Prosionismo y antisemitismo son inseparables y siempre lo han sido.

Theodor Herlz, intelectual judío (Budapest, 1860 - Edlach, Austria, 1904). En su libro "El Estado judío" (1896) sienta las bases de sionismo.
por Joseph Massad/ Middle East Eye/Rebelion.org.
El prosionismo es la única forma respetable de antisemitismo hoy en día que goza, además, del reconocimiento del gobierno israelí y de los prosionistas de todo el mundo. 

En los últimos años y según aumentan los logros de de la Campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), las voces proisraelíes han expresado mucha preocupación por los fundamentos “antisemitas” de todos los movimientos que se oponen al colonialismo de asentamiento, al racismo de Estado y a la ocupación militar de Israel.

Los proisraelíes que les acusan quieren alterar la historia cuando afirman que el antisemitismo ya no es de derechas sino una ideología endémica de la izquierda. Como estrategia, no es nueva; sigue un viejo esquema promovido por el Estado israelí para atacar a los palestinos y difamar a quienes desde la izquierda estadounidense y europea comenzaron a criticar a Israel después de 1967.

Eliminar a los palestinos

En las dos décadas que van entre el establecimiento del colonialismo de asentamiento israelí y sus invasiones de 1967 de Siria, Jordania y Egipto, la izquierda blanca estadounidense y europea se dejó cautivar por el país y salió en su defensa frente a las reivindicaciones de los palestinos expulsados y reprimidos cuyas tierras y medios de vida había usurpado Israel.

La situación, sin embargo, comenzó a cambiar tras las invasiones de 1967 con el surgimiento de los movimientos por los derechos civiles y de liberación en Estados Unidos, y los levantamientos estudiantiles de Francia y otros lugares. Una minoría de la izquierda blanca de Estados Unidos y de Europa Occidental empezó a ser crítica con Israel por primera vez y a inquietar a la dirección israelí y a los círculos prosionistas estadounidenses y de Europa Occidental.

Si recientemente el gobierno israelí ha dedicado enormes recursos financieros para debilitar esas críticas –incluso con 72 millones de dólares para combatir el BDS – su respuesta en 1972 fue menos drástica si no menos efectiva. En una conferencia anual celebrada en Israel y patrocinada por el Congreso Judío Estadounidense, el ex ministro de Relaciones Exteriores israelí, Abba Eban, expuso aquel año la nueva estrategia: “No nos equivoquemos: la nueva izquierda es la autora y la progenitora del nuevo antisemitismo […] no hay distinción entre antisemitismo y antisionismo. El antisionismo no es más que el nuevo antisemitismo”.

Si a los gentiles que reprobaban a Israel se les tachó de antisemitas, Eban acusó a dos críticos judíos estadounidenses (Noam Chomsky y I. F. Stone) de sufrir un complejo de “culpabilidad por la supervivencia judía”. Sus valores y su ideología –es decir, el anticolonialismo y el antirracismo– “están en conflicto y en colisión con nuestro propia escala de valores judíos”.

La identificación que hacía Eban de las políticas coloniales y racistas israelíes con la tradición judía pasó a formar parte integral de la implicación establecida por el sionismo entre los judíos de todo el mundo y las acciones e ideales de Israel.

Una vieja alianza

Equiparar antisionismo y antisemitismo no deja de ser una estrategia para ocultar y desviar la atención del muy real y antiguo antisemitismo que siempre fue aliado del movimiento sionista, una alianza que se remonta a la década de 1890 y que continúa hasta nuestros días.

El fundador del sionismo, Theodor Herzl, explicó en su panfleto de 1896, El Estado judío, que el proyecto sionista comparte con los antisemitas el deseo de vaciar Europa de sus judíos para enviarlos a un territorio colonial fuera de Europa.

Herzl sostenía que “los gobiernos de todos los países azotados por el antisemitismo estarán muy interesados en ayudarnos a obtener la soberanía que queremos”, y que “no sólo los judíos pobres” contribuirán a un fondo de inmigración para los judíos europeos sino también los cristianos que quieran deshacerse de ellos”.

Y añadía en sus diarios: “Los antisemitas se convertirán en nuestros amigos más fiables; los países antisemitas en nuestros aliados”.

