por Arnaldo Pérez Guerra /Fotografía: Fady Marouf.
Pedro García Hernández, corresponsal de la agencia informativa latinoamericana Prensa Latina en Siria, respondió desde Damasco las preguntas de Punto Final. Periodista de la Universidad de La Habana, ha sido redactor y reportero de la agencia cubana desde 1972. Desempeñó una corresponsalía en Checoslovaquia en los 80, y colaboró como guionista en la televisión venezolana, siendo revisor del programa Aló Presidente, del comandante Hugo Chávez. Incursionó en radios y ha sido jefe de la redacción de Asia de Prensa Latina y profesor universitario. Asesor en idioma español de la Agencia Vietnamita de Noticias y editor de la oficina de Prensa Latina en China entre 2009 y 2013. Ha recibido distinciones de periodista destacado y la Orden Félix Elmuza de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).
ATAQUE QUÍMICO Y BOMBARDEO
“Sin pruebas sustanciales porque manipular es presentar lo falso como verdadero, lo negativo como positivo y lo degradante como beneficioso, las potencias occidentales volvieron a acusar a Siria de ataques químicos. Mencionan más de ochenta muertos y decenas de heridos por un presunto ataque con gases en Khan Sheikou, al sur de Idleb, lugar de asentamiento de la Junta para la Liberación del Levante, una asociación de grupos terroristas liderada por el otrora Frente Al Nusra.
Antes de cualquier posible evidencia sobre los hechos, medios occidentales e incluso con declaraciones del régimen sionista, se dio por real el ataque con sustancias químicas no definidas. Toda esta algazara mediática, respaldada por tres miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: EE.UU., Reino Unido y Francia sirve como un peligroso precedente.
Los últimos reportes señalan que el corresponsal de Al-Masdar News, Yusha Yuseha, recibió informaciones del ejército sirio afirmando que la fuerza aérea atacó una fábrica de misiles en Khan Sheikou, usando un avión de combate Su-22. Todo parece indicar que en la región, en la que murieron personas inocentes entre ellos niños y mujeres, los terroristas almacenaban productos químicos altamente tóxicos y ahora tratan de demostrar lo contrario. Este hecho ha servido de pretexto para EE.UU., que bombardeó con 59 misiles tipo Tomahawk lanzados sobre la base aérea siria de Shayrat. 23 dieron en los blancos previstos y el resto provocó al menos nueve muertos y otros tantos heridos en aldeas cercanas. Entre las víctimas civiles hay niños que se suman al trágico balance de víctimas.
Los almacenes y aviones fueron destruidos en la instalación utilizada para ataques contra grupos terroristas como el Estado Islámico, en la región oriental de Homs. Dos mil militares estadounidenses están desplegados al este de la provincia de Alepo, en las cercanías de las localidades de Al Bab y Manbij, lugares de asentamiento de tropas turcas desde agosto de 2016. La agresión directa en marcha tiene de hecho consecuencias imprevisibles y es el preludio de que el espanto y el horror pueden generalizarse en una nación sometida a las más bárbaras presiones políticas y militares
-Háblenos del gobierno sirio y de los aspectos poco conocidos o tergiversados en Occidente por los grandes medios de comunicación.
“Bashar Al-Assad es el segundo de los cuatro hijos del presidente Hafez Al-Assad, quien gobernó Siria hasta su muerte en 2000. Cuando asumió la presidencia del país, inició una amplia política social participativa y una línea económica que aumentó las inversiones del sector privado, sobre todo en la industria manufacturera, de servicios (turismo), transporte y agricultura.
