sustitutos de modo inoportuno e improvisado, generando dudas sobre la solvencia y seriedad de la dirección política del proceso bolivariano. Otro tanto sucede con la participación militar en las instituciones civiles. Esos cargos no son asumidos por individuos que tienen ideas, tesis y competencia, sino como militares activos que cumplen y hacen cumplir órdenes superiores y las imponen discrecionalmente al grupo que institucionalmente los acompaña y, por otro lado, han dado pié a señalamientos de corrupción por conductas publicas injustificadas y notorias.

La fuga de divisas, el funcionamiento irregular de CADIVI y sus derivados, el otorgamiento de divisas a empresas de maletín, el otorgamiento de divisas para la compra de bienes que nunca llegan al país, el ingreso de productos importados vencidos o en mal estado, la compra de alimentos con sobreprecio, la malversación de fondos públicos, el desvío de los fondos de los programas sociales, son situaciones que frecuentemente se denuncian sin que se señalen los responsables y se castiguen a los culpables[4]. El propio Presidente y varios ministros denuncian a través de los medios casos de corrupción, como el desvío de 10 mil millones de dólares sin que hasta el momento hayan dado a conocer ni los culpables (funcionarios y/o empresarios) ni las condenas. 280 mil millones de dólares es la cifra de fuga de divisas y la cantidad de bienes adquiridos es muy inferior a lo que se podría adquirir con las divisas otorgadas, lo cual es evidencia de sobreprecio, desvío y corrupción.

  1. De la inflación, la escasez, la inseguridad y la corrupción, a su superación en paz y democráticamente en el marco constitucional

Como consecuencia de ese estado de cosas el país confronta una profunda crisis política; que no solamente se expresa en la creciente inestabilidad del orden, sino que configura una situación signada por la merma de legitimidad de la dirección política tanto del gobierno como de la oposición. En el caso del gobierno, la máxima expresión de lo mal concebido y aplicado de sus políticas fue la aplastante derrota electoral del pasado diciembre. Y, en el caso de la oposición, sus diversos dirigentes económicos y políticos han sido co-partícipes en el agravamiento de la crisis económica y social; y su dirigencia política ha sido reticente a desmarcarse de las acciones que han buscando sacar inconstitucionalmente un gobierno electo por la mayoría. Ambas acciones implican, por un lado, la pérdida de legitimidad; y, por el otro, la necesidad del establecimiento de un nuevo orden socio-económico-político legítimo, producto de un debate, de un consenso y de una construcción colectiva nacional.

El resultado electoral del 6D ha generado una situación de dualidad de poder que enfrenta al Gobierno y a la Asamblea Nacional. El primero con una percepción y un accionar no acorde con los tiempos y sin un Modelo Territorial que una al país, y la segunda con una visión arcaica que demostró en el pasado ser inviable y terrible para Venezuela y el Mundo.. Ejemplo contundente de ello lo vivió el país con la solicitud, por parte del Ejecutivo, de un Decreto de Emergencia Económica (que dicho sea de paso no es la resolución adecuada a la crisis) y la respuesta que recibió por parte de la Asamblea (que lejos de interesarse en la crisis y dar solución, desvía la atención en direcciones meramente provocadoras y peligrosas). Esto supone que el país se precipite aceleradamente y de manera inevitable hacia una confrontación de poderes, a partir de la cual no se avizora una resolución viable en las actuales circunstancias.

La resolución no debe venir ni por la vía violenta de golpe o guerra del tipo “La salida” o similar, ni por el pacto de élites y la negociación cupular. Es allí donde la voluntad del pueblo debe constituirse en el agente clave que canalice y encuentre un camino alternativo a nuestro modo de vida política incluyente, por tanto a la actual contradicción de poderes, y se lo logre por vía institucional. Esto quiere decir que deben activarse todos los mecanismos que faciliten el que esto sea posible. Así se evitarán desenlaces indeseables para el conjunto de la sociedad venezolana.

