Palestina Resiste: La lucha de un pueblo que no baja los brazos.

La impostura del siglo.

Declaración de la Cátedra Libre de Estudios Palestinos Edward Said (Filosofía y Letras, UBA), de la Ciudad de Buenos Aires, con motivo del llamado “Acuerdo del Siglo”.

El llamado “Acuerdo del Siglo” propuesto por la Administración Trump es un paso más en la conquista de la Palestina histórica y la legitimación de la limpieza étnica y el régimen de apartheid.

Desde el 2 de noviembre de 1917 cuando mediante la llamada Declaración Balfour el Reino Unido prometiera a la Organización Sionista británica un hogar nacional en Palestina, Occidente, de la mano de esa potencia colonial primero y de los Estados Unidos después, ha venido avanzando en la conquista del territorio de la Palestina histórica, la expulsión de la mayoría de sus habitantes no judíos y el asentamiento de población extranjera para sustituir a la comunidad local.

En forma sostenida los países occidentales negaron el ingreso de extranjeros a su territorio -incluidos los judíos- alentaron el asentamiento en la Palestina bajo mandato británico y negaron las visas de ingreso a sus países a los judíos perseguidos por los nazis. Concluida la Segunda Guerra Mundial, Occidente, cómplice en su mayoría del genocidio de los europeos judíos a manos de los nazis, apoyó la conquista militar del 78 % de Palestina por parte del movimiento sionista y la legitimó mediante el reconocimiento al Estado de Israel, constituido en franca violación al art. 2 de la Carta de las Naciones Unidas que prohíbe la

conquista de un territorio de otro pueblo. Simultáneamente consintió la limpieza étnica del 80% de la población musulmana y cristiana de Palestina (los palestinos judíos no fueron expulsados) y la no aplicación por parte del Estado de Israel de la Res. 194/48 de las Naciones Unidas que reconocía el derecho de los refugiados palestinos a retornar a su hogar, derecho que también reconoce el art. 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

En 1967 el Estado fundado por el movimiento sionista conquistó militarmente el resto de Palestina (22%) sometiendo a la población local a un régimen de control militar y apartheid en violación a todos los tratados internacionales de derechos humanos. Inmediatamente dio inicio a un proceso de implantación de población propia en los territorios conquistados en abierta violación al art. 49 de la convención de Ginebra, proceso promovido por todos los gobiernos israelíes, cualquiera fuera su color político y continuado aún después de los Acuerdos de Oslo de 1993.

Orfandad

La propuesta de acuerdo de la Administración Trump debe interpretarse en la misma clave de los hechos señalados más arriba con el agravante de ser presentada como una solución equitativa definitiva que nada recoge de las aspiraciones palestinas y busca perpetuar bajo un paraguas de legitimidad una dominación colonial sobre un pueblo histórico que debiera escandalizar y provocar rechazo en toda la comunidad internacional. Así, el llamado Acuerdo del Siglo nada nuevo tiene para ofrecer en aras de una solución justa, todo lo contrario, y tiene mucho para recordar sobre los mismos términos que impulsaron a la Declaración Balfour: imponer un arreglo externo sobre un territorio ajeno sin el concurso de la población local, la principal afectada, y así consolidar las bases de un proyecto colonizador que lleva más de un siglo. Esa pretensión de imposición de un acuerdo nefasto sobre un pueblo soberano es la expresión de la asimetría del conflicto y la deshonestidad que caracteriza a Estados Unidos como el proclamado “mediador” del conflicto. Nada de esto tampoco es nuevo en este marco y los Acuerdos de Camp David son un recuerdo doloroso de esto.

La propuesta del Acuerdo del Siglo también debe ser entendida como un paso más de la Administración Trump para consolidar los intereses de su socio estratégico, impulsado por un grupo dominante de sionistas que tomaron los principales puestos de la diplomacia y el poder estadounidense.

Es por eso que la misma debe ser leída a la luz de los acontecimientos recientes que buscaron consolidar el proyecto colonizador sionista e incluyeron el reconocimiento de las Alturas del Golán sirio como territorio del Estado de Israel o Jerusalén como la capital del estado sionista de hecho al mudar la embajada norteamericana allí. Esto solo puede responder a intereses geopolíticos o incluso económicos pero no resiste ningún tipo de defensa en el Derecho Internacional. Estas acciones, ilegítimas por donde se miren, pretenden revestirse de legitimidad con posterioridad y aquí es donde el Acuerdo del Siglo es instrumental.

