Chile cínico: el descaro de Otto Dör, cómplice «pasivo» de los crímenes de Villa Baviera.

Raúl Hasbún, cura católioc, y Otto Dör, siquiatra, ambos parte de la extensa red de apoyo de los criminales de Colinia Dignidad.

Abogado de víctimas de Colonia Dignidad responde a Otto Dörr: Justicia Simbólica.

The Clinic.

El abogado de decenas de víctimas del enclave Colonia Dignidad, Winfried Hempel, responde aquí a varias de las ideas expresadas por el psiquiatra Otto Dörr, Premio Nacional de Medicina 2018, en una reciente entrevista con The Clinic. Hempel critica la confirmación de Dörr como Premio Nacional de Medicina 2008 y acusa que el especialista en psiquiatría fue sancionado de manera blanda por el gremio que le otorgó el galardón, respecto a varias conductas relacionadas a la exVilla Baviera.
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Una sentencia es una resolución de término, resuelve una disputa entre partes sometidas a decisión de un tercero objetivamente imparcial y subjetivamente independiente. Si, frente a este tercero, una de las partes no puede ejercer sus derechos en igualdad de condiciones, deben preverse mecanismos para paliar la disparidad inicial para poder tramitar un debido proceso en igualdad de condiciones. Uno de los aspectos relevantes en dicha igualdad es la debida asistencia letrada, es decir, el derecho a tener un abogado.

Con esto se explica que el suscrito, quien representa a más de 120 víctimas de la ex Colonia Dignidad, haya debido intervenir en un conflicto que veía en un principio con cierta pasividad.

Fue así como en marzo del año 2018 víctimas de Colonia Dignidad reclamaron por el otorgamiento del Premio Nacional de Medicina al doctor Otto Dörr. Dicho reclamo no me sacó de mi estado de mero observador, sino hasta que el aludido se refiriera de forma soez a las víctimas de la Ex Colonia, tildándolos de “canallas” (“gente baja, ruin, despreciable y de malos procederes” según la R.A.E.).

No le daba crédito al leerlo en El Mercurio y me vi impelido a actuar en defensa moral de mis representados. Se desencadenó así un largo proceso, que terminó con una condena por parte del Tribuna de Ética del Colegio Médico, encontrando culpable al Dr. Otto Dörr por haber infringido la ética médica.

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Certificado médico del Dr. DÖRR con el cual pretendía que la justicia chilena NO interrogara al colono Karl Stricker, fugado de Colonia Dignidad y recapturado por Schäfer.

Específicamente en el “Caso Stricker”, en que se estableció primero que el Dr. Hopp había tratado al colono por “depresión” tras su fuga de la Colonia en 1996, y que posteriormente Dr. Dörr evitó -a través de sendos certificados médicos- la comparecencia de Stricker ante la Justicia, que investigaba el caso de su fuga debido a una denuncia presentada por el Gobernador provincial.

Debido a estas actuaciones de Otto Dörr el colono Karl Stricker, según el Tribunal, “fue impedido de concurrir al tribunal y de realizarse los exámenes siquiátricos ordenados por el juez, continuando con una vida de esclavitud y abusos hasta su muerte”. Stricker falleció el 2002 en Colonia Dignidad, al subir a un techo a realizar trabajos bajo la influencia de psicofármacos. Se cayó y falleció.

Un juicio ético es particularmente difícil de tramitar por cuanto el tribunal no tiene imperio, es decir, no puede dictar resoluciones a fin de obtener compulsivamente pruebas como lo hace la justicia ordinaria. Aún así, logramos probar bajo condiciones de un juicio dificilísimo que el denunciado, Otto Dörr, inmediatamente después de la fuga atendió a la víctima, Sr. Stricker, en Colonia Dignidad.

El agricultor y compañero de labores de la víctima, Sr. Laube, testigo clave,  viajó ocho veces más de 2000 kilómetros para poder testificar en el juicio, que para él tenía un efecto reparador y simbólico. Ahí relató detalladamente la fuga de su compañero y cómo se enteró por su supervisor de los tratamientos de Dörr. Dicho testimonio fue refrendado por el testigo Sr. Vedder, a quien el mismísimo Paul Schäfer le dijo que Stricker estaba bajo tratamiento del acusado.

Culminaba la prueba testimonial con un testimonio dramático del testigo Sr. Briones quien estuvo presente en la fatal caída de Stricker y testificó que éste le confidenció en los días inmediatamente anteriores al accidente, bajo lamentos, que estaba tomando tantos remedios por prescripción del Dr. Dörr.

Como el tribunal no tiene coacción  no se pudo obtener el informe de autopsia y esta hasta el día de hoy no ha sido conocida por la instancia judicial, lo cual llama poderosamente la atención, por cuanto que el mismo denunciado, Dr. Dörr, reconoció tenerla en su poder, sin explicar por qué tenía dicho certificado (reservado). Tampoco exhibió la ficha clínica, no obstante la solicitud formal y por escrito de la parte denunciante.

El abogado Winfried Hempel (Twitter).

Sobre todos estos puntos, no se pronuncia la sentencia. Tampoco se pronuncia mayormente sobre la circunstancia de que el denunciado quedó en rebeldía ante el juez del crimen por cuanto no compareció en dos oportunidades, estando legalmente citado, ni aún bajo apercibimiento de arresto, para explicar los certificados médicos emitidos por el facultativo.

Fue determinante también el testimonio del Dr. Biedermann, quien atiende psiquiátricamente a algunos colonos, por cuanto aseguró al tribunal, que en los años noventa solo podían ingresar a la colonia personas contactadas por el Dr. Hopp  con la finalidad de tejer “redes de poder” (sic).

La sentencia, aunque la respetamos, no se pronuncia sobre estas y otras muchas pruebas, como por ejemplo sobre la escritura pública en que consta que el Dr. Dörr constituyó una sociedad teniendo como socios a Mónica Madariaga, un guardaespaldas y la enfermera de Schäfer, entre otros, con la específica finalidad de suplir a aquella “corporación sin fines de lucro” a la cual el Ex Presidente Aylwin le puso término. Tampoco se pronuncia sobre el libro de guardia en que consta el ingreso de Dörr a la Colonia, el mismo día que el país entero estaba pendiente de las redadas policiales para atrapar a Schäfer.

La verdad, el caso Dörr es tan absurdo que confieso que hice serios esfuerzos para poder entenderlo, porque el abismo entre lo que enseña en las cátedras y su participación en el caso Colonia Dignidad me parece insalvable e inexplicable hasta el día de hoy.