Cuando a principios del siglo XX emergió en Gran Bretaña una oleada de antisemitismo por la admisión de refugiados judíos que huían de los pogromos rusos, fue Herzl quien sugirió a los funcionarios antisemitas británicos que si apoyaban el colonialismo de asentamiento sionista en Palestina evitarían tener que admitir refugiados judíos en Gran Bretaña.

El aliado británico de Herzl en ese momento era el ex secretario de las colonias Joseph Chamberlain, quien estaba convencido de que el dinero “judío” financiaría el imperialismo británico si Gran Bretaña apoyaba el proyecto sionista.

Cuando el ex primer ministro británico Arthur Balfour promulgó la Ley de Extranjería de 1905 [Aliens Act of 1905] en la Cámara de los Comunes para prohibir la inmigración judía desde Europa Oriental, su preocupación era salvar al país de los “indudables males” de la inmigración judía.

Al igual que Chamberlain, Balfour tenía en mente otro destino colonial para los inmigrantes judíos. La cuestión no es que Balfour fuera primero antisemita y que luego se volviera projudío cuando emitió la Declaración Balfour de 1917, sino que fue su antisemitismo el que activó sus puntos de vista prosionistas.

La amalgama de Churchill

Los sionistas también consideran a Winston Churchill otro héroe del “pueblo judío”. El antisemitismo de Churchill también fue legendario. Identificó el comunismo como una conspiración judía para controlar el mundo, y apoyó al sionismo, que ofrecía una solución de asentamiento colonial al “problema judío”, porque debilitaba al comunismo.

Se podría argumentar que dejando aparte las propias declaraciones ideológicas y el oportunismo de Herzl, quizás los primeros sionistas estaban en una posición débil y desesperada y que lamentablemente tuvieron que aliarse con el diablo para realizar su proyecto, lo que les hizo perdonar el antisemitismo de sus aliados.

Pero eso sería difícil de sostener, no sólo porque el actual liderazgo israelí y sus aliados prosionistas en Europa y Estados Unidos siguen celebrando a figuras como Chamberlain, Balfour y Churchill, sino también –y lo que es más importante– porque tanto los líderes de Israel como el liderazgo sionista previo a la creación del Estado han seguido vinculando al país con antisemitas y colonos blancos de manera constante desde su establecimiento en 1948.

Más aún: los dirigentes del país, como hicieron los sionistas pre-estatales, siguen ignorando el antisemitismo cuando proviene de fuerzas prosionistas, o al menos de fuerzas que no son antisionistas. El silencio israelí, por ejemplo, ante el antisemitismo McCarthyista de los años 50 en Estados Unidos, que denunciaba a los judíos como comunistas y a los comunistas como judíos, de manera no muy distinta a la amalgama que hizo Churchill, es sólo un ejemplo.

El movimiento sionista eligió llamar a su Estado de asentamiento colonial “Israel”, el nombre que la Torá dio a Jacob y cuyos hijos se convirtieron en el “pueblo judío”. No fue una elección arbitraria. Al llamar así a su Estado, el movimiento sionista fundía en su proyecto de asentamiento colonial a todos los judíos, aun cuando la mayoría de los judíos del mundo no apoyaban el movimiento y se siguen negando a vivir en Israel hoy en día.

Continuar con el legado de Herzl

Si ‘sionismo’ se convierte en otro término para designar el judaísmo y a los judíos, y si Israel es el pueblo judío –y no sólo “su” supuesto Estado– todos los prosionistas serían, por fuerza, no antisemitas. De hecho, si el antisemitismo clásico es el racismo contra los judíos de la diáspora, entonces el movimiento sionista no tiene nada de qué preocuparse ya que su objetivo declarado era y es, acabar con la diáspora judía.

Es por eso que a los antisemitas, siempre que sean prosionistas, Israel y sus partidarios los consideran projudíos. Es a los que se oponen al sionismo y critican al Estado de Israel, y a los que se oponen también al antisemitismo clásico que se dirige contra los judíos de la diáspora, a los que se les califica de verdaderos “antisemitas”.

Lo que ha estado ausente de manera preocupante en el último respaldo oficial que han dado Estados Unidos, Europa y Gran Bretaña a la ecuación del gobierno israelí que equipara antisionismo con antisemitismo es una mención siquiera del antisemitismo endémico de los círculos proisraelíes antes y después de 1967.

La preocupación de Eban por el “nuevo antisemitismo”, como era de esperar, nunca se expresó cuando se trataba de antisemitas proisraelíes y prosionistas.

