EE.UU.: Los demócratas encubren el golpe de Estado de Trump.

El presidente Trump acompañado por policías antimotines en el parque Lafayette después de que fuera liberado utilizando gases lacrimógenos en ocasión del evento mediático el lunes en iglesia St. John’s, en las afueras de la Casa Blanca, el 1 de junio de 2020 (AP Photo/Patrick Semansky)

por Andre Damon/WSWS.

La lucha contra el régimen de Trump sólo puede llevarse adelante a través de la movilización política independiente de la clase obrera, en oposición a los demócratas, los republicanos y todo el aparato político de la élite corporativa y financiera. La lucha contra la violencia policial y los pasos de Trump hacia la dictadura presidencial debe fundirse con la lucha contra la desigualdad, la explotación y el sistema capitalista.

Después del anuncio de Trump de que desplegaría el ejército para aplastar las protestas contra la violencia policial por todo el país, los demócratas se han dedicado a encubrir y restarle importancia al golpe de Estado ilegal e inconstitucional de Trump.

Trump ha puesto en operación su impulso para establecer una dictadura presidencial basada en las fuerzas armadas y la policía, por medio de un despliegue militar masivo en Washington DC bajo su control directo. Al mismo tiempo, está aumentando la presión sobre los estados para que repriman las manifestaciones tras amenazar el lunes que enviaría a militares si no responden de manera suficientemente agresiva.

El martes por la noche, Trump arremetió contra la ciudad de Nueva York, tuiteando, “No se les está dejando a los mejores de Nueva York [la policía] hacer su MAGIA, pero aun así, y con el ímpetu que se les ha permitido construir a la Izquierda Radical y otros, necesitarán ayuda adicional” —es decir, el despliegue del ejército bajo el control del presidente—.

En innumerables declaraciones públicas, los congresistas, gobernadores y alcaldes demócratas que comentaron sobre las acciones de Trump ignoraron el carácter fascistizante y autoritario de las acciones de Trump, centrándose en cambio en las declaraciones de que Trump no está siendo “útil” en controlar las manifestaciones.

“No exageremos”, dijo la alcaldesa demócrata de Chicago, Lori Lightfoot, describiendo las declaraciones de Trump como “bravuconadas”. La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, a quien se le preguntó si solicitaría una intervención militar, respondió que esto solo sería necesario “porque ellos [la Administración de Trump] han lanzado mucha más gasolina al incendio que ya estaba ardiendo”.

En contraste con el heroísmo de los manifestantes, decenas de miles de los cuales desafiaron las amenazas de Trump, los demócratas han respondido con su típica muestra de indolencia, cobardía y complicidad.

El candidato presidencial demócrata Joe Biden pronunció un discurso de 30 minutos el martes repleto de lamentos moralistas. Declaró su deseo de que Trump hubiera leído la Biblia, ya que “podría haber aprendido algo” y criticó a Trump por fomentar “el miedo y la división”.

Biden efectivamente equiparó las acciones de los manifestantes con las acciones del presidente fascistizante y los ataques policiales policial que ha incitado. “No hay lugar para la violencia”, dijo Biden. “No hay lugar para el saqueo o la destrucción de la propiedad o la quema de iglesias, o la destrucción de negocios. … Tampoco es aceptable que nuestra policía, que ha jurado proteger y servir a todas las personas, recrudezca las tensiones o recurra a la violencia excesiva”.

Biden evitó el tema político central: que el presidente está involucrado en acciones ilegales y tratando de derrocar la Constitución de los Estados Unidos.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi y el líder de la minoría en el Senado, Charles Schumer, emitieron una declaración superficial de cuatro párrafos sobre el discurso de Trump en la rosaleda de la Casa Blanca que no incluía la palabra “militar”.

“En un momento en que nuestro país clama por la unificación, este presidente lo está partiendo”, dijeron. “Le pedimos al presidente, a las fuerzas del orden y a todos los responsables que respeten la dignidad y los derechos de todos los estadounidenses”.

Como lo hizo Trump en la sesión fotográfica tras su discurso en Washington, Pelosi sostuvó una Biblia ante las cámaras mientras daba un discurso de dos minutos el martes por la mañana. “Esperamos que el presidente de los Estados Unidos siga el ejemplo de tantos presidentes que lo precedieron sobre ser el sanador en jefe y no un azuzador de la llama”, concluyó Pelosi.

Hace solo seis meses, la campaña de juicio político de los demócratas concluyó en la Cámara de Representantes, presidida por Pelosi. La Cámara de Representantes aprobó los artículos para imputar a Trump por “altos crímenes y delitos menores” en torno a su llamada telefónica con el presidente de Ucrania y las acusaciones de que Trump retuvo la ayuda militar al país en su guerra contra Rusia. Trump fue finalmente absuelto por el Senado, que controlan los republicanos.

Aunque los demócratas consideraron que la llamada ucraniana fue una base suficiente para destituir al presidente, dejaron pasar en silencio el intento de desplegar el ejército en suelo estadounidense contra las protestas internas. Ni Pelosi ni ningún otro demócrata ha pedido una nueva convocatoria de la Cámara de Representantes y la introducción de una nueva moción para la destitución de Trump.

Las demandas de Trump de que la oposición a su gobierno sea “aplastada” a través de un despliegue de militares en servicio activo es descaradamente ilegal. Como comentó el profesor de derecho de Yale Bruce Ackerman el año pasado:

Desde su fundación, la tradición constitucional estadounidense se ha opuesto profundamente al uso del ejército por parte del presidente para hacer cumplir la legislación nacional. Una disposición clave, arraigada en un estatuto de 1878 y añadida a la ley en 1956, declara que quien “utilice deliberadamente cualquier parte del Ejército o la Fuerza Aérea” para ejecutar una ley en el ámbito nacional “será multado en virtud de este título o encarcelado por un máximo de dos años”, excepto cuando “esté expresamente autorizado por la Constitución o la Ley del Congreso”.

Como lo ha señalado repetidamente el WSWS, el objetivo de los demócratas en su oposición a Trump en los últimos tres años y medio fue llevar a cabo un golpe palaciego. Desde el principio del término de Trump, los demócratas procuraron suprimir y descarrilar la amplia y masiva oposición a las políticas fascistizantes de Trump, canalizándola detrás de su propia campaña reaccionaria contra Rusia.

Ahora, cuando hay un movimiento popular de masas contra Trump, los demócratas se dedican al esfuerzo inútil de calmar la situación. Cuando critican a Trump por “avivar las llamas”, expresan su temor a un estallido social masivo de la clase trabajadora.

Durante los últimos tres años y medio, los demócratas han colaborado con Trump en los elementos esenciales de la política nacional de la oligarquía financiera. En medio de la expansión de la pandemia de coronavirus, ellos unánimemente apoyaron el rescate multimillonario de Wall Street y están ayudando a hacer cumplir la campaña de regreso al trabajo encabezada por la administración Trump.

Absolutamente nada bueno vendrá del Partido Demócrata. Es un partido de Wall Street, las fuerzas armadas y las agencias de inteligencia. Es completamente hostil a los sentimientos que están animando las protestas masivas y cada vez mayores contra la violencia policial y la ira social más amplia entre los trabajadores.

La lucha contra el régimen de Trump sólo puede llevarse adelante a través de la movilización política independiente de la clase obrera, en oposición a los demócratas, los republicanos y todo el aparato político de la élite corporativa y financiera. La lucha contra la violencia policial y los pasos de Trump hacia la dictadura presidencial debe fundirse con la lucha contra la desigualdad, la explotación y el sistema capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 3 de junio de 2020)

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