Peter Cárdenas, ex dirigente del MRTA: “Finalmente ninguno de nosotros dio la talla”

Peter Cárdenas, ex dirigente del MRTA, puesto en libertad despúes de 25 años como preso político en Perú.

por Gerardo Saravia y Patricia Wiesse / Revista Ideele.

Reitera hasta la saciedad que ya no cree en la lucha armada y que ésta es absolutamente inviable. Quien fuera uno de los principales dirigentes del MRTA quiere ahora iniciar una nueva vida y se está reencontrando con una ciudad que no veía desde hace 25 años, tiempo que pasó en la cárcel condenado por terrorismo agravado. El responsable de las terribles “cárceles del pueblo” dice que el tiempo de su condena lo ha hecho reflexionar y cambiar. ¿Por qué buscamos a Peter Cárdenas, uno de los protagonistas de aquella década funesta? ¿Por qué la revista de una institución que condena el terrorismo lo entrevista? Justo por eso: para que no se repita. Porque no queremos que el Perú vuelva a ser una pesadilla.

¿Cómo se formó el MRTA?

El surgimiento del MRTA es producto de las diversas corrientes de izquierda que había en los años 80. Casi todos planteaban la lucha armada. Yo entro al PSR (Partido Socialista Revolucionario) en la época de la Constituyente. Las cabezas visibles eran Leonidas Rodríguez, Antonio Meza Cuadra, Enrique Bernales, José María Salcedo.

¿Cómo entras al PSR?

Por una célula de jóvenes que trabajaban en las fábricas.

El PSR era velasquista. ¿Velasco fue un referente importante para ti?

Yo no era velasquista. En esa época yo estudiaba en el colegio, en Miraflores. Para mí Velasco representaba a los militares que nuevamente tomaban el poder; pero estaba confundido porque al mismo tiempo hizo la reforma agraria, la nacionalización de la International Petroleum Company. Me llamaba la atención que los campesinos de la Confederación Nacional Agraria se reunieran en el Congreso. Todo eso era muy impactante.

Estudiaste en el colegio Carmelitas. ¿En esa época todavía no estabas politizado?

Estaba en mi etapa hippie. Era un hippie a la izquierda porque andaba con mi polo del Ché Guevara. Salió una película con Omar Shariff que hacía del Ché, y la dieron en el cine San Antonio al que yo siempre iba. Estaba en mi nube, fumando marihuana. Terminé el colegio durante el gobierno militar. Me presenté a la Universidad de Lima y no ingresé. Mi padre me dijo que me fuera al extranjero porque él había estudiado en Nueva York. La otra opción que me dio era irme a Huamanga porque se había reabierto la universidad.

Opciones bastante contrapuestas.

Es que mi padre tenía ese lado “progre”. Me dijo que Huamanga era un sitio hermoso y que había una facultad de arte. Al final opté por irme a Córdoba, Argentina, en 1974. Perón era el presidente. Justo a los tres días de mi llegada se produce un golpe provincial. La policía destituye al gobernador que era peronista de izquierda, ligado a los montoneros y al que después mataron junto a toda su familia. La Triple A ya había empezado a actuar. Yo estaba “choqueado”. El gobierno central no actuó en defensa del gobernador. Se forma un movimiento de resistencia popular. Le gente bloquea las pistas, se enfrenta a la policía.

¿Tú ya estabas en la universidad?

Sí, en la Escuela de Ciencias de la Información. Muy rápido me identifiqué con las ideas socialistas. Había mucha gente de izquierda. La mayoría eran peronistas y gente del Partido Revolucionario de los Trabajadores que tenía una raíz trotskista. Los trotskistas eran muy fuertes; hasta ahora. En un mitin con un millón de personas, los jóvenes peronistas de izquierda increparon a Perón y él les llamó imberbes. Ellos se retiraron y los montoneros empezaron a hacer acciones.

¿Dónde vivías?

Mi barrio estaba camino a la ciudad universitaria, y ahí había vivido el Ché Guevara. Siete años atrás lo habían matado en Bolivia, muy cerca de Córdoba. Era algo muy sentido porque su muerte había ocurrido hacía muy poco. A Santucho, que era el secretario general del PRT y el comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), le llamaban el sucesor del Ché Guevara. Había algo de culto. Poníamos una grabación del “Negro” y era como escuchar a un santo.

¿Te integraste?

Sí, la mayoría de mis amigos eran argentinos; no como los peruanos que se juntaban entre sí y solo querían jugar fútbol, chupar e ir a fiestas. Terminé en el PRT como aspirante al partido de cuadros en un periodo de prueba, y ahí me plantearon que me integre al frente militar del partido que era el ERP.

¿Te evaluaron para ver si tenías condiciones para el trabajo militar?

En realidad había una militarización, igual que Sendero que militarizó el partido. El MRTA cayó un poco en eso, aunque no en los mismos términos. Allá era así también. Lo más importante para el PRT era el ERP; ahí metían a la mayor cantidad de jóvenes. Formamos una escuadra estudiantil. Al momento de constituirla, los argentinos plantearon que se llame Túpac Amaru porque dijeron que ése había sido un movimiento continental que había llegado hasta el norte de Argentina. El jefe de la escuadra era un compañero al que le decían Alejandro. De ahí viene el nombre de mi hijo y mi seudónimo. A él lo agarraron después del golpe militar, lo torturaron y lo mataron.

¿Terminaste la carrera?

No, justo al tercer año se produjo el golpe y regresé al Perú. Yo me había casado con una chica de Córdoba. Vivíamos y militábamos juntos, aunque ella lo hacía en otro frente. Sus padres, que eran de clase media, descubrieron que vivíamos juntos. La mamá hizo un escándalo y nos casamos para tranquilizarlos y poder hacer nuestro trabajo político. Después del golpe, por precaución nos fuimos del lugar en el que vivíamos y la noche siguiente el ejército cayó en esa casa. No teníamos dónde ir.

¿Tú ya habías hecho atentados para el ERP?

