Vocero de la Asamblea Social de Castro: “El Partido Comunista quebró el movimiento en Chiloé”

Fernando Venegas, Vocero de la Asamblea Social de Castro.

Fuente: The Clinic.

A dos semanas de estallar la crisis, al cierre de esta edición, las comunas de Ancud y Quellón seguían dando la pelea. Fernando Venegas, miembro del movimiento social de Castro, lamenta que su ciudad se haya bajado de la movilización. Acusa, además, que dirigentes asociados al Partido Comunista cerraron un acuerdo de manera unilateral con el gobierno, sin tomar en cuenta todas las demandas de la comunidad.

Soy miembro de la Asamblea Social de Castro, que nació el año 2011. En ese entonces levantamos demandas por la salud en la isla, a raíz de la postergación histórica del archipiélago por parte del Estado. Demandas estructurales que no han sido abordadas ni resueltas durante décadas. Acá no hay universidad, hay pequeñas islas que todavía no tienen luz eléctrica, tenemos el fantasma de las sequías cada año. Es una crisis profunda no resuelta. Como asamblea hemos manifestado parte de estas demandas, a través de la crítica a la construcción del Puente Chacao.

Con la cantidad de plata que se pretende gastar en ese proyecto, se pueden construir los hospitales de alta complejidad que necesitamos o hacer caminos para mejorar la conectividad dentro de la isla. Todas estas son necesidades inmediatas, más importantes que la construcción de un puente, que es la prioridad del Estado en Chiloé. Una mirada bastante centralista del desarrollo. Santiago decide por los territorios sin considerar sus realidades y necesidades. Aún está la duda de si con la extensión de la carretera se quiere favorecer a la industria salmonera o a las mineras que están acechando.

En Castro las barricadas aparecieron de forma espontánea. Como asamblea estamos trabajando hace años, junto a vecinos y feriantes. En medio de la movilización, generamos una estructura y organización para funcionar los primeros seis días de protesta. Ahí delimitamos responsabilidades, pero a los pocos días percibimos a algunos dirigentes que querían bajar el movimiento. Tito Barría, militante del Partido Comunista y dirigente de la feria Yumbel, empezó a crear una estructura paralela a la que ya teníamos, tratando de acaparar la conducción de las movilizaciones. Fue así como se sacaron las caretas. A comienzos del gobierno de Bachelet, el PC dijo que iba a estar con un pie en la calle y el otro en el gobierno. Yo creo que ahora tienen los dos pies en el gobierno.

Es lamentable que los mismos vecinos se aislaran y alinearan con esa dirigencia y con el gobierno, para llegar a un acuerdo vago y liviano. En un primer momento el PC apostó a conducir el proceso, trabajamos codo a codo con ellos, no nos importó que fueran militantes, pero luego se produjo un quiebre en el movimiento, cuando se dieron cuenta que la manifestación iba en alza y estaban perdiendo conducción. El PC en general no se involucró, fue más bien la militancia local la que se prestó para la jugada del gobierno. Hubo incluso agresiones. Yo fui agredido por un militante comunista, un ex preso político a quien respeto por su trayectoria, pero que me tiró unos combos. Nos empezaron a acusar de que nosotros estábamos buscando figurar y robarnos el protagonismo del movimiento. El día en que dieron cuenta del acuerdo, agredieron a otras dos compañeras. Le pegaron a una vecina cuando se quiso subir al escenario y no le dieron la palabra. A otra la bajaron a patadas. Desplegaron todo su accionar poniendo a sus militantes en una línea de seguridad en torno a la tarima, para que sus dirigentes no fueran encarados. El distanciamiento se dio en medio de las negociaciones. Un día los representantes fueron a revisar el petitorio a Puerto Montt, en una reunión con el ministro Marcelo Díaz y el subsecretario de Pesca, y después de eso llegaron con el acta de acuerdo.

La mesa de Castro está constituida por una parte que es el movimiento social, y otra que es el gremio de pescadores y de feriantes. Cuando nosotros encaramos a los dirigentes sociales, nos dijeron que este era un movimiento de pescadores y nos dejaron fuera. Durante la movilización recorrí las barricadas viendo cuál era el ánimo de la gente. Todos planteaban que este es un problema de fondo, que no es sólo la marea roja, que hay un daño ambiental profundo que durará años. Ya vimos que despidieron a 300 empleados en una planta de choritos, y las salmoneras también van a empezar a despedir gente. La incertidumbre se da en torno a qué va a pasar más adelante.

El discurso del gobierno ha sido mantener la crisis en torno a la marea roja. El problema, sin embargo, es mucho mayor. Hay una sobreexplotación de la pesca artesanal a causa de la industria y la ley de pesca. Las salmoneras han tenido impunidad a través de los años y eso ha repercutido en el medioambiente. Este conflicto esconde años de frustraciones, de postergación, de ver cómo se protege a las salmoneras, cuando incluso hay trabajadores con lesiones crónicas que ni siquiera son reconocidas como profesionales. Acá hay un problema con la libre disposición de recursos en nuestro territorio.

Las barricadas partieron como un espacio de resistencia, pero luego fue de liberación política. Ahí discutimos en torno a este problema, de cómo podemos generar incidencia sobre las decisiones en nuestra tierra, y eso pasa por cambiar el carácter del Estado, cambiar la Constitución y así resolver parte de los problemas.

En las barricadas aprendimos organización, compromiso, solidaridad, a confiar en nosotros mismos, en los vecinos, y que solamente organizados y sin operadores políticos vamos a triunfar. Ya se han bajado cinco comunas con este acuerdo que no resuelve nada, que ya en el enunciado pone en duda si las salmoneras son las responsables. Nosotros seguimos movilizados, porque esto no se va a resolver la próxima semana ni en unos meses más.

Aquí hubo engaño, traición y desprecio por los que se amanecieron en las barricadas. Gente que no eran pescadores sino cesantes y que estuvieron ahí en todo momento. Los dirigentes despreciaron eso. En el acuerdo no se consideró qué va a pasar con los cesantes ni qué va a pasar cuando vuelva la marea roja en el verano. Nosotros proponíamos un bono permanente para estas épocas de crisis, que sea parte de un presupuesto fijo. Eso no se tomó en cuenta. Evidentemente este acuerdo sale del gobierno y la dirigencia fue blanda en aceptarlo. El centralismo se sintió desde un primer momento, cuando exigimos la presencia de un delegado presidencial.

Esto lo hemos vivido históricamente con nuestro modelo de desarrollo. Se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Hoy día nos quedamos con las pérdidas de esta industria que se levantó como muy exitosa, pero no es tan así. La marea roja, las salmoneras, la sobreexplotación, todas son causas de esta crisis, pero sobre todo los años de postergación del Estado con la isla.

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