Brzezinski confiesa que EEUU estuvo detrás del golpe fallido en Turquía.

Zbigniew Brzezinski

por Alfredo Jalife-Rahme /El Viejo Topo.

Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional de Carter e íntimo de Obama, “confirmó que EEUU apoyó a la oposición de Erdogan para perpetrar el golpe”. ¡Vaya confesión tan cándida y candente!

Como adelanto a su próximo artículo en The American Interest, Brzezinski sintetiza en su “resumen” que “el papel de EEUU en el golpe en Turquía fue un grave error (¡supersic!)” que “puede causar una mayúscula explosión a la reputación (sic) de EEUU”.

Brzezinski, creador de los mujahidines/Al-Qaeda ahora transmutados en yihadistas posmodernos, ha escogido a la influyente revista The American Interest como la paloma mensajera para sus relevantes apreciaciones geoestratégicas, gusten o disgusten, como es el caso trascendental de su exhortación a un nuevo realineamiento con Rusia y China, una versión del inevitable nuevo orden tripolar que no se atreve a pronunciar su nombre.

Resulta y resalta que “Turquía se encontraba a punto de reconsiderar su política exterior después de su fracaso en Siria durante los pasados cinco años, y los errores de cálculo al apoyar el golpe y al hospedar a su líder (Fethullah Gulen, asilado en Pensilvania) son tan serios que no es posible culpar al otrora aliado de EEUU, Turquía, si da su espalda a EEUU y recapacita su política”.

¿Propone Brzezinski en forma subliminal entregar al aliado asilado Gulen para aplacar la ira del sultán Erdogan y operar un control de daños en su deteriorada relación con EU cuando Turquía ha iniciado un acercamiento espectacular con Rusia e Irán?

En su asombrosa confesión pública, Brzezinski reconoce que “una potencial coalición Rusia/Turquía/Irán puede crear la oportunidad (sic) para resolver la crisis siria” y “si Erdogan tuviese un poco de sabiduría, habría llegado al entendimiento de que no tendría una credibilidad independiente con la ayuda de algunos países árabes decadentes”. ¡Qué fuerte!

El usualmente bien informado, el alemán-estadounidense, F. William Engdahl –connotado geopolitólogo formado en la Universidad de Princeton y consultor de riesgos estratégicos–, escrudiña la confesión del golpe fallido del 15 de julio de parte de Brzezinski y expone la telaraña de intereses de un Gulen apuntalado por la CIA: “refleja una tremenda lucha interna de facciones en los círculos cupulares de EU”, que “reconfigura el más extraño año electoral presidencial en la historia estadounidense”.

Engdahl comenta que el golpe auspiciado por EEUU se escenificó “días después de que Erdogan anunció un mayor giro estratégico para alejarse de la OTAN y acercarse a Rusia” y cuya confesión vino del Olimpo geoestratégico estadunidense: ¡nada menos que de Brzezinski!

Engdahl refiere que los aludidos “países árabes decadentes” son “sin duda Arabia Saudita y Qatar, los principales financieros de la guerra del terror sirio contra Assad desde 2011”. ¡Muy fuerte!

Juzga que la dramática confesión de Brzezinski no es menor, ya que, “con Henry Kissinger fue uno de los principales estrategas exponentes de la política exterior del periodo posguerra, fundador y director ejecutivo de la Comisión Trilateral de David Rockefeller, y quien hasta hoy todavía conserva (sic) presuntamente permiso y acceso a los reportes de espionaje top secret de EEUU” y quien “expresa ahora su furia (¡supersic!) por la plena incompetencia (sic) del espionaje estadunidense en manejar la relación con Turquía”.

Engdahl comenta que “en forma notable, la persona en el Departamento de Estado directamente responsable, no solamente del desastroso (sic) golpe de febrero de 2014 en Ucrania, sino también en Turquía, es la malhadada (sic) y perpetua (sic) guerrera Victoria Nuland, esposa del neoconservador straussiano Robert Kagan”. Por cierto, ambos son israelí-estadunidenses y la amazona Vicky fue quien profirió sicalípticas invectivas grabadas contra Europa (“Fuck Europe!”).