  1. Premisas para que el colectivo nacional debata y proponga las alternativas para superar esta coyuntura nacional

Que la democracia sustantiva (no sólo la formal) funcione: de la democracia que tenemos, a la democracia que queremos. La participación popular en los asuntos públicos fue un reclamo que determinó en gran parte el fin del Pacto de Punto Fijo. El acostumbrado dominio de los partidos sobre todos los ámbitos de la sociedad se suponía superado con la democracia participativa y protagónica y la contraloría social. Pero contrario al clamor popular aun nos encontramos en una situación en la cual los partidos impiden la participación; y el sectarismo socio-político excluye cualquier iniciativa, peor aun cuando es crítica o disidente. De allí el surgimiento de los llamados “Nuevos invisibilizados”: los agentes socio-económico-políticos alternativos. Si bien se ha pagado mucho la deuda social (aunque queda mucho racismo y etnicismo que no se resuelve solamente desde los poderes del Estado), queda sin embargo muchísimo por pagar de la enorme deuda histórico-económico-política venezolana. Nos encontramos aun en deuda con la participación, la presentación de cuentas y la contraloría social. A diario se expresa este descontento y la dirigencia de ambos bloques enfrentados se muestra sorda. Superaremos esta crisis sólo si la democracia sustantiva es real y funciona. Sólo si el pueblo se empodera asumiendo su rol histórico, es agente activo en la resolución de la crisis y ejerce un control directo, es que lograremos crear un país realmente de todos.

Enfrentar la crisis dentro de un marco nacional constructivo, profundamente ético y que garantice la paz: un país en profunda crisis no se arregla con la guerra (de ninguna naturaleza, ni de invasiones, ni civil, ni económica, ni mediática). El esfuerzo nacional debe estar dirigido constructivamente. Es necesario construir las condiciones para la recuperación del país, mediante un consenso nacional que dé legitimidad a la dirigencia y a las soluciones. Y esto debe ser de profundo contenido y participación nacional. No existen las soluciones prefabricadas que vendrán impuestas de los poderes transnacionales, no existen soluciones mágicas ni están “a la vuelta de la esquina, ni de manera inmediata”. Los venezolanos debemos parir nuestras soluciones a la luz de nuestra realidad nacional. Esto demanda debate, acuerdo nacional y amplia participación. Todo esto de manera ética, transparente y responsable. La construcción del país, en paz y unidad, debe rescatar los valores de honestidad, compromiso, identidad nacional y solidaridad.

Enfoque sistémico para enfrentar lo coyuntural (inflación y escasez) a partir de la revisión del modelo económico-energético y el Proyecto Nacional, atendiendo de esta manera los aspectos urgentes de la coyuntura: entendemos que la emergencia en la que nos encontramos no se puede atender ignorando los aspectos urgentes de la coyuntura (inflación, escasez, inseguridad), pero tampoco lo urgente se puede atender ignorando lo estructural. Por ello es necesario atender la emergencia con una visión y planificación sistémica del Proyecto Nacional y, en este sentido, la existencia de un país minero, monoproductor, rentista, petrolero debe ser profundamente revisado, cuestionado y transformado. Necesitamos un Proyecto Cultural que se manifieste en un Modelo Territorial que propicie un cambio estructural. No podemos dar respuesta a la crisis con más rentismo y/o “soluciones” individuales de empresarios y grupos organizados. Es necesario un proyecto bien estructurado, integral e integrado. Tampoco desde una sola perspectiva, ni política, ni académica, ni disciplinar. Por ello, invocamos el enfoque que permita explorar y buscar soluciones que no se encuentran exclusivamente en la economía, la sociología o en la política, pero ciertamente no se excluye la incumbencia de esos y de muchos otros campos. A esto nos referimos como enfoque sistémico. En tal sentido, el enfoque todavía escasamente planificado socio-económico-energético-ambiental-territorial debe ser revisado y completamente desarrollado… y que se cumpla. Muchas son las contribuciones que amplios sectores nacionales han hecho en esta dirección. Es necesario que estas contribuciones, y muchas otras que surjan, sean expuestas y debatidas por el país y que, en torno a ellas se genere el consenso con visión de futuro sostenible que hemos propuesto como superación de la crisis y, entonces dentro de esta visión, concebir medidas urgentes para atender la emergencia que ciertamente estamos atravesando.

