por Anita Orrego /Federación Nacional Livia Videla.
A los cómplices civiles de la criminal, sangrienta y corrupta dictadura militar cuesta caracterizarlos con algún adjetivo, todos resultan insuficientes- caradura, mentirosos, sinvergüenzas y corruptos, facistas, etc.-, para definir sus conductas olímpicas en donde se autodefinen como defensores de la democracia y son capaces con la mejor cara de palo calificar a otros, como anti demócratas. Las fotografías lo muestran (a Sergio Melnick) con dos de los más grandes criminales de nuestro país. Pinochet y Álvaro Corbalán, este último, jefe operativo de la CNI, que hoy está preso en Punta Peuco por crímenes y torturas contra opositores a la dictadura de Pinochet y sus cómplices civiles.
En la fotografía Sergio Melnick aparece con Álvaro Corbalán, están participando en un acto de conmemoración de los 10 años de la dictadura criminal organizado por un pseudo partido político formado para darle un carácter civil a la dictadura militar y enfrentar así el plebiscito de 1988: la tenebrosa Avanzada Nacional presidida por el asesino Corbalán.
Refiriéndose a su relación con Corbalán, Melnick expresó “Yo no he participado de ningún partido. Yo conozco a Álvaro Corbalán, es papudano, yo lo conozco de joven. No justifico nada de lo que pasó ni de lo que hizo. Pero la historia es un poco más compleja”.
Al respecto, decirle a Melnick que aunque la historia sea compleja como él dice, nada justifica la tortura y el crimen como ocurrió durante la dictadura criminal de la cual él fue parte, como Ministro de ese Estado que torturó, asesinó e hizo desaparecer a miles de compatriotas. Decirle que es un mentiroso, al expresar que nada sabía. Está registrado en una acuciosa investigación realizada y escrita por el periodista Mauricio Weibel, sustentada en documentos de la propia dictadura criminal, que todos los ministros sabían lo que hacia la Central Nacional de Inteligencia, CNI, dirigida Corbalán, el asesino, colega y vecino de Melnick.
Así es que cuando Melnick habla en pos de la democracia y califica a otros como anti demócratas, el popular apelativo de cara de raja, claramente, es insuficiente para calificarlo.
La sociedad chilena no debe olvidar a los cómplices de la dictadura cívico/militar empresarial, porque luego aparecen como “demócratas” que ocupan cargos de poder en empresas, parlamento (elegidos porque el pueblo no conoce sus oscuras historias) y medios de comunicación. Sergio Melnick, actual panelista del programa “En buen Chileno” de canal 13 es uno de ellos.
Santiago, 26 de septiembre de 2017.
ANEXO (Editor CT):
El veto a Sergio Melnick instala nuevamente la pregunta de la complicidad sobre los crímenes.
La estrecha relación de los ministros de la dictadura con la DINA y la CNI.
por Felipe Saleh / El Mostrador.
El 27 de abril de 1987, Sergio Melnick es nombrado ministro de la Oficina Nacional de Planificación (Odeplan). Como todos los funcionarios de Gobierno, Melnick participó en un acto de Avanzada Nacional, un remedo del movimiento que cuatro años antes habían fundado militantes de derecha nacionalista para conmemorar los 10 años del Golpe, pero que hacia fines de la dictadura pretendía convertirse en el rostro civil del régimen, de cara al plebiscito de 1988.
A ese acto corresponde la foto de Melnick junto a Álvaro Corbalán, jefe operativo de la Central Nacional de Informaciones (CNI), hoy preso en la cárcel de Punta Peuco por delitos de lesa humanidad contra opositores al régimen.
La imagen ha vuelto a salir en redes sociales trayendo de vuelta el pasado de Melnick como colaborador de la dictadura, a propósito de la negativa que por esta razón aplicó la candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, para no asistir al programa «En Buen Chileno», de Canal 13, donde Melnick es panelista.
«No voy a ir porque no quiero validar que en televisión haya una persona que es panelista y que fue ministro de un dictador. Creo que, en un país decente, una persona que fue ministro, subsecretario de un dictador, no puede estar en un Gobierno y no debería estar en un programa de TV», dijo Sánchez, ganándose las críticas de un amplio espectro de la escena política, desde algunos de sus partidarios hasta, evidentemente, la derecha simpatizante de la dictadura, que permanece en posiciones de poder.
Pero este no es el primer episodio que complica a Melnick en televisión, o la primera vez que debe dar explicaciones por su pasado como colaborador de Pinochet.
Amigos en Papudo
A comienzos de agosto, en el mismo programa, el diputado del PC Daniel Núñez –a propósito de que Melnick cuestionara su apoyo al régimen de Venezuela– le recordó al ex ministro que en 1987 desaparecieron cinco integrantes del FPMR, y él, que formaba parte del gabinete, no hizo nada al respecto. “Fueron detenidos por la CNI, torturados y hechos desaparecer, y tú, en ese entonces ministro, pudiste haber hecho algo. ¿Por qué no los denunciaste?”, le dijo Núñez.