Israel también apoyó al dictador paraguayo Alfredo Stroessner, que lanzó campañas antisemitas contra los judíos paraguayos que se oponían a él al mismo tiempo que apoyaba a Israel porque le proporcionaba armas.

Igualmente, Israel se alió con los líderes golpistas argentinos a finales de los años setenta y ochenta y les proporcionó ayuda militar al tiempo que atacaban a disidentes judíos a los que hicieron desaparecer, torturar y asesinar.

Un ‘ataque verbal’

Esta fue también la posición del gobierno israelí hacia los evangélicos estadounidenses. Jerry Falwell, fundador de la Mayoría Moral, una organización cristiana fundamentalista de derechas que fue el partidario más poderoso de Israel en la derecha cristiana, identificó al anticristo como judío. Sin embargo, cuando murió en 2007, los líderes israelíes y los jefes de las principales organizaciones judías estadounidenses proisraelíes elogiaron el apoyo de Falwell a Israel, “a pesar de” algunas “diferencias” que habían tenido con él.

Si en 1972 lo que preocupaba a Eban eran los gentiles que se oponían a Israel y un par de intelectuales judíos, para 2007 la preocupación prosionista aumentó porque la cantidad de judíos estadounidenses que condenaban a Israel se incrementó notablemente.

David Harris, director ejecutivo del Comité Judío Estadounidense, publicó un ensayo en el que declaró: “Quizá la característica más sorprendente –y angustiosa– de esta nueva tendencia es la participación pública de algunos judíos en los ataques verbales contra el sionismo y el Estado judío”. Y añadía que quienes se oponen al derecho de Israel a existir, “sean judíos o gentiles, deben ser confrontados”.

En el pasado más reciente, los líderes de Israel no sólo no han criticado a los movimientos de la derecha supremacista blanca europea y estadounidense con los que Israel está aliado sino que también han seguido ignorando su antisemitismo, que –como era de esperar– se les perdona porque apoyan a Israel y al sionismo.

La historia se ha repetido recientemente en el apoyo de Israel a los antisemitas ucranianos, a los antisemitas húngaros y polacos, e incluso a los antisemitas alemanes y austriacos. Esto ha sido importante en el nuevo impulso israelí para que se criminalice la crítica contra Israel en la UE y en Estados Unidos.

Armar a milicias neonazis

Esto comenzó cuando la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto adoptó en 2016 una definición funcional del término ‘antisemitismo’ que incluía “manifestaciones […] contra el Estado de Israel concebido como una colectividad judía”. Cuando el pasado mes de diciembre la UE adoptó una medida que incluía en la definición del antisemitismo las posiciones antisionistas y las posiciones críticas con Israel, fue el gobierno derechista austríaco, que incluye a miembros de un partido neonazi, el que presionó para que se adoptara.

En Hungría, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu llegó incluso a reprender al embajador israelí en Budapest por una declaración que expresaba una leve preocupación por el racismo anti-judío de Orban. Por orden de Netanyahu, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí se retractó de la declaración.

En Ucrania, Israel está armando a las milicias neonazis, especialmente al Batallón Azov. El líder de Azov, Andriy Biletsky, declaró en 2014 que “la misión histórica de nuestra nación […] es dirigir a las razas blancas del mundo en una cruzada final para su supervivencia”. Una cruzada contra los hombres inferiores [untermenschen] liderados por los semitas”.

En Alemania, el partido Alternativa por Alemania, que es una organización de extrema derecha que obtuvo casi 100 escaños en las elecciones generales alemanas de septiembre pasado y cuyos críticos dicen que promueve ideas neonazis, alarmó a la comunidad judía del país. Alternativa para Alemania también apoya a Israel; su vicepresidenta, Beatrix von Storch, nieta del último ministro de finanzas de Hitler, declaró en The Jerusalem Report que “Israel podría ser un modelo a seguir para Alemania” como país que “se esfuerza por preservar su cultura y tradiciones únicas”.

Lo que va en la misma línea del demagogo neonazi estadounidense Richard Spencer, quien se refirió a su misión como “una especie de sionismo blanco”. Israel, añadió, es “el más importante y quizás el más revolucionario Estado étnico, y es a quien recurro para que me guíe”. Israel y sus dirigentes no han respondido a sus declaraciones.