Sí, algunas acciones pequeñas. Estaba como soldado en una escuadra de guerrilla urbana. En ese momento en Argentina no se hablaba de terrorismo. Los militares usaban la palabra subversión. Un día nos fuimos a la casa de los padres de ella a pedir auxilio. Ellos nos dijeron que no nos podíamos quedar allí mucho tiempo. Tenían un pariente que era capitán del ejército y le mandó decir a la familia que nos fuéramos del país porque nos iban a agarrar y matar. Yo ya estaba fichado.

¿Por qué te habían detenido?

Una vez por participar en una marcha callejera. Hubo una fuerte represión y nos agarraron como a 100. La segunda vez mataron a un capitán de la policía en la universidad. Hicieron una redada de sospechosos. Alguien me tiró dedo. Me llevaron a un sótano. Me golpearon. Me llevaron ante un comandante policial vestido de civil. Me dijo que no habían encontrado ninguna prueba que me incriminara. En esos días habían matado a cinco bolivianos, un peruano y muchos argentinos. Todos los ojos del mundo estaban puestos sobre Córdoba. Por eso no me hicieron nada.

¿Y tú sabías de ese asesinato en la universidad?

Yo no sabía que había pasado eso. Recién en la base naval descubrí en un folleto sobre investigaciones que se han hecho hace muchos años, que a ese capitán lo habían matado los de la Triple A porque se había salido de la policía y estaba estudiando en la universidad. Su institución lo consideraba un desertor. Pero les echaron la culpa a los montoneros para meter candela.

Entonces no te quedó otra que regresar a Lima.

Regresé. Acá había grupos de exiliados que eran peronistas y montoneros que después fueron secuestrados cuando se ejecutó el Plan Cóndor. Yo todavía pensaba que iba a regresar a Argentina y que me iba a reincorporar a la militancia.

¿Y de qué viviste?

Me metí a trabajar en la fábrica de chocolates El Tigre, de supervisor. Los obreros creían que yo era soplón, de la Policía o pariente del dueño, porque entré de frente como jefe de sección. Pero poco a poco empecé a hacerme amigo de algunos obreros y los visitaba en su casas en Comas y Villa El Salvador. Formé una célula para hacer un trabajo sindical y político. Empecé a hacer contactos con gente joven de base del PSR que trabajaba con sindicatos.

Había una confederación de empresas de propiedad social controlada por el Partido Comunista. Me dijeron que me presente con una lista. Éramos tres empleados y los demás eran obreros. El objetivo era estar en la comunidad industrial, hacer una auditoría y quedarnos con la fábrica. Hicimos un proceso electoral limpio y ganamos holgadamente. Pero era más complicado de lo que pensábamos. Morales Bermúdez sacó un decreto por el cual las acciones de la comunidad industrial – que eran colectivas – se volvieron individuales y se podían vender. Entonces muchos obreros comenzaron a vender sus acciones y ya era imposible juntar una mayoría de acciones. Al final terminé renunciando al trabajo y me fui a la sierra.

¿A qué lugar?

Nos fuimos a Huancayo porque mi compañera tenía un problema de asma fuerte. Ya había nacido mi hijo. Ella empezó a trabajar en una ONG con comunidades campesinas y yo empecé a trabajar en periodismo escrito –sacamos un periódico que se llamabaPucutay – y también en Radio Huancavelica.

Un grupo del PSR forma el PSR- ML. ¿Por qué se dividen?

Voy como delegado a un congreso del PSR, como delegado de Huancayo. Cuando llegamos me doy cuenta de que no era del PSR sino de una fracción del PSR.

¿No participaste en la ruptura?

No, la gente con la que yo trabajaba en Huancayo era más radical, tenía una visión más revolucionaria. Ellos me decían que Rodríguez y Meza Cuadra eran “reformos”. En ese congreso se eligió como secretario general a José Fernández Salvatecci, que había sido mayor del Ejército. Recién ahí me di cuenta de que era una fracción que se abría. Un grupo planteaba que el partido tenía que definirse como marxista leninista y otro grupo, en el que estaba yo, planteábamos que el marxismo leninismo no era un sello, que era una guía y que no había que cerrar las puertas a los que no creían en eso. Pero durante el congreso, se levantó un campesino de Cusco y dijo que si el partido no se declara marxista leninista, él se iba. Y Avelino Mar, líder de la CNA, también se adhirió a esa posición. Al final, para que el partido no se volviera a dividir, todos aceptamos la propuesta.

Después, cuando fundaron el MRTA, retomaron esa premisa.

Claro, porque los estatutos decían que para ingresar al MRTA no se necesitaba ser marxista leninista.
¿Cuántos años estuviste en el PSR- ML?

Cuatro años. EL MRTA se formó con gente que venía del PSR-ML y del MIR El Militante. De ahí viene Polay. Gálvez Olaechea era del MIR Voz Rebelde. Rincón era del PC Mayoría. Antes de las elecciones de 1979, Luis Varese me buscó en Huancayo por encargo de la dirección. Él había estado en Nicaragua. Formamos un frente: el Frente Revolucionario Antiimperialista y por el Socialismo (FRAS), pero no teníamos inscripción.Estaba integrado por el PSR-ML, MIR El Militante y PC Mayoría de César Lévano. Estuvimos en la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI) que se rompió. La rompieron Blanco, Lúcar, Zapata. En las elecciones de 1980 apoyamos a la Unidad Democrático Popular (UDP). Años después se hizo la unidad con la otra UDP de Cecilia Oviedo y Gálvez Olaechea.

¿Estabas a favor del proceso democrático, de participar en las elecciones?

