
Hace algunas semanas el periodista chileno Javier Rebolledo (conocido por sus investigaciones y publicaciones sobre diversos episodios de violencia y corrupción ocurridos durante la dictadura chilena) ha promocionado un nuevo libro denuncia. En esta publicación visibiliza dos casos de padres que habrían sido condenados injustamente por violencia sexual. Estos casos, permiten al periodista señalar que las «falsas denuncias» en este tipo de delito, son un mal frecuente en la justicia y con ello evidenciaría , la manipulación que las madres y mujeres pueden tener sobre niños y niñas y cómo -lo que denomina- «justicia popular» estaría respondiendo a toda ese tipo presiones cuyo nicho sería el movimiento feminista. Lo señalado por Rebolledo, teje todo un manto de dudas sobre las denuncias de violencia sexual realizadas por niños y niñas -que muchas y muchos de nosotrxs sabemos presentan una enorme complejidad porque son delitos que se dan en el seno familiar- y por otro, desacredita todo el accionar que las organizaciones feministas han levantado durante las últimas décadas visibilizando este tipo de actos que incluso han sido utilizado por las fuerzas policiales como método de tortura. La cobertura mediática que ha tenido el Sr. Rebolledo ha sido inmensa, lo que evidencia que tras esta publicación hay entramados de poder que se mueven. Por ello, nos resulta importante compartir el texto de la feminista Paula Santana Nazarit, en él se evidencia que este intento de tergiversar el impacto de la violencia sexual en la sociedad actual, no es un fenómeno que ocurra solo en Chile, sino que es una campaña internacional en la que se hace evidente el actuar de poderes económicos y políticos (Nota de Natalia Pravda)
La revancha patriarcal contra la palabra de las mujeres.
por Paula Santana Nazarit*.
En los últimos años hemos visto cada vez mayor presencia en los medios de comunicación y redes – mal llamadas sociales-, voces de grupos y personas cuyo foco es la desacreditación de las mujeres que han vivido violencia, instalando la duda de sus experiencias y relatos. Impulsando y apoyando a
estos grupos están hombres y fratrías masculinas con mucho poder tanto económico como político.
Son mafias patriarcales, empresarios, políticos, figuras públicas y miembros de familias “importantes”. El fenómeno se expresa de distintas formas, en todas, es notoria la manipulación mediática que apunta a generar adhesión de masas que ven en el feminismo una amenaza. En esta campaña se han utilizado varias estrategias. Una de ellas es generar noticias y publicaciones que señalen a los hombres como víctimas de supuestas acusaciones falsas o poner en duda su responsabilidad. Para ello, se espectacularizan juicios de parejas famosas -como olvidar el de Johnny Depp y Amber Heard -, se construye un relato de inocencia de figuras populares, como el ex
futbolista chileno Jorge Valdivia o la reciente absolución de otro ex futbolista, el brasileño Dani Alves.
Otra estrategia es generar desconfianza hacia las verdaderas víctimas y atacarlas, como ha pasado con la saxofonista María Elena Ríos quien sobrevivió a un intento de feminicidio con ácido en Oaxaca, o desprestigiar a defensoras de derechos humanos de las mujeres, como la abogada Ana Katiria Suárez, quién tuvo que dejar el país por amenazas y hostigamiento, o Sayuri Herrera, quien fuera coordinadora general de Investigación de Delitos de Género de la fiscalía general de Justicia de la Ciudad de México.
Esta campaña es orquestada por personajes públicos tan influyentes como el ex presidente López Obrador, quién dijo sin ruborizarse en 2020, en plena pandemia, que “el 90% de las llamadas que se hacen al 911 para denunciar violencia contras las mujeres son falsas” (1), posicionamiento que se vio corroborado recientemente en una vergonzosa escena en que las diputadas del partido de gobierno en pleno, al grito de ¡no estás solo!, evitaron que fuera desaforado Cuauhtemoc Blanco, diputado del mismo partido, denunciado por violación a su media hermana y de violencia física a su ex pareja, además de otras causas por corrupción.
Todo este alboroto tiene varios propósitos, el más explícito y concreto se da en el ámbito legal. En México, Cuauhtemoc Blanco (casualmente también ex futbolista), presentó una iniciativa de ley que busca proteger a los hombres de denuncias falsas por abuso sexual, y en Chile, ha copado pantallas
la historia de Jorge Tocornal, quién reclama su inocencia después de haber estado 9 años en prisión. Para su cruzada creó la Fundación Crianza Compartida Chile, a través de la cual plantea la aprobación de la Ley falsas denuncias, y más recientemente, Javier Rebolledo publicó el libro con el mismo nombre, donde una de las historias es la de Tocornal.
El segundo propósito, y el más grave, es desacreditar a las mujeres y mostrarlas como son, según la
lógica machista: mentirosas, interesadas, calculadoras, manipuladoras, etc. En un estudio comparativo que incluye a 5 países, entre ellos Chile, que tiene por título Actitudes antifeministas en América Latina (2) muestra que la afirmación con mayores niveles de respaldo es la que sostiene que “las mujeres usan el feminismo para ganar ventaja sobre los hombres de manera injusta”. Otro estudio, realizado en universidades chilenas, llegó a un resultado similar, el 68,6% de las personas encuestadas señaló estar al menos algo de acuerdo con la afirmación “en nombre de la igualdad, muchas mujeres intentan conseguir ciertos privilegios individuales” (3) .
