por Michael Roberts (*).
La visión actual de la economía mundial fue esbozada el fin de semana paado por Christine Lagarde, la directora gerente del FMI y ex ministra de Finanzas de Francia, bajo la presidencia de derechas de Nicholas Sarkozy. La línea de Lagarde fue que la economía global estaba mostrando importantes signos de mejora y esta es una oportunidad para ‘arreglar el tejado mientras brilla el sol’ – en otras palabras, seguir adelante con las difíciles y controvertidos ‘reformas’, mientras las cosas mejoran, tanto para sostener la recuperación como para reducir el impacto social de las medidas. “Por muy agradable que pueda ser disfrutar del calor de la recuperación … el momento de reparar el tejado es cuando el sol brilla”.
Lagarde, en su discurso en la Universidad de Harvard, un bastión de la elite, comenzó señalando que “la tan esperada recuperación global está echando raíces. En julio, el FMI proyectó un crecimiento mundial del 3,5% para 2017 y de un 3,6% para el 2018. La próxima semana se dará a conocer un pronóstico actualizado antes de nuestras reuniones anuales – y es probable que sea aún más optimista. De acuerdo con el PIB, casi el 75 por ciento del mundo está experimentando una fase de expansión; es la aceleración más amplia, desde el inicio de la década. Esto significa más puestos de trabajo y la mejora del nivel de vida en muchos lugares en todo el mundo …. Lo más probable para este año y el siguiente es que el crecimiento sea superior a la tendencia “.
Esta visión optimista ha sido adelantada por muchos otros. Gavyn Davies, ex economista jefe de Goldman Sachs ahora dirige Forecasting Fulcrum, que trata de medir la actividad económica mundial. En su informe más reciente, Fulcrum afirma que “la actividad económica mundial se ha embarcado en el período de expansión más fuerte y sincronizada desde 2010. El crecimiento global está muy por encima de la tendencia a largo plazo, especialmente en las economías avanzadas”.
Del mismo modo, según el indice del think-tank del Brookings Institute y el Financial Times (Tiger de la actividad global), la economía mundial está experimentando su recuperación más amplia y fuerte de hace más de cinco años. El índice, que cubre todas las economías avanzadas y en desarrollo importantes, se encuentra cerca del pico quinquenal de los indices de la economía real, la confianza y las condiciones financieras. “Una recuperación cíclica de la inversión y el comercio en las economías avanzadas – especialmente en Europa y Japón – ha conducido a un crecimiento mayor de lo esperado.” Y un informe especial del G20 reconoce que: “El G-20 ha recorrido un largo camino hacia su objetivo de un crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado “.
Esto es todo suena bien. Por fin las economías capitalistas del mundo están entrando en un período de crecimiento sostenido y rápido. La Larga Depresión, como la he llamado, ha terminado. Pero a pesar de toda la charlatanería optimista, estos comentaristas, de Lagarde al Banco Mundial y el nuevo informe del G-20, pasando por Gavyn Davies, también esconden un lado oscuro de duda.
Como Gavyn Davies lo resume: “¿Es sólo otro falso amanecer?”. Señala que “hay pocos signos de recuperación por el lado de la oferta y algunos indicios de exceso de riesgos en los mercados de activos (es decir, el crecimiento desbordado de los precios bursátiles). Por ello, algunos economistas sugieren que la economía global puede ser “bipolar”, con un aumento del riesgo de que el actual período de crecimiento de la actividad de las empresas pueda ser pinchado por un súbito aumento de la aversión al riesgo en los mercados de activos. Así, “un choque de riesgo relativamente menor, por ejemplo geopolítico, podría dar lugar a una fuerte corrección de los precios de los activos, y ello podría frenar la recuperación económica mundial en seco”.
Davies cita un nuevo modelo publicado por Ricardo Caballero y Alp Simsek del MIT, que llega a la conclusión de que la economía mundial podría ser “bipolar”, y que su reconfortante comportamiento reciente podría ser inusualmente vulnerable a los choques de riesgo en los mercados de activos. Estos economistas señalan tres principales peligros, ya sea una corrección técnica del mercado (es decir, una crisis financiera); o una recesión económica directa; o un evento geopolítico (por ejemplo, que EEUU ataque a Corea del Norte y estalle una guerra). Se descartan los dos primeros como poco probables en este momento. Sin embargo, “si tuviéramos que señalar una causa de volatilidad que empujase a la economía a una recesión, el último peligro podría por sí mismo elevar la volatilidad de forma endógena”.