Por otro lado, la propuesta de la administración Trump se sostiene en la promesa de prosperidad económica para el pueblo palestino a partir de la inyección de dinero y la creación de puestos de trabajo. Desde este punto de vista, el Acuerdo busca así recoger los frutos de las penosas condiciones de vista impuestas a los palestinos ofreciéndoles recompensas monetarias a cambio de la entrega de su tierra y derechos inalienables ancestrales. En la línea con las condiciones materiales para la imposición de un acuerdo perjudicial y amoral debe recordarse también la desfinanciación que la administración Trump impuso a la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (en inglés UNRWA) al retirar por completo el apoyo económico a esta organización en el año 2018. Esto tampoco resulta novedoso toda vez que durante un siglo las potencias coloniales intentaron comprar la voluntad del pueblo palestino con dádivas sin lograr su cometido.

La propuesta en cuestión significativamente se refiere a Jerusalén como la “capital indivisible” del Estado de Israel tal como lo declarara en forma unilateral el Estado sionista en 1980 y fuera rechazado por la Res. 476/80 del Consejo de Seguridad de la ONU. Nada más ajeno a la realidad y los entendimientos alcanzados entre las potencias sobre el estatus internacional de dicha ciudad. A cambio se pretende reconocer a un suburbio de Jerusalén, lejos de las pretensiones y derechos palestinos, como capital de un futuro Estado de Palestina

El plan incluye el control por parte del Estado de Israel de todas las fronteras, las aguas del Río Jordán, el espacio aéreo y electromagnético así como el Mar de Gaza en el que se han descubierto yacimientos de gas. Este Estado de Palestina minusválido que se proyecta no podría tener fuerzas armadas propias ni hacer alianzas militares o adherir a organizaciones internacionales sin el consentimiento de Israel. De este modo se promete la ilusión de creación de un Estado de Palestina recurriendo a la ficción de corredores aéreos o subterráneos para la conexión de un territorio fragmentado, la mudanza de sectores de la población palestina a regiones del desierto del Neguev y con ello la consolidación de las colonias existentes. Adicionalmente sostiene que este Estado no tendría el monopolio legítimo de la violencia que define la naturaleza “estatal” de cualquier unidad territorial. Tampoco aquí se observa nada nuevo respecto de lo que se trató de imponer antes al pueblo palestino, incluso es peor. No hay ninguna posibilidad real de que un Estado pueda ser viable y sustentable en las condiciones que promueve el acuerdo.

Por todas estas razones, el llamado Acuerdo del Siglo pretende ser la estocada definitiva que busca avanzar aún más en el proceso de conquista de territorio extranjero, legalizando la anexión de Jerusalén Oriental (al Quds para los pueblos árabes e islámicos), el Valle del Río Jordán y gran parte del territorio de Cisjordania, incluyendo en el mismo a las tierras en las que se construyeron los asentamientos ilegales. Simultáneamente propone crear pequeñas concentraciones de población palestina sometidas al control militar israelí, sin continuidad ni soberanía territorial, propuesta similar en lo sustancial al sistema de bantustanes que el régimen racista de Sudáfrica pretendiera crear antes del acuerdo de paz de 1994 con el Congreso Nacional Africano. Los refugiados palestinos de 1948 y 1967 –cerca de cinco millones- no tendrían derecho a retornar a sus hogares y deberían ser absorbidos por los Estados árabes vecinos u otros países de religión islámica.

En definitiva, se trata de una propuesta de legalización de un régimen de conquista territorial mediante el uso de la fuerza, implantación de población extranjera, limpieza étnica y apartheid con la creación de mini-organizaciones paraestatales sin soberanía de ningún tipo, todo lo cual confirma que se trata de una propuesta de estatuto colonial en pleno siglo XXI, en franca contradicción con el Derecho Internacional y los valores proclamados por las naciones con posterioridad a 1945 para erradicar en forma definitiva la guerra y establecer la paz mundial.

No creemos que se trate de un acuerdo a tener en cuenta como una solución justa y definitiva para el conflicto en la región de Palestina, ni siquiera hay razones para llamarlo el Acuerdo del Siglo. Sí en cambio, pensamos que se trata de un instrumento que pretende consolidar un estado de negación de derechos, motivo por el cual lo entendemos como la IMPOSTURA DEL SIGLO hacia el pueblo palestino.