Según Engdahl, a partir del fallido golpe de EEUU y el viraje de Erdogan al Este, “el Pentágono se vio obligado a desmantelar velozmente sus ojivas nucleares de la base aérea Incirlik, cerca de la frontera siria, para recolocarlas en Rumanía”. Peor: el turco insinuó que la base de Incirlik puede ser usada por Rusia.

Por sus dramáticas repercusiones, a juicio de Engdahl, “el 15 de julio pasará a la historia como una de las más decisivas derrotas de la proyección del poder global de EEUU, del llamado nuevo orden mundial de David Rockefeller y amigos (sic)”.

Es más que justificada la inusitada furia pública de Brzezinski, quien contempla el desmoronamiento de su “tablero de ajedrez” euroasiático –y sus volcánicos Balcanes– desde Ucrania, pasando por Turquía (nominal miembro de la OTAN), hasta el binomio Siria-Irak, para condensarse en el otro binomio Afganistán-Pakistán.

Se resquebraja así el asfixiante cerco continental euroasiático formulado por las “trampas de Brzezinski” contra el triángulo continental RIC (Rusia, India y China).

Algunos puntuales tuits de la angustia geoestratégica de Brzezinski en el lapso de cuatro meses son ilustrativos del caos global y del choque de EEUU contra la naciente alianza de Rusia y China, los cuales han pasado a la contraofensiva, donde destaca el contencioso turco y sus reverberaciones.
Brzezinski confiesa que EEUU estuvo detrás del golpe fallido en Turquía

El 4 de mayo: “Trump sin gran diseño estratégico coherente y la señora Clinton favoreciendo viajar sobre hacer estrategia levanta incertidumbre global sobre EEUU”. Cabe señalar que la hija de Brzezinski (pro Hillary) se ha enfrascado en un hormonal duelo verbal con Trump.

15 de junio: “¿Por qué EEUU pone en peligro sus intereses creando una situación en Asia, donde China siente no tener otra opción que estrechar sus relaciones con Rusia?”

31 de agosto: “La ausencia de una visión estratégica de EEUU puede tornar la cooperación sino-rusa de un tigre de papel a algo más preocupante”.

1º de septiembre: “Se requiere un poder sunita estabilizador; sin embargo, los posibles estados –Turquía, Egipto, Arabia Saudita– son cada vez más ineptos o no desean liderar”. ¡Muy severo!

Pues sí: no es lo mismo administrar el auge unipolar de EEUU que su vigente decadencia tripolar.

Tampoco es lo mismo lidiar con la resucitada Rusia en la “era Putin”, que con sus pusilánimes antecesores (Gorbachov y Yeltsin), ni con el mandarín Xi, en la fase del milagroso ascenso de China.

La decadencia de EEUU es inversamente proporcional a la resurrección de Rusia y al ascenso irresistible de China –al unísono del despegue callado de India–, lo cual fue notorio, en vísperas del arranque de la undécima cumbre del G-20 en Hangzu, con el desaire en la pista de aterrizaje a la muy mediocre asesora de Seguridad Nacional de Obama, la amazona Susan Rice. El mensaje es tremendo en símbolos, cuando la última visita de Obama a China demarró muy mal.

Ante tantas provocaciones injerencistas de Obama, quien se confina en su autismo unipolar inoperante, Rusia y China ya se quitaron los guantes y quizá hayan detectado que EEUU no solamente se encuentra en franco declive global y doméstico, sino que también carece de geoestrategas válidos cuando Brzezinski (88 años) y Kissinger (93) se encuentran en su ocaso biológico.

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/brzezinski-confiesa-que-eeuu-estuvo-detras-del-golpe-fallido-en-turquia/

 


Erdogan, del Golpe de Estado a la Dictadura.

por Eduardo Luque / El Viejo Topo.

«Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes». /Frase atribuida a Lord Palmerston.

