Trump activo: escaramuzas y maniobras para recuperar la iniciativa geopolítica.

Sanciones de Trump a Rusia alejan un arreglo pacífico en Ucrania.

por Juan Antonio Sanz(*)/Público.es/OtherNews.

Tras descartar la cumbre con Putin que él mismo propuso, Trump aprieta las tuercas a Moscú y sus aliados, pero solo consigue alimentar la ofensiva rusa en Ucrania.

El Kremlin lo dejó bien claro este jueves tras la andanada de sanciones lanzadas por Estados Unidos y la Unión Europea sobre Rusia por no acceder a una tregua en Ucrania. Según Moscú, con sanciones o sin sanciones, sólo habrá diálogo y se avanzará hacia unas conversaciones de paz cuando la Federación Rusa haya conseguido sus metas, que excluyen el alineamiento militar de Ucrania con Occidente y reclaman el reconocimiento de las anexiones rusas.

Las sanciones contra la industria petrolífera rusa adoptadas la víspera por el presidente estadounidense, Donald Trump, son un acto «inamistoso» hacia Rusia que «no fortalece las relaciones ruso-estadounidenses cuando comenzaban a restablecerse», afirmó en el Kremlin Vladímir Putin. El mandatario ruso advirtió: «Ningún país ni pueblo que se respete a sí mismo toma decisiones bajo presión».

Horas antes, el Kremlin indicaba que, para conseguir ese alto el fuego reclamado por Trump, es indispensable que antes se cumplan los objetivos de la ofensiva rusa en Ucrania. Según la portavoz del Ministerio de Exteriores, María Zajárova, es preciso «garantizar de forma fiable el estatus neutral, no alineado y libre de armas nucleares de Ucrania; su desmilitarización y desnazificación; unas garantías sólidas para los derechos y libertades de la población rusoparlante, y la actividad libre de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana». Es decir, Ucrania quedaría fuera de la OTAN y sin tropas occidentales en su suelo al concluir la guerra, ni siquiera como fuerzas de paz.

No se refirió Zajárova a una de las condiciones presentadas reiteradamente por el propio Putin para concluir la guerra, esto es, la confirmación de que los territorios anexionados en los tres años y ocho meses de guerra serán para siempre parte de Rusia. Pero si no lo dijo Zajárova, sí lo hizo el martes su jefe, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, cuando remarcó que Moscú no parará la guerra si no alcanza sus objetivos militares en el Donbás, territorio histórico ucraniano de mayoría rusófona que incluye las regiones Donetsk y Lugansk. Como destacó Lavrov, Rusia alcanzará este objetivo por la negociación o por la guerra.

Y Trump da por hecho que Ucrania tendrá que renunciar al Donbás y quizá a mucho más, en esa quinta parte de su territorio ocupada por Rusia, incluida la península de Crimea anexionada en 2014, tal y como espetó al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en unos términos muy imperiosos en la reunión que mantuvieron en Washington el pasado viernes.

Putin sabe perfectamente que tiene la sartén por el mando y que eso intranquiliza mucho a Trump, pues peligra su promesa de acabar con la guerra de Ucrania. Por eso hace una semana no accedió a entregarle a Zelenski los deseados misiles de largo alcance Tomahawk que le requirió el líder ucraniano, ni más sistemas antiaéreos Patriot, salvo que los paguen los países europeos a precios desorbitados.

En estas circunstancias, el único movimiento cabal que podía hacer Trump para no manifestar más debilidad ante Putin era imponer a Rusia sanciones de mayor calado.

«Sanciones masivas» a los bastiones petroleros rusos  

Este miércoles, Trump materializó sus amenazas e impuso las que calificó como «sanciones masivas» sobre dos de los gigantes energéticos rusos, Lukoil y Rosneft. Estas son las primeras sanciones impuestas por Trump a Rusia desde que asumió el poder y cambió la política de confrontación de su antecesor, Joe Biden, por un acercamiento a Moscú, que no ha acabado de fraguar, ni siquiera con la cumbre que ambos mandatarios celebraron el pasado 15 de agosto en Alaska.

