Entrevista a Amílcar Figueroa, militante revolucionario venezolano.

por Carlos Morais /Publicada semanario ‘Sermos Galiza’.

Carlos Morais entrevista a Amílcar Figueroa, historiador, destacado militante de la izquierda revolucionaria venezolana, ex Presidente Alterno del Parlamento Latinoaméricano (2006-2008 y 2008-2010), miembro de la Presidencia Colectiva del MCB.

Los resultados de las elecciones parlamentarias del 6D fueron adversos para el chavismo. ¿Los podemos interpretar como el inicio del fin del proceso bolivariano?

Los números que arroja el 6D expresan una correlación político-electoral que en ningún caso es inamovible, habría que ver cómo se siguen comportando las variables que incidieron en ese resultado que, aún cuando da a las derechas una ventaja mas allá de cualquier pronóstico en cuanto a cantidad de diputados obtenidos (112 de 167), es más el producto de una abstención de cierta porción de electorado chavista (1.978.629) que de un incremento demasiado abultado de la oposición (343.434 votos); por lo demás, sufragan a favor del proceso 5.608.950 electores, contingente para nada despreciable habida cuenta las condiciones del momento político donde se llevan a cabo dichas elecciones.

Una revisión descarnada y de lectura profunda de las razones del descontento al interior de la militancia bolivariana se impone como una necesidad inaplazable y es, además, un condicionante para la recuperación de las fuerzas revolucionarias.

¿Cuáles son las causas reales de esta desafectación de amplios sectores populares con la Revolución. La guerra económica promovida por los Estados Unidos expresada en desabastecimiento de productos básicos, dolarización, inflacción, sabotaje eléctrico … es la principal explicación, o tenemos que buscar causas en el interior del chavismo como la burocracia parasitaria, la corrupción, luchas intestinas entre las fracciones más conservadoras del movimiento bolivariano, la infiltración de la contrarrevolución en un aparato de estado burgués que tras 17 años se mantiene intacto …?

Han sido varios tipos de problemas; la caída del precio del barril de petróleo afecta los márgenes de maniobra del Estado venezolano, recordemos que nuestra sociedad arrastra un déficit histórico de productividad, su economía, por un siglo, ha dependido fundamentalmente del ingreso petrolero; por supuesto, que la severa baja en el precio del barril iba a tener incidencia. Se llega a un punto en el cual solo por voluntad política se mantienen las políticas sociales. No es posible administrar la crisis capitalista, para avanzar de la reforma social progresiva que se venía desarrollando a dar el paso de la construcción del Estado Comunal, se imponía chocar con la burguesía y en el proceso bolivariano, ciertamente, se habían dado transformaciones sin producirse un choque frontal con la misma; nunca, por ejemplo, se pecho al capital financiero, mecanismo de donde han podido salir los recursos que compensaran la baja en el ingreso petrolero. Lo que quiero decir es, que se había llegado al momento en el cual no podían coexistir los dos modelos. La burguesía, con siglos de aprendizaje en el ejercicio de la dominación, aunque no paró nunca su lucha contrarrevolucionaria, aguardaba un mejor momento para un escalamiento de la lucha de clases y ese momento adviene con la muerte física del Comandante Chávez de cuyo liderazgo y capacidad de unir todas las fuerzas revolucionarias nadie tiene dudas. De ahí en adelante pondría en práctica múltiples líneas de sabotaje y conspiración ensayadas muchas de ellas para el derrocamiento de otros regímenes populares en el continente y de esta forma, fueron imponiendo su ritmo.

En mi concepto, hubo un punto de inflexión del proceso en el momento cuando un nítido representante del sistema del capital –Lorenzo Mendoza- se dirige al país desde Miraflores (La Casa de Gobierno). Fue una señal de que el método criminal –la guarimba- impulsado por la burguesía había forzado a una negociación: el camino al socialismo quedaba seriamente comprometido. De tal forma, buscar los orígenes del resultado electoral, del cambio de la correlación electoral nos remite a momentos anteriores: el capital impuso la dolarización por la vía de los hechos, acaparó productos, desató su lógica de extracción de la máxima ganancia en el intercambio de mercancías, a la vez que cooptó funcionarios y pervirtió y/o tergiversó todos los programas asistencialistas del Estado y por esta vía redujo el impacto político de los mismos. Se cuidó, además, de mostrar su programa neoliberal; no hizo mayor propaganda pública, pero en las colas generadas por el acaparamiento de los productos, sus agentes desplegaban una intensa agitación política.

Al lado de esas acciones promovidas por nuestros adversarios se colocan una serie de errores, de conductas no revolucionarias al interior del proceso, que venían siendo advertidas por muchos hombres y mujeres que desde la filas del chavismo levantaban el arma de la crítica, cuestión mal recibida desde la más alta dirección del Estado y el Partido y frente a la cual ha llegado la hora de cambiar de aptitud para retomar el camino de la Revolución.

En este nuevo escenario, ¿qué márgenes tiene el proceso para reconducir la situación, defender las conquistas sociales y laborales, la independencia y la soberanía de Venezuela?

Quien piense que la “dualidad de poderes” o “empate catastrófico” entre el mundo del capital y el mundo del trabajo por cual atraviesa el proceso venezolano ya fue resuelto, que no se alcanzó “el punto de no retorno” y que nuestra sociedad retrotraerá al pasado sin pasar por un intenso periodo de movilización e inestabilidad política, hace una lectura equivocada del problema o es simplemente un derrotista. Ahora bien, un sacudón revolucionario recorre las bases del chavismo, efervescencia que se expresa en distintos espacios del país, que rebasa los marcos de la democracia liberal y que ha tocado las puertas de Miraflores. El Presidente Maduro quien empezó por reconocer algunos errores, manifiesta su voluntad de oir al movimiento popular. La rectificación se pone a la orden del día: superar los vicios de nepotismo, amiguismo, inacción y/o complicidad frente a la corrupción forma parte del reclamo del movimiento de base; mas allá de ello, se impone una revisión de la política. En definitiva, se generan nuevos escenarios donde del protagonismo que asuman Consejos, Comunas y demás componentes del sujeto revolucionario estará la suerte de la Revolución, decidirá a favor de quien se rompe la dualidad; todo ello en un ambiente donde ya la derecha comienza a develar su verdadero programa, cuestión que lógicamente modificará la visión de muchos de sus electores.

En medio de este dilema viejos políticos levantan también, desde otra perspectiva, ideas que apuntan a conformar un escenario de conciliación. La puja está por definirse y, bien cabría usar un axioma del deporte de las mayorías venezolanas: “el juego solo termina con el out 27”

La Revolución Bolivariana ha sido y es un referente para los pueblos del mundo, pero a estas alturas todo indica que ha perdido el horizonte socialista y semeja instalada en un modelo de capitalismo de estado de carácter nacional, donde el Socialismo es más una retórica consigna vacía de contenido que una realidad. Tal como afirmas en tu último ensayo «no se ha producido en las distintas instancias políticas del proceso un debate profundo respecto a cómo entender la transición socialista en una sociedad como la venezolana y en las condiciones del siglo XXI».

Efectivamente, la Revolución Bolivariana es un referente más allá de las fronteras nacionales, irrumpió en tiempos de mucha “sequía revolucionaria” a escala planetaria y por tanto, rápidamente se transformó en un faro que ha irradiado esperanzas para los explotados y ofendidos del mundo, pero ha sido particularmente paradigmática para la América Latina y el Caribe, en tanto, no solo, rescató la pertinencia de las transformaciones revolucionarias en esta época de decadencia de la sociedad burguesa; sino que levantó con fuerza, logrando importantes concreciones, la idea de unidad continental, de Patria Grande, bandera de lucha de nuestros padres Libertadores.

Revertir un proceso en el cual nacen la Alba, Unasur, y demás esfuerzos integracionistas y liquidar los instrumentos unionistas (Telesur, Petrocaribe etc) ha estado siempre en la mira de los imperialistas en especial ahora cuando los Estados Unidos adelantan un contraofensiva con el propósito de recolonizar el continente, de retrotraer todos avances en cuanto unidad de nuestros pueblos. Corresponde al pueblo trabajador acaudillar este proceso de unidad y transformación en las condiciones del siglo XXI. En ese contexto, defender la Revolución Bolivariana, reimpulsar la Revolución en Venezuela es más que urgente, una necesidad para los pueblos de Nuestra América; de ahí que retomar el debate sobre el futuro del socialismo, y el hilo conductor entre este objetivo con la unidad e independencia Continental es una prioridad para las y los revolucionarios.

Cual puede ser el «nuevo» rol que adopten las Fuerzas Armadas Bolivarianas, hasta ahora leales al proceso mediante su participación en la alianza cívico-militar como un «nuevo sujeto político»?

La fuerza Armada de Venezuela tiene sus particularidades que para entenderlas hay que indagar en sus origines, su desarrollo histórico, su composición de clase y la evolución de su doctrina militar. Si no tuviese tal especificidad hubiese sido imposible que de su seno surgiese un líder, un pensador como Hugo Chávez. Por supuesto, que suponemos la existencia de distintos pensamientos en su interior, que la correlación interna entre los mismos no debe ser muy lejana a la que existe en la sociedad civil y, es lógico pensar que, su postura va a ser clave en el desenlace de la contradicción entre los dos bloques históricos que hoy disputan el poder en la sociedad venezolana.

Fuente: http://galiza.lahaine.org/entrevista-a-amilcar-figueroa-militante

18/12/2015

 


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