Buenos Aires, 30 de enero de 2020.-

Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/la-impostura-del-siglo


“Acuerdo del siglo”: el silencio cómplice que deja fuera a Palestina.

por Pablo Jofré L./DiarioUchile.

El día 28 de enero del 2020, el mundo fue testigo de la verbalización y estreno en sociedad, de lo que el gobierno estadounidense presidido por Donald Trump y el sionismo, han dado en llamar el “Acuerdo del siglo”.

Un plan presentado en Washington, por el binomio conformado por el presidente de Estados Unidos Donald Trump, acompañado del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Ambos con problemas políticos y judiciales de envergadura, que precipitaron la puesta en escena de una de las ideas de dominio más escandaloso y miserable, que haya visto el mundo en los últimos años. Un propósito político que pretende hundir cualquier posibilidad, por remota que haya sido, de concretar un Estado palestino y con ello dar una chance a la paz.

El callar frente a este absurdo internacional es ser parte de la maquinaria criminal de la alianza entre el imperialismo y el sionismo, que presenta sin pudor alguno, al agredido como agresor y al victimario como víctima. Un escenario que nos obliga moralmente a dejar claro que en este escenario de un “falso plan de paz” los matones y criminales contra el pueblo palestino y sus derechos son precisamente Unidos e Israel. Dejar claro que el victimismo no puede seguir acompañando el actuar de Israel, que bien ha sido favorecida por siete décadas de su condición de eterno sacrificado, recibiendo miles de millones de dólares, como compensación, principalmente de países como Alemania y Suiza mientras su papel homicida pretende ser ocultado.

 Usar los conceptos correctos

En ese contexto, no podemos seguir calificando como “Acuerdo de paz” al programa fantasioso presentado por Trump. Un nombre repetido hasta el hartazgo por la prensa occidental, como si esa propuesta, lanzada con bombos y platillos en la capital estadounidense, representara el sumun de la forma de negociar entre aquellos que tienen alguna disputa. Un proyecto absurdo, pero no por ello menos peligroso, que de convenio o arreglo consensuado, no tiene absolutamente nada. Y esto, no porque una de las partes se negara a rubricar con su firma lo acordado, sino porque uno de los actores principales y además víctima de 72 años – desde el año 1948 cuando se crea la entidad sionista llamada Israel – de violación de sus derechos humanos fundamentales, es el pueblo palestino. Sociedad que no tuvo participación alguna en la elaboración de este bosquejo caprichoso de los sueños de dominio del sionismo.

Palestina, sus organizaciones políticas, sociales, militares movimientos o líderes, no tuvo  representante alguno en la elaboración de este plan, que fue encargado ex profeso por Trump en su coordinación, darlo a conocer a los socios incondicionales de Washington, como es el caso de Arabia Saudí, Emirato Árabes Unidos y Egipto (con participación igualmente de Bahréin y Omán), a su yerno, el millonario estadounidense y activo colaborador de organizaciones sionistas instaladas en Cisjordania, Jared Kushner. Una propuesta de carácter impositivo, que tiene la intención de desviar la atención, ya sea al proceso de destitución (Impeachment) del propio Trump en Estados Unidos, como también apoyar políticamente al Netanyahu, socio incondicional de Washington,  que deberá enfrentar nuevas elecciones en marzo próximo. Un Netanyahu, que está siendo sometido a un proceso judicial por corrupción y tráfico de influencias.

El documento de 80 páginas presentado por Donald Trump, acompañado de un exultante Benjamín Netanyahu y el líder opositor israelí Benny Gantz, es lisa y llanamente, un nuevo intento de intensificar la ocupación y colonización de Palestina y cuya denominación real es “la imposición del siglo”. Ese es el nombre que debemos darle “Un Plan de Imposición” un Diktat infame. Esto, pues se trata de fomentar el viejo anhelo de la alianza entre el imperialismo y el sionismo destinado a invisibilizar al pueblo palestino, negarle sus derechos como pueblo al impedir su autodeterminación a través de la imposibilidad de conformar un Estado en los territorios de Cisjordania y la Franja de Gaza. Someterlo, ahogarlo en escenarios de dependencia, entorpecer su desarrollo como sociedad, chantajearlo, tratar de humillarlo hasta reducirlo al sometimiento total..