En un principio pudo parecer un autogolpe o un golpe cocinado. Hoy sabemos que fue un golpe mal planificado donde participaron dos helicópteros, siete tanques, un avión y 350 soldados. Sin embargo, el ejército turco tiene una larga experiencia en dar golpes de estado. En los últimos 50/60 años ha protagonizado con éxito por lo menos tres y un cuarto denominado el “golpe electrónico”. ¿Cómo puede organizarse una asonada militar con tan pocos efectivos para el segundo mayor ejército de la OTAN? Por ejemplo, el ataque al palacio presidencial, defendido por cientos de efectivos, fue realizado por un comandante y 13 soldados que fueron detenidos en la puerta. ¿Ha sido una asonada o un aviso? En cualquier caso, es, sin duda, un fiasco norteamericano.

golpe-en-turkiaLas acusaciones vertidas por el premier Erdogan lo corroboran. EEUU estuvo en la génesis de un golpe que contó con el silencio cómplice de la UE. Cuando se produjeron los atentados terroristas en Europa, los líderes europeos declararon al unísono “son ataques contra todos nosotros”; en cambio, en lugar de apoyar a Ankara algunos dirigentes europeos se inclinaron por el argumento del golpe “escenificado”, lo que provocó una enorme irritación en Turquía. Tuvo que ser nada menos que Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad nacional del ex presidente Jimmy Carter y cabeza pensante en la administración Obama, quien lo ha admitido en su cuenta de Twiter.

El apoyo brindado por Estados Unidos a los golpistas ha destrozado la reputación de Washington, que durante décadas ha preferido los “golpes blandos” (léase las “primaveras de colores” o las muertes por enfermedad, como en la Venezuela chavista) a verse implicados directamente en cambios de gobierno “manu militari”, como en épocas anteriores.

Erdogan se había convertido en un aliado incómodo y difícil de controlar. Uno de los últimos hechos más relevantes fue el derribo del caza ruso SU-24, con lo que se pretendía incrementar aún más la tensión entre la OTAN y Rusia para que aquella apoyara las reivindicaciones territoriales del sultán turco sobre Siria, aun a costa de un enfrentamiento directo con el ejército ruso. La respuesta evasiva de los socios otanistas, que no estaban dispuestos a ir a la guerra contra Rusia por una baladronada turca, marcó un antes y un después. En paralelo, la existencia de un conflicto ideológico entre el ejército y las autoridades islamistas y el deterioro de las relaciones internacionales del país con sus antiguos aliados han sido elementos determinantes.

Sea golpe frustrado o pronunciamiento militar, las consecuencias han sido similares: detenciones masivas, depuraciones, represión en las calles (los barrios laicos y con mayoría opositora han sido objeto de ataques por parte de las fuerzas paramilitares del partido gobernante)… Todo ello dibuja un escenario que se había ido preparando en los últimos años. Los modos y maneras de Erdogan ya estaban presentes desde su elección, primero como alcalde de Estambul y segundo como presidente del país, elegido en 2014. Su deseo era modificar la Constitución existente para instaurar un régimen presidencialista sin cortapisas opositoras. La irrupción en las elecciones de junio del 2015 de las fuerzas progresistas lo evitó. El presidente maniobró iniciando sin reparos una guerra contra la minoría kurda. Unos cuantos atentados muy oportunos (en total 17 atentados con más de 300 muertos, de los cuales no se han realizado detenciones ni la policía conoce sus autores) le proporcionaron la excusa para asegurase una mayoría más amplia en las elecciones del 1 noviembre del 2015. Su argumento fue, no podía ser otro, la lucha contra el terrorismo.

En realidad, su gobierno ha sido fundamental para los grupos terroristas que han intervenido en Siria e Irak. Amparándose en esta lucha “antiterrorista” ha ido recortando libertades públicas hasta extremos grotescos. Era causa de divorcio el que un miembro de la pareja criticara al presidente, aunque fuera en la intimidad, pero este detalle nimio tiene su correlato en la detención de centenares de periodistas y la represión de los medios opositores. Los asesinatos y atentados a los candidatos opositores en las elecciones dibujan un panorama terriblemente preocupante: todo culmina el 29 de mayo del 2016 cuando fue aprobado un proyecto de ley que despojaba de la inmunidad a 148 parlamentarios, incluyendo 53 miembros del pro-kurdo HDP. Como hemos dicho, pretendía constituir una Republica Presidencialista sin oposición laica que permitiera avanzar más rápido en la islamización del estado a todos los niveles.