Claro. Pasaron las elecciones. Cada uno sacó su pucho. Empezó una discusión en el FRAS. Ese es el nido del MRTA, que se forma en 1982. Éramos más o menos 50. Yo estuve en el comité ejecutivo desde el principio con Polay, Varese, Avellaneda, Caro y una par de personas que se fueron casi inmediatamente. Muchos se fueron, nos rompimos en cuatro. Al principio dijimos que íbamos a hacer acciones pequeñas y preparar a la gente y las bases en provincias. Esa etapa duró desde 1982 a 1984. En un momento decidieron suspender las acciones y me mandaron a Cuba a prepararme teóricamente, no militarmente. Con Cuba había una relación legal y política del PSR-ML con el PC cubano.

¿Y cómo se forman militarmente?

Algunos habían estado en Nicaragua y yo había estado en Argentina. Eso fue todo.

¿El primer atentado fue en 1984?

Sí, cuando atacamos la comisaría de Villa El Salvador, donde teníamos un buen trabajo de masas. Fue un ataque de cinco minutos para hostigar con fusilería, después de un desalojo en el que la policía mató a una mujer con su niño en la panza. Este acto tuvo una repercusión fuerte en la población.

¿Quién los financiaba?

Nadie. Para eso hacíamos asaltos.

¿Sendero tuvo que ver en la decisión que ustedes tomaron de pasar a la lucha armada?

Totalmente. Ellos se adelantaron el año 1980. Yo tenía amigos de Sendero con los que conversaba. Ellos se lanzaron y observamos que avanzaban y el Estado no reaccionaba, estaba más débil que nunca. Cuando subió Belaunde el país estaba hecho un desastre. No les interesaba la democracia. ¿A quién le interesaba? No es lo mismo hablar ahora de democracia que en esa época.

Pero,¿cómo pasan de apoyar el proceso electoral a decidir que ya se estaba en una situación revolucionaria? ¿Sólo porque Sendero se adelantó?

Nosotros participamos en las elecciones por una cuestión táctica: para acumular fuerza política. Sendero era un factor. Entre 1980 y 1982 avanzó. Néstor Cerpa en un momento estuvo muy cerca de Sendero. En un momento yo también dudé: para qué crear otro movimiento si ellos ya lo están haciendo.

Cerpa era un obrero de Cromotex que lideró una huelga muy importante.

Sí, él tenía un grupo de obreros.

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¿Y su relación con los otros grupos de izquierda?

Otros grupos de izquierda no rechazaban lo que nosotros estábamos haciendo. Veían que la situación del país podía convulsionar y que de repente ellos también iban a tener que entrar a la lucha armada. La discusión de esos años era “democracia o lucha armada”. Por eso es que Izquierda Unida se rompe. Había grupos como Patria Roja que reivindicaban el poder popular y planteaban que las elecciones eran solo tácticas.

Así como hay un mito en torno a Mezzich en Sendero, hay un mito en torno a Varese en el MRTA. ¿Qué pasó con él?

Después de conversar mucho con Feliciano, Guzmán y Elena (con ellos hay que hablar mucho para que te suelten algo; no como yo que les estoy contando casi todo), Guzmán me contó que Mezzich había empezado a trabajar con ellos; pero cuando empezó la lucha armada, desapareció. Puede estar vivo en otro país. Si lo hubieran matado las Fuerzas Armadas, ¿no creen que un familiar hubiera denunciado el hecho?

¿Y Varese?

También se fue. Él tenía el encargo de levantarse en la selva de Cusco. Él era el número uno del MRTA. Él siempre nos dijo que el número uno tenía que encabezar las guerrillas en el campo, pero a él se le veía más en Lima.

¿En qué terminó lo del Cusco?

En el Cusco la gente decidió postergar el inicio de las acciones en la selva, y algunos bajaron a la ciudad para hacer algunos asaltos para conseguir plata. Los agarraron y se desató una represión feroz. Llegaron al fundo donde había un depósito de armas. Como 10 compañeros cayeron presos. Eso se desarticuló totalmente. Cuando ocurrió eso, secuestramos en Lima a la periodista de televisión Vicky Peláez y hubo un escándalo mediático. Obligamos al canal a que pasara un video en el que exigíamos al gobierno que respetara la vida de los que habían sido detenidos en el Cusco.

¿Consideras que era una debilidad que no tuvieran una estructura muy definida como la de Sendero?

Es que Sendero era un partido que venía del año 1930, del partido fundado por Mariátegui. Se fueron rompiendo y reestructurando bajo el esquema del partido comunista. Nosotros no teníamos eso. Queríamos hacer una guerrilla. Éramos dos grupitos con una estructura mucho más simple. En varias partes del país empezamos a mover gente, hasta que en el 1987 concentramos a la gente en San Martín. Antes de eso fuimos al Batallón América para preparar gente en Colombia. Era una aventura internacionalista tipo Ché Guevara. Después vino lo de Juanjui.

¿Polay encabezó lo de Juanjui una vez que se vuelve el número uno?

Como jefe del partido debía empezar la guerrilla en el campo.

¿Cuándo empezaron los enfrentamientos con Sendero?

En Tocache. Empezamos a trabajar con el Frente de Defensa, cuya base principal eran los campesinos cocaleros. Fue en el año 1985 -1986 y Sendero ya estaba ingresando ahí como una fuerza militar. La gente del gremio nos dijo que las firmas del narcotráfico les pagaban muy poco por la hoja de coca y ellos querían que les paguen más. Formamos una milicia – como una preguerrilla – que los apoyaba. Las firmas reaccionaron agresivamente y se aparecieron con un grupo armado para enfrentar a las milicias que solo tenían armas cortas y escopetas. Esa gente armada mandada por las firmas era gente de Sendero. Sendero se alió con las firmas para botar a los del MRTA de Tocache. Cooperaban entre ellos.

¿Respetaron la línea divisoria?

Planificamos que la guerrilla actué al norte de Juanjui y le dejamos ese territorio a Sendero porque ellos tenían mucho más experiencia de combate, eran más agresivos que la gente que teníamos ahí. Pero hubo choques y varios muertos de un lado y del otro. Según Feliciano, Guzmán decía que a todos los del MRTA había que matarlos.

Sabías que les decían “Mratas” y revisionistas armados.

