Crítica Transfeminista. Opinión.
por Lilit Herrera (*).
Es habitual leer descalificaciones respecto del feminismo o quizá, de los feminismos que apuntan a una dimensión esencialista engarzada en la palabra hembrismo, como un machismo en contra de los cuerpos asignados hombres por parte de los cuerpos asignados mujeres, un odio en contra de los hombres que podría definirse como misandría. Y si bien, el desconocimiento y el machismo llevan a tergiversaciones de un movimiento tan necesario, lo cierto es que este hembrismo sí existe, en cuanto se plantea desde un esencialismo de ciertos sectores del feminismo sobre cuál es la sujeta de esta lucha (o luchas)
En la década de los 70, de la mano de Gayle Rubin, el feminismo planteaba la interesante discusión desde el llamado sistema sexo/género, en donde se expresaba que el género y no así el sexo (macho, hembra, intersexual, otro/a) correspondía a una construcción social, por tanto: el cuerpo con el respectivo sexo se hallaba desnudo para ir siendo moldeado por un determinado contexto socio-cultural. Postulado que representó un gran avance, en cuanto a la problematización y superación de esencialismos, permitiendo con el tiempo, pensar en categorías abiertas como plantea Butler, sin embargo y, a la luz de la evidