por Meng Lang y Enrique García (*)/Sin permiso.
Liu Xiaobo, el disidente demócrata más reconocido de China, Premio Nobel de la Paz, ha muerto en un hospital de la ciudad de Shenyang el 13 de julio (de 2017), a los 61 años de edad. Liu había sido excarcelado pocos días antes por las autoridades chinas para que muriese en el hospital, después de ocho años en prisión. Sufría un cáncer de hígado terminal.
Había nacido el 28 de diciembre de 1955 en la provincia de Jilin, hijo de un profesor miembro del Partido Comunista de China. Estudió
Literatura y comenzó a destacar como escritor y poeta en los años 80, bajo el período de reformas de Deng Xiaoping. En 1989, el movimiento democrático de Tienanmen le sorprendió como profesor visitante en la Universidad Columbia, EEUU. Lo dejó todo para viajar inmediatamente y unirse a las protestas en la principal plaza de Beijing.
En Tienanmen, Liu Xiaobo se convirtió en unos de los tres asesores de los estudiantes que ocupaban la plaza. “Si no nos unimos a los estudiantes y enfrentamos los mismos peligros que ellos, no tenemos derecho a decirles nada”, recuerda el cantante Hou Dejian oir decir a Liu. Con mayor experiencia política, Liu Xiaobo predijo la ruptura en el seno de la dirección del PCCh y la represión de los estudiantes. Fue Liu Xiaobo quien con el pequeño grupo de asesores negoció con los mandos del ejército la apertura de un corredor para que miles de estudiantes pudieran abandonar la plaza en la madrugada del 3 de junio de 1989, cuando ya yacían muertos decenas de estudiantes que habían intentado frenar a los tanques.
Pocos días después Liu Xiaobo, que se negó a abandonar Beijing, fue detenido y condenado a 21 meses de prisión. Volvió a ser detenido y condenado en 1996 a tres años de trabajos forzados por ayudar a organizar el movimiento de las madres de las víctimas de Tienanmen.
En la década del 2000, Liu Xiaobo se convirtió en la principal figura del movimiento democrático chino. En 2009 fue uno de los primeros firmantes de Carta 08, que llegó a contar con más de 9.000 adherentes y que transformó a los disidentes chinos en un movimiento político. De nuevo detenido y juzgado por tercera vez en noviembre de 2009, pronunció un alegato “No tengo enemigos”, que se convertiría en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en 2010: “La grandeza de la resistencia no-violenta es que incluso cuando un hombre se enfrenta a una poderosa tiranía y sufre por ello, la víctima responde con amor y no con odio, con tolerancia y no con sectarismo, con humildad y no con arrogancia, con dignidad sin humillarse y con la razón frente a la violencia”.
Liu Xiaobo contó con el apoyo incondicional de su compañera Liu Xia, que sigue en arresto domiciliario para evitar cualquier declaración con motivo de su muerte. A su amor sin condiciones se refirió también en su juicio de 2009: “Incluso si me hacen polvo, mis cenizas te abrazarán”.
Su amigo y compañero en el Pen Center Independiente de China, el conocido poeta Meng Lang, ha escrito el siguiente poema necrológico:
Sin título, para Liu Xiaobo / por Meng Lang.
Difundir la muerte de una nación
Transmitir la muerte de un país
Aleluya, sólo él está volviendo a la vida.
¿Quién impidió su resurrección?
Esta nación no tiene asesinos,
Este país no tiene manchas de sangre.
Con
algún juego de manos,
Un juego de manos de médico, benévolo
y lleno de esta nación, de este país.
¿Puedes perder algo de peso? ¿Un poco más?
Como él, un hombre, tus huesos son el andamiaje del
museo de la humanidad.
Difundir la muerte de una nación
Transmitir la muerte de un país
Aleluya, sólo él está volviendo a la vida.
Preocupación por el estado de la viuda de Liu Xiaobo.