Dörr en este semanario señala no entenderlo ni él mismo, como él tampoco entendería la “persecución” en su contra. Lo que no entiende es la fuerza interior que mueve no a personas libres, sino que a esclavos que se acaban de liberar. No necesitan estímulos externos como ha insinuado, ni económicos ni de otra índole. Esta fuerza, actitud, no ha de confundirse ni con odios ni con venganza, sino que, es la aspiración más íntima y legítima de obtener justicia, ni más ni menos.

Esta fuerza y sed de justicia hizo viajar al testigo Laube 16.000 kilómetros (por tierra) para dar su testimonio y aguantar en cada audiencia varias horas en la sala de espera del tribunal, soportando estoicamente los improperios y burlas que le dedicaban los acompañantes del denunciado, que distaban mucho de cierta dignidad que demostraba el acusado en las audiencias. Esta justicia, que no se hizo ante el poder judicial estatal, se logró ahora ante un tribunal de ética que aplica sanciones simbólicas, pero no por esto inocuas ni estériles.

En cuanto a la  levedad de la sanción aplicada, sorprende e indigna que esta levedad se debe a un acuerdo guisado en la cocina de la Academia Chilena de Medicina, en la cual se acordó por un lado unanimidad en la sanción, en vista de la abundante prueba rendida. Pero por otro lado se pactó que dicha levedad servirá de argumento para salir de la aporía en la cual estaba puesto el gremio médico (profundamente dividido), es decir, que servirá de base para seguir con el procedimiento y “justificar” otorgar el Premio Nacional de Medicina. Esto es una mácula indeleble para el premio, y, también, para los propios miembros del comité que lo otorgan. Dicha decisión baja el estándar ético para todos los médicos, constituye una defensa corporativa insólita y prueba que el temor reverencial individual y la amistocracia colectiva pesan más que la sana crítica.

También satisface, sin embargo, que el Dr. Dörr haya perdido ante la justicia ordinaria, sendos recursos ante la I. Corte de Apelaciones y E. Corte Suprema donde pretendía eludir el juicio ético.

Queda la incógnita para siempre de cómo el Dr. Dörr defendió lo indefendible, lo que él mismo hoy no logra explicar. Quizás en la soledad de sí mismo, una vez desarrollada la capacidad de estar solo y en silencio, soledad que él tilda de un mal social, se entenderá algún día a sí mismo.

Pero de lo que tengo absoluta certeza, es que cada vez que mirará el Premio Nacional de Medicina en algún lugar destacado de su casa (si lo obtiene en definitiva) necesariamente ha de recordarse de las víctimas de la ex Colonia Dignidad, porque lo que más te esfuerzas en olvidar nunca lo olvidarás.

Fuente: https://www.theclinic.cl/2019/10/10/abogado-de-victimas-de-colonia-dignidad-responde-a-otto-dorr-justicia-simbolica/
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Otto Dörr, premio Nacional de Medicina 2018: “También soy una víctima de Colonia Dignidad”

“Detrás de todo esto hay un intento premeditado de enlodar mi imagen”, dijo a The Clinic en abril del año pasado, cuando se detuvo la entrega del premio Nacional de Medicina por las denuncias de agrupaciones vinculadas a DDHH por su supuesta vinculación con Colonia Dignidad. Se le acusó de pertenecer al círculo de Paul Schäfer y de prescribir psicofármacos a los colonos, entre otros cargos desestimados por el Tribunal de Ética del Colegio Médico, que hace un par de semanas lo amonestó con dos sanciones y le dio el vamos a la entrega del importante reconocimiento. Acá, después de los 18 meses que duró el juicio, Otto Dörr (82), -profesor Titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Doctor en Medicina y especialista en Psiquiatría, Neurología y Psicoterapia en la Universidad de Heidelberg en Alemania y Maestro de la Psiquiatría chilena-, se refiere a los detalles del proceso y su defensa, a la vez que profundiza en los temas que le son recurrentes en torno al estudio de la naturaleza humana, la importancia de la figura paterna, los peligros de la sobremedicación, las drogas, la importancia de la familia constituida por un hombre, una mujer e hijos, y la definición del delirio como una verdad solitaria. De paso, desestima que estemos en presencia de una crisis de salud mental. La banalización del dolor como condición de la identidad humana, sostiene, es un peligro.

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“Al brillante doctor Otto Dörr no le llamó la atención que los hombres estuvieran separados de las mujeres, que los niños no pudieran estar con sus padres. No reparó en ser parte de ese equipo cuando eran de conocimiento público las denuncias por secuestros, torturas, homicidios, ya ventiladas por los familiares tanto en Chile como en Alemania”, señaló, entre otras graves acusaciones, la Agrupación de ex Presos Políticos de Colonia Dignidad. Así las cosas, el premio Nacional de Medicina debió esperar un año y medio hasta ver la luz, asunto que sucedió el pasado 11 de septiembre, cuando en un fallo de 78 páginas, el Tribunal de Ética del Colegio Médico resolvió amonestarlo por dos faltas, pero ninguna relacionada con alguna forma de atropello a los Derechos Humanos.

¿En algún momento pensó que no le otorgarían el premio?

No, yo estaba confiado, porque tenía mi conciencia tranquila. Nunca fui pesimista porque yo sabía que no tenían nada que demostrarme y así fue. Quedó comprobado que yo no trabajé en el hospital de Colonia Dignidad, que nunca le prescribí psicofármacos a los colonos, que jamás tuve contactos durante el gobierno militar con ellos y que nunca fui amigo ni miembro del “círculo de hierro” de Paul Schäfer, porque nunca conocí a Schäfer . Entonces sí, fue un juicio largo y odioso, pero mis testigos fueron muy buenos, entre ellos personas que yo había ayudado en medio de la represión del Gobierno Militar. Se dejó constancia que, por ejemplo, fui yo quien hizo el discurso en la primera manifestación en contra del gobierno, realizada en el año 84 al interior del Hospital Psiquiátrico cuando nadie quería asumir esa responsabilidad.

Y ese discurso ¿de qué hablaba?

De la ética médica y la gravedad que tenía el hecho que algunos colegas hubieran participado en la represión, porque era una doble traición al ejercicio médico. Hice una referencia explícita a la participación de médicos en torturas y dije que era un asunto absolutamente inaceptable. Otra de mis testigos en el juicio fue la Dra. Mireya Castro, cuyo marido, médico dermatólogo, estaba preso por haber atendido a un terrorista y no haberlo denunciado. Su esposa me pidió si yo podía hacer un informe, -así como los informes en derecho, pero en términos de la ética médica-, que señalara por qué el Dr. Olivares tenía que brindarle atención médica a esta persona y por qué no debía denunciarlo. Ese informe fue importante para que lo liberaran. Bueno, él y su señora, fueron a declarar a mi favor. Estuvo también Julio Donoso, hijo de Paulina Viollier, la segunda esposa de Carlos Altamirano. Él dijo lo mismo en una entrevista en El Mercurio, que yo me “había jugado el pellejo” al ocultar a su madre en una clínica psiquiátrica, porque de lo contrario, su mamá hubiera caído en las manos de Manuel Contreras y la DINA, y la hubieran matado o usado como canje para que Altamirano se entregara. A mí me contactó un hermano de Paulina pidiéndome ayuda, y se me ocurrió esconderla en una clínica psiquiátrica hasta que se le consiguió asilo en la embajada de Venezuela.