Eso sí. Alguna vez que hemos conversado sobre eso, el viejo me dijo que él nunca había ordenado esas muertes, sino que la gente se iba por la propia.

¿Y le has preguntado a Guzmán por esta cooperación con el narcotráfico?

Él la niega totalmente. Artemio también la niega, aunque en el juicio que le han hecho lo han condenado por narcotráfico.

¿En qué circunstancias se produce tu primera detención, ocurrida en 1988?

Me detienen en el aeropuerto. Fue ridículo. Yo debía viajar a México con el Negro Avellaneda, pero no nos querían dar la visa. Iba a una reunión política; hasta ahora no sé para qué me mandaron. Entonces compramos dos pasaportes falsos ecuatorianos, porque los ecuatorianos no necesitaban visa para entrar a México. En el aeropuerto se me acercó un capitán de aduanas, me habló y se dio cuenta de que yo no era ecuatoriano. Al Negro también lo detuvieron y descubrieron que los pasaportes eran correlativos. Al Negro le encontraron unos papelitos escritos con apuntes sobre Tocache y las firmas que habían botado a la gente de ahí.

¿Pensaron que eran narcos?

Claro, y nos mandaron a Antidrogas. Un general me llevó a su oficina, se me quedó mirando y me dijo: “Tú no eres narco; tú eres terruco.” No sabían ni mi nombre, solo el falso que estaba en el pasaporte. Llamó a DIRCOTE y me mostró un expediente en el que se describía al jefe del MRTA en Villa El Salvador: un colorado, con pinta de estudiante de la Católica, que medía tanto, blanco, pituco. Y al final decía que tenía un vitiligo al lado izquierdo de la mandíbula. Antes se me notaba más la mancha blanca; ahora se me ha oscurecido. El general de drogas me había estado mirando eso. Él había trabajado en DIRCOTE y ahí estudiaban a todos los sospechosos.

Lo que pasó fue que una noche nosotros habíamos atacado varias comisarías y habíamos metido bombas. En esa acción cayó uno de Villa El Salvador con fierros en un maletín. Lo mandaron a Lurigancho. Él nos dijo que se había hecho pasar por “choro”, pero lo cierto es que había “cantado” todo. Por eso en el expediente había tantos datos sobre mí.

Fue un golpe para tu familia.

Salió mi foto en El Comercio, acompañada de una nota sobre la caída de dos sospechosos de narcotráfico. Pusieron los nombres falsos. Al costado de la casa de mi mamá vivía un capitán de la Marina que era jefe en Huanta y que me conocía de cuando yo iba de visita. Él vio la foto en el periódico, llamó a la DIRCOTE y dio mi nombre. Fueron a la casa de mi mamá y casi la matan de un ataque al corazón. Fue una maldición familiar.

Francisco Tudela dice que Cerpa le comentó que él y tú habían matado al general López Albújar.

Es una cosa que no se puede creer. Está tomando el nombre de un muerto para hacer una cochinada, decir una gran mentira. A mí me han tratado de abrir nuevos juicios por ese caso y la Suprema los ha rechazado.

Pero sí participaste en el atentado para liberar a Lucero Cumpa.

Yo reconozco que lo planifiqué y mandé a los compañeros. No podía participar directamente porque tenía otras responsabilidades. Tenía que sacar a 50 compañeros de la cárcel y estaba negociando el secuestro de Delgado Parker, que era importante por su repercusión mediática. Había que cuidarse porque hacía poco habían asesinado a dos compañeros que estuvieron negociando la suerte del empresario Jerí, exgeneral de la FAP.

¿Cuántos participaron en la construcción del túnel? ¿De dónde sacaron la idea?

Unos 10 combatientes. La idea no es tan original porque los tupamaros en Uruguay ya lo habían hecho. La novedad fue que este túnel se excavó de afuera hacia adentro. Tenía tres cuadras y media de largo. Unos compañeros se presentaron como una familia provinciana y compraron un terreno que estaba a 100 metros del muro del penal. Se lo compraron a un traficante de terrenos que coordinaba con los policías del penal que tenían un control sobre la gente que vivía cerca. La construcción duró más de dos años. Primero construyeron una casa de ladrillos. El dueño de la casa tenía su camioncito en el que llevaba los materiales de construcción. Ahí empezaron a hacer el hueco diez metros hacia abajo, bien profundo para que no se escuche el ruido. Era como el corredor de una mina con tablones.

¿Se utilizó algún tipo de maquinaria?

Se hizo a mano. Los diez vivían ahí. Al poco tiempo yo caí y estuve en Castro Castro. Adentro estuvimos haciendo las mediciones. Después salí y me reuní con los compañeros que habían avanzado 100 metros, pero que no sabían hacia dónde ir. Trabajamos con ingenieros. Una vez un alcaide escuchó unos ruidos. Trajeron una excavadora e hicieron un hueco de cinco metros y no encontraron nada porque el túnel estaba 10 metros hacia abajo. Pensamos salir por el patio de nuestro pabellón. Compramos un grupo electrógeno porque era la época del Mundial Italia 90 y la luz se cortaba a cada rato. Lo pusimos en el patio para que la gente que cavaba se guiara por el ruido del motor. Pero el hueco terminó un poco más allá porque los cálculos no eran exactos, en un lugar entre los pabellones al que llamaban «tierra de nadie». La salida fue en la madrugada después de la final de fútbol, cuando los policías estaban relajados. Salieron con lo que tenían puesto.

Ahora hablemos de la toma de la embajada de Japón. ¿Qué sentido político tenía una acción como esta?

Nosotros no sabíamos qué iban a hacer. En esa misma época en El Líbano secuestraron a muchos occidentales – diplomáticos, empresarios, periodistas- para canjearlos por presos de los grupos palestinos. En Brasil habían canjeado a Dirceu por un diplomático norteamericano. Pensábamos que iban a hacer algo así.

¿Los de la Marina no les dijeron nada?

