Hace unos 10 años los productores de la película que Hollywood filmó sobre el Che Guevara –protagonizada por Benicio del Toro y dirigida por Steven Soderbergh– viajaron a Miami para obtener mayor información sobre las circunstancias que rodearon la ejecución del Che. En un restaurante de La Pequeña Habana, el reducto de la comunidad de exiliados anticastristas en Estados Unidos, se reunieron con Gustavo Villoldo, el agente cubano-estadunidense de más alto rango enviado en 1967 por la CIA a Bolivia, para ayudar a rastrear y capturar al icónico revolucionario.
Villoldo llegó cargando una gruesa carpeta blanca, llena de objetos de recuerdo sobre la muerte del Che: fotografías originales, télex secretos, recortes de noticias y hasta las huellas digitales oficiales tomadas de las manos yertas del Che. El álbum registraba los resultados históricos de los esfuerzos encubiertos de la CIA para entrenar y apoyar a las fuerzas especiales de Bolivia, con el fin de que encontraran y eliminaran al Che y su pequeño grupo de guerrilleros.
Con detalles macabros, el retirado agente encubierto rememoró sus discusiones con los oficiales del Ejército boliviano cuando el cuerpo de Guevara llegó en helicóptero a la ciudad de Vallegrande, desde el pueblo de La Higuera, donde había sido capturado y ejecutado. Los bolivianos querían cortar la cabeza del Che, dijo, y preservarla como una prueba de que Guevara estaba muerto y eliminado para siempre. Según Villoldo, él los convenció de que mejor le hicieran una “máscara mortuoria” de yeso; y de que cortar y preservar sus manos sería evidencia suficiente.
Luego Villoldo explicó cómo hizo los arreglos para enterrar en secreto su cuerpo, en un lugar donde nunca podría ser hallado. Y, en efecto, durante 30 años los restos del Che estuvieron “desaparecidos”; pero en julio de 1997 sus huesos, excluyendo sus manos, fueron encontrados en una fosa ubicada al lado de una pista de aterrizaje en los suburbios de Vallegrande.
En un momento de la conversación Villoldo abrió la carpeta y sacó de ella un sobre blanco. Dentro había un mechón de cabello castaño. Como máximo souvenir de esta victoria de la Guerra Fría, afirmó orgulloso Villoldo, él cortó algunas hebras de la cabellera del Che antes de deshacerse de su cuerpo. “Básicamente las corté, porque el símbolo de la revolución era este tipo barbudo y de pelo largo que bajaba de la montaña”.
Según explicó Villoldo, “para mí era como cortar el símbolo mismo de la Revolución Cubana”.
“SERIO GOLPE PARA CASTRO”
Este sentir fue compartido por los funcionarios de la Casa Blanca. Sin duda, puede afirmarse que la captura y ejecución del Che Guevara fue la victoria más importante de Estados Unidos sobre Cuba y la izquierda militante de América Latina, durante la época de la intervención y la guerra contrainsurgente que Washington llevó a cabo en los decenios de 1960 y 1970. Altos oficiales de la CIA y la Casa Blanca redactaron numerosos documentos secretos que analizaban el significado del deceso del Che para Fidel Castro y Cuba; y para el interés de Estados Unidos en impedir que la revolución se extendiera en el espacio latinoamericano.
Uno de estos memorandos –clasificado como SECRET/SENSITIVE/EYES ONLY– fue preparado para el presidente Lyndon B. Johnson cinco días después de la muerte del Che. Incluye como apéndice un breve resumen del director de la CIA, Richard Helms, confirmando los detalles de las últimas horas del revolucionario (vea aquí ese documento). El reporte anexo de Helms “captura y ejecución del ‘Che’ Guevara” confirma que el argentino no murió de “heridas de combate” durante un enfrentamiento con el Ejército boliviano, como la prensa había reportado desde Bolivia, sino que fue ejecutado “a las 13:15 horas… con una ráfaga de fuego de un rifle automático M-2”.
Los memorandos de la Casa Blanca también confirman que el gobierno de Bolivia intentó tapar su papel en la ejecución del Che al alegar que su cuerpo había sido cremado y, por lo tanto, no podía ser repatriado a su país natal, Argentina, o a Cuba. Roberto, el hermano del Che, viajó a Bolivia para pedir que su cuerpo fuera entregado a la familia; y el entonces senador socialista chileno, Salvador Allende, solicitó formalmente que se le entregara a Chile, lo que Estados Unidos interpretó como un esfuerzo de Fidel Castro por recuperar sus restos. “Los bolivianos no desean una autopsia independiente que muestre que ellos ejecutaron al Che, y su propósito es no permitir que sus restos sean explotados (políticamente) por el movimiento comunista”, se le informó al presidente Johnson.