Melnick en esa ocasión se defendió señalando que “estábamos trabajando de acuerdo a un itinerario constitucional para construir una democracia en Chile”. Y Ahora, después de criticar la “inconsistencia” democrática de Beatriz Sánchez, el ex ministro negó que fuera fundador de Avanzada Nacional y explicó su relación con el ex jefe operativo de la CNI. “Yo no he participado de ningún partido. Yo conozco a Álvaro Corbalán, es papudano, yo lo conozco de joven. No justifico nada de lo que pasó ni de lo que hizo. Pero la historia es un poco más compleja”, indicó.
Coordinación diaria
Precisamente a ese contexto más complejo de la historia es al que pertenecen los documentos oficiales del Estado, que prueban la estrecha coordinación entre el poder civil, al que pertenecía Melnick, y la policía secreta.
El periodista Mauricio Weibel ha escrito dos libros basados en los documentos que muestran cómo ambas esferas del régimen trabajaban juntas. En Asociación ilícita, en coautoría con Carlos Dorat, aparecen decenas de documentos en que los ministros colaboraron en la persecución de opositores, como un oficio enviado por Alberto Cardemil, quien fuera ministro Secretario General de Gobierno de Pinochet, en el que detallaba todos los antecedentes de las personas que trabajaban en la Vicaría de la Solidaridad.
Cardemil, consultado sobre este documento, cuando apareció el libro en 2012 y él era diputado de la UDI, aseguró que no se acordaba. También existía una estrategia para contrarrestar las evidencias de lo que pasaba respecto de los Derechos Humanos en Chile, frente a organismos internacionales. Otro documento del 31 de diciembre de 1976 consigna que Manuel Contreras envió un “perfil humano” de Pinochet al canciller Patricio Carvajal, para que fuera distribuido en las embajadas de Chile alrededor del mundo.
“La colaboración, la comunicación entre la DINA, y luego la CNI y los ministerios era diaria, incluso en temas que eran políticos, administrativos y represivos. Todo esto está registrado en miles de documentos que he revisado, que son documentos con la firma de los ministros, con timbre, finalmente documentos oficiales del Estado”, explica Weibel, que este año acaba de publicar Los niños de la rebelión, que en parte recoge la estrategia conjunta de la policía secreta y los civiles para combatir al movimiento estudiantil que se oponía a la dictadura.
Todos identificados
“La CNI enviaba todos los días un informe de inteligencia a los ministros, había reuniones de los subsecretarios de todas las carteras en los cuarteles de la CNI. Nadie puede decir que no sabía lo que sucedía. Quizás no los detalles más macabros, pero que había represión, es imposible que alguien dijera que no sabía”, explica el periodista.
Según logró establecer el autor, la CNI no solo actuaba eliminando personas sino que intervenía en el trabajo político y administrativo del Gobierno. Cada vez que se quería contratar a alguien en el Estado, esa persona tenía que tener un informe de la DINA o de la CNI. En 1979, el historiador Gonzalo Vial Correa organiza con Odlanier Mena, el jefe de la CNI, la primera revisión masiva de antecedentes de los profesores del sistema público, de 90 mil profesores. Después que revisan esas fichas, empiezan a operacionalizarlas, por parte del ministro de Educación, Alfredo Prieto Bafalluy, que hasta 2015 fue abogado de la Corte Suprema”, ejemplifica, para consignar que los colaboradores de la dictadura siguieron en puestos de importancia hasta mucho después de terminado el régimen.
Weibel reconoce que, como parte de estos documentos, también deberían existir pruebas de la coordinación entre el grupo que encabezaba Corbalán y el ministerio de Melnick. “Los papeles deben estar ahí si alguien los quiere ir a buscar, yo me metí en Educación. Pero la CNI apoyaba el despliegue de políticas públicas del régimen. Es muy difícil que alguien no supiera que había represión. Es como el portero de Auschwitz: no mató a nadie, pero veía de dónde salían los humos”, insiste.
El periodista recuerda una discusión a través de una serie de memorandos, los correos electrónicos de la época, en la que participó Sergio Fernández, entonces ministro del Interior de Pinochet y luego senador de la UDI en democracia. “En algún minuto, se genera una discusión a través de memorandos, sobre desde qué edad se puede exiliar a los niños y finalmente deciden que se puede desde los 13 años. Ese no es un acto represivo físico, pero es un acto represivo político brutal”, puntualiza Weibel.
Fernández –agrega– fue incluso más duro que la CNI. Así, otro documento prueba que la policía secreta era partidaria de hacer retornar a algunos exiliados para descomprimir el ambiente, con lo que Fernández no estuvo de acuerdo y sugería mantener a todos en la misma condición de exilio.
“Hay documentos en que los ministros reciben información de personas que delatan a profesores y, a partir de eso, vendían la información a la CNI para que tomara las medidas pertinentes”, afirma Weibel, como parte de la información que se puede encontrar en su libro Los niños de la rebelión.
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