La falta de respeto por los derechos humanos más elementales, como se ha visto con la actuación mafiosa en la crisis de los refugiados, dan una idea de sus intenciones. El presidente turco ha promovido la polarización social dividiendo a la sociedad entre kurdos, alauitas, religiosos y seculares. Su concepción de la política, lo ha reconocido públicamente, es simple: “sólo me ocupo de los que me apoyan”, ha llegado a decir. El golpe ha sido un regalo: “Este golpe, este levantamiento es una bendición de Alá porque nos permitirá purgar las Fuerzas Armadas”, ha declarado el “premier” turco. Pero la represión ha alcanzado no sólo a los militares. El estamento judicial que había limitado alguno de los desmanes represivos del gobierno ha sido terriblemente depurado. Ha conseguido de esa forma que se difumine la posibilidad de que se le juzgue por múltiples delitos de “Lesa Humanidad”; los ganadores en un Golpe de Estado jamás van a juicio. Por otra parte, la legitimidad presidencial queda resuelta. Según la Constitución turca el presidente debe ostentar un título universitario, cosa más que discutible en el caso de Erdogan, que nunca ha presentado los certificados correspondientes; pero el problema queda zanjado con el encarcelamiento de gran parte de la judicatura. La represión interna ha alcanzado y alcanzará aún más a toda la sociedad en un claro maniqueísmo de conmigo o contra mí. La posición de los partidos rivales, incluyendo el PKK, ha sido contradictoria, puesto que Erdogan se presenta frente a la sociedad civil como valedor de la democracia y los derechos humanos, cuando en realidad instaura una dictadura.

Erdogan había sido un fiel aliado de EEUU en la zona. Era pieza clave en la transferencia de armas y combatientes yihadistas hacia Siria. A su vez, también era amigo de las monarquías teocráticas del Golfo –en especial Arabia Saudita–, que habían apoyado su campaña electoral con no menos de 200 millones de dólares; pero esta alianza se había deteriorado al mantener las relaciones económicas con Irán, a pesar de las presiones ejercidas por la casa Saud para aislar a Teherán.

La resistencia siria a la guerra de agresión impuesta y el apoyo decidido de Rusia e Irán al gobierno de Damasco pusieron en crisis el modelo. Ankara vio cómo sus propuestas (invasión terrestre de Siria, exclusión aérea) fueron rechazadas, mientras que la proposición estadounidense de fraccionar Siria, creando un estado independiente kurdo en su frontera sur, se convertía en una cuestión inasumible para el régimen turco. Era pues necesario realizar un cambio de orientación.

El enfrentamiento con Moscú, provocado por el derribo del Su-24 el 23 de noviembre del 2015, trajo consigo sanciones que causaron una enorme sangría económica. Ésta, unida a los atentados sufridos en su propio territorio, ha tenido un gran impacto financiero (dos días antes del golpe, Standard and Poor calificaba la deuda turca como bono basura). Finalmente, su enfrentamiento con la UE por el tema de la crisis de los refugiados lo ha convertido en un aliado indeseable. Son tantos y tan variados los elementos intervinientes (los kurdos, Siria, Irak, la OTAN…) que sería un error leer esta crisis bajo un aspecto meramente local. No es en definitiva un presidente que quiere islamizar el país frente a unas fuerzas armadas que pretenden asegurar la laicidad del Estado; es eso y mucho más que eso.

Finalmente, Ankara inicia un cambio político que se formaliza el 27 de junio del 2016. Turquía, a la vista de una guerra que no puede ganar, cambia de orientación en un giro copernicano y parecer ser que inesperado para las cancillerías occidentales. A finales de abril, utilizando como mediadores a empresarios turcos con intereses en Rusia y al presidente de Kazajistán, se redacta y entrega el comunicado de disculpas del presidente Erdogan, condición impuesta por Putin para reconsiderar las relaciones con Ankara. El presidente turco pide perdón por el derribo del avión ruso y se reinician los contactos políticos con el Kremlin. EEUU no puede permitir este cambio de actitud. El golpe se produce el 15 de julio. En este contexto, la inteligencia rusa e iraní pusieron sobre aviso al presidente turco unas horas antes del golpe de estado militar.