Las sanciones llegan después de varias semanas de contactos contrarreloj entre las diplomacias de los dos países e incluso tras una conversación telefónica con Putin, el 16 de octubre. Trump llegó a anunciar una cumbre inminente en Budapest con el líder ruso que finalmente canceló este martes ante la falta de expectativas del encuentro.

Finalmente, Trump reconoció que había llegado el momento de las sanciones, aunque confió en que puedan ser levantadas si Putin acepta un alto el fuego. El castigo a las dos mayores petroleras rusas pretende que Putin «sea más sensato», según el propio Trump, y acceda a poner fin a la guerra de Ucrania, el objetivo que más le está costando al líder republicano en su tarea de «pacificador» de conflictos, por los que incluso aspiró al último Premio Nobel de la Paz.

Las sanciones anunciadas por el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, afectan a los gigantes rusos de los hidrocarburos Rosneft y Lukoil ante la «carencia de un compromiso serio por parte de Rusia con un proceso de paz que permita poner fin a la guerra de Ucrania». La elección de esas petroleras es por su papel fundamental en «la financiación de la maquinaria bélica del Kremlin», añadió Bessent, quien animó a los aliados europeos de EEUU a adherirse a esas sanciones. Y eso es lo que hizo la Unión Europea apenas pasadas unas horas.

Bruselas se suma a la iniciativa de Trump con sus propias sanciones  

La UE aprobó este jueves el decimonoveno paquete de sanciones contra Rusia, dirigido esta vez contra las importaciones de gas natural licuado ruso y contra la llamada «flota fantasma» rusa. Esta vez se castiga a 117 buques, con lo cual son ya más de medio millar de barcos que transportan hidrocarburos rusos los sancionados.

Bruselas está evaluando, además, la forma en que puede prestar a Ucrania cerca de 140.000 millones de euros procedentes de las activos financieros rusos congelados por la guerra. Este paso sí ha molestado mucho a Moscú. «Cualquier iniciativa confiscatoria de Bruselas tendrá una dolorosa respuesta», subrayó Zajárova.

En su nuevo paquete de sanciones, la UE restringe también el acceso de diplomáticos rusos al territorio de la Unión y penaliza a otras 45 empresas que ayudan a Rusia a evitar las sanciones a las supuestas transferencias de tecnología de doble uso, militar y civil. De esas empresas, doce son chinas y tres indias.

Son estos países, India y China, los más perjudicados por las sanciones impuestas por EEUU a esas dos macroempresas rusas dedicadas a la prospección, explotación y comercialización de gas, petróleo y productos derivados del crudo. Rosneft produce casi la mitad del petróleo de Rusia y junto a Lukoil exporta 3,1 millones de barriles diarios. Después de que el petróleo y el gas rusos dejaron de fluir hacia Europa por el comienzo de la guerra, China e India se convirtieron en compradores prioritarios de esos hidrocarburos.

Las dos compañías habían sido ya sancionadas por EEUU en tiempos de Biden al desatarse la invasión de Ucrania, al igual que otras 6.000 entidades e individuos rusos. Ahora las sanciones afectan también a las filiales de Rosneft y Lukoil, se prohíben las transacciones por entidades de EEUU, se bloquean sus bienes en este país y se les cierra el sistema financiero estadounidense.

Rusia es “inmune” a esas sanciones, dice el Kremlin  

Tras conocerse las restricciones, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso rebajó el alcance de la penalización, pues Rusia tiene ya una «solida inmunidad» ante tales castigos.

El propio Putin reconoció que las sanciones «tendrán consecuencias concretas pero no un impacto notable» en la economía rusa. Agregó que advirtió a Trump, en su última conversación telefónica, que una reducción de los hidrocarburos rusos en el mercado «conducirá a un brusco incremento de los precios del petróleo y los productos petrolíferos, incluido en las gasolineras. Y EEUU no será una excepción».

