por Francisca Rodríguez.
A pesar de la distancia, geográfica e histórica, es imposible evitar hacer un paralelo entre la coyuntura venezolana y la experiencia vivida por Chile y las consecuencias fatales que trajo, no solo en el momento del Golpe de Estado, sino durante estas largas cuatro décadas de avance de la contra revolución neoliberal chilena.
En un momento de crisis como la que vemos hoy en Venezuela, donde la derecha se niega tajantemente a cualquier salida a través del diálogo y el respeto a las vías democráticas, no podemos sino advertir, una y otra vez, la enorme amenaza que enfrenta el proyecto bolivariano, cuya dirigencia insiste en una opción institucional frente a un adversario que hoy arrincona al gobierno y somete al pueblo venezolano a la peor crisis inflacionaria y política de las últimas décadas.
Se suma a lo anterior, la campaña mundial del imperialismo que utiliza todos los medios de comunicación dominantes, como cajas de resonancia de la campaña desatada contra el gobierno venezolano. Organiza e irrumpe con acciones de protesta frente a las embajadas venezolanas en el mundo, e intenta sabotear cualquier actividad en la que participen representaciones de este país. Apoyado por las derechas reaccionarias en cada lugar, levantan una imagen que hacer parecer el gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura.
En el caso de Chile, vemos a todos los medios de comunicación reportando diariamente las historias de vida las víctimas de las protestas acusando y responsabilizando al gobierno de Maduro, sin por supuesto detenerse a mirar la propia casa, como por ejemplo, la represión brutal acontecida en la última marcha por el fin de la Deuda Educativa, donde estudiantes mujeres fueron arrastradas por el suelo por las fuerzas policiales. Eso no es importante si pasa en Chile; acá los jóvenes que protestan son delincuentes mientras y los de Venezuela son tratados como víctimas de la represión.
La tragedia de Chile parece repetirse hoy en Venezuela. Y porque eso no puede suceder, no puedo sino evocar parte de los balances que hemos realizado durante estas largas décadas post dictadura, y que comparto resumidamente en los breves puntos que siguen.
Los desaciertos de Allende y la izquierda
- Se adoptó una actitud paternalista con el movimiento obrero y popular y se insistió casi hasta el último minuto en la supuesta constitucionalidad de las Fuerzas Armadas, que finalmente no se quebraron y plegaron completamente al golpe. Se promovió Luego del tanquetazo (29 de junio de 1973), ese paternalismo y la confianza en las FF.AA., se tradujeron en la práctica en una política de desmovilización del pueblo que nunca dejó de marchar en apoyo de Allende y del gobierno, y que exigía se le permitiera organizarse para defenderlo en caso de una agresión militar. No atender al llamado del pueblo de asumir la protección mas activa y armada del gobierno popular – y subestimar a la derecha golpista- fue un gravísimo error.
- El movimiento popular en Chile en ese periodo, por instinto pero elevando sus niveles de conciencia aceleradamente, tendía a superar el inmovilismo burocrático de los partidos de izquierda y del mismo gobierno. Levantó sus propias organizaciones: los Cordones Industriales, los Comités de Pobladores, los Consejos Campesinos Revolucionarios, etc. (Los Consejos Comunales y las Comunas hoy en Venezuela). Sin embargo, el gobierno optó por el orden legal y decretó la ley de control de armas con lo que el fascismo -encubierto en las propias instituciones del Estado- desarmó e incluso apresó a los segmentos más activos y dispuestos a dar su vida por defender el gobierno de popular.
- El caso paradigmático fueron los 120 marineros apresados por la oficialidad de la Armada en agosto del 73 por denunciar a los comandantes de esta rama de actividades de sedición y estar preparando el golpe de estado. El gobierno de Allende y los partidos de izquierda no los apoyaron, no los escucharon y permitieron que se les apresara. Ironía de la historia: los marinos anti golpistas estaban ya presos el 11 de septiembre, cuando fue la oficialidad de la propia Armada la organizadora del golpe, y la que se coordinó con la Marina de EEUU para que, en caso de ser necesario, intervinieran con sus buques de guerra.