En la base naval no teníamos información. No teníamos acceso a los medios. Hay quienes dicen que Abimael y Elena tenían radio y periódicos por los acuerdos que hicieron, pero nunca he corroborado eso. De pronto nos suspendieron la visita. Yo le dije al comandante que eso iba en contra de la ley. Cuando se produjo la recaptura me llevaron a una salita de televisión y me mostraron los noticieros de la noche anterior. Ahí me enteré que habían muerto todos los del MRTA. Fue un golpe tremendo.

¿Cerpa era uno de los pocos dirigentes antiguos que quedaban en la organización?

Cerpa era el único que quedaba en la dirección. Esa noche Polay, Lucero y yo empezamos a vivar los nombres de los compañeros que habían muerto. Recién cuando restituyeron las visitas pude escuchar algunas opiniones. Por ejemplo, mi padre no entendía cómo un grupo pequeño, sin respaldo de la población, pudo pensar que haciendo un acto de fuerza iban a conseguir doblegar al Estado.

¿No piensas que se alargaron mucho las negociaciones?

Ha habido casos exitosos de canjes, y otros en los que han llegado a abandonar la embajada para salir al extranjero, antes de llegar a un desenlace de ese tipo. Al final la batalla se perdió. El error fue prolongar demasiado la negociación.Debieron aceptar el ofrecimiento de salir del país y el dinero. El Gobierno comenzó a jugar con ellos. Les dijo que podían soltar a algunos,pero no a los dirigentes. Les hicieron creer que tenían el poder de doblegar al Estado.

¿Ese fue el momento en el que asumes que estaban derrotados?

Sí, fue lo de la embajada lo que me hizo reflexionar. Fue un proceso; no fue inmediato. Eso fue el año 1997 y yo tomé la decisión de renunciar al MRTA y al concepto de la violencia revolucionaria a fines del año 1999, tres años después.

¿Cuál ha sido el principal error del MRTA?

Hubo un montón de errores. Para alguna gente, la guerrilla del MIR de 1965 sí fue respetable y merece el nombre de guerrilla; todo lo demás es terrorismo, militarismo y otras desviaciones. Se refieren a Sendero y al MRTA. ¿Pero cuánto duró esa guerrilla? Mataron a todos. El MRTA hizo guerrillas durante 15 años. En el juicio del 2006 hubo una parte que se llamó la defensa material. Antes que se produjera la sentencia, cada uno dio un discurso final. Hablaron Polay y Rincón como una hora cada uno. Cuando me tocó a mí fui más autocrítico y hablé menos. Plantee que ya no había condiciones para la lucha armada.

¿Tu acercamiento con Sendero en prisión tuvo algún motivo político?

Sí, fue una alianza táctica para conseguir que se realicen nuevos juicios. En eso he tenido diferencias con Polay. En el juicio que nos hicieron a los del MRTA, él leyó una carta en la que dijo que, a diferencia de Guzmán que había hecho un escándalo, él sí iba a colaborar con los nuevos juicios para que se haga justicia. Yo sostuve que no era necesario mencionar a Guzmán, que él no tenía nada que ver en ese juicio. Hasta dijeron que yo me había pasado a Sendero.

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Fue en ese juicio que te cambiaron la pena.

Sí, la ley antiterrorista vigente al momento de mi detención contemplaba una pena de 25 años. Después Fujimori cambió esa ley por la 25475 que introduce la cadena perpetua. A mí me sentencian el 1993 y me dieron cadena perpetua. Mi esposa y mi padre presentaron mi caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En la Corte Superior de Lima yo logré que me anulen la cadena perpetua porque no podía ser aplicada retroactivamente.En el gobierno de Toledo también restituyeron los beneficios penitenciarios.

A partir de ese momento, tu lucha se centra en las mejoras de la justicia.

Ahora se lucha para sobrevivir, para no perder la razón,para empaparte de las leyes y buscar tu libertad.

¿Qué opinas de la situación actual de los presos?

Esa es otra de las luchas. Se debe mejorar el trato que se les da a los presos. A mí me quitaron la libertad condicional. Incluso saqué una sentencia específica. Pero no me la dieron porque los jueces se morían de miedo. Ahora los presos por terrorismo no tienen ningún beneficio. La mayoría están viejos, enfermos. ¿Por qué no se les da la oportunidad de que ellos mismos se rehabiliten? Todas las Constituciones dicen que al preso hay que darle la oportunidad de rehabilitarse, resocializarse y reincorporarse a la sociedad. Además de los que están en la base naval hay como 200 en los otros penales que están con 30, 35 años de cárcel. Me parecen penas muy altas. No se les ofrece nada, y por eso va a quedar un reguero de resentimientos de los familiares.

¿Cuál es tu posición sobre la amnistía general que plantea Sendero?

Yo no estoy de acuerdo. Guzmán lo planteó antes del año 2006. Me parece que no es realista. A los militares no les interesa esa amnistía porque poco a poco los están soltando a todos. Los militares implicados en el caso Bustíos salieron en tres años. Lo más incoherente es que los senderistas piden amnistía para los militares y policías cuando la mayoría ni siquiera está encausado. Además ellos tienen sus abogados y congresistas que piden por ellos. Lo que yo he planteado para mí y para los otros presos son nuevos juicios y beneficios penitenciarios. Si yo los hubiera tenido, habría salido hace seis años con la misma posición que tengo ahora, convencido de que el camino es la paz.

¿Piensas que la reconciliación es importante en una sociedad democrática?

Claro, pero no un “dense el abrazo de la paz”. Por ejemplo, los familiares de las víctimas tienen derecho a participar en un proceso de reparación y de justicia. En Argentina se ha buscado los cadáveres de las víctimas, se ha llevado a juicio a los militares que han cometido crímenes. Acá se les ha dado un monto en soles; no está mal, pero no es suficiente. Hay fosas comunes que están sin abrir hace años. Eso no es reconciliación. La justicia tiene que actuar, así como ha actuado de manera rápida con nosotros. Además, el Estado debe pedir perdón, y se deben hacer monumentos y placas como parte de las reparaciones simbólicas.