¿Cómo se gestó su declaración?

Julio sabía que esto había sucedido, pero no sabía que era yo quien ayudó a su madre, porque yo nunca conté el episodio. Y así, él se transformó en el mayor defensor mío. De este tenor fueron mis testigos. Otro fue el Dr. Ricardo Vacarezza, que fue Presidente del Colegio Médico y, en su momento, Presidente de la misma Comisión de Ética que me estaba juzgando. Otro testigo muy importante fue el Dr. Niels Biedermann, psiquiatra de los sobrevivientes de Colonia Dignidad, quien aseguró que jamás, en los 14 años que lleva trabajando con ellos, había escuchado mencionar siquiera mi nombre. Hoy puedo decir que tuve muy buenos testigos, pero, y paradójicamente, quizás si los que más me ayudaron, fueron los de los mismos acusadores. Así por ejemplo, ellos llevaron a una enfermera que había trabajado muchos años en el Hospital de Villa Baviera y que, cuando se le preguntó cuántas veces me había visto en el Hospital, su respuesta fue: “Nunca”.

¿Nunca pensó en renunciar al premio? 

No, porque habría significado aceptar que había cometido algún delito. Siempre traté de estar lúcido, pensando en los próximos pasos que había que dar y muy sostenido por mis hijas, las que realmente me impresionaron por su fuerza, persistencia, inteligencia y capacidad de acción. Además, me sentí muy defendido por los colegas: hay una carta de apoyo firmada por 400 médicos, una buena parte profesores de las principales Universidades del país, y entre los cuales hay también 28 catedráticos de psiquiatría de las principales Universidades del mundo, como Harvard, Oxford, Yale, Heidelberg, München, Madrid, Sao Paulo, Buenos Aires, etc.

Usted recibió dos amonestaciones, una por decirle homosexual y no pederasta a Schäfer…

Era otro momento histórico, el movimiento gay no existía con la presencia de hoy; tampoco el Movilh y, además, él no estaba condenado todavía. La condena vino recién en el 2005, y la entrevista en que yo hablo de él como de un “anciano homosexual” es de 1997. Debo decir además que, en esa entrevista de Ercilla, se tergiversaron mis palabras porque hay una respuesta mía completamente incoherente. Y la incoherencia en el manejo del español no puede ser una característica mía desde el momento en que he sido capaz de traducir del alemán – y con bastante éxito de crítica – a poetas tan complejos como Rainer Maria Rilke.

La otra por su negligencia en el proceder con el caso del colono Hans Stricker…

A este colono yo lo vi sólo en dos oportunidades, el 27 de marzo y el 29 de abril de 1996. Afortunadamente conservo la ficha clínica, la que curiosamente el Comité de Ética que me juzgó no se interesó en leer. Él padecía de una patología psiquiátrica severa (que no es el caso detallar aquí) y le prescribí el tratamiento que estimé el más adecuado. Además, le di un certificado de reposo porque lo estimé absolutamente necesario. Seis años y ocho meses después de la última entrevista, el paciente se cayó de un trabajo en altura y falleció. En la autopsia le encontraron una benzodiazepina en la sangre, medicamento que yo no le había prescrito. No sé cómo los denunciantes pudieron vincular su muerte con mi intervención terapéutica tantos años antes.

Lo más suave que se ha dicho de usted es que fue iluso. ¿Pecó de ingenuo al defender Colonia Dignidad ignorando los crímenes que ahí se cometían?

Claro, a ver cómo le digo: yo, desde chico, y no sé por qué, tuve una especial sensibilidad ante la injusticia y la gente perseguida, y así es como de joven, en Alemania, me interesé mucho en estudiar el tema de la Resistencia contra el nazismo, porque pocas veces en la historia se ha visto una persecución tan brutal como la que sufrieron sus miembros. Cuando conozco Villa Baviera, a fines de 1994, a invitación del Dr. Hopp, y me encuentro con ese mundo diferente, de personas que hacían una vida comunitaria, ecológica, al margen en lo posible, de las consecuencias perversas del imperio de la técnica, y me cuentan que no han parado de hacerles juicios por los más distintos motivos, y que la mitad de lo que ellos producen lo gastan en abogados, que les van a cerrar el Hospital, que no los dejan vivir esa vida con la que ellos están contentos, etc., etc., sentí que tenía que hacer algo por los colonos que, en ese momento, con la información que tenía, me parecía que estaban siendo acosados y perseguidos por el Estado de Chile. Y acepté participar en un grupo de “personalidades” (había senadores, diputados, empresarios, médicos, etc.) que buscaría con el gobierno del, entonces, presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle, una fórmula legal para que el Hospital pudiese seguir funcionando. Ese fue mi primer “pecado”. Al final, el grupo nunca se constituyó y la gestión fracasó. Esto ocurrió a principios de 1995. Mi segundo “pecado” fue una carta que envié al Mercurio, en diciembre de 1996, reclamando por un allanamiento muy duro que habían sufrido los colonos en noviembre. Pocos días antes había aparecido una declaración de 15 senadores de la República reclamando por lo mismo. La segunda carta al Mercurio apareció en junio de 1997, y en ella vuelvo a llamar la atención sobre los allanamientos, cada vez más duros, y, en esos meses, provocados por la búsqueda del Sr. Schäfer que se había fugado al ser citado a declarar.

¿Reconoce al menos que fue ingenuo?

Reconozco que fui ingenuo porque, en las tres visitas turísticas que hice en esos años, no supe leer detrás de las apariencias del mundo idílico que ellos querían representar. Además, lo negaban todo. En mi última visita, de abril de 1998, en calidad de intérprete alemán-inglés para el periodista de la BBC de Londres, Guy Smith, pudimos conversar al menos con 10 colonas y colonos solos, sin la presencia del Dr. Hopp u otra autoridad, y les planteamos nuestras dudas sobre el estilo de vida y sobre los rumores de lo que había ocurrido en el pasado, y todos sin excepción afirmaron que se trataba de falsedades y que desde hacía más de 30 años que estaban sometidos a una sistemática persecución.