Su archienemigo sirio, Al-Assad, condenó el golpe a las pocas horas. Erdogan calificó de puñalada por la espalda la postura de Occidente y elogió el posicionamiento de Irán, Rusia y Siria, que le apoyaron en esos momentos críticos. Erdogan tardó dos días en responder a las llamadas de Obama, mientras Arabia Saudita tardó aún más en condenar de forma formal el golpe militar. EEUU no pudo disimular su intervención en el golpe puesto que los aviones que habían bombardeado el Parlamento turco, matando a 15 parlamentarios, habían repostado en la base de Incirclik. La respuesta de Erdogan como sabemos fue cercar con tropas la base de la OTAN, cortar la electricidad al complejo militar y, en un remedo de chantaje, exigir a EEUU la entrega de su enemigo político Fethullah Gülen. Este antiguo mentor y aliado de Erdogan, actualmente asilado en EEUU, ha sido acusado de ser el posible autor intelectual de la asonada. La financiación del golpe, unos 600 millones de dólares, provino de las arcas de Qatar y Arabia Saudita, muy preocupados por el nuevo giro de la política turca respecto a Rusia e Irán.

Erdogan ha conseguido estabilizar a su favor la situación interna. Ha aumentado su popularidad. Sus votantes no tendrán ningún tipo de dudas y se mantendrán fieles, como se vio con las grandes concentraciones de masas en Estambul convocadas por el partido gobernante en defensa de la “democracia” el 7 de agosto.

De cara a la opinión pública, el presidente turco ejercerá, ya lo está haciendo, como nuevo Saddam Hussein. La cancillería de exteriores alemana acusaba hace recientemente al gobierno turco de amparar a los grupos terroristas del Ejército Islámico. El gobierno Merkel se da cuenta ahora, cuatro meses después de que Rusia aportara y denunciara en el Consejo de Seguridad de la ONU la concomitancia entre el gobierno turco y los grupos terroristas en el desarrollo del terrorismo en Oriente Medio. El cambio de orientación política que vivirá Estambul en las próximas semanas nos deparará enormes sorpresas, en especial en el caso sirio, ¿Por qué si ha podido abrazar a Putin tras el derribo del Su-24, no podría hacerlo con Al-Assad? En las últimas horas se han extendido rumores indicando que Turquía podría ofrecer la base de la OTAN de Incirclik a la aviación rusa para golpear con mayor eficacia a los grupos terroristas. Un hecho comprobado es el cierre de algunos pasos fronterizos con Siria por parte del ejército turco, lo que han provocado duros combates acabados con la muerte de decenas de terroristas que pretendían refugiarse en suelo turco. Las consecuencias del golpe fallido aún están por ver en toda su totalidad. Lo previsible es que las fuerzas responsables de la asonada más temprano que tarde volverán a intentarlo. Las fuerzas yihadistas derrotadas finalmente penetrarán de nuevo en Turquía y animadas por los servicios secretos occidentales dejarán un rastro de atentados en todo el país que lo teñirán de dolor y sangre. Mucho más dolor y mucha más sangre.

Si fuera una partida de ajedrez asistiríamos a una auténtica patada en el tablero. La aceleración y el brusco cambio en las relaciones de fuerza en Oriente Medio producen vértigo. El golpe de Estado fallido en Turquía ha sido la última jugada en un proceso que a nosotros se nos antoja cercano e inmediato. ¡Es mera simplificación!

La crisis turca, la guerra siria, el terrorismo islámico, el conflicto en el Yemen, el aumento de la tensión en el cuerno de África o en el Mar de la China son partes de cambios políticos mucho más profundos que se arrastran, en palabras de Samir Amin, desde la crisis de acumulación de la década de los 80. La crisis financiera del 2008 sólo sería una manifestación de un algo mucho más complejo. Se están rompiendo las estructuras sobre las que se basaba el orden internacional desde la posguerra y en especial desde la caída de la URSS.

En el mes de julio, con ocasión del 95º aniversario de la creación del Partido Comunista Chino, Xi Jinping pronunció un discurso llamando a crear una unión militar con Rusia. “El mundo está en los albores de un cambio radical”, “Vemos cómo la UE está al borde de la desintegración, al igual que la economía norteamericana. Estamos a las puertas de un nuevo orden mundial”. En el mismo discurso el “premier” chino declaró: “La situación ya nunca volverá a ser la misma. Dentro de 10 años tendremos un nuevo orden mundial, cuyo elemento fundamental será la unión de Rusia y China”. Por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, se refiere a las relaciones de cooperación entre ambos países como “una asociación estratégica profunda”. Sea premonitorio o no, la realidad es que los pactos internacionales construidos durante décadas y que se focalizaban en Oriente Medio están siendo cuestionados. Sólo es preciso recordar que en los 80 el expresidente Carter definió a Oriente Medio y su petróleo como una línea roja que nadie podría sobrepasar “Cualquier intento de parte de otra fuerza ajena a los estadounidenses por obtener el control del Golfo Pérsico, será considerado como ataque a los intereses vitales de los Estados Unidos y será rechazado por todos los medios necesarios, incluyendo los militares”; era la denominada doctrina Carter. Las guerras de Afganistán e Irak formaban parte de ese escenario en el que se jugaba el control de los recursos energéticos mundiales.