Según este informe, la muerte de Guevara “representa un serio golpe para Castro”. La CIA había interceptado mensajes clandestinos enviados de La Habana a Bolivia que revelaban que Fidel había intentado la insurrección en el país andino como “un show cubano diseñado para desatar un ‘movimiento de magnitud continental’”. Castro inclusive había convocado a La Habana a altos miembros del Partido Comunista de Bolivia para aconsejarles que no presentaran la insurrección como un movimiento nacionalista. Según los mensajes interceptados, él se refería más bien a un “movimiento internacionalista”.
En un memorando aparte, el asesor de la Casa Blanca Walt Rostow reforzó ante Johnson la argumentación de que “la muerte de Guevara tiene implicaciones significativas”:
- “Marca la desaparición de otro revolucionario agresivo y romántico como Sukarno, Nkrumah, Ben Bella… y refuerza esta tendencia”.
- “En el contexto latinoamericano, tendrá un fuerte impacto para desalentar a potenciales guerrilleros”.
- “Muestra la solidez de nuestra asistencia de ‘medicina preventiva’ a países que enfrentan una incipiente insurgencia – fue el 2o Batallón de Rangers de Bolivia, entrenado por nuestros boinas verdes de junio a septiembre de este año, el que acorraló y atrapó (a Guevara)”.
¿Cómo reaccionaría Fidel? Los funcionarios estadunidenses estaban preocupados de que “pueda intentar y lograr recuperar el prestigio perdido” emprendiendo alguna acción dramática contra Estados Unidos… “como poner una bomba en alguna de nuestras embajadas o secuestrar personal diplomático”. El Departamento de Estado envió una alerta de seguridad precautoria a los embajadores estadunidenses en la región.
La Revolución Cubana, sin embargo, no se distinguía por involucrarse en actos de terrorismo internacional; ninguna bomba estalló en una embajada de Estados Unidos y ningún diplomático estadunidense fue blanco de un ataque. La reacción inicial de Fidel fue dar un discurso encendido, solemne y conmovedor durante el masivo acto fúnebre en honor de Guevara, que se realizó el 18 de octubre de 1967, y durante el cual dio respuesta directa a algunos de los puntos planteados en los informes clasificados que circulaban en los niveles más altos del gobierno estadunidense.
La muerte del Che, declaró, “fue un golpe fuerte, un golpe tremendo para el movimiento revolucionario”. Pero, agregó Fidel, “aquéllos que alardean de victoria, están equivocados. Están equivocados cuando piensan que su muerte es el fin de sus ideas, el fin de sus tácticas, el fin de sus conceptos de guerrilla, el fin de su teoría”.
La insurgencia continuó, como continuaron las operaciones contrainsurgentes dirigidas por Estados Unidos, particularmente en países de Centroamérica, como Guatemala y Nicaragua. De hecho, con apoyo logístico y entrenamiento cubanos, a un decenio de la ejecución del Che, el Frente Sandinista de Liberación Nacional se convirtió en un movimiento formidable que acabó derrocando a la dinastía de los Somoza. Los funcionarios estadunidenses estaban equivocados si creyeron que las ideas, los conceptos y las teorías de Guevara serían enterrados junto con su cuerpo. Tal vez sus fracasadas tácticas guerrilleras no fueron muy inspiradoras, pero su martirio a manos de la CIA sí acabó por serlo.
A SUBASTA
El destino de los objetos que evocan la muerte del Che ilustra bien este punto. Al final, Gustavo Villoldo decidió subastar su carpeta con recuerdos de la ejecución. La subasta se llevó a cabo el 25 de octubre de 2007 en las Galerías Heritage de Dallas. Inicialmente, el precio mínimo de salida fue de 50 mil dólares. Pero después de que la casa de subastas recibiera una solicitud de información por parte del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela –Chávez supuestamente intentaba adquirir el cabello del Che para devolverlo a su familia en Santa Clara, Cuba–, el mínimo se duplicó a 100 mil dólares.
Sin embargo, cuando el álbum de recuerdos pasó a la plataforma de remates sólo había un comprador: el dueño de una librería de Texas llamado Bill Butler, quien aceptó pagar esos 100 mil dólares, más otros 19 mil 500 dólares en comisión de ventas. Butler dijo a los reporteros que había hecho esa adquisición única porque el Che Guevara fue “uno de los revolucionarios más grandes del siglo XX”.
(Traducción Lucía Luna)
Nota de la Redacción: Este texto fue publicado en la Edición Especial No. 55 de la Revista Proceso, bajo el título “El Che a 50 años. El Hombre, El Mito”.
Fuente: http://ciperchile.cl/2017/10/13/che-guevara-los-memos-secretos-de-la-cia-y-la-casa-blanca-sobre-su-ejecucion/
Descubre más desde Correo de los Trabajadores
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Be the first to comment