Y este es el riesgo de que el Banco de Pagos Internacionales recientemente subrayó como una posibilidad o incluso el más probable, como he señalado en una reciente nota: El BPI señaló: las condiciones de apalancamiento en los Estados Unidos son las más altas desde el inicio del milenio y similares a las de la década de 1990, cuando los coeficientes de la deuda empresarial reflejaban el legado del boom de compra apalancada de finales de 1980. En conjunto, esto sugiere que, en el caso de una desaceleración o un ajuste al alza en las tasas de interés, los elevados pagos de servicio de la deuda y el riesgo de incumplimiento podrían plantear dificultades a las empresas, y de ese modo generar vientos en contra para el crecimiento del PIB”.
Los autores del índice Tiger del FT también son precavidos. Sí, hay una recuperación “sincronizada” pero “débil” . Es débil debido a que el final sostenido de la larga depresión se ve frenado por crecimiento de la productividad. “La combinación de la baja productividad y el débil crecimiento de la inversión no auguran nada bueno para un aumento del crecimiento o incluso para la sostenibilidad del bajo crecimiento actual”.
Lagarde también se refirió al otro lado de la historia: “la recuperación no es completa. Algunos países están creciendo demasiado lentamente, y el año pasado 47 países experimentaron un crecimiento negativo del PIB per cápita. Demasiadas personas – en todos los tipos de economía – todavía no experimentan los beneficios de la recuperación”. En las economías más grandes, el crecimiento de la productividad global – una medida de cuán eficiente somos – se ha reducido al 0,3 por ciento, por debajo del promedio previo a la crisis de aproximadamente el 1 por ciento. Esto significa que, a pesar de los avances tecnológicos, los salarios en muchos lugares sólo están creciendo muy lentamente.
En un informe adjunto, los economistas del FMI señalan que el crecimiento de la productividad se ha desacelerado fuertemente en todo el mundo después de la crisis financiera global. Lo atribuyen al “desvanecimiento de los efectos del auge de la tecnología de la información y la comunicación, el debilitamiento de los esfuerzos de las reformas del mercado de trabajo y de productos, la falta de personal cualificado y desajustes del mercado de trabajo, y factores demográficos como el envejecimiento de las poblaciones. Además, siguen los efectos persistentes de la crisis global: hojas de balance de las empresas débiles, condiciones de crédito más estrictas en algunos países, inversión débil, demanda escasa e incertidumbre política”.
Y se refieren a la desaceleración del comercio mundial como otro freno a largo plazo de la productividad. “El comercio desde 2012 apenas ha avanzado al mismo ritmo que el PIB mundial. Esto podría apuntar a una mejora de la productividad en el futuro más débil, incluso sin tener en cuenta la posibilidad de restricciones comerciales.” Lo que preocupa a Lagarde y al FMI es que esta recuperación cíclica podría desvanecerse sin ninguna solución a largo plazo a este ‘rompecabezas de la productividad’”.
Todas estas cosas mencionadas por el FMI son sin duda factores causales de la Larga Depresión, pero el FMI deja fuera intencionadamente la causa subyacente clave: crecimiento de la productividad sigue dependiendo de que la inversión de capital sea lo suficientemente grande. Y eso depende de la rentabilidad de la inversión. Bajo el capitalismo, hasta que la rentabilidad no se recupere de forma suficiente y se reduzca la deuda (y ambas van de la mano), los beneficios de productividad de las nuevas ‘tecnologías de punta’ (según la jerga en vigor) de robots, IA, impresión en 3D, ‘big data’ etc no permitirán una reactivación sostenida del crecimiento de la productividad y, por lo tanto, del PIB real.
Además, no hay ninguna señal de que se revierta el continuo aumento de la desigualdad en los ingresos y la riqueza en todo el mundo, que amenaza la cohesión social y la dominación estable del capital sobre el trabajo: “Si nos fijamos en la desigualdad dentro de países específicos, especialmente en algunas economías avanzadas, vemos que las diferencias se acentúan y hay un aumento de la concentración de la riqueza entre los que más ganan” (Lagarde). Según los economistas del FMI “en las economías avanzadas, los ingresos de la parte superior del 1 por ciento han crecido tres veces más rápido que las del resto de la población”.
Más puestos de trabajo para los jóvenes y las mujeres, así como más formación y educación tecnológica es la respuesta del FMI. Se insinúa una redistribución del ingreso y la riqueza a través de ‘impuestos progresivos’ (“Todas estas ideas merecen la pena explorarse”), pero la propiedad pública y el control de los grandes monopolios y bancos por supuesto no se mencionan.
De hecho, las políticas de empleo del FMI son las viejas recetas neoliberales de ‘mercados laborales flexibles’. El FMI señala que si las mujeres participasen en la fuerza de trabajo en indices parecidos a los hombres, el PIB podría aumentar hasta en un 5 por ciento en los EEUU, el 27 por ciento en la India, y el 34 por ciento en Egipto, por citar sólo tres ejemplos. Pero tiene poco que decir sobre el mal crónico (lo que Marx llamó el ejército de reserva de mano de obra), que el capital moderna ha utilizado para explotar la mano de obra global: es decir, el nivel masivo de desempleo juvenil a nivel mundial.
Un reciente discurso de Mario Draghi, jefe del BCE, expone el fracaso del capitalismo para dar trabajo con un salario digno y con un futuro a millones de jóvenes. Draghi señaló que el desempleo juvenil no es un fenómeno reciente. Comenzó con el final de la edad de oro del capitalismo en la década de 1970, cuando el desempleo aumentó del 4,6% al 11,1% a finales de la década. En 2007, cuando el paro total de la zona del euro se redujo hasta el 7,5%, su nivel más bajo desde principios de 1980, la tasa de desempleo para los jóvenes ya era muy alta, alrededor del 15%.
Y entonces, como resultado de la Gran Recesión, alcanzó el 24% y sigue alrededor de 4 puntos porcentuales más que en el inicio de la crisis en 2007. El número de adultos jóvenes que participan en el mercado de trabajo en la UE, es del 41,5%, muy bajo. Eso significa que una gran mayoría de jóvenes está en proceso de formación, estudiando, o no está buscando trabajo. Si comparamos el desempleo juvenil con el desempleo entre las personas mayores de 25 años, descubrimos que es un 250% más alto. Esto no ha cambiado en los últimos años – incluso en los países más grandes de la UE. En el caso de los adultos jóvenes, el modesto aumento del empleo consistió casi exclusivamente en trabajos temporales. En España y Polonia más del 70% de los adultos jóvenes tienen trabajos temporales. Se trata de un ejército de reserva de mano de obra no calificada permanente para el capital.
La otra razón por la que la economía mundial no sostendrá esta ‘recuperación cíclica’ es el todavía alto nivel de deuda del sector privado. En su último informe de la Estabilidad Financiera Mundial, los economistas del FMI se centran en el aumento de la deuda familiar. El FMI comienza: “La deuda engrasa las ruedas de la economía. Permite a los individuos hacer grandes inversiones hoy, como la compra de una casa o ir a la universidad – comprometiendo parte de sus ganancias futuras. Eso está bien en teoría. Pero como la crisis financiera global mostró, el rápido crecimiento de la deuda de los hogares – especialmente las hipotecas – puede ser peligroso “.
El informe concluye: “Según nuestro informe, a corto plazo, es probable un aumento de la proporción de deuda de los hogares que puede impulsar el crecimiento económico y el empleo. Pero de tres a cinco años, esos efectos se invierten; el crecimiento es más lento de lo que hubiera sido de otra manera, y las probabilidades de una crisis financiera aumentan. Estos efectos son más fuertes en los niveles más altos de deuda típicos de las economías avanzadas, y más débil en los niveles más bajos que prevalecen en los mercados emergentes”.
Más específicamente, “nuestro estudio encontró que un aumento de 5 puntos porcentuales en la proporción de deuda de los hogares en relación con el PIB durante un período de tres años prevé un descenso de 1,25 puntos porcentuales en el crecimiento ajustado a la inflación de los tres años siguientes. Una deuda más alta está asociada con una cifra significativamente mayor de desempleo en los siguientes cuatro años. Y un aumento de 1 punto porcentual de la deuda aumenta las probabilidades de una futura crisis bancaria en aproximadamente 1 punto porcentual. Eso es un aumento significativo, si tenemos en cuenta que la probabilidad de una crisis es de un 3,5 por ciento, incluso sin ningún incremento de la deuda”.
“¿Cuál es la razón de esta interrelación? En un primer momento, las familias asumen más deuda para comprar cosas como nuevas casas y automóviles. Eso le da a la economía un impulso a corto plazo, ya que los fabricantes de automóviles y los constructores de casas contratan a más trabajadores. Pero más tarde, los hogares altamente endeudados pueden tener que recortar el gasto para pagar sus préstamos. Eso es un lastre para el crecimiento. Y como la crisis de 2008 demostró, una repentina conmoción económica – como una caída de los precios de la vivienda- pueden desencadenar una espiral de impagos de créditos que sacuda los cimientos del sistema financiero”.
Así que al FMI le preocupa que el castillo de naipes que es la deuda del sector privado colapse cualquier recuperación económica. En mis artículos, he puesto de relieve no la deuda de los hogares, sino la deuda de las empresas y el mayor riesgo que supone. La deuda de las empresas es muy alta y crece, mientras que el número de empresas ‘Zombie’ (aquellas casi incapaces de cumplir con sus pagos de la deuda) está en niveles récord (16% en los EEUU). Con 8.6 billones de dólares, los niveles de deuda de las empresas estadounidenses es actualmente un 30% más alto que en su pico anterior, en septiembre de 2008. En un 45,3%, la proporción de la deuda empresarial en relación con el PIB está en máximos históricos, y recientemente superó los niveles anteriores a las dos últimas recesiones. Eso sugiere que el aumento de los costes del servicio de la deuda debido a las tasas de interés crecientes impulsadas por la política de ‘normalización’ de la Fed podrían torcer las cosas, a menos que la rentabilidad del sector empresarial en general se recupere.
Una palabra clave del discurso de Lagarde a los poderosos e influyentes en la Universidad de Harvard era “ciclos”. Lagarde comenzó: “Por supuesto, hay ciclos estacionales – como el que estamos disfrutando en este momento. Además están los ciclos económicos. Un desafío esencial en los ciclos económicos es tratar de tener una perspectiva de lo que viene después, cuando se está en medio del ciclo”.
Sí, ¿en qué tipo de ciclo está la economía mundial? ¿Está al comienzo de un largo ciclo de auge después de la depresión, por fin? ¿O se trata sólo de una recuperación corta e insostenible? En mi libro, La Larga Depresión, en un capítulo sobre los ciclos, trato de delimitar entre los ciclos a largo plazo de la rentabilidad y las finanzas (Marx) y la innovación (Kondratiev) y los ciclos cortos de inversión y construcción (Kuznets) y la utilización de la capacidad productiva (Kitchin). Este último ciclo de utilización de la capacidad de reserva y el capital circulante en general, tiene una duración de tan sólo cuatro años, a diferencia de los ciclos de inversión de 8-10 años o de los más largos de rentabilidad (32 años, creo).
Creo que estamos en una fase de expansión de un nuevo ciclo Kitchin, pero aún dentro de la fase descendente del ciclo de rentabilidad. Los valles y picos del ciclo Kitchin, medidos por los cambios en la utilización de la capacidad (el gráfico muestra la industria estadounidense), pueden ser definidos con una duración de 4-6 años: 1982, 1986, 1991, 1996, 2002, 2008, 2012 y 2016. Si esto es correcto, el ciclo Kitchin llegará a su pico en 2018 y luego se deslizará hacia abajo hacía un nuevo foso en 2020.
Eso no encaja del todo con mi anterior tesis de una nueva recesión en 2018. Sin embargo, la desarrollé a partir del ciclo de la rentabilidad. Habrá que volver a ello en el futuro. Mientras tanto, disfrutemos del sol antes de la tormenta.
11/10/2017
(*) Michael Roberts: es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente original en inglés :https://thenextrecession.wordpress.com/2017/10/09/sunny-periods-followed-by-showers/
Fuente en español: http://www.sinpermiso.info/textos/economia-mundial-dias-soleados-seguidos-de-tormentas
/Traducción: G. Buster/ Sin Permiso.
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