Resulta inaceptable el vocabulario medroso, timorato de la ONU frente a los planes trazados por Trump y sus aliados. Una ONU que resulta ser la institución desbordada en sus atribuciones, en la validez de su Carta fundacional, violada permanentemente por todas las administraciones estadounidenses, que ha privilegiado su sociedad con el sionismo en lugar del respeto a la inmensa mayoría de naciones, cuyos gobiernos suelen ser chantajeados por Washington, cuando expresan su decisión de no ser parte de sus aventuras de ilegalidad. Una ONU que a través del Relator especial de este organismo en Palestina, Michael Link señaló que “el reciente plan de paz para solucionar el conflicto entre palestinos e israelíes presentado por el presidente de EE.UU., Donald Trump, es una propuesta sesgada hacia una de las partes del conflicto”. Constatación evidente, que a pesar de las buenas intenciones de Link, no da cuenta de lo que se exige a la ONU en materia de llamar al orden, exigir el cumplimiento de la legislación internacional y si ello no es así avanzar hacia resoluciones que obliguen a ese cumplimiento, como sería, por ejemplo, aplicar la carta de las Naciones Unidas y su capítulo VII.

Por su parte la Unión Europea, que suele acompañar a Estados Unidos en sus aventuras belicistas  y quedarse sólo en la crítica velada, cuando las violaciones a la ley internacional son demasiado evidentes, ha dado nuevas muestras de esa carácter veleidoso y timorato al señalar, a través del jefe de su diplomacia, el español Joseph Borrel que “El acuerdo del siglo desafía muchos parámetros acordados por la comunidad internacional: las fronteras de 1967, según lo acordado por ambas partes…apoyamos cualquier posibilidad de lograr la paz a base de una solución de dos Estados y del respeto al derecho internacional.” Concluyó Borrel tras un encuentro con el Canciller jordano Ayman al-Safadi, en Amman, la capital del país donde el 60% de la población es de origen palestino. Tibio, acomplejado, como lo ha sido cada vez que se requiere de la Unión Europea palabras firmes y decididas, como fue en el caso de Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés) y que significó la violación del acuerdo nuclear firmado con Irán.

La Liga árabe, a su vez, en declaración pública emitida por los Ministros de Relaciones exteriores de esta organización en la ciudad El Cairo, la capital egipcia, el día sábado 1 de febrero insistió, que la única solución al contencioso israelo-palestino, es la de permitir la conformación de dos Estados, basada en las fronteras de 1967, y en la que los palestinos tendrían como capital Jerusalén Este. En un texto tenue, blando y que da muestras del sometimiento de muchos de los gobiernos árabes a las presiones de Washington y el acercamiento inaceptable con el régimen sionista, se consignó su expresión políticamente correcta “solicitamos a los Estados Unidos a que se comprometa con las referencias legales internacionales del proceso de paz justo, continuo e integral” muy distante de las expresiones de la calle, de las sociedades de esos países, que dan cuenta de la solidaridad con Palestina.

Ni de esta Liga árabe ni de la llamada Organización de Cooperación Islámica (OCI) cuya reunión extraordinaria se celebró en la ciudad saudí de Yedda el día lunes 3 de febrero, salió una condena expresa, fuerte o un llamado al Consejo de Seguridad de la ONU, para sacar adelante una resolución condenatoria contra Estados Unidos e Israel por este plan de dominio colonial. La reunión de la OCI, a la cual Irán no fue invitada, se limitó a expresar una solidaridad con Palestina, enfatizando que el plan proisraelí de Estados Unidos viola las leyes y los tratados internacionales y socava la paz. “Este plan estadounidense-israelí (…) no responde a las mínimas aspiraciones ni a los derechos legítimos del pueblo palestino”. El rechazo de la monarquía árabe a condenar la iniciativa estadounidense y su medida de impedir la participación de Irán muestran el enfoque proisraelí de Arabia Saudí, que genera un clima de presiones al interior de la OCI, que indudablemente impide avanzar por el camino de la censura firme a Washington y sus afanes hegemónicos y cómplices del sionismo en Oriente Medio.