Es pues un momento internacional muy grave. La postura agresiva de EEUU en compañía de la UE, su perrito faldero, pretende, desplegando el escudo antimisiles y realizando enormes maniobras militares alrededor de los dos países rivales, contenerlos bajo la amenaza de una guerra total. En el escenario asiático EEUU exige que China sea expulsada de su territorio histórico. El afianzamiento del acuerdo mutuo de defensa entre Japón y EEUU, donde el ataque a uno de estos países implica la ayuda del otro, ha sido respondido por Rusia con la instalación de nuevas bases militares en las islas Kuriles, y por China, con la reivindicación de la soberanía sobre las islas Paracelso, foco de la tensión actual entre China y EEUU.

La gran burguesía internacional es la que impone o deshace pactos utilizando los ejércitos para mantener su cada vez más menguante tasa de acumulación. El recurso a la guerra se hace cada vez más imprescindible y necesario para mantener los privilegios. La brutalidad, pura y dura, se va a ir imponiendo en el ámbito internacional. Hasta ahora, como hacíamos notar en la primera parte de esta reflexión, Occidente y en especial los EEUU habían optado por mantener un cierto “decoro”; el control de los medios y de las organizaciones denominadas “civiles” permitía a los grupos de poder imponer una visión sesgada y acorde con sus intereses al conjunto de la población. En la actualidad, la careta que permitía el exterminio y la destrucción de países enteros, está cayendo. Del intento de golpe de Estado legal en Brasil o en Venezuela, hemos pasado otra vez al método clásico, al golpe. La política exterior de EEUU ha quedado retratada. Es tal la parálisis de los organismos internacionales que deberían defender la paz que cierran la boca cuando EEUU reconoce que interviene militarmente en Siria y amenaza con abatir a los aviones sirios que defienden su país o a los bombarderos rusos que tienen autorización de Damasco. Las instituciones internacionales van camino de convertirse, aún más, en irrelevantes o sencillamente colapsar y esto abarca desde la ONU hasta el Comité Olímpico Internacional. La agresividad de la hasta ahora potencia dominante es cada vez mayor también en una especie de quiero y no puedo. Las declaraciones del exdirector adjunto de la CIA Michael Morell (colaborador de la candidata demócrata Hillary Clinton) pidiendo el asesinato de ciudadanos rusos o iraníes, la propuesta del gobierno alemán de volver a imponer el servicio militar obligatorio, la agresividad de Japón, donde algunos de los ministros del gobierno rinden honores a los generales japoneses condenados por delitos de genocidio tras la segunda guerra mundial, la reunión de los dirigentes europeos a bordo del portaaviones Garibaldi en una supuesta demostración de poder militar… no son sino ejemplos de una situación general que se hace cada vez más sofocante.

Todas las voces apuntan a Washington como posible impulsor de la asonada militar turca. El golpe fallido ha precipitado la situación y la peor pesadilla de los asesores presidenciales en EEUU se ha hecho realidad. Fue Zbigniew Brzezinski, asesor de múltiples presidentes norteamericanos desde la era Carter y también, aunque informal, de Obama, quien escribió en el “El Gran tablero mundial” (1997) que el peor escenario para mantener el Unipolarismo de EEUU sería una alianza entre Rusia y China. Y a pesar de ello, no solo se va a consolidar esta relación, sino que la crisis siria-turca propicia que un nuevo actor decisivo en Oriente Medio, Irán, entre en esta alianza. La participación de la Guardia Revolucionaria iraní en el escenario militar desde hace meses y las facilidades prestadas a la aviación rusa para bombardear a los grupos yihadistas en territorio sirio la convierten en un nuevo actor imprescindible, aunque la cesión de la base aérea de Hamadan en territorio persa haya sido abortada por presión norteamericana. El apoyo futuro a la secesión kurda será la moneda de cambio utilizada por EEUU para disuadir a Rusia e Irán de mantener la base aérea en territorio persa. Rusia ha respondido acelerando las reparaciones en su portaaviones Admiral Kuznetsov, que entrará en la costa siria en los primeros días de septiembre con toda su flota de apoyo.