Que les pongan su posta médica, su colegio. A los militares también hay que darles la posibilidad de reconciliarse con la sociedad. Todas las personas deben tener la posibilidad de reincorporarse socialmente.

Según una reciente encuesta de Apoyo, el 94% de la población no está de acuerdo con que los exterroristas participen en la vida política y puedan postular en las elecciones.

Sabemos que las encuestas son relativas. La experiencia que estoy viviendo desde hace más de un mes no es hostil. Un montón de gente me ha reconocido en la calle y me ha saludado. Solo uno se me acercó y me dijo que no debería estar libre. El Comercio escribió en su editorial que, más allá de lo que la gente piense de mí, lo más importante es el respeto al Estado de derecho y que las penas solo puede elevarlas el Congreso.

No solo es la población. El Jurado Nacional de Elecciones ha presentado una propuesta al Congreso en la que plantea que los exterroristas no puedan participar en las elecciones.

Es que estamos en una democracia imperfecta y mediocre. En Argentina, la mayoría de los líderes subversivos que quedaron vivos se han tenido que ir del país. Pero en el gobierno de Cristina varios hijos de montoneros trabajaron con ella. Por ejemplo, Miguel Bonasso, el escritor argentino, fue montonero y ahora está en el Parlamento.

Lo que moviliza a la izquierda ahora es la lucha medioambiental. Antes esa bandera no estaba dentro de la visión de la izquierda.

Y que no existe para Correa y Evo que tienen una posición reaccionaria en ese tema. Las FARC han volado oleoductos que han producido unos tremendos derrames. La posición de la izquierda tradicional es extractivista y desarrollista. Justamente, estuve conversando con un grupo que apoya a Verónika Mendoza. Ellos sostienen que todos los casos no se pueden ver de la misma forma. Por ejemplo, están de acuerdo con la gente de Tía María porque la contaminación va a malograr las tierras de los agricultores que no son campesinos pobres; incluso algunos son exportadores. Pero en el caso de La Oroya piensan que habría que reactivar la planta por razones económicas y laborales – mucha gente vive de eso – siempre y cuando se respeten de manera estricta las normas medioambientales, y si la empresa no lo quiere hacer, entonces el Estado debería intervenir. Yo pienso exactamente igual.

Ustedes tampoco vieron la cuestión indígena, incluso tuvieron problemas con la población.

En el plano militar nosotros trabajábamos con los colonos. Tuvimos choques con los indígenas.

Se formó un ejército asháninka que se les enfrentó.

Ellos nos enfrentaron en una zona entre Pasco y Huánuco. Un grupo del MRTA tuvo la “grandísima” idea de juzgar a un líder asháninka porque supuestamente había colaborado con el Ejército en las guerrillas de 1965. Ese es un problema que ha tenido el MRTA: hubo jefes que no dieron la talla. Bueno, finalmente ninguno de nosotros dio la talla. Pero en algunos casos los errores fueron de lo más absurdos. En vez de ganarse a la población se la tiraron en contra. En una guerra pierde el que comete más errores, y nosotros cometimos más errores.

¿Qué errores cometió el MRTA?

Ése con el líder indígena. Le tendieron una celada: lo invitaron a conversar, pero le hicieron un juicio y al final mataron al pobre hombre.

¿Por qué fracasaron?

Son un conjunto de factores que finalmente llevaron a la derrota. Después de la fuga del túnel, pensábamos que íbamos a tener tal fuerza que podíamos obligar al Gobierno a negociar.

¿Intentaron dialogar en algún momento?

En 1990. Cuando Fujimori llega al gobierno, le hacemos un ofrecimiento para dialogar. Pensábamos que podíamos aportar a una mayor democratización si hacíamos un acuerdo de paz negociado.

¿Y hubieran estado dispuestos a entregar las armas?

Claro, en ese momento se estaban llegando a acuerdos en El Salvador y Guatemala.En Colombia, el M19 llegó a un acuerdo. Fujimori nos dijo que primero entreguemos las armas y que después hablarían con nosotros. No aceptamos eso. Después comenzaron las caídas. Caigo yo después del autogolpe, al poco tiempo cae Polay. Cuando a los dos nos llevan a Yanamayo, los de la dirección de Sendero trataban de convencernos de que el camino del diálogo no llevaba a ninguna parte, que la única forma de llegar al poder era la lucha armada. Para ellos lo que ocurrió en Chile era un dogma y esa experiencia demostraba que el diálogo no era posible.

El método del secuestro es otro de los grandes cuestionamientos al MRTA.

Todo movimiento revolucionario en el mundo se tiene que financiar. Y todos los movimientos subversivos – la subversión entendida como levantarse contra el estado de cosas – se han financiado ilícitamente.
Un método como ese es tan condenable como la tortura.

Claro, pero en esa época se realizaban secuestros en todo el mundo. En los años 70 y 80 los derechos humanos no existían en el Perú. De repente solo en una pequeño grupo de ONGs. No se hablaba de derechos individuales ni de libertades públicas.

A ustedes se les fue de las manos.

Por lo menos, en los casos que han estado en mis manos, no. Yo he entregado a los empresarios en sus casas. El acuerdo que teníamos era agarrar a alguien para que nos den plata y después soltarlo.

¿Y la muerte del empresario David Ballón Vera?

La verdad no sé. Yo estaba preso en Yanamayo. En esa etapa no tenía relación con el partido.

Se decía que podía haber cuentas en el exterior donde estaba la plata de los secuestros.

Yo era el jefe de la fuerza militar en Lima y estaba a cargo de eso. Cuando obteníamos el rescate, yo se lo entregaba a la dirección que se encargaba de administrarlo. No me lo guardaba en mi bolsillo. Por lo menos, hasta donde yo sé, esa plata se ha gastado toda. Se compraron armas, vehículos, uniformes. Se ha alimentado gente que estaba en el monte durante años.