Ahora bien, el error de mis acusadores es que suponen que en esa época se había demostrado ya la existencia de víctimas internas y, en el pasado, de víctimas externas. La dimensión de lo que había ocurrido al interior se conoció recién con la intervención del año 2005, y las primeras condenas que implicaban la demostración de que en 1974 los jerarcas habían colaborado con las fuerzas represivas de la Dictadura, torturando y asesinando gente, son del año 2013.

Hoy día, después del premio, después de todo lo que ha pasado, ¿Qué piensa cuando piensa en Colonia Dignidad? 

Yo creo que eso fue una secta y las sectas son terroríficas y peligrosísimas. La sociedad debería meditar sobre eso y tomar medidas frente a ellas desde un principio. Yo he podido saber mucho más de lo que pasó ahí gracias al doctor Biedermann, psiquiatra de los colonos. Era una secta fanática. Imagínese que creían que este viejo perverso era un semi dios y que dependía de él si venía el fin del mundo o no, una cosa absolutamente disparatada. Súmele el método de no permitir en los niños la génesis de la identidad ni tampoco de crear lazos; era gente totalmente sometida, esclavizada, abusada, etc. Sigo sin entender por qué, si había sospechas desde los años 60, nadie hizo nada durante 4 décadas. Imagínese que ya a mediados de los 60 un tipo se arrancó y dijo que lo había violado Schäfer y nadie le hizo caso en Alemania ni en Chile. Se hicieron, sí, varias investigaciones que no condujeron a ningún resultado: una comisión de quince parlamentarios en 1969, otra de 2 ministros en visita de la Corte Suprema en 1989, etc. La única que dio algún resultado fue la que dirigió el diputado Viera-Gallo en 1997, pero aún así sus conclusiones se refieren a las anomalías en la estructura familiar, a la falta de libertad de movimiento, a la falta de información, etc. En una declaración a la prensa del diputado, no hay una sola mención de los crímenes cometidos ahí durante el Gobierno Militar. Todo el mundo negaba todo. Todo era un secreto incluso adentro no se sabía lo que pasaba en realidad, como me ha contado el Dr. Biedermann. Así, cuando este tipo se hacía llevar jovencitos, los demás colonos creían que iban a ser premiados, a recibir chocolates o libros, etc. O sea, era un mundo muy parecido a lo que he investigado sobre el mundo nazi. Allá tampoco había prensa ni radio ni libros y los teléfonos estaban intervenidos. Acá no tenían ni siquiera la estructura mental como para hacer oposición, porque no estaban, sino que eran seres totalmente sometidos.

Usted ha dicho algunas veces “me engañaron o me engañé”. Razonamientos preexistentes, voluntarismo, memoria… ¿Qué fue lo que a usted lo hizo ver sólo parte de las circunstancias?

Primero lo que ya he señalado, segundo, mi cultura ecológica: en esos años yo andaba con el tema de la ecología en la cabeza y cuando me encuentro por primera vez, en diciembre del 94, con esta comunidad que no participaba del mundo tecnológico, que no bebían alcohol, ni Coca Cola, ni tenían televisión, gente trabajadora, deportista y musical, con sus caras sonrientes, todos en apariencia felices, etc.,  no podía sino hacerme una buena impresión.

¿Es usted también una víctima de Colonia Dignidad? 

Yo soy también una víctima. En ese lugar se concentró el mal en forma diabólica y contaminó en una u otra forma a todo aquel que tuvo algo que ver con él. Es tan anormal la estupidez mía de no haberme dado cuenta lo que se escondía detrás de las apariencias, como la forma en que me ha perseguido el Sr. Hempel, sin haberme conocido jamás y atribuyéndome todos los crímenes imaginables.

Ahora bien, en la victimización hay que distinguir grados. El extremo de la victimización es la tortura. Las relaciones humanas, el encuentro interpersonal, se basan en la simetría, en la igual dignidad que se reconocen el uno al otro. Y lo que ocurre en la situación de tortura, es la total asimetría: Uno tiene todo el poder y el otro ninguno. Después, la situación está rodeada de falsedad, porque es mentira el cargo que te hicieron, es mentira que están torturando a tu mujer en la pieza de al lado, es mentira que te acusó un amigo, etc. Y luego, la alteración del tiempo y del espacio, que son dimensiones básicas de la condición humana, también contribuye a que la experiencia de tortura deje huellas imborrables e incluso cambios de personalidad. Pero también hay grados menores de victimización, donde la asimetría no es tan extrema, como los que se viven en las sectas y, muy en particular, al interior de Colonia Dignidad.

¿Qué tipo de víctima es usted? 

Una víctima indirecta. Ya lo dije, Colonia Dignidad concentró el mal de tal manera que llegó a contaminar todo alrededor y yo fui contaminado al creerlos inocentes y además caí en las manos de estos acusadores justicieros, que hablan de “ni perdón ni olvido”, y que son capaces de injuriar a una persona – como lo han hecho conmigo – y no sólo sin cuestionarse en ningún momento la veracidad de sus imputaciones, sino que sintiéndose unos héroes al hacerlo.

¿Por qué usted? 

Bueno, ahí es donde caemos en el misterio. No lo sé. No sé quién está detrás de todo esto. Yo también me pregunto por qué esperaron tantos años, por qué no me empezaron a perseguir antes si pensaban que yo había sido torturador o colaborador de Schäfer. Lo que sí puedo afirmar es que lo que más me ha impresionado de toda esta historia es el haber sentido el odio gratuito de personas que yo no conozco, incluidos supuestos defensores de los Derechos Humanos. Y esa sensación de ser odiado por alguien que uno no conoce y a quien uno no le ha hecho nada es como estar viviendo una situación kafkiana.

UN ASUNTO DE HONOR

¿Cómo recibe el premio hoy después de un año y medio de espera? 

Un amigo muy inteligente, abogado, me dijo: “yo que tú renunciaría y me ahorraría todo este desagrado”, pero fíjese que yo me dije: “si yo renuncio, es una forma tácita de aceptar que cometí algún delito”. Mire, un hombre tan respetable como el Dr. Salvador Allende hizo en 1953 un discurso en honor a Stalin, donde lo puso por las nubes, como el padre universal, el modelo de todos los modelos, y solo 3 años después su mismo sucesor, Nikita Kruschev, lo denunció como un gran criminal. Y, sin embargo, nadie le reprochó nada a Salvador Allende; por el contrario, él tiene una merecida estatua en la Plaza de la Constitución. Entonces, yo di mi opinión, pensé que Colonia Dignidad era una comunidad ecológica, de personas bien intencionadas y resultó que estaba manejada por un sujeto extremadamente perverso, que los tenía a todos dominados e infantilizados, que pasaban las cosas más horribles adentro y yo, bueno, me equivoqué. Yo no hice nada más que emitir una opinión errada. Uno es responsable de sus actos, pero con las opiniones se puede equivocar; es parte de la condición humana.