Los ingresos rusos derivados del petróleo y gas, aunque se han visto reducidos anualmente en un 21% por las sanciones y la guerra, suponen una cuarta parte del presupuesto de la Federación Rusa y sostienen la economía de guerra del Kremlin. No obstante, los ingresos estatales rusos en este sector provienen de los impuestos a la producción, no a las exportaciones. Esto impedirá que las sanciones de Trump torpedeen irremediablemente las finanzas del Estado ruso.

China e India sí están preocupadas por el paso de Trump  

En este sentido se manifestaron China e India, los dos actores internacionales que podrían verse más perjudicados por las sanciones estadounidenses. La India ha sido el país que más ha sufrido anteriores decisiones de Trump, que sin ser sanciones directas a Rusia, sí que trataban de coartar el intercambio comercial con Moscú.

En agosto, Trump impuso a las exportaciones indias unos aranceles del 50% como presión para reducir la dependencia energética del país surasiático de los hidrocarburos rusos. La bolsa india reaccionó así este jueves con fuertes caídas en el precio de las acciones de las refinerías estatales con mayores importaciones de crudo ruso.

Según adelantaron fuentes del sector a la agencia Reuters, esas refinerías estarían contemplando la reducción drástica de las importaciones de petróleo ruso para no verse perjudicadas por las sanciones estadounidenses y porque está negociándose con Washington una rebaja de esos desorbitados aranceles del 50% hasta un asequible 15%. Si tal reducción de las compras indias se cumpliera, fallaría el vaticinio positivo del Kremlin sobre los efectos de las sanciones impuestas por Trump.

China tampoco se permitió bromas sobre las nuevas sanciones estadounidenses. Pekín acusó a Washington de imponer a Moscú «sanciones unilaterales que carecen de fundamento en el derecho internacional y que no están autorizadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas«. Según uno de los portavoces del Ministerio chino de Asuntos Exteriores, Guo Jiakun, «la coerción y la presión no resolverán el problema» de la guerra de Ucrania e hizo un llamamiento a la negociación como «única vía para resolver la crisis».

También protestó China por las renovadas sanciones europeas a Rusia y a empresas que negocian con Moscú por las sospechas de connivencia en el traspaso de tecnología militar. «China no ha suministrado armas letales a ninguna de las partes y mantiene un estricto control sobre las exportaciones de productos de doble uso», aseveró Guo, quien aconsejó a Bruselas «dejar de utilizar a China como pretexto».

Cada día que pasa es más evidente el fracaso europeo a la hora de ayudar a Ucrania, por el coste del armamento, la imposibilidad de mantener ese flujo de armas sin vaciar los arsenales propios y por la creciente falta de unidad en la UE a la hora de entregar a Kiev todo el material militar que reclama. En estas circunstancias, Bruselas no duda en tirar balones fuera y responsabilizar a otros países de sostener el esfuerzo militar ruso y debilitar así el supuesto apoyo incondicional y sin reservas a Ucrania.

Lo subrayó con crudeza este jueves el primer ministro de Hungría, el ultranacionalista Viktor Orbán, alabando la iniciativa negociadora de Trump y denostando el belicismo de la UE: «Si Bruselas no obstaculizara la misión de paz de Trump, la guerra ya habría concluido». Una idea que está calando con fuerza también en Estados Unidos y que podría llevar a una paz forjada solo por Washington y Moscú.

(*) Juan Antonio Sanz, periodista y analista para Público en temas internacionales. Es especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar. Ha sido corresponsal de la Agencia EFE en Rusia, Japón, Corea del Sur y Uruguay, profesor universitario y cooperante en Bolivia, y analista periodístico en Cuba. Habla inglés y ruso con fluidez. Es autor de un libro de viajes y folclore.

Fuente: https://www.other-news.info/noticias/las-sanciones-de-trump-a-rusia-alejan-un-arreglo-pacifico-en-ucrania-y-danan-a-los-aliados-de-moscu/


Trump desentierra la doctrina del patio trasero para echar a China de Latinoamérica.

por Antònia Crespí Ferrer(*)/Público.es/Other News.