El silencio, la falta de voluntad política y de dignidad frente a los atropellos cometidos por el sionismo – avalado y protegido en ello por Wshington – genera la lógica repulsa a los gobiernos que se conducen de esta forma: ser cómplices de la ocupación y el colonialismo implementado en Palestina desde el año 1948. No es suficiente emitir una declaración llamando a la paz o respetar la idea de los dos Estados, cuando el agresor no tiene intención alguna de respetar las leyes internacionales, los acuerdos firmados y menos aún acatar la exigencia respecto a no violentar los mínimos derechos humanos de la población sometida a su ocupación. Un régimen como el israelí, que tiene una enorme diferencia a favor en materia de armas, tecnología y posibilidades de infringir un daño considerable al pueblo palestino. No es suficiente llamar a respetar la ley internacional cuando Washington y Tel Aviv no lo han hecho nunca, convirtiendo esta forma de conducirse en una crónica repetición, una forma de hacer política que debe desaparecer

Voces de dignidad desde El Líbano e Irán

En ese marco de mutismo obsequioso, de reparos vagos, poco certeros, de constatar que regímenes corruptos como el de Egipto y las Monarquías ribereñas del Golfo Pérsico sucumben a la influencia del imperialismo y el sionismo, resulta alentador tener expresiones de rechazo, claros y contundentes como el del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbola) que ha declarado, a través  del Vicesecretario general  de Hezbolá, el Sheij Naim Qasem “ No hay ningún lugar para Israel con fronteras reconocidas; el único lugar para Palestina es todo el territorio palestino desde el mar hasta el arroyo”. Se amplió la opinión al señalar aquello  que por evidente suele no consignarse “el presidente de EE.UU. presentó este plan por (la proximidad de) las elecciones de EE.UU. y también para recaudar votos para Benjamín Netanyahu (premier israelí) dentro de los territorios ocupados palestinos”. La organización libanesa declaró, igualmente que “el acuerdo del siglo” es un paso muy peligroso que tendrá graves repercusiones en el futuro de la región y de sus habitantes; más que un acuerdo del siglo es, en realidad, “el acuerdo de la vergüenza”.

En el caso de la República Islámica de Irán, este país se ha convertido en el referente por excelencia en el apoyo a Palestina. Desde opiniones del mundo militar, hasta altos líderes políticos y religiosos la condena explícita y clara contra el plan de intensificación de la ocupación y colonización, eufemísticamente llamado “Acuerdo del Siglo” resulta un bálsamo frente a tanto genuflexo. Para el jefe del estado mayor de las fuerzas Armadas de Irán, el general de división Mohamad Hosein Baqueri “Cualquier tipo de consentimiento implícito, silencio, ignorancia o doble comportamiento con este plan atroz (…) podría afectar, más allá de Palestina, la independencia y la soberanía nacional de otros países islámicos…este plan es un error histórico y estratégico, que busca materializar el sueño de 70 años de los sionistas para ocupar Palestina”. Desde el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, un comunicado de esta organización consignó que “El acuerdo del siglo, no sólo no proporcionará seguridad y estabilidad al régimen sionista, sino que, al contario, al igual que otros planes crueles de paz cocinados en la Casa Blanca y Tel Aviv, está destinado al fracaso, y acabará en el basurero de la historia. Además encenderá más que antes la llama de la ira y el rencor de los combatientes de la Resistencia…este plan es uno de los mayores crímenes y traiciones sin precedentes en la historia contemporánea”

Desde el liderazgo religioso, el guía Supremo de la Revolución Islámica de Irán, Ayatolá Sayyed Ali Jamenei, condenó la política del gobierno de EEUU contra Palestina afirmando que “el llamado “acuerdo del siglo” nunca se materializará. Para consternación de los políticos estadounidenses, la política malvada de EEUU contra Palestina nunca dará fruto, por la gracia de Dios. Al hablar cerca de la judaización de Al Quds y afirmar que debería estar en manos de los israelíes, (Trump) está hablando estúpidamente y de manera imprudente. El tema de Palestina nunca será olvidado. La nación palestina y todas las naciones musulmanas definitivamente se enfrentarán a ellos y no permitirán que se materialice el llamado “acuerdo del siglo” concluyó el líder iraní.

Nuestras sociedades deben movilizarse, exigir a cada gobierno una condena tajante a la política de ocupación y colonialista del sionismo. No es posible aceptar la idea de quitar por decreto el derecho de Palestina a que su capital sea Al Quds y en cambio señalar en forma ominosa, que esta ciudad milenaria, que en el campo del derecho internacional es un territorio ocupado, igual que las partes de Cisjordania que Israel anexó unilateralmente, sea entregada en una especie de remake del viejo mito de “una tierra prometida para un pueblo elegido”. Al Quds, así como la Palestina histórica y los territorios ocupados tras la guerra del año 1967 son palestinos. Igualmente, hay que hacer presente, que la Cuarta Convención de Ginebra de 1949 y las Regulaciones de La Haya de 1907 prohíben que las potencias ocupantes alteren el modo de vida de los civiles ocupados y prohíben el asentamiento de gente del país del invasor en el territorio ocupado. Más claro, echarle agua. Los 250 mil colonos extremistas, que ocupan asentamientos en Al Quds este, son ocupantes que violan el derecho internacional y a los 400 mil que se diseminan como una plaga invasora por el resto de Cisjordania.