A pesar de las continuas tergiversaciones y manipulaciones, Siria mantuvo y amplió los tradicionales vínculos con Rusia sobre todo en el plano militar, y desarrolló una eficaz relación comercial con Europa. En la explotación petrolera estabilizó una presencia mayoritaria del Estado, con participación de entidades chinas, francesas y del Reino Unido. En 2009 el Emirato de Catar propuso -impulsado por EE.UU. y para reducir el papel de Rusia sobre la energía en Europa-, la construcción de un gran gaseoducto de casi cinco mil kilómetros para enviar gas natural catarí a Europa a través de Arabia Saudita, Jordania, Siria y Turquía. El presidente Al-Assad rechazó tal ‘iniciativa’ por considerarla perjudicial a los intereses nacionales y a sus aliados en la región: Rusia e Irán. Tal rechazo, con la activa participación de las grandes transnacionales petroleras y las consecuentes políticas injerencistas que siempre han defendido, fue la chispa que activó contra Siria un vasto plan intervencionista, pensado y trabajado por las llamadas ‘cabezas pensantes’, a través de los servicios de inteligencia occidentales como la CIA y la colaboración del MI 6 del Reino Unido, el Mossad del régimen sionista, Turquía y las monarquías del Golfo, como Catar y Arabia Saudita. Todo respaldado por un feroz bloqueo mediático y comercial que incluyó la suspensión vía satélite de las transmisiones sirias de radio y televisión, así como el saboteo y manipulación de las redes en Internet, en las que desempeñaron y desempeñan un papel de primer orden cadenas como Al Jazeera, entre otras, dedicadas desde entonces a una intensa propaganda para ‘satanizar’ la gestión de Al-Assad, con elevada dosis de sensacionalismo.
Su figura, sobre todo a partir de fines de 2010 fue falseada y virtualmente desde Occidente ‘se pidió su cabeza’, como expresaron a su tiempo la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el presidente Barack Obama. Ante la inminente agresión a principios de 2012 -frustrada por el veto en Naciones Unidas de Rusia y China-, y cuando todas las embajadas occidentales y de algunos otros países abandonaron Damasco, Al-Assad se mantuvo al frente del país e incluso concedió continuas entrevistas a cadenas como la BBC, CNN, y diarios estadounidenses como Wall Street Journal, entre muchos. De esa fecha a la actualidad y en fluido inglés, el presidente sirio resulta uno de los jefes de Estado más entrevistados a nivel mundial. Pero los medios insisten en cada encuentro en una particularidad: la constante alusión a los derechos humanos, el bombardeo a hospitales y la alianza -real, objetiva y respetuosa- con Rusia, Irán y el movimiento de resistencia libanés Hezbolá, en lo fundamental. Nunca -a excepción de medios que están por expresar la realidad-, hubo alusiones a la actuación de los grupos terroristas o al proceso de reconciliación nacional, amnistías y treguas constantemente instrumentadas. Es la elaboración de una política parcial, manipulada y basada en la farsa ‘tragicómica’ de los derechos humanos, cuyos ‘defensores’ en la región son increíblemente las autocráticas monarquías del petrodólar. Esos medios y ‘analistas políticos’ del mundo occidental montaron repetidas farsas acerca de Al-Assad, a quien tildaron de proteger a la minoría alauita y rodearse de ellos para imponer sus criterios a la mayoría.
La realidad ha demostrado con creces que en una nación de creencia mayoritaria sunita, los principales colaboradores del presidente son de esa base confesional, incluidos altos mandos del ejército y las fuerzas de seguridad o de la esfera diplomática, como Bashar Jaafari, representante permanente de Siria ante Naciones Unidas y directivo principal de las negociaciones en Ginebra o Astaná para la búsqueda de la paz. Con el tiempo, y en la medida que Siria ganaba posicionamientos cada vez más fuertes en el terreno militar, político y diplomático, las entrevista y cuestionamientos al mandatario oscilaron hacia tendencias más realistas y objetivas y en la mayoría de los casos, dejaron de tomar como punto de partida su ‘renuncia’ a la primera magistratura del país, para la cual fue reelegido en 2007 tras la convocatoria a un referéndum”.
TERRORISMO Y CRISIS HUMANITARIA
-¿Siria vive una guerra civil? ¿Cómo era la vida antes de la agresión de EE.UU., las monarquías árabes y la UE?