¿Qué significa el premio hoy día para usted?

Mire, significa que se limpió mi nombre, que ninguna de las cosas que se me imputaron, fuera de los dos cargos que me hizo el Comité de Ética – y que, como vimos, son totalmente discutibles-, era verdadera. Significa, fundamentalmente un asunto de honor. Mire, si quiere que le diga la verdad, yo nunca encontré que tenía méritos para un reconocimiento tan importante como este Premio y que, además, viene de los pares y no del gobierno de turno.

¿Por qué?

No me puedo comparar con otros premiados, como el Dr. Julio Meneghello, por ejemplo, que fue el gran maestro de la pediatría latinoamericana y escribió un tratado que se usa en todo el mundo hispanoparlante, o como el doctor Helmut Jaeger, que introdujo en Chile la cirugía cardiaca en los niños. También los otros premiados, algunos de los cuales viven todavía, han sido médicos muy notables y yo me siento de otro nivel. En todo caso, estoy muy agradecido de mis colegas de la Academia de Medicina y de los de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía, que son las dos instituciones que con más insistencia me postularon.

EL SER HUMANO COMO UN TODO

De su carrera, ¿qué es lo que le gustaría poner en valor? ¿Su trabajo aquí en el Hospital Psiquiátrico, su aporte en el tema de los desórdenes alimenticios?

Dos cosas completamente distintas la una de la otra. Creo que yo he representado en Chile una psiquiatría que aprendí en la Alemania de posguerra, que se llama “psiquiatría antropológica”, vale decir, una psiquiatría que toma al ser humano como una totalidad y no como un juego de instintos más o menos ciegos, como ocurre en el psicoanálisis, ni tampoco como mero producto de mecanismos neurobiológicos. Esta psiquiatría pretende captar lo esencial de los cuadros psicopatológicos a través del método fenomenológico, desarrollado por Husserl y Heidegger en Alemania, y luego por Sartre y Merleau-Ponty en Francia. Es una psiquiatría respetuosa de la complejidad y singularidad del fenómeno humano, y afortunadamente está volviendo a surgir después de décadas de dominio sin contrapeso de la psiquiatría biológica americana. Es una psiquiatría pensante que se plantea las cosas a fondo. Considere usted que el famoso DSM-V, tratado en el que se basa la teoría y práctica  de la psiquiatría americana, define al delirio como una “afirmación incorrecta”, cuando se trata de un fenómeno infinitamente complejo. Yo he trabajado un poco el tema de las relaciones entre el delirio y la verdad y algo de eso conversamos la otra vez…

Sí, y me dijo que un delirio es una verdad solitaria… 

Una verdad solitaria, claro, porque la verdad es siempre compartida. Yo no tengo ninguna posibilidad de saber si lo que estoy percibiendo corresponde a la verdad o no, porque podría ser que mi sistema perceptivo estuviese alterado. Entonces, tengo que estar constantemente acudiendo al otro para que me confirme la verdad de lo que estoy viendo, oyendo o sintiendo. Esto se manifiesta en el lenguaje cotidiano: “¿No es cierto?” o “you know?”. La verdad se constituye en el “entre”. El paciente esquizofrénico puede llegar a un tipo de soledad que le impide constituir la verdad con el otro, entonces aparecen estas ideas que llamamos “delirantes”. También participa en el delirio la incapacidad de asumir la perspectiva del otro, llamado “intercambio de perspectivas”: Yo intento mirar el mundo desde la perspectiva del otro y el otro desde la mía, y esa capacidad es también la conditio sine qua non del verdadero diálogo y, por cierto, de los acuerdos. Lo que quiero decir con esto es que el fenómeno del delirio es algo muy complejo y no un mero error.

Y ahí descansa la psiquiatría antropológica… 

Claro, porque no hace esta división entre lo psicológico y lo biológico. Ahora, los psiquiatras biológicos reciben al paciente, le escuchan los síntomas, le prescriben fármacos y lo mandan al psicólogo. Eso no debiera ser así: todo psiquiatra debería tener formación psicoterapéutica. En rigor la debería tener todo médico. Recuerdo ese maravilloso diálogo de Platón, el “Cármides”, cuando el joven Cármides llega a hablar con Sócrates y le dice algo así: “Mira, Sócrates, fíjate que estoy con unos dolores de cabeza espantosos, ¿por qué no me das un fármaco para que se me pasen?”. Entonces, Sócrates le dice: “Conocí a una médica muy famosa de Tracia que me enseñó que el fármaco no hacía ningún efecto si antes tú no le entregas el alma al médico que te atiende. De manera, Cármides, que primero tienes que abrirte y entregarme tu alma para que yo la alivie con algunos ensalmos y después yo te podría aplicar el fármaco que te quitará los dolores de cabeza”. O sea, la medicina fue psicoterapéutica desde sus inicios en Grecia. Entonces, esta separación entre lo psicológico y lo biológico es un disparate. Una buena parte de la grandiosa obra científica de ese genio extraordinario que fue Francisco Varela, que murió tan prematuramente, estuvo dedicada a lo que él llamó la “neuro-fenomenología”, es decir, de cómo unir la fenomenología como método intuitivo de conocimiento, con el funcionamiento neuronal, de cómo llegar a llenar ese abismo hasta ahora infranqueable entre la subjetividad y el funcionamiento nervioso.

¿Cuál es su segundo gran aporte?

La ecología, aunque en realidad no es ningún aporte, porque no soy físico ni especialista en estudios de la atmósfera, sino que me adelanté en varias décadas en la preocupación por el cambio climático. Ya en 1989 publiqué un trabajo que se llama “Economía y Ecología” y que habla de cómo la economía nace, en Grecia, junto con la ecología y después se separan. Y esa separación ha sido fatal. Usted ve en la catástrofe ambiental en la que estamos metidos ahora. Cuando me echaron de la Universidad de Chile en 1976, me fui a Alemania y allá, trabajando en la Universidad de Heidelberg, conocí por casualidad a un filósofo muy interesante, Hans Fischer-Barnicol, que había fundado un Instituto de Investigaciones Interculturales e Interdisciplinarias, al que me invitó a participar. En ese círculo se juntaban todo  tipo de especialistas, como filósofos, científicos, médicos, historiadores, teólogos, etc . Y ahí escuché hablar por primera vez del cambio climático. Corría el año 1979. Años más tarde volví a Chile y organicé, en la Universidad Diego Portales, un Symposium sobre el tema, al que invité a uno de los físicos, Gerd Hartmann, que había conocido en Alemania. Se habló de la contaminación en Santiago – que en ese tiempo era mucho peor que ahora – y del paulatino momento del CO2 en la atmósfera y la inevitable elevación de la temperatura que le seguiría. Ese encuentro no tuvo ninguna repercusión. De vez en cuando he vuelto sobre el tema con artículos de opinión en El Mercurio. Insisto, esto no es de ninguna manera un aporte mío, sino más bien me reconozco el hecho de haber advertido, con la ingenuidad del no especialista, sobre los peligros que este aumento antropogénico del CO2 podía llegar a significar para la vida en la Tierra.