Tampoco debemos aceptar que este plan imponga ideas que concretan ideas racistas, propias de regímenes que ocupan territorios que no les pertenecen y trasladan a ellos colonos armados y defensores a ultranza de esa conducta violatoria. El Plan de Trump establece que los asentamientos existentes en Cisjordania serían incorporados a Israel, comprometiéndose a no construir nuevas colonias, no expandir los existentes y no aprobar planes de construcción en terrenos definidos como parte de Palestina (decisión claramente burlesca, pues es lo que han hecho permanentemente desde el año 1948 a pesar de resoluciones internacionales y acuerdos como el Oslo del año 1993). El fantasioso plan de Trump también ha definido, que Israel no procederá a demoler estructuras existentes (es decir el muro que con sus 720 kilómetros de largo divide a aldeas, pueblos y ciudades palestinas en Cisjordania y que en el caso de la Franja de Gaza significa concretar esta realidad de ser el campo de concentración más grande del mundo). Una nueva burla y una nueva violación a las resoluciones de la ONU que han exigido el desmantelamiento de este muro del apartheid.

Se requiere la más firme oposición a la decisión señalada por el plan estadounidense-israelí de anexar el Valle del Jordán, que ha señalado, en forma socarrona, que dejará operar empresas palestinas bajo licencias entregadas por Tel Aviv. Negarse al control de acceso y salida de Palestina por parte de la potencia ocupante, que en el caso de Egipto implicará un acuerdo especial entre el régimen de ese país y Tel Aviv. Unido a ello, Israel mantendría el control absoluto del espacio aéreo y marítimo palestino. Se suma la negativa de permitir el retorno de los refugiados palestinos, negando con ello una de las reivindicaciones más sentidas de este pueblo desde la Nakba (catástrofe en árabe tras la ocupación sionista del año 1948), como también se requiere estar alertas y oponerse al decisión de poner fin a la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNWRA).

Resulta imposible aceptar las exigencias, que el plan de Trump y Netanyahu desean imponer a Palestina. Es por ello que el silencio no puede ser aceptado. No es posible ser cómplice de decisiones tales como crear una Nueva palestina, totalmente desmilitarizada, a merced del sionismo en esta paradoja de ser dominado por aquellos que la agreden y que hoy habla de protegerla y que incluso pague por esa protección. Te cuido pero te asesino es la máxima sionista. Te resguardo de tal manera que el asesinato cotidiano quede impune, entre los muros creados para tu “propia seguridad”. El victimario, en una coordinación con Egipto y Jordania, afirma que se preocupará de la seguridad de los palestinos. Una entidad que seguirá teniendo pase libre a todas las ciudades palestinas, vedada de atender sus propios asuntos de seguridad e imposibilitada de generar acuerdos con estados u organizaciones que afecten la seguridad del régimen sionista, según señalan los invasores. Como tampoco podrá unirse a entidades internacionales, retirando todas sus demandas interpuestas contra el ocupante ya sea en la Corte Penal Internacional, las Naciones Unidas, la Interpol, UNESCO, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, entre otras.

Estamos en presencia de un plan destinado a invisibilizar completamente al pueblo palestino, hundirlo en el marasmo, en hacer olvidar los sueños y anhelos de millones de seres humanos sometidos hace 72 años al más cruel de los dominios. Un plan impositivo, criminal en esencia, destinado a generar una estructura jurídica, política, militar y de complicidad con gobiernos corruptos de la región, destinado a sepultar toda aspiración de autodeterminación de Palestina. Esto es inaceptable, no es digno, justo ni aceptable callar frente a otro de los crímenes que se está cometiendo contra millones de hombres y mujeres de Palestina, sometidos a un régimen que ha superado todo límite aceptable y que merece, incuestionablemente, la denominación de régimen nacionalsionista israelí. No callemos, nuestra dignidad como seres humanos, nuestro deber solidario con nuestros hermanos de palestina nos obliga a alzar la voz.

Fuente: https://radio.uchile.cl/2020/02/06/acuerdo-del-siglo-el-silencio-complice-que-deja-fuera-a-palestina/

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