Por Atilio A. Boron / enviado por Alba Noticias.
La región vive una coyuntura muy especial: al anunciado cambio de época proclamado con total acierto por el presidente Rafael Correa hace ya unos cuantos años lo acechan amenazas de una insólita gravedad. Proliferan las voces que pregonan -con indisimulada alegría algunos en la izquierda, con alivio otros en la derecha- el “fin de ciclo progresista”, más una expresión de deseos que un argumento sólidamente fundado. Pero más allá de esta disyuntiva, es indudable que el gran impulso ascendente de las luchas sociales y las fuerzas progresistas que desde finales del siglo pasado conmovieron a la región se ha ralentizado. La derrota del ALCA en Noviembre del 2005 aparece ahora, en perspectiva histórica, como el cenit de un proceso que luego iría debilitándose paulatinamente. Sin embargo, la inercia histórica era tan fuerte que ese auge de masas hizo posible las victorias de Evo Morales en Bolivia a finales del 2005 y de Rafael Correa en Ecuador también a fines del 2006. No sólo eso: también hubo un impulso suficientemente vigoroso como para desbaratar la intentona de golpe y secesión ensayada en Bolivia en el 2008 y el golpe de estado en Ecuador en Septiembre del 2010. Pero, posteriormente, ese antiguo vigor fue menguando hasta llegar a una situación de estancamiento y, en ciertos casos, de abierto retroceso. El más importante, sin duda, fue el caso de la Argentina: este es el primer, y hasta ahora único, país gobernado por una coalición progresista que fue derrotado en una elección presidencial.
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