¿Por qué desde el inicio hubo tantas divisiones internas en el MRTA? Sístero García y un grupo en la selva se separó. También está el caso de Sosa Chanamé, el “comandante Madero” que organizó el FPL.

Sístero se pasó al Ejército. Dio una entrevista en un cuartel. Sosa vino con un grupo de gente del PC Unidad a integrarse, pero después terminó formando una fracción con el grupo de los huachanos. Hicieron un secuestro, se quedaron con las armas del MRTA y se abrieron. Sosa quería que el partido le diera el liderazgo del frente de masas, pero en éste la gente nombraba a sus dirigentes. No eran designados a dedo. Entonces comenzó a cuestionar a la dirección. “Madero” iba constantemente al periódico Hoy, del APRA, a dar información interna. Alberto Gálvez, que estaba también en el penal y ya había renunciado al partido, sostenía que éramos “los militaristas” del MRTA. Las diferencias no eran de carácter ideológico.

¿Tú has llegado a tener diferencias con Polay?

Un montón, referidas a cómo hacer la guerra. Él planteaba reforzar San Martín, Junín y abrir frentes en Cusco, Puno, Arequipa. A mí me parecía que había que concentrar fuerzas y salir de esas zonas tan alejadas para acercarse a Lima. Hacer una especie de cerco a Lima. En los últimos tiempos la discrepancia mayor ha sido por mi renuncia, porque él y Rincón planteaban que reconstruyéramos el MRTA como una agrupación política. Pero el MRTA, desde el comienzo, se fundó para hacer la guerra; era una fuerza político-militar. Me pareció algo totalmente fantasioso. Estábamos en la base naval con cadena perpetua. Yo con las justas veía a mi papá y a mi mamá.

El MRTA no formaba bases de apoyo como Sendero.

Esas bases de apoyo de Sendero fueron un fracaso. ¿Por qué? En Ucayali llegamos a tener una fuerza militar importante. Llegábamos una comunidad, izábamos la bandera del MRTA y la gente nos apoyaba. Reclutábamos gente del lugar y esa gente establecía relaciones con sus familias. Pero no lo hacían abiertamente. Después llegaba Sendero, mataba a los que habían estado en buenas relaciones con el MRTA, izaban su bandera, instalaban el comité popular y se iban. A continuación entraba la Marina, hacía lo mismo y dejaba soplones. Nosotros no creábamos bases de apoyo porque después las iban a reprimir.

¿Tu deslinde con la lucha armada es personal, ideológico, programático?

Es político porque después de lo que ha vivido el Perú la gente está harta de la violencia política. La izquierda ha retrocedido. La situación económica está mejor. Hay una fuerte clase media. Antes los sectores populares votaban por la izquierda. Villa El Salvador, Comas, la carretera Central que eran los bastiones de la izquierda, ahora son los bastiones de la derecha. No hay condiciones para la lucha armada.

¿Qué tan diferente es el país de ahora al del inicio de la violencia armada?

El Perú ya no está compuesto por la oligarquía y la clase popular. La clase media define las cosas. Para mí ahora no se puede hacer una revolución en contra de la clase media, hostilizándola. Más bien, hay que ganarla. Y para eso tienes que ser democrático porque la clase media no quiere una dictadura sino una democracia. En los años 80 decíamos que la democracia era una táctica y un medio para hacer la lucha armada. Ahora, para mí, es un medio que permite la convivencia entre los distintos sectores o clases. Rincón me decía que me había pasado a la derecha, que ya no era de izquierda. Me decía:“O estás acá, o estás allá”. Yo me voy a morir siendo de izquierda y siempre lucharé por el socialismo, pero por la vía democrática.

En concreto, ¿qué implica la defensa de la democracia?

Que, por ejemplo, se reconozcan los derechos de las minorías. O que las mujeres tengan derecho al aborto.

¿Cómo ves a Cuba?

Cuba está volviendo al capitalismo, como VietNam, como China. El sector turismo es fundamental para Cuba, desde que se vino abajo la economía de la caña de azúcar. Y ese sector es capitalista, compuesto por pequeños empresarios.

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Recuadro 1: VEINTICINCO AÑOS DESPUÉS.

Debe ser muy difícil acostumbrarse a la libertad después de tanto tiempo.

Yo no tengo casa, rentas, ni plata guardada. Mi esposa está en la casa de su mamá que queda en un barrio popular. Han ido construyendo varios pisos para que toda la familia viva ahí y está tugurizada. No hay espacio para mí. Además, el barrio se ha maleado bastante y hay un clima hostil. Así que estoy en la casa de mi padre que tiene un solo dormitorio y su estudio, nada más. Yo nunca he vivido con él porque, desde que yo recuerdo, mis padres estaban separados. Tiene 86 años y se irrita fácilmente cuando salgo, como si fuera un adolescente. Cuando salgo tiene temor porque cree que voy a volver a la política. Es comprensible. Él quiere que saque mis papeles lo más rápido posible y me vaya a Suecia.

¿Qué hace tu esposa en Suecia?

Trabaja de obrera.

¿Cómo han podido mantener la relación de lejos por tantos años?

La relación se rompió. Es público que yo caí con otra compañera. No hubo comunicación por mucho tiempo. A partir del año 1994 se abre la visita de media hora una vez al mes. Iban a visitarme mi padre, mi madre, mi hermana. En 1996 llegaron mis hijos de Suecia a verme, acompañados de unas asistentas suecas. Mi hija tenía catorce años y mi hijo ocho. Ella me contó que el novio de su mamá se había quedado a dormir en la casa (mientras el comandante de la Marina escuchaba todo). Estaba claro que tenía todo el derecho a rehacer su vida. Después de 10 años, ella pudo regresar al Perú porque la absolvieron en el juicio que le habían abierto. Me mandó preguntar si quería que me visite. Yo obviamente estaba solo y ella también. En realidad nunca habíamos dejado de querernos y existía un futuro porque a mí ya me habían rebajado la condena.

¿Cuando tu papá te visitaba en la base la relación también era tensa?