Que este esfuerzo se constituya en una opción que abra las compuertas de la participación real de amplios sectores nacionales, sin sectarismos: dado que la solución no debe venir ni por la vía violenta de golpe o guerra, ni por el pacto de élites, ni por la negociación cupular, mucho menos por el enfrentamiento entre dos poderes del Estado, es necesario, incluso indispensable, profundizar la organización popular, las comunas y los consejos comunales. Esta crisis la concebimos como una crisis de legitimidad, que involucra en gran medida tanto los cinco poderes del Estado, como los partidos políticos y el sector económico corporativo (tanto privado como público). La más profunda preocupación que nos anima a pronunciarnos radica en el hecho que todavía no existe alternativa societal creíble en el país, capaz de convocar el consenso necesario para salir pacífica, democrática y constitucionalmente de esta crisis. Esta alternativa la tenemos que construir “De abajo hacia arriba” co-responsablemente.

El temor de que la torpeza, la ineptitud, la ambición personalista y la incompetencia nos conduzcan por caminos de violencia y de auto-destrucción nos ha obligado a lanzar este mensaje y a convocar al país para que se constituya una opción que conjure las amenazas que en el corto plazo se avizoran. Y esta opción una vez constituida en consenso asuma las riendas de conducir la transformación profunda que el país demanda para que las desigualdades entre capital y trabajo producto de la crisis social, ambiental y económica mundial comiencen, por lo menos en nuestro país, a ser una etapa histórica en proceso de superación.

Los Nuevos Invisibilizados

Caracas, febrero de 2016

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Notas:

[1] El neoliberalismo se basa en el libre mercado, un reducido papel del Estado, incluyendo pocas regulaciones, libre tránsito de capitales (pero no de la fuerza de trabajo), y, si es posible, hasta cero ley del trabajo ni nada que favorezca ni siquiera proteja a los trabajadores.  La social-democracia consiste en poner algunos controles a lo que el neoliberalismo exige como libertad de mercado (que incluye libertad de explotación de la fuerza de trabajo). Se caracteriza por buscar un mínimo de justicia social a través de crear lo que se ha llamado el ‘Estado de bienestar’ ofreciendo una gama de servicios (salud, vivienda, educación, etc.) subsidiados. Fueron logros de las luchas sindicales y sociales que costaron mucha sangre; que, al no lograr el cambio estructural, fue reversible. Así está Europa, y sucedió con el post-capitalismo (no-socialismo) soviético.

[2] De cada 100 dólares que ingresan al país, 98 provienen del petróleo. ¿Cómo fue posible que llegáramos a tal situación cuando el discurso, evidentemente no la práctica, de la planificación económico-política del Plan de la Patria apuntaba en dirección contraria?

[3] La deuda consolidada del sector público venezolano alcanzó los US$249.523 millones al cierre de 2014, de los cuales US$ 121.688 millones correspondieron a endeudamiento del Gobierno central (bonos de deuda interna y externa, letras del tesoro y préstamos con multilaterales), US$46.153 millones a la deuda financiera de Pdvsa (denominada en su totalidad en dólares), US$19.564 millones a financiamientos obtenidos a través de Fondo Chino, US$11.359 millones por expropiaciones y nacionalizaciones no canceladas y US$23.443 millones a deuda no financiera de Cadivi-Cencoex (divisas para importaciones, dividendos, renta y servicios que fueron aprobadas pero no liquidadas).

[4] Prueba de esto es la cantidad de ex funcionarios públicos que se hayan en el exterior exhibiendo las fortunas mal habidas (de los cuales muchos obtuvieron el estatus de testigos protegidos) y de empresarios prófugos de la justicia venezolana.

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