La esposa del expremio Nobel de la Paz, fallecido la semana pasada, sigue en arresto domiciliario a pesar de las promesas de liberarla
por Adrían Foncilla /desde Pekín.
Martes, 18 de julio del 2017 – 20:51 CEST
Los disidentes son unos perdedores que malgastan sus vidas mientras China prospera, aclaraba ayer la prensa oficial. Tampoco la victoria por aniquilación física del contrario ha suavizado el discurso de Pekín. Los días posteriores a la muerte de Liu Xiaobo certifican que no habrá tregua ni compasión contra los que perturben al Partido Comunista. Nunca fue fácil el activismo político en China pero hoy bordea la pulsión suicida.
“Inhumano, insultante, vergonzoso y asqueroso”, tuiteó desde Alemania el artista y disidente Ai Weiwei después de la ceremonia funeraria de Liu. Los policías de paisanos apabullaron en número al puñado de familiares y las cenizas fueron esparcidas en el mar. Una costumbre local, argumentaron las autoridades. No es nada descartable que Pekín pretendiera evitar una tumba física que imantara a sus seguidores en los aniversarios de su muerte.
El hermano mayor de Liu agradecía por tres veces ante las cámaras la “humanidad” y los “cuidados” del partido, prometía que todo se había desarrollado conforme a las instrucciones del finado y aludía al tratamiento médico como prueba de “la superioridad del sistema socialista”. La grotesca rueda de prensa del hermano forzado a alabar a los carceleros ridiculiza cualquier ensañamiento anterior y obliga a preguntarse si China cuenta con algún relaciones públicas que le evite algunos gramos de oprobio.
ARRESTO DOMICILIARIO
Perdida la batalla de Liu, los esfuerzos de las organizaciones de derechos humanos se dirigen ahora a su heroica viuda Liu Xia. Las fotos del funeral la revelan consumida mental y físicamente y los amigos de la pareja han subrayado su preocupación. El arresto domiciliario que sufre desde 2010, a pesar de que nunca se han presentado cargos contra ella, la han empujado a la depresión. Solo su visita mensual a la cárcel de Shenyang le procuraba algún incentivo. Los tenaces esfuerzos de Liu para ser tratado en el extranjero cuando sabía su final inminente sólo pretendían salvar a su esposa de las garras de Pekín.
China se ha esforzado estos días en subrayar que la poetisa y fotógrafa de cabeza afeitada es una ciudadana libre pero sus amigos dicen lo contrario y los periodistas que se acercan a su domicilio del noroeste de la capital son expulsados por matones. No es probable que Pekín libere del yugo a la que podría relevar a su marido como icono de la lucha democrática y mucho menos que la deje aceptar el refugio ofrecido por Alemania.
El ultranacionalista diario ‘Global Times’ advertía a las fuerzas extranjeras de que no la “secuestrara” para sus guerras como hizo con su marido y no prorrogara la politización de un asunto interno. “Liu se ha ido. Los poderes de Occidente y los disidentes en el exilio deberían dejar a Liu Xia», terminaba en un editorial que glosaba también el crecimiento económico del 6,9 % del último semestre. El mensaje disuasorio es rotundo: los disidentes no sólo han de aceptar el martirio propio sino el de sus familiares.
LEGADO BORRADO
La disidencia política está desmoralizada y descabezada. A Liu le faltaban tres años de condena y se esperaba que su liberación dinamizara al gremio, pero su muerte y el concienzudo borrado de su legado parece el mazazo definitivo.
Se cumplen ahora dos años de la brutal campaña contra los abogados de derechos humanos que castigó incluso a los que eran desdeñados por el resto de activistas como demasiado tibios. Con el importante Congreso del Partido Comunista asomando en octubre es descartable que la presión vaya a reducirse. Pekín igual censura a valerosos disidentes como Liu Xiaobo que a Winnie de Pooh para evitar las caricaturas de su presidente, Xi Jinping.
Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/muerte-liu-xiaobo-detiene-represion-china-6175357
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