- El desgaste del pueblo, sin las herramientas necesarias, azotado por la inflación y el desabastecimiento, entre el agotamiento y la impotencia, explica por qué el día 11 de septiembre éste no pudiera desplegar su fuerza y Allende quedara solo en La Moneda. El presidente, imposibilitado de resistir con éxito, se inmoló combatiendo con unos pocos camaradas, y de seguro nunca imaginó las profundas consecuencias sobre un pueblo desarmado, condenado a la derrota, por las vacilaciones del gobierno y de la propia izquierda revolucionaria. En paralelo, la “operación silencio”, dejó a los periodistas en los medios de comunicación a favor del gobierno, desconectados, desorientados, fueron obligados a abandonarlos tras bombardeos aéreos que las fuerzas golpistas realizaron desde temprano.
Algunas lecciones que unen lo vivido en Chile y lo que vive Venezuela, ahora que el golpismo y el imperialismo están a la ofensiva:
- No existían dos derechas en Chile del 73. Los análisis políticos de ese momento hacían ver que en Chile existían dos derechas; una que estaba por diálogo (Democracia Cristiana) y otra que era la sediciosa y golpista, cuando en realidad ya se habían fundido y ambas operaban de consuno; una distrayendo a Allende con la posibilidad de un pacto, de un arreglo, mientras en silencio esa misma conspiraba para dar el golpe cuando Allende se debilitara socialmente y cediera. Una sola clase un solo objetivo: derrocar a Allende.
- Pasado cierto umbral la fuerza de la ley y las instituciones es estéril frente a la “ley de la fuerza”. Suponer que las reglas de las instituciones democráticas, en ese momento podrían combatir la «ley de la fuerza» y la violencia aplicada por la derecha, fue otro error costoso. Allende pensaba llamar a un plebiscito que anunciaría el mismo martes 11 de septiembre, sin embargo, la derecha, como hoy en Venezuela, ya había desechado cualquier posibilidad de salida por la vía constitucional y estaba dispuesta a la carnicería, especialmente azuzando la irracionalidad fascista de las “clases medias”.
- La confianza en una salida democrática imposible, solo se tradujo en desmovilizar al pueblo y las fuerzas revolucionarias. Allende llamó al orden y la paz, “no a la guerra civil”, a ganar la “batalla de la producción”, lo que significó más allá de sus intenciones, la desmovilización del pueblo. Esto fue ostensible luego del Tanquetazo, que no fue más que un ensayo previo del golpe. Junto a los partidos políticos de la izquierda, que esperaban por la vía de las elecciones solucionar la crisis, objetivamente trancaron el desarrollo del pueblo en las horas cruciales, permitiendo a una derecha que estaba ya a la ofensiva y dispuesta a dar el golpe final, triunfara en menos de 24 horas con el puño militar.
Naturalmente los procesos son distintos, pero como nos dijo Fidel, el año 1972, a él le parecía que en Chile “las clases dominantes aprenden más rápidamente que el pueblo”. Y cuánta razón tenía. El riesgo hoy en Venezuela es que la patronal y el imperialismo, no se equivocarán por segunda vez. El golpe, como se ve, viene ahora precedido de oleadas ofensivas internas i externa, se azuza a las clases medias con violencia inusitada, y se operan internacionalmente no sólo justificando su accionar violento como hemos presenciado estos meses, sino desarrollando una presión sin precedentes que aprovecha la nueva coyuntura latinoamericana.
En Chile, hemos hecho reiterados balances de lo que fue ese momento trágico y sus efectos para nuestra historia. A cuatro décadas aún no hemos reconstruido un movimiento popular que retome las banderas de Allende; ni siquiera hoy se opone al capitalismo neoliberal que lo droga día a día a través del consumo compulsivo, y lo ha vuelto sumiso por el endeudamiento y la ilusión del buen vivir que el propio capitalismo le dicta. Y esto no puede pasarle a Venezuela y su pueblo. No.
La fuerza está en el pueblo, en el avance en su conciencia de clase, en su compromiso, en su entrega, ese pueblo que solo puede y debe convertire en poder. El pueblo venezolano está obligado a superarse a sí mismo en este momento histórico, y recuperar el legado y el mandato de quien entregara su vida por la Revolución Bolivariana.
Cierro estas reflexiones evocando a quien delegara en el actual presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro, una gran misión, aun inconclusa, y que pudiera ser la palanca que permita una salida popular y legítima a esta crisis. ¡Todo el poder a las Comunas!
“Nicolás, te encomiendo esto como te encomendaría mi vida: las Comunas, el estado social de derecho y de justicia”, Hugo Chávez
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