por Raquel San Martín /La Nación.
No son sólo las fallas del sistema penal, ni la falta de voluntad política, ni lo que algunos llaman “la fase apocalíptica del capitalismo”; es una mezcla de todos esos factores, insertos en una trama cultural que refuerza el sentido de una masculinidad cruel, lo que puede explicar las distintas formas de asimetría, desigualdad y violencia contra las mujeres, que en nuestro país y en la región ya reúnen condiciones de epidemia.
Así de clara quedó la complejidad de la cuestión en el encuentro que hace días mantuvieron Rita Segato y Eva Illouz, dos intelectuales acostumbradas a pensar las cuestiones de género -en rigor, las relaciones sociales y las lógicas de poder- con perspectivas originales, convocadas para pensar “El impacto del capitalismo en la vida del siglo XXI. La situación de las mujeres”. De disciplinas distintas, con estilos y experiencias académicas diferentes -Segato, antropóloga, es argentina, reparte su tiempo desde hace muchos años en Brasilia y en Tilcara; Illouz, socióloga, es marroquí, se formó en Francia y en Estados Unidos y vive en Israel-, protagonizaron un contrapunto que escapó a respuestas fáciles para problemas urgentes.
El encuentro se dio como parte del ciclo “Santa Fe debate ideas”, que organiza el gobierno de esa provincia, en el marco del cual invita mensualmente a intelectuales del exterior y a argentinos con la intención de promover discusiones públicas más ricas y diversas. Sucedió en Rosario, en el imponente Teatro El Círculo, donde se acomodaron 1500 personas -hubo en lista de espera 600 más-, mayoritariamente jóvenes, muchos de los cuales prolongaron la despedida, sacándose fotos y pidiendo firmas en sus libros a Segato. El día anterior, Eva Illouz había dado una conferencia y participado de un diálogo con el ensayista Alejandro Katz, editor de sus libros, en la ciudad de Buenos Aires.
Fuera del gueto
Segato, conocida por sus investigaciones orientadas a las cuestiones de género en los pueblos indígenas y comunidades latinoamericanas, y por el modo en que estudia lo que llama “pedagogía de la crueldad” para interpretar la violencia hacia las mujeres, habló desde el comienzo de la necesidad de reenfocar el problema de género: “Hay que ‘desguetificar’ el tema, no naturalizarlo ni espectacularizarlo, y sobre todo sacarlo del campo del deseo y de la intimidad -dijo la autora de La nación y sus otros y Las estructuras elementales de la violencia-. Tenemos que ver la violencia contra las mujeres como un arma de dominación y exhibición de la capacidad de control dentro de un orden político. Vivimos en sociedades habituadas al daño”.
Profesora en la Universidad de Brasilia, Segato llamó la atención sobre un “mandato de masculinidad” vigente, cuya primera víctima, dijo, son los hombres. “Ese mandato de crueldad los retira de la proximidad, de la afectividad, los destruye. Aprenden a ser crueles sin sentirlo, a disminuir su capacidad de ver el sufrimiento del otro”, señaló. “Los hombres están preparados para tener y usar su poder pero a la vez están expulsados del sistema. Es esa frustración, y no el avance de las mujeres en la vida pública, lo que explica la violencia sobre los cuerpos de las mujeres. Tenemos que desmontar ese mandato de masculinidad, que rápidamente se convierte en un mandato de crueldad.”
A su turno, Illouz, que se ha dedicado a profundizar en una sociología de las emociones y su rol central en el capitalismo –con libros como Intimidades congeladas y Por qué duele el amor–, se concentró en ideales de relación amorosa heterosexual que, insertas en relatos que circulan socialmente desde hace siglos, refuerzan asimetrías. Y lo hizo para responder una pregunta que la inquieta: ¿cómo pudo Donald Trump, que llevó adelante una campaña electoral abiertamente misógina y violenta, lograr el 53% de los votos de las mujeres en Estados Unidos?
Partió en su argumentación de La bella y la bestia, una historia recientemente recreada otra vez como una exitosa película, basada en relatos del siglo XVI y del siglo XVIII que retoman temas ya presentes en la Antigüedad. La lectura que hizo de esas raíces ilumina, según dijo, un ideal de masculinidad basado en el despliegue y el uso de formas de poder sobre otros hombres pero sobre todo sobre las mujeres, un vínculo en el que las mujeres deben sacrificarse, ser incondicionales, entender que la violencia en los hombres es aceptable y que su rol es “encontrar el príncipe en la bestia”. “Las mujeres están inmersas en una cultura que mezcla y borra las diferencias entre cuidado y cautividad, amor y poder, autosacrificio y sumisión, masculinidad y crueldad, una Bestia y un Príncipe Azul, un sádico y un amante, un hombre que ataca a las mujeres y uno que les provee seguridad material”, dijo Illouz.
Una divergencia se dio al mirar comparativamente otras formas de asimetría, que se relacionan de manera problemática con la de género, como la racial. Para Illouz, los avances en la concepción de las diferencias raciales en países como Estados Unidos marcan un camino. “Tenemos que pensar que hablamos de seres humanos, no de hombres y mujeres -dijo-. La biología muestra que hay muy escasas diferencias entre ellos desde ese punto de vista.” Segato llamó la atención, a su turno, sobre la persistencia del racismo en nuestro tiempo, que es, indicó, “la atribución de una biología a una desigualdad, como sucede con las mujeres”.
A la hora de pensar las formas y desafíos que hoy tiene por delante un pensamiento feminista, Segato recomendó no poner todas las expectativas y esfuerzos en el Estado. “Hay que pensar dentro y fuera de lo estatal, desde y para la sociedad”, dijo. Illouz llamó la atención sobre las transformaciones que hoy atraviesan las familias, instituciones cruciales para la sociedad, y las batallas por la diversidad sexual como lugares de acción. “Un nuevo tema para el feminismo hoy es el choque entre el derecho a respetar la diversidad de religiones y la igualdad”, señaló.
3 septiembre, 2017
Fuente: http://diariofemenino.com.ar/v2/index.php/2017/09/03/dos-miradas-en-contrapunto-sobre-el-genero/
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