Para impulsar esta campaña, en México nace el Colectivo No más Presos Inocentes, que vende un discurso antipunitivista y es encabezado estratégicamente por una mujer, regalona del patriarcado por cierto, pero que su verdadero objetivo es defender a los agresores, principalmente los que tienen poder económico y político, atacar a las feministas y debilitar la institucionalidad que se ocupa de la violencia contra las mujeres. María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) considera una tendencia alarmante, y que se está extendiendo por todo el país, a estos grupos que defienden agresores, agreden a víctimas y a sus familias, y fomentan la impunidad.
El caso es que las denuncias falsas en materia de violencia contra las mujeres son ínfimas. En Chile, por ejemplo, no llegan al 1 por ciento cuando se trata de violencia sexual (4), y en el ámbito internacional, la ONU (5) señala que no alcanzan al 3 por ciento cuando refiriéndose a la violencia de género en todas sus formas. Lo que sí es altísimo, y siempre, desde que existen registros es así, es la impunidad. En México, por ejemplo, ésta llega al 80% de acuerdo al OCNF. La realidad es que la violencia contra las mujeres sigue siendo parte de la cotidianidad de la mayoría de las mujeres, si no
es experiencia propia, es cercana o conocida, y esto no puede verse opacado por una maniobra perversa que pretende equiparar fenómenos muy disímiles.
Las situaciones, que efectivamente existen, de abusos y manipulaciones de parte de mujeres en casos de separación con hijos/as en común, tienen que ser abordados de otra forma. Si se quiere politizar, que problematicen las construcciones de género que están detrás. Podrían, por ejemplo, analizar la siempre alta cifra de progenitores que no asumen su paternidad, que es la otra cara de la
moneda, pero que como realidad social van juntas. En cambio, lo que motiva a estos hombres es misoginia pura, también el miedo y la inseguridad al verse amenazados sus privilegios colectivos, actuando por despecho y venganza.
La teoría feminista sobre la violencia contra las mujeres se viene fraguando hace siglos, al unísono con la toma de conciencia colectiva de las mujeres, y es desde los años 60 en adelante que se cristaliza en conceptos y explicaciones teóricas cuyo sustento fue la propia experiencia, por ello es una teoría viva: no me pasa a mí, nos pasa a todas. En la década del 80’ en Latinoamérica, las mujeres comenzaron a organizarse para apoyarse entre ellas, formando grupos clandestinos, redes de amigas y vecinas, ellas eran “la primera acogida” a las mujeres maltratadas, porque para el Estado y la sociedad éste no era un problema social. Fue en ese proceso, de profunda sabiduría, que legitimar la palabra de las mujeres fue un principio fundamental. La experiencia/evidencia con las instituciones era y sigue siendo la desacreditación, minimización, burla, indiferencia, culpabilización, más aún cuando se trata de violencia sexual. Es sabido que una mujer que ha vivido violencia en contexto de pareja demora mínimo 8 años en reconocerlo y tomar la fuerza para buscar ayuda, lo que puede prolongarse por décadas o toda la vida cuando se trata de mujeres marginalizadas o precarizadas. Por eso “yo te creo” no es una consigna vacía ni caprichosa, refleja fielmente una de los rasgos más característicos de esta violencia: la impunidad, el encubrimiento y el efecto perverso boomerang, porque terminan siendo ellas las culpables.
Lo que está sucediendo es un intento más de destruir al feminismo, el que incomoda, el que apuesta
por cambios profundos y radicales tomando como punto de partida a las mujeres. La propia experiencia histórica de las mujeres está en juego con renovadas formas de expropiación del cuerpo
y la palabra. La negación del cuerpo de las mujeres para sí y desde sí, la materialidad con la que tocamos vida y el mundo, y que es inseparable de la palabra, ha sido siempre una forma de frenar la conciencia política colectiva y libre de las mujeres, ¿Cuánto tiempo demoramos en nombrar nuestra diferencia? ¿Cuánto tiempo nos ha tomado reconocer nuestro cuerpo y sexualidad en base a la propia experiencia? ¿Cuánto tiempo nos ha costado contar e identificar la violencia que vivimos?
El cuestionamiento al que estamos siendo expuestas como sujetas políticas es también el costo de supeditar nuestra valía al Estado, lugar donde se está redefiniendo lo que somos y lo que valemos de acuerdo a lo que el patriarcado capitalista y colonial requiere para subsistir. Retomar la vitalidad
creadora de la cultura de las mujeres, salir del estancamiento de la institucionalidad de género, recuperar la rebeldía, son caminos que nos llevarán algún día a una vida libre de violencia.
Referencias:
1 https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/90-de-llamadas-para-denunciar-violencia-contra-las-mujeres- son-falsas-lopez-obrador/
2 Fundación Friedrich Ebert (FES). https://elpais.com/chile/2025-04-06/los-hilos-que-mueven-el- antifeminismo-en-america-latina.html
3 Macarena Trujillo Cristoffanini, Paola Contreras Hernández. Cuestionando imaginarios sexistas a través de prácticas pedagógicas transformadoras. Revista Izquierdas, 49, marzo 2020: 2405-2426.
4 Según Carla Rojas, coordinadora de Inclusión y Género, del Observatorio de Gestión de Personas de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y experta en delitos de connotación sexual, en 2023 se registraron en Chile más de 21.000 mil casos de violación y agresión sexual, y el 0,01% de esas denuncias eran falsas. https://www.instagram.com/radio_13c/p/DC6seM0xDOr/ 5; ttps://lasillarota.com/opinion/columnas/2025/2/11/el-mito-de-las-denuncias-falsas-522682.html
*Paula Santana Nazarit, investigadora, antropóloga, feminista autónoma.
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