EL SUFRIMIENTO

Siempre se destaca su aporte a la investigación de los trastornos alimenticios en las mujeres. 

En efecto, fui el primero en describir la bulimia como una enfermedad independiente. Pero encuentro de mayor interés el volver a esta visión abarcadora de la psiquiatría que he llamado,  con un adjetivo un tanto redundante, “antropológica”, y esto por los peligros que encierra una psiquiatría pragmática y sin espíritu.

¿Cómo así?

Una psiquiatría que, frente al dolor humano, se limita a prescribir fármacos. Ahora bien, no es que esté en contra de los psicofármacos. Ellos son una maravilla. Piense usted que, en gran parte debido a ellos, hemos logrado mejorar casi el 100% de las depresiones y alrededor del 70% de las esquizofrenias. Pero el problema estriba en que se le están prescribiendo medicamentos a personas que no están enfermas, sino que están sufriendo, que es algo diferente a estar enfermo.

La banalización del dolor, como usted ha sostenido… 

Exactamente. No se acepta el dolor ni el sufrimiento. Y el dolor no físico, el dolor del alma, es parte de la condición humana; el ser humano es un ser sufriente por naturaleza y no tiene otra posibilidad sino serlo.

¿Cuáles son los efectos de esta banalización del dolor y la sobre medicación?

Es muy nocivo. ¿Acaso no es parte de la vida el tener fracasos amorosos, pérdidas de familiares o amigos, sufrir injusticias, enfermedades, etc.? El dolor es parte de la existencia. ¿Por qué tratamos el sufrimiento como una patología cuando no lo es? El gran poeta austríaco, Rainer Maria Rilke, dice en la Décima Elegía del Duino que el sufrimiento es “nuestro follaje invernal y perenne” y, un poco antes en la misma Elegía, y refiriéndose a las “noches de aflicción”, afirma: “que no os haya acogido de rodillas, hermanas inconsolables”.

¿Usted cree que estamos atravesando hoy una crisis de salud mental como sostienen muchos psiquiatras? 

Mire, las grandes patologías psiquiátricas se dan más o menos igual en todo el mundo. La esquizofrenia es una patología que padece el 1% de la población aquí, en Japón y en Alaska. La psicosis maníaco-depresiva, mal llamada bipolaridad, también afecta a otro 1% de la población mundial. Y hay muchas enfermedades más fuera de estas dos, y lo que ocurre es que no estamos dando abasto con el presupuesto de salud mental que manejamos en el país: sólo el 2,8% del presupuesto de salud, cuando lo normal en los países civilizados es el 8%.

Pero se habla de una crisis de salud por las depresiones, las crisis de pánico, el estrés, la sobrecarga académica… Hay como un malestar generalizado que tiene que ver con un estado de infelicidad. Se dice que uno de cada cuatro chilenos padece una enfermedad mental. 

Eso es falso de falsedad absoluta. De ninguna manera, eso es puro sobrediagnóstico. A cualquiera le diagnostican crisis de pánico o depresión, sin que la padezca realmente. La depresión es una enfermedad hecha y derecha con una incapacidad generalizada, con alteración de todos los ritmos biológicos y múltiples síntomas físicos. Se alteran todas las dimensiones de lo humano: la corporalidad, la temporalidad, la espacialidad, la intersubjetividad. En cambio, no es enfermedad el que alguien lo esté pasando mal o esté triste por exceso de estudio o porque la novia lo dejó o porque le pagan poco en el trabajo y tiene deudas… etc. Sentirse infeliz, frustrado o fracasado, no constituye una patología.

PELIGRO SUICIDA

¿Qué opina del tema que pusieron los estudiantes de arquitectura con respecto a la sobrecarga académica? 

Creo que este tipo de quejas no se habían visto nunca en la historia. Desde siempre el  estudio universitario ha requerido un gran esfuerzo. Lo que pasa es que la enseñanza básica y media es tan mala, que los jóvenes llegan en muy malas condiciones a la universidad. Entonces, se sienten incapaces porque no tienen el background mínimo de conocimientos, de cultura, para poder enfrentar estudios superiores.

Hay otros estudios que mencionan los psiquiatras que hablan de crisis en la salud mental, que dicen que la salud mental de los niños en Chile es nefasta… 

No conozco esos estudios, pero lo que sí puedo decir al respecto es que los niños están siendo educados en un ambiente muy poco natural. Como los padres no están la mayor parte del tiempo en casa, los niños se encuentran entregados a la televisión, los videojuegos, el teléfono celular, etc. y está científicamente demostrado que eso produce un descenso de las capacidades cognitivas, fenómeno que se ha llamado “demencia digital”. Detrás de todo esto, está fallando el hogar. El 71% de los niños están naciendo fuera del matrimonio, en hogares desarmados, generalmente sin padre. Entonces, estos niños carecen de los elementos básicos para su desarrollo físico y mental.

 

¿Qué me dice del aumento en la tasa de suicidios en adultos mayores? ¿Eso no se había visto, o sí? 

No, lo que pasa es que la gente está viviendo más. Imagínese que cuando yo estudiaba medicina la expectativa de vida era de 59 años y ahora estamos en 80. Entonces, la probabilidad estadística de que haya personas que se quedan solas es más alta. Los que representan un mayor peligro son los hombres, porque las mujeres se suicidan menos. La combinación de varón solo, jubilado y con depresión encierra una alta probabilidad de suicidio. Imagínese lo que va a pasar en el futuro, cuando envejezcan los jóvenes que hoy no se están casando ni teniendo hijos. Van a llegar a los 80 años sin red de apoyo alguna, y la soledad es uno de los factores que más favorece el suicidio.

¿Cómo se explica el aumento de los suicidios? 

Mire, yo estudié el tema hace 30 años atrás, y no me he vuelto a preocupar del asunto en forma detallada. En ese tiempo Chile tenía una tasa relativamente baja de suicidios, como ocurre con los países católicos en comparación con los luteranos del norte de Europa y con los no creyentes (como eran antes los países de Europa del Este y donde las tasas eran las más altas del mundo). Pero al parecer el suicidio en todas las edades ha aumentado en Chile. Lo que sí sé, es que en los jóvenes el alza en los suicidios está directamente relacionada con el consumo de droga. A esto habría que agregar la llamada “personalidad limítrofe”, que es – como la droga – otro producto de la posmodernidad. Se trata de personalidades con una identidad muy frágil, emocionalmente muy inmaduras, impulsivas y con una absoluta intolerancia a la frustración. Yo atendí una paciente cuyo novio se mató después de una ruptura con ella. Y supe de otro joven que se mató porque le fue mal en un examen. Hasta ese extremo llega la intolerancia a la frustración.

Pero se supone que el suicidio es multifactorial, ¿o no?

Sí, por supuesto, lo que digo es que esta intolerancia a la frustración es muy alarmante. Si usted le agrega a eso un poquito de marihuana o alcohol, ahí la cosa se multiplica. El problema de salud mental en la juventud en Chile es la droga. Y es una cuestión gravísima, porque la marihuana afecta profundamente la capacidad intelectual, la capacidad de jerarquizar, de planificar, de tener iniciativa y de regular las emociones. Es un drama. Bueno, por primera vez observo que un gobierno está tratando de hacer algo al intentar aplicar el método creado tan exitosamente en Islandia.

¿Funcionará el método islandés en un país como Chile cruzado por la desigualdad? Pongo el transporte, el tiempo, la salud y vivienda sobre la mesa… 

Hay que pensar en términos históricos. Hace 30 o 40 años, teníamos un 40% de pobreza y hoy hay un 11%. Y la miseria es de un 3% o menos. O sea que se ha progresado, se ha dado un salto enorme.

Ahora, yo soy muy viejo y viví en un país, aparentemente, mucho mejor que el de ahora, más culto, más educado, más bonito, más amigable. La esquina de Ahumada con Huérfanos era lo más elegante que se pueda imaginar y no había delincuencia. A veces siento que todo ha cambiado para peor, porque este progreso económico, este acceso a los bienes materiales que tiene ahora prácticamente toda la población no ha ido aparejado con educación y cultura. Sin embargo, en esa época casi la mitad de la población vivía en un nivel de pobreza y más o menos marginada. Es por eso que digo que, a pesar de esos elementos negativos que mencionaba, el país, la sociedad entera, ha progresado muchísimo en los últimos 30 a 40 años. ¿Por qué entonces dudar de que va a llegar el momento en que seamos capaces de progresar también culturalmente y acercarnos a un mundo sin droga y sin delincuencia?

UN PROBLEMA DE LÍMITES

¿Cuáles son los elementos básicos para el desarrollo infantil? Usted es muy enfático en señalar que la figura paterna es muy importante. 

Sí, es muy importante. Bueno, la materna obviamente más aún. Nunca he conocido a alguien que haya perdido a su madre antes de la pubertad y que no haya quedado dañado de por vida. Es un trauma que no se puede superar. Bueno, la madre es fundamental, pero el padre tiene un rol esencial, porque es quien permite la identidad, que el niño se separe de la madre. Es el proceso que se llama “triangulación” y su ausencia, aquí en Chile, está resultando dramática. Entre otras cosas, esta falta del padre se manifiesta como una crisis de autoridad. Qué lejos estamos del pater familias romano y su rol como sostén, plataforma, seguridad e identidad. Ahora, esto se ha dado en Chile en forma exagerada, pero también en Occidente en general. Yo recuerdo que en la revolución estudiantil del 68 en París, una de las leyendas más frecuentes que escribían los jóvenes en las murallas era “el padre está podrido”, es decir, detrás de esa aparente rebelión contra la autoridad y la figura del padre que mostraba esa revolución, se escondía una añoranza por un verdadero padre.

¿Eso de la figura del padre no estará ya en la lógica de otro tipo de sociedad? Le pregunto a raíz de la diversidad de formas de familia…

Yo creo que el padre es irremplazable. Bueno, si hay un hogar homoparental, también va a existir triangularidad, pero va a ser más imperfecta, porque va a faltar la polaridad entre lo femenino y lo masculino. La naturaleza es perfecta, y por algo generó un padre y una madre y eso no va a ser fácil de cambiar, porque corremos el riesgo de que situaciones desastrosas como el SENAME, la drogadicción, la delincuencia infantil y la juvenil sigan aumentando.

¿Cómo ha observado lo del Instituto Nacional? 

Es el resultado del proceso de ir traspasando los límites, de eso que los bioeticistas alemanes, y a propósito de la eutanasia, han llamado Entgrenzung (progresiva pérdida de límites). Manifestaciones ha habido siempre, pero tienen que ser pacíficas y civilizadas. Recuerde cuando los encapuchados arrasaban con las iglesias, los monumentos, las casas y los negocios. Y hubo permisividad y la peor fue la de las capuchas. Yo no entiendo cómo en este país no se prohíbe la capucha. Y el que se ponga una, está cometiendo un delito. Ahora esperan sacar una foto justo en el momento en que el sujeto se saca la capucha para saber quién es. Absurdo. He escrito sobre eso también. Se trata de vandalismo puro. Ir provocando, provocando y sobrepasando cada vez nuevos límites.

¿Qué falta ahí? 

Hay una falta absoluta de autoridad. Pero autoridad no significa imposición o dominio irracional. La palabra autoridad viene del latín auctoritas que deriva de augere, que significa “crecer” ; vale decir, la auténtica autoridad es aquella que hace crecer a aquel sobre quien se ejerce. Y la obediencia (a la autoridad) no significa tampoco un sometimiento ciego, sino un reconocer la voz (ob-audire) del que me hace crecer. Ahora, ocurre que el ser humano, a diferencia del resto de los animales, no tiene mecanismos automáticos de control de la conducta. Todos los animales son perfectos; no existen animales asesinos ni animales ladrones ni malos, porque viven en una integración perfecta con la naturaleza y con sus ritmos. En la evolución sucede un fenómeno misterioso e inexplicable y es que el cerebro pierde todos los mecanismos reflejos de control automático de la conducta dentro de la especie. El crimen aparece con el hombre, y así lo atestiguan los mitos, el de Caín y Abel, por ejemplo. ¿Por qué es así? Porque es el precio de la libertad. Para poder ser santos o héroes tenemos que tener la posibilidad de ser villanos. Eso significa que todos los principios de convivencia deben ser aprendidos desde el exterior, de ahí viene la norma y la importancia de aprenderla y obedecerla. El hombre carece de autocontrol, entonces tiene que estar sometido a normas y si se permite que las normas se atropellen impunemente, va a aparecer la bestia, que fue lo que pasó con el nazismo. El nazismo es un ejemplo de muchas cosas extremas, y una es el traspaso de los límites, como lo dije en un artículo reciente sobre la eutanasia.

Usted se opone a la eutanasia…

Claro, y cito el nazismo para vislumbrar la puerta que se abre con la eutanasia. Primero, busquemos promover el nacimiento de niños inteligentes. Segundo paso, limitemos el matrimonio de la gente poco inteligente. Tercer paso, ¿y por qué no esterilizamos a la gente poco inteligente? Cuarto paso, ¿y por qué no esterilizamos a los enfermos mentales que traen “malos genes”? Quinto paso, ¿y por qué no mejor los exterminamos? Ese fue exactamente el camino que recorrió la eutanasia en la Alemania nazi. De la eugenesia se pasó, imperceptiblemente, a la eutanasia: 250 mil enfermos mentales fueron asesinados entre 1940 y 1945. Antes, entre 1933 y 1940, 360 mil habían sido esterilizados contra su voluntad.

¿Por qué ve la eutanasia desde esa perspectiva? ¿No es, como se ha planteado, un acto compasivo?

No, porque, en primer lugar, la medicina paliativa hoy día es capaz de aliviar cualquier dolor. En segundo lugar, existe la eutanasia pasiva que se ha aceptado desde Hipócrates, y que consiste en no aplicar ningún método extraordinario y dejar que la naturaleza haga su trabajo. El problema es la eutanasia activa, en la cual el médico está llamado a matar, a intervenir quitándole la vida al paciente. Y ahí viene el problema de los límites como lo hablábamos.

¿No somos acaso los dueños de nuestras vidas?

Mire, así empiezan las cosas siniestras. En este momento, en Suiza hay empresas que compiten por captar clientes. Es todo un negocio e incluso hacen propaganda en los hogares de ancianos. Así, si usted, por ejemplo, quiere eutanasiarse hoy, le van a cobrar diez mil euros, pero si se hace socio y va pagando una cuota mensual, entonces después le resulta más barato. También ofrecen distintos tipos de lugares para morir, mirando el Lago Lucerna, por ejemplo… No, uno no es dueño de su vida. Si fuera así, no tendría sentido hacer prevención del suicidio y deberíamos promoverlo. Imagínese que una persona que sufre de una depresión quiere suicidarse y yo le hago eutanasia. Y resulta que con un medicamento se podría haber mejorado y se le habrían pasado los deseos de suicidarse. ¿No le parece una tragedia?

ABUSOS

¿Qué puede decir de cómo opera la memoria y la imprescriptibilidad de los abusos?

En el tema de los abusos, el gran problema es poder demostrar que un hecho realmente ocurrió. El viejo Freud partió con su teoría de la histeria, afirmando que todas las histéricas habían sido efectivamente abusadas por el padre, y la represión de esa experiencia era el origen de los síntomas neuróticos. Después, con los años, se dio cuenta que la mayor parte de ellas había tenido una fantasía retrospectiva. Es  un tema muy serio, éste de la memoria y cómo ella está influida por el presente, por el futuro y por las expectativas. Entonces, yo diría que me parece muy bien que un abuso absolutamente demostrado y evidente, no prescriba, pero hay que tener cuidado de juzgar en forma precipitada. En mi experiencia como perito psiquiátrico, he visto varios casos donde se demostró que el abuso era falso. Los abusos de niños son menos frecuentes de lo que se piensa, sobre todo cuando se culpa al padre de haber abusado de el o los hijos. Los verdaderos pedófilos, en cambio, no tienen perdón.

¿Podría explicar eso?

Hay personas, sobre todo varones, con muy poco desarrollo del Yo, con muy poca capacidad de resistir la presencia del otro y por lo mismo, incapaces de aproximarse a la otra persona de igual a igual y conquistarla. Ahí aparece la pedofilia, asunto muy distinto, por ejemplo, al encuentro sexual de adultos con púberes como se dio en la Grecia Clásica, cuando estuvo de moda esta particular forma de homosexualidad masculina. Sucede que todavía es imaginable que un púber pueda ser un objeto del deseo, pero que un niño sea objeto del deseo, no. Los verdaderos pedófilos son seres muy patológicos. Entonces, hay que ser muy prudentes en el asunto y no apresurarse a condenar antes de tener la certeza de que ese abuso ha ocurrido.

Y, en cuanto a los abusos sexuales de mujeres que se han denunciado, por ejemplo, con el movimiento #MeToo, se habla de depredadores sexuales que abusan en circunstancias de asimetría del poder. 

Mire, yo creo que, en sentido estricto, el abuso sexual no existe entre gente adulta, puede ser abuso de poder o influencia o un aprovechamiento del otro. Para que haya abuso sexual tiene que haber una persona físicamente más fuerte y otra que no se puede defender, como en el caso de los niños, pero no en el caso de que un director de TV, vía ofertas u otras artimañas, logre seducir a una mujer.

¿Dónde se configura el abuso?

Casi siempre en la asimetría, no puede haber abuso en la horizontalidad. Puede haber atropello, puede haber acoso, puede haber lo que usted quiera, pero ¿abuso? no.

¿Qué patología es la que más hoy día lo aproblema? 

Bueno, la esquizofrenia sigue siendo el gran misterio de la condición humana. Es una enfermedad que nace con el hombre y aparentemente es el precio que tuvo que pagar el homo erectus para llegar a ser homo sapiens: la posibilidad de enloquecer.

¿Cuál será el secreto o misterio más grande de la psiquis humana?

¿El misterio más grande de la psiquis humana? La conciencia del tiempo y de la muerte. La conciencia de la muerte que es la que nos da el tiempo, porque si no tuviéramos esa conciencia daría lo mismo que esta conversación la mantuviésemos ahora o en diez mil años más. Lo que nos constituye como seres humanos es el tiempo y el tiempo tiene un límite que es la muerte.

Aclaración de Otto Dörr:
Revisando la entrevista que tuvo usted la gentileza de hacerme, he encontrado una respuesta que se puede prestar a malentendidos. Yo digo “… creo que en sentido estricto el abuso sexual no existe entre gente adulta” y tendría que haber agregado “en ese contexto” (del mundo del cine y la televisión, al que usted se estaba refiriendo), porque claro que existe en otros contextos, donde se dan asimetrías de roles extremas y muy particulares, como es el caso de la relación sacerdote-feligrés o profesor-alumno.

 

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