“Hasta fines de 2011, Siria era una de las naciones del Medio Oriente de mayor nivel de vida, con un sistema de salud organizado y efectivo, autoabastecida en más del 90% de medicamentos fabricados por una industria farmacéutica en desarrollo, reconocidas escuelas de medicina en Damasco y Alepo, entre otras ciudades, así como un crecimiento económico anual cercano al 3%, que la ubicaba en los términos internacionales de país en desarrollo. Poseía además, más de 22 mil escuelas de todo tipo de enseñanza -pública, mixta y privada- y desde el nivel primario se contemplaba el estudio del Islam como una asignatura más y no obligatoria. Junto a esas escuelas existía una cifra superior a las 23 mil mezquitas, tanto de confesión sunita como chiíta y ningún maestro o alumno era discriminado por su base confesional. Pude apreciar cómo en una escuela primaria en el barrio de Qadam -un ‘foco’ de protestas armadas y acciones terroristas en los primeros años de la crisis-, la manera en que rescatan sus tradiciones docentes tras el desalojo de los terroristas. Muy cercana a la mezquita del barrio, que apareció destruida en imágenes difundidas por Al Jazzera -algo que jamás sucedió en realidad-, la escuela es dirigida por un profesor de origen palestino. Tiene sesenta maestros, la mayoría mujeres jóvenes, desde sunitas y chiítas hasta cristianas o ateas.
En Siria convivían esas creencias junto a cristianos ortodoxos y maronitas, alauís, drusos y entre otras minorías étnicas de diferentes creencias, como palestinos y kurdos, quienes recibieron el derecho pleno a ser ciudadanos.
Siria se autoabastecía de alimentos y comenzaba a corregir imperfecciones en la agricultura para lograr mayor eficacia productiva, diversificar la oferta y mejorar los salarios y el rendimiento en general. De igual forma, producía diariamente 387 mil barriles de petróleo y satisfacía la demanda interna de gas licuado y otros derivados procesados en las dos únicas refinerías del país, en Bania y Homs, a partir de más de cuarenta yacimientos distribuidos geográficamente entre las provincias de Alepo, Homs, Raqqa y Deir Ezzor. El patrimonio histórico y cultural incluía 758 sitios arqueológicos donde confluyen antiguas civilizaciones: bizantina, fenicia, greco-romana, árabe-islámica y de la época de las cruzadas, en lo esencial. Desde 1979, se incluían como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco los sitios de Palmira, ciudades viejas de Alepo, Bosra y Damasco, el Crac de los Caballeros y las Aldeas del Norte, en Hasaka y Deir Ezzor.
Estado secular, tolerante y en el que se mezclan las más variadas tendencias sociales, religiosas y políticas incluida la judía -en Damasco había una sinagoga hoy abandonada-, Siria fue objetivo principal en el plan de las llamadas ‘primaveras árabes’ desde Washington, respaldado por Francia y Reino Unido y con la activa colaboración de Turquía y las monarquías del Golfo. Se intentó promover una guerra civil a partir de una primera manifestación pública cuando algunos centenares de personas reclamaron las tierras del actual Aeropuerto Internacional de Damasco. Investigaciones posteriores, testimonios recogidos y publicados, demostraron que esos terrenos habían sido adquiridos legalmente por el Estado tan pronto los colonizadores franceses abandonaron el país a fines de la década de los 40, cuando se proclamó su independencia. Fue una clásica manipulación de hechos sin sustentación legal, moral y objetiva en que el dinero proveniente de los petrodólares ‘movía multitudes’, la mayoría de cuyos participantes cuando vieron las armas desenfundadas y la muerte arbitraria de algunos, comenzaron a reflexionar, tal y como demostraron múltiples testimonios.
Con algo más del 85% de la población de creencia suní, Siria fue el escabroso objetivo de las grandes potencias para hacer implosionar al mundo árabe y musulmán. Datos y cifras han demostrado que no hubo manifestaciones espontáneas, que los equipos y armas para los extremistas llegaron desde el exterior o fueron robados y que las células ‘dormidas’ de terroristas fueron alentadas desde algunas mezquitas como las de Qadam.