Sí, porque ellos sufrían bastante para entrar en la base. Él y mi madre lloraban la media hora que duraba la visita.

Ahora que te dedicas a la pintura, es imprescindible terminar preguntándote ¿cuáles son tus influencias y cuáles los pintores que más te gustan?

Una influencia fuerte fue la de Van Gogh, tanto por su tipo de pintura como por su historia. Él fue predicador en las minas de carbón y de esa época tiene unos dibujos increíbles. Él se consideraba un obrero de la pintura. Me comenzaron a llegar varios libros de Van Gogh a la base. Como parte de mi rutina yo empecé a sentir que su espíritu era el que me inspiraba a pintar en la celda. Me identificaba con su aislamiento. Nunca pudo tener una pareja que le durara y eso ahondaba sus problemas mentales. Y yo sentía lo mismo en el aislamiento. En el libro que he escrito hago un paralelo entre mi vida en la celda y su vida.

Antes mencionaste a Kandinsky.

Sí, también influyó muchísimo en mí. Tenía ideas más liberales sobre el arte y fue despreciado por los revolucionarios rusos porque consideraban que su pintura no tenía un sentido revolucionario. Querían que el arte se pusiera al servicio de la política.

Otros pintores modernos que me gustan mucho son Rothko y Pollock, el loco que chorreaba la pintura.

¿Y de los peruanos?

He tenido mucha influencia de Sérvulo. Cuando yo era muy chiquito fue a mi casa un día y pintó un Cristo en la pared. La hermana de mi mamá que tenía 19 años y estaba con él lo llevó a la casa. Él tenía más de cincuenta y estaba en las últimas. Mi tía era Ilde Shulte,una bohemia que también quería pintar. En el hotel, el día que Sérvulo murió, estaba con ella. Cuando en Caretas sacan notas sobre él, nunca la mencionan. Dicen que la única fue Doris.

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Recuadro 2: GUZMÁN

Tú has tenido una relación de amistad con Abimael Guzmán. ¿Cómo surgió?

Por su compañera. Ella y yo hablábamos por la ventanilla de nuestras celdas que eran contiguas. Nos sentábamos en el suelo y nuestros rostros quedaban a la altura de la ventanilla. Hablábamos de pintura, de los que estábamos pintando, de los libros que leíamos. Así fuimos haciendo cierta amistad. Todos conversábamos, salvo Abimael y Polay. Pero ahora no; con los años se han vuelto íntimos. Un día ella me dice que su compañero quería hablar conmigo sobre pintura, arte. A ella la sacaban a las nueve de la mañana y la llevaban a otra celda que era su salita de trabajo. Yo salía al patio y a través de la reja me sentaba en el suelo y hablaba con él por la ventanilla de esa celda.

¿Cuál fue el tema que los enganchó?

La pintura. Me pidió un libro de pintura y le llevé uno de Kandinsky con ilustraciones muy buenas. Estaba en inglés. Él no entendía nada de pintura abstracta ni de inglés. Entonces le empecé a explicar cómo llegó al abstraccionismo. Le conté sobre sus ideas políticas que chocaron con la Revolución Soviética. Después, cuando nos empiezan a sacar al patio de dos en dos, le propuse escribir un libro. Yo le haría una larga entrevista sin complacencias. La idea era ir a medias, y cada uno vería qué haría con la plata que recibiéramos. Yo necesitaba un abogado en ese momento. Aceptó y utilizamos una grabadora que su mujer tenía y que funcionaba con unos casetes chiquitos. Hablamos de su infancia, su familia, cómo se formó la fracción roja, sus viajes. Pero cuando llegamos al año 1980, ella me dijo que para entrar al tema de la lucha armada le hiciera las preguntas por escrito. A partir de ahí, empezaron a hacerla larga. Después me pidió la grabadora con los casetes y no quisieron continuar.

¿Cómo era el carácter de Guzmán?

Era bastante formal, un profesor provinciano. Al principio me parecía que estaba actuando porque era súper amable, atento, detallista. Pero él es así. Se ha vuelto más conversador porque ha tenido que adaptarse a la ausencia de su esposa. También era regalón. Me hizo buenos regalos. Eran cosas que le regalaban.

¿Lo consideras dogmático, cerrado, terco en sus reflexiones?

Recontra abierto. Ahora dice que el país necesita industrializarse, diversificarse, democratizarse. Parece un caviar total.

¿Qué piensa Guzmán de la llamada revolución bolivariana?

En el caso de Venezuela, me daba cuerda. Yo le decía que económicamente era un desastre, que yo no concebía que una revolución pudiera tener esos resultados económicos. El viejo me daba la razón, me decía que podría ser un país desarrollado. Yo le decía que, a diferencia de Cuba y Nicaragua, en los que hubo una revolución y no había clase media, en Venezuela había una clase media grande. Me daba la razón, pero cuando hablaba con Rincón – que es comunista y chavista a muerte – se la daba también en parte y le decía que había cosas rescatables. No se puede saber lo que realmente piensa. Yo no soy chavista, pero tampoco antichavista.

¿Es consciente de que la lucha armada ya no va?

Claro, lo que pasa es que no quiere dar su brazo a torcer. Dice que lo que quiere el Estado reaccionario es que se arrepienta públicamente, y él no quiere hacer lo que yo he hecho. Él dice que por más que lo haga lo van a dejar morirse en prisión.

¿Cuál es su objetivo?

Que salga en libertad la mayor cantidad de su gente y que puedan reconstruir su partido. Él quedará como un ícono comunista, como el hombre que salvó el partido.

¿Hay algo que te haya llamado la atención?

Que solo tome Coca Cola. Yo le decía que era un proletario raro porque no le gusta el jugo de maracuyá, la Inka Cola, ninguna bebida peruana. Se reía.

Fuente: http://revistaideele.com/ideele/content/peter-c%C3%A1rdenas-%E2%80%9Cfinalmente-ninguno-de-nosotros-dio-la-talla%E2%80%9D

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