Durante los últimos años Pekín ha ganado influencia en la región gracias a los proyectos de cooperación del programa de la Nueva Ruta de la Seda.

El swap financiero de 20.000 millones de dólares que ha rescatado el peso argentino y los constantes ataques militares a lanchas procedentes de Venezuela son la última expresión de la doctrina del patio trasero que Donald Trump está reeditando en Latinoamérica. El pasado martes, el presidente estadounidense protagonizaba una escena que recordaba a la época en la que Henry Kissinger caminaba por los pasillos de la Casa Blanca: Trump advertía a los argentinos de que si la coalición del actual presidente Javier Milei no gana en las legislativas del 26 de octubre, Washington no «malgastará el tiempo» en mantener el intercambio financiero con el que ha salvado la divisa argentina.

Trump advertía delante de Milei de que la ayuda económica al país estaba ligada a que su aliado se mantuviera en el poder. De lo contrario, si una figura de «extrema izquierda» gana las presidenciales del 2027, «ya no seríamos tan generosos con Argentina como ha pasado hasta ahora». Y, además, remarcaba que estaría «muy decepcionado» si el Gobierno de Milei permitiera cualquier «actividad militar china» en su territorio.

Las declaraciones apuntaban al centro de observación espacial que tiene Pekín en la región de la Patagonia argentina, y se basan en comentarios previos según los cuales Milei está «comprometido a sacar a China» de Argentina. Hace unos días, la embajada china en Argentina respondió al secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, acusándolo de «intimidar» a las naciones latinoamericanas mientras promovía una «mentalidad propia de la Guerra Fría».

Lo cierto es que los chinos se equivocaban de época al hablar de Guerra Fría, ya que realmente Trump está abordando la geopolítica actual con una cosmovisión nacida en el siglo XIX: la doctrina Monroe. Se trata del principio por el cual se considera prioritario que Estados Unidos controle determinadas regiones del mundo para su seguridad. Trump observa el mapa internacional como un sistema de áreas de influencia frente a China y Rusia, y es aquí donde el republicano reedita la idea de Latinoamérica como zona que, por naturaleza, debe estar bajo el influjo estadounidense. El magnate necesita recuperar la hegemonía sobre el patio de atrás después de años viendo cómo China ha ido ganando terreno con distintos acuerdos comerciales y planes de infraestructura.

No es la primera vez que Trump menciona a China mientras tiene la vista puesta en los países que quedan al sur de su frontera. Antes de ser investido presidente, Trump ya inició su campaña contra el Gobierno panameño, acusándolo de permitir que China gane influencia sobre el canal de Panamá. Como consecuencia, el republicano ha estado amenazando con anexionarse la infraestructura, la cual considera crítica para sus rutas comerciales.

Desde 2017 Panamá mantiene relaciones diplomáticas con China y se ha suscrito al programa de inversiones de la Nueva Ruta de la Seda. Este plan de cooperación internacional es la principal herramienta de Pekín para ejercer soft power dentro de Latinoamérica y África. En términos de influencia y control vía inversión y cooperación, la Ruta es el equivalente a la agencia estadounidense USAID, la cual Trump ha desmantelado.

Hace unos días, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, denunciaba que una funcionaria de la embajada estadounidense «anda amenazando» a políticos y abogados panameños con retirarles la visa por sus relaciones con China.  «La agenda económica de Estados Unidos pasa necesariamente por acotar la creciente presencia de China en muchos países latinoamericanos. No solo portuaria, sino en otros muchos sectores como el automovilístico», explica a Público Manuel Balcázar, investigador del Centro de Estudios sobre Seguridad, Inteligencia y Gobernanza.

Balcázar apunta que los grandes temas de la campaña de Trump- la seguridad, las drogas y China- son relevantes en América Latina y que las operaciones militares contra Venezuela justo en este momento no son casuales. «Para hacer realidad su agenda, si hablamos de frenar la inmigración, Trump necesita recuperar la hegemonía sobre las capacidades económicas, políticas y sociales del hemisferio. Dentro de Estados Unidos ya no puede ir mucho más allá: ha desplegado la Guardia Nacional en algunas ciudades y está escalando las redadas de inmigración”.