Ataques a sinagogas

Cuando el presidente estadounidense Donald Trump dijo a los judíos estadounidenses en la festividad de Janucá desde la Casa Blanca en diciembre de 2018 que su vicepresidente tenía un gran afecto por “vuestro país”, Israel no se opuso, como tampoco se opuso a que Trump dijera a un grupo de judíos estadounidenses hace unas semanas que Netanyahu es “vuestro primer ministro”.

El apoyo a Israel de los grupos supremacistas blancos estadounidenses va de la mano de su propaganda antisemita, ya sea en Charlottesville o en Pittsburgh, donde el pasado octubre un supremacista blanco masacró a 11 fieles judíos en una sinagoga, o en San Diego, que el mes pasado, en otro ataque a una sinagoga acabó con la vida de una persona y con varios heridos.

El antisemitismo de derechas prosionista sigue amenazando la vida de los judíos en Estados Unidos y en Europa. Mientras que los judíos progresistas estadounidenses y europeos, cristianos, musulmanes y personas de todas las religiones se han unido a movimientos antisionistas y a movimientos que se oponen a las políticas racistas y coloniales de Israel comprometiéndose a combatir el antisemitismo, los judíos y gentiles proisraelíes forman parte de movimientos pro-sionistas cuyo antisemitismo amenaza la existencia física de los judíos estadounidenses y europeos.

Ya es hora de que las organizaciones judías europeas y estadounidenses prosionistas publiquen informes especiales sobre el antisemitismo prosionista como vienen haciendo cuando atacan a los antisionistas. El antisemitismo y el antisionismo no son lo mismo, como Eban, el gobierno israelí y sus partidarios quieren que creamos; de hecho, los que sí van de la mano y son inseparables son el antisemitismo, el prosionismo, el racismo y el procolonialismo.

Celebrar crímenes de guerra

De hecho, el prosionismo es la única forma respetable de antisemitismo hoy en día que goza del reconocimiento del gobierno israelí y de los prosionistas de todo el mundo como una bendición para el Estado de Israel.

Cuando los prosionistas celebran las invasiones y los crímenes de guerra israelíes como un logro judío, Israel y sus partidarios los vitorean, pero cuando los antisionistas denuncian los crímenes e invasiones israelíes como crímenes del gobierno israelí, y decididamente no como crímenes del pueblo judío, son Israel y sus partidarios prosionistas quienes los llaman antisemitas.

Israel se define a sí mismo como el “Estado judío” e insiste en que el robo de la patria del pueblo palestino, la colonización de sus tierras, la expulsión y los bombardeos se llevan a cabo en nombre del “pueblo judío”. Afirma que lo que hace es por mandato de su ética “judía” y, después de todo esto, afirma que quienes condenan a Israel están condenando a los judíos.

Irónicamente, son la mayoría de los críticos de Israel, en contraste con la mayoría de sus partidarios, quienes rechazan las afirmaciones israelíes de que Israel representa a todos los judíos y quienes insisten en que las leyes racistas y las políticas coloniales israelíes representan al gobierno israelí y no al pueblo judío.

Cuando los palestinos resisten frente al colonialismo y al racismo israelíes, no resisten al carácter “judío” de Israel sino a su naturaleza, instituciones, leyes y prácticas racistas y coloniales.

La amalgama prosionista del antisionismo con el antisemitismo no es sólo una falsa ecuación para combatir a quienes critican a Israel; es, ante todo, la justificación del antisemitismo prosionista y proisraelí. Quienes se preocupan por la vida y la seguridad de los judíos de la diáspora y del pueblo palestino deberían responder a esta campaña de propaganda declarando con confianza que el prosionismo es antisemitismo y que no se debe hacer ninguna distinción entre ambos.

 

(*) Joseph Massad, jordano, es profesor de Política Árabe Moderna e Historia Intelectual en la Universidad de Columbia, Nueva York. Es autor de numerosos libros y artículos académicos y periodísticos. Sus libros incluyen Colonial Effects: The Making of National Identity in Jordan, Desiring Arabs, The Persistence of the Palestinian Question: Essays on Zionism and the Palestinians, y más recientemente, Islam in Liberalism. Sus libros y artículos han sido traducidos a una docena de idiomas.

Fuente original: https://www.middleeasteye.net/opinion/how-anti-semitism-inextricably-linked-pro-zionism

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256242&titular=prosionismo-y-antisemitismo-son-inseparables-y-siempre-lo-han-sido-

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