Desde fines de 2011 y hasta 2013, las acciones de los grupos extremistas se extendieron a todo el país, fracasaron en la capital y abarcaron entonces las regiones del norte: Raqqa, Deir Ezzor, Alepo e Idlib. Nunca las casi cien agrupaciones terroristas -aún cuando lograron ocupar grandes extensiones geográficas en un país donde dos tercios de su territorio es desértico-, recibieron el apoyo mayoritario de la población, que en más de un 60% vive o se desplazó hacia zonas controladas por el gobierno.
La base confesional fue exacerbada e incluso se recurrió a grupos de confesión sunita o de otras tendencias extremistas para que activaran acciones, atentados y sabotajes contra instituciones del Estado, la policía o las fuerzas armadas. En el atentado a la TV Siria, en 2013, al ejecutor se le pagó más de 10.000 dólares y era de confesión sunita. Puso la bomba en horas de la madrugada, sin afectar por suerte a centenares de trabajadores. La guerra impuesta y no civil como insisten los grandes medios, adquirió ribetes destructivos, dramáticos. Acabó con más de 50 instalaciones hospitalarias, cinco mil escuelas, miles de kilómetros de líneas de ferrocarril y carreteras, y la muerte, herida o mutilación de más de 500 mil personas. Además, deja hasta la fecha pérdidas económicas superiores a 200.000 millones de dólares. A partir de septiembre de 2015, cuando Al-Assad solicitó, según acuerdos previos establecidos años antes, la ayuda de la aviación rusa, las reglas del terrible juego de guerra comenzaron a cambiar y el flujo constante desde el exterior para los grupos armados disminuyó y permitió a las fuerzas armadas sirias junto a milicias aliadas revertir la situación en los más de doce frentes de combate en todo el territorio nacional”.
DESPLAZADOS POR LA GUERRA
-¿Cuál es la situación humanitaria?
“El número de desplazados es de cerca de once millones, de ellos algo más de seis millones internamente, o sea que se refugiaron en zonas controladas por el gobierno, sobre todo en Damasco, Homs, Latakia y Tartus. Situación que implica un notable esfuerzo por crear condiciones mínimas de habitabilidad: alimentos, albergues provisionales, atención de salud. En estos casos vale destacar el aporte de la Media Luna Roja Arabe Siria, ONG nacionales o de diversos países y en menor medida de la Cruz Roja Internacional y otros organismos de Naciones Unidas, aún cuando las informaciones al respecto muchas veces se falsean. Existe y se mantiene un importante aporte en asistencia humanitaria por parte de Rusia e Irán y algunos aportes significativos de China, Armenia o República Checa, entre otras. Objetivamente, la situación es bastante difícil, y en ese sentido se ubica Alepo, la que fuera primera ciudad siria en población y segunda por el valor de su producción industrial.
Tras su liberación por parte del ejército sirio, miles de habitantes retornaron a sus hogares pero el nivel de devastación obliga a otros tantos a permanecer en centros de refugio. No puede decirse, en ningún caso y a pesar de la devastación, que exista una crisis de hambruna, pero sí de necesidades crecientes desde el punto de vista alimenticio, de salud y de atención social, sobre todo en el sector educacional. El gobierno trabaja al respecto pero requiere de sistemática ayuda internacional.
Al mismo tiempo, desde los primeros años de la crisis, se constituyó el Ministerio de Reconciliación, con la aplicación de programas en colaboración con Rusia, que han permitido llevar la paz a más de 1.200 localidades y pueblos y el retorno a zonas pacificadas de más de 85 mil personas, así como la amnistía de unas 35 mil acogidas a esa política. En general, la desinformación y las falsedades rodean también estos temas, los medios occidentales soslayan lo que hace el gobierno. Luchar por sobrevivir en esta nación secular del Levante tiene sin dudas una relevancia internacional de magnitudes que contribuye a un redimensionamiento de políticas sensatas y humanas frente a la prepotencia en el mundo”.
(*) Publicado en revista Punto Final Nº 874, del 14 al 28 de abril de 2017.
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