En la triangulación de estas tres prioridades, Venezuela cae justo en el medio del eje. Además de que se trata de un Gobierno en las antípodas ideológicas de Trump y con estrechos lazos con China. El régimen de Nicolás Maduro tiene unos 600 proyectos de cooperación con China para 2025, aunque ahora mismo las relaciones con Pekín no pasan por el mejor momento. El venezolano no formó parte de la lista de invitados de Xi Jinping durante el desfile militar para conmemorar el 80 aniversario de la victoria de la Segunda Guerra Mundial.

El mes y medio de presión militar, con cazas sobrevolando cerca del espacio aéreo venezolano, los ataques constantes a las supuestas narcolanchas y los tres buques de guerra estadounidenses en los límites de las aguas venezolanas no hacen más que elevar la tensión con el régimen de Maduro. Diversos analistas apuntan que toda esta presión podría estar dirigida a favorecer un cambio de gobierno en Venezuela. Hace unos días se conoció que Trump ha autorizado en secreto a la CIA para que pueda llevar a cabo operaciones encubiertas contra Maduro y otros miembros del Gobierno venezolano.

Recientemente, en una entrevista con el hijo del presidente de EEUU, Donald Trump júnior, la líder de la oposición venezolana María Corina Machado –galardonada con el premio Nobel de la Paz– prometía que una vez hubiera un cambio de régimen se privatizarían todas las petroleras y darían el crudo a las corporaciones. «Vamos a privatizar toda nuestra industria», decía Corina Machado al hijo del presidente, e insistía en que las empresas estadounidenses «ganarán mucho dinero».

Paralelamente la presión militar sobre Venezuela quiere servir de aviso a México, que desde finales de enero ya convive con cientos de militares estadounidenses desplegados al límite de la frontera para supuestamente apoyar a los agentes fronterizos en su tarea para frenar los cruces.

El reverso de la guerra contra el narco con la que Trump quiere maquillar la presión militar es la campaña de inversiones económicas y tratos preferenciales que el republicano da a sus aliados a fin de mantenerlos en el poder. Milei no es el único que se ha beneficiado de los dólares de Washington; el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha recibido millones de dólares por poner sus prisiones al servicio del sistema de deportaciones de Trump, además de que ha conseguido que ahora Estados Unidos haya catalogado el país como un destino seguro para el turismo.

Por contra, Brasil y Colombia también están siendo víctimas de las presiones de Trump con el objetivo de castigar a sus gobiernos por no alinearse con la agenda del republicano. Brasil, que forma parte de los BRICS -donde también se incluye China-, afronta aranceles del 50%, que en parte también son un castigo por la sentencia que ha condenado a Jair Bolsonaro – aliado de Trump – a 27 años de prisión por su intento de golpe de Estado contra Luiz Inácio Lula da Silva tras su victoria electoral.

Al presidente colombiano Gustavo Petro – con quien Trump ha tenido bastantes choques- Estados Unidos recientemente le retiró el visado por «acciones imprudentes e incendiarias» durante una manifestación propalestina que hubo cerca de la sede de la ONU en el marco del inicio del 80 período de sesiones de la Asamblea General. En mayo de este año, China y Colombia firmaron un plan de cooperación conjunto sobre la Nueva Ruta de la Seda que supondría una mayor importación de productos colombianos por parte de Pekín, a la vez que las empresas chinas se unieron a la construcción de infraestructura. De hecho, China es el segundo socio comercial más importante de Colombia después de Estados Unidos, al que recientemente desplazó como la mayor fuente de importaciones del país.

(*) Antònia Crespi Ferrer, periodista, corresponsal en Estados Unidos.

Fuente: https://www.other-news.info/noticias/trump-desentierra-la-doctrina-del-patio-trasero-para-echar-a-china-de-latinoamerica/


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