El cambio geoestragégico se está produciendo en dos zonas especialmente sensibles para Occidente. La primera es Siria, que ha alquilado a perpetuidad a Rusia dos bases militares en el país, una aérea y otra naval. La segunda, el cambio de actitud turco, que señala una mayor colaboración con Rusia, especialmente en el escenario sirio. Erdogan ha dejado de exigir la dimisión de Al-Assad como condición de la reapertura de las relaciones entre ambos países. La dibujada alianza entre Rusia y China se ha visto reforzada con una nueva correlación en Oriente Medio, donde EEUU y la UE, Arabia Saudita y Qatar pierden posiciones. Hace pocos días, Guan Youfei, director de la Oficina de Cooperación Militar Internacional de la Comisión Central Militar de China, manifestaba públicamente que el país asiático ayudaría militarmente a Siria. Rusia y, en especial China, han de asegurar que fluyan los recursos hacia sus fábricas y los mercados; su objetivo es hacer realidad las Nuevas Rutas de la Seda. Por su parte el presidente del Comité de Defensa de la Duma Estatal (Cámara Baja del Parlamento ruso), Almirante Vladimir Komoedov, señaló que el deseo del ejército chino de incrementar su ayuda a Siria es el primer paso hacia la formación de una coalición política y militar de países que no son miembros de la OTAN.

En este torbellino creativo, en estas arenas movedizas donde todo es dinámico y carece aún de forma definida es donde se ve atrapado Erdogan. El apoyo tácito o real de Occidente al golpe turco ha trastocado el escenario y los marcos del enfrentamiento internacional. El primer ministro turco, pieza clave en la estrategia estadounidense para el control en Siria e Irak, ha cambiado de aliados. Se evidencia, como decíamos, la transición del Unipolarismo geoestratégico de EEUU a una visión más poliédrica de las relaciones internacionales. Todo este cambio ya estaba en marcha antes del golpe, la asunción de responsabilidades por el derribo del SU-24 por parte de Erdogan así lo indica. En este sentido, la aparición de China y Rusia revela la profundidad del cambio geopolítico.

Para Occidente, y conforme pasen las semanas, Erdogan va a convertirse en el nuevo Sadam Hussein. Nadie recordará que Turquía ha sido durante décadas el gendarme regional de la OTAN y el máximo valedor del terrorismo islámico, conjuntamente con Araba Saudita y EEUU. Evidentemente es un personaje nada recomendable en política nacional o internacional, pero ha sentido el aliento del averno en su espalda (los golpistas deseaban su muerte) y eso es un argumento de fondo para inclinarse como un péndulo hacia el lado ruso.

Erdogan no ignora que desde la base de la OTAN de Incirlik salieron los aviones que pudieron asesinarlo. La salvación de Erdogan gracias a la inteligencia ruso-iraní tiene un nombre: el gaseoducto Turk Stream que Putin pretende construir para llevar gas a Europa sin pasar por Ucrania y que además acabaría torpedeando la relación de EEUU con Bruselas. Europa se abastecería en gran parte de la energía proveniente de zonas aliadas o controladas por Rusia.

El espejo donde se mira la Turquía actual no es sino el producto de la crisis sistémica del capitalismo que determina la caída y el acceso de uno u otros Imperios. La lucha por no perder la hegemonía agudiza el enfrentamiento entre unas potencias y otras. Rusia, los turcos, los chinos y los iraníes pueden salvar la distancia que hay entre ellos en el conflicto sirio, pero eso no significa su fin. Ellos son poderosos, pero no son los únicos actores en este tablero.

 

Fuente:

http://www.elviejotopo.com/topoexpress/erdogan-del-golpe-de-estado-a-la-dictadura-1/

Erdogan del golpe a la dictadura (2)

 


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