En Alemania la ley castiga con hasta tres años de cárcel el hecho de portar cualquier insignia referente al Tercer Reich o hacer apología del mismo. En Estados Unidos la situación es totalmente diferente.
Amparados en la Constitución estadounidense, el uso de símbolos del nazismo, los «discursos de odio» y la existencia de agrupaciones de perfil neonazi son legales allí.
Datos proporcionados a BBC Mundo por el Southern Poverty Law Center (SPLC), una organización no gubernamental de defensa de los derechos civiles, indican que existen más de 900 «grupos de odio» que reivindican en Estados Unidos ideales inspirados en el nazismo. Solo en California hay más 70 y más de 60 en Florida.
Para gran parte de ellos, «Mi lucha» es una biblia, las ideas de Hitler son parte de su credo y las esvásticas y otros símbolos asociados a corrientes fascistas son sus signos tutelares.
Lo más llamativo es que lo reconocen públicamente.
Y, como durante el fin de semana en Charlottesville, les está permitido, incluso, marchar y gritar consignas contra los negros, los inmigrantes, los homosexuales, los judíos o los discapacitados, sin que las autoridades puedan ponerles freno.
¿Cómo es esto posible?
Países donde está prohibido de forma oficial el uso de simbología nazi |
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Alemania |
Austria |
Brasil |
República Checa |
Eslovaquia |
Suecia |
Suiza |
De historia y de leyes
Expertos consultados por BBC Mundo explican que las diferencias en cómo se hace frente a los grupos neonazis en Alemania y en Estados Unidos está en las leyes, en el pasado histórico y en la interpretación de ambos.
Peter Kern, profesor de derecho penal de la Universidad de Colonia, en Alemania, explica a BBC Mundo que en su país la utilización de insignias nazis está estrictamente prohibida por el Strafgesetzbuch, el código penal, desde finales de la Segunda Guerra Mundial
«El artículo 86a prohíbe de forma terminante el uso de símbolos de organizaciones inconstitucionales, ya sea banderas, emblemas, uniformes, consignas o modos de saludar, fuera de los contextos del arte, la ciencia, la investigación o la enseñanza».
«O sea, un museo puede mostrar una bandera con una esvástica, pero no está permitido que una persona la ondee dentro del territorio alemán», puntualiza.
Según Kern, tras la derrota del nazismo, las marcas que dejó este fenómeno en la conciencia colectiva y el peligro de que se repitieran llevaron a las autoridades a legislar la prohibición de utilizar toda iconografía o discurso que pudieran recordar ese pasado.
Decidieron, también, ilegalizar a todo grupo que siguiera los cuestionables preceptos defendidos por Hitler y su camarilla.
No obstante, el investigador aclara que aunque los colectivos o partidos políticos que sean considerados neonazis están prohibidos, muchas agrupaciones ocultan su ideología bajo la fechada de «extrema-derecha».
Actualmente, las caras más visibles de esas corrientes son el Partido Nacional Democrático, que a inicios de este año estuvo a punto de ser prohibido, y una sección que se desprendió de este último, llamada Alternativa para Alemania.
En cualquier caso, a ninguno de ellos les está permitido hacer uso de materiales o iconografía pro nazi.
En Estados Unidos, en cambio, la utilización de estos símbolos o la propagación del ideario nazi están amparada en el derecho a la libre expresión, consagrado por la Primera Enmienda (1791) de la Constitución.
Darren L. Hutchinson, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Florida, explica a BBC Mundo que esto aplica no sólo al discurso oral o escrito, sino que también protege el «discurso simbólico», como exhibir una bandera, realizar cualquier gesto o portar cualquier elemento gráfico.
«La Primera Enmienda implica que el gobierno de Estados Unidos no puede discriminar en base a un punto de vista determinado a la hora de imponer restricciones a la libertad de expresión. Si un estado, por ejemplo, decide restringir en su territorio el uso de símbolos nazis debido a su mensaje, esto podría constituir una restricción basada en un punto de vista y probablemente violaría la Constitución», detalla.
Uno de los casos más sonados en este sentido tuvo lugar en 1978, cuando la Corte Suprema de Illinois decretó que era «constitucional» que un grupo neonazi usara la bandera con la esvástica para marchar por Skokie, un barrio de Chicago habitado en su mayoría por sobrevivientes del Holocausto.
Aunque la marcha nunca se realizó, el fallo creó un precedente para el uso abierto de símbolos nazis en Estados Unidos y para una mayor apertura en la asociación a grupos radicales de extrema derecha, considera Hutchinson.
De ahí que el uso de iconografía o la abierta militancia en organizaciones de corte neonazi en Estados Unidos pueda resultar más visible que en otras naciones.
«Al estar amparado por la ley, es más común encontrar grupos y símbolos neonazis en Estados Unidos que en cualquier otro lugar . El gran peligro es que detrás de esos símbolos de odio, puede ocultarse también la violencia como en los sucesos del fin de semana», asegura a BBC Mundo Brenda Castañeda, una fiscal de Charlottesville que trabaja como directora de programa del Legal Aid Justice Center, una organización de defensa de los derechos civiles en Virginia.
No obstante, señala que la Primera Enmienda también establece las bases y los límites para castigar los hechos de violencia que puedan generarse por estos «discursos de odio».
Los límites del «odio»
Pero si en Alemania el código penal estipula como delito el uso de material inspirado en la ideología nazi o la asociación en agrupaciones que se declaren abiertamente sucesoras del Führer, en Estados Unidos los parámetros para determinar cuándo un «discurso de odio» trasciende la ley son engorrosos.
«El derecho constitucional estadounidense desaconseja las ‘restricciones previas’, que son aquellas que prohíben acciones en base a lo que podría ocurrir. Esto explica por qué es inconstitucional vetar la publicación de ciertos libros, como Mi lucha, o ilegalizar una manifestación, como la del fin de semana, en base a los efectos que podrían tener «, explica Hutchinson.
El académico aclara que hay limitadas excepciones para estos casos y están asociados a aquellos discursos que inciten a la violencia o que puedan ser catalogados como difamación, calumnia, obscenidad o incitación a la anarquía.
Su margen de aplicación, explica, es complicado, porque a veces no es fácil justificar legalmente que un discurso entre en algunos de esos parámetros que pueden ser subjetivos.
«Es difícil prever, por ejemplo, si un orador intencionalmente incitará a la violencia durante un discurso. Del mismo modo, es muy difícil justificar la prohibición de un discurso político o de materias vinculadas al interés público, como lo son la raza y la política. Entonces, para poder coartar el derecho a la libre expresión, las autoridades deberían tener una razón convincente y esto entra un limbo legal de muy amplia interpretación», indicó.
Sin embargo, de acuerdo con la fiscal Casteñeda, el reconocimiento del derecho a la libre expresión, que legitima sucesos como los del fin de semana en Charlottesville, es también una forma de limitar el margen de interferencia del gobierno en las libertades civiles.
«Cuando los padres de la nación establecieron la Primera Enmienda, lo hicieron porque consideraron una verdad práctica: las autoridades no siempre ejercen el poder de la censura de manera responsable. En un momento dado, cuando el discurso subvierta la autoridad estatal, podría considerarse ilegítimo. Es por eso que defendemos la libre expresión como una libertad civil», sostiene.
La Asociación Estadounidense de los Derechos Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), ha estado a través de los años entre las organizaciones que han amparado el derecho a manifestarse de agrupaciones consideradas neonazis o de extrema derecha como el Ku Klux Klan o Vanguard America.
«Lo hacemos porque creemos en el principio de que una vez que se violan los derechos de una persona, todos los demás están en riesgo. La libertad de expresión no pertenece sólo a aquellos con los que estamos de acuerdo y la Primera Enmienda no sólo protege los discursos políticamente correctos», asegura Chris Hampton, un especialista de la ACLU.
«De hecho, es en estos casos difíciles cuando nuestro compromiso con la Primera Enmienda es más importante. Como ha dicho un juez federal, tolerar los discurso de odio es la mejor protección que tenemos en este país contra cualquier régimen de tipo nazi», afima.
Pero más allá de las leyes y la polémica que genera su aplicación, los sucesos de Charlottesville no solo mostraron, en opinión de Casteñeda, la presencia y el auge de grupos neonazis en Estados Unidos, sino el peligro solapado que estos representan.
«Creo que estos actos han sido alimentados por el fanatismo y la retórica racista que han florecido en los últimos meses: la prohibición de la entrada a musulmanes a nuestra nación, la demanda de un muro fronterizo, los políticos llamando violadores a los inmigrantes… Creo que es este tipo de retórica que demoniza a grandes grupos de personas son las que traen estas consecuencias».
«El fin de semana fue Charlottesville. Mañana, podría ser cualquier otra ciudad de Estados Unidos», advierte.
16 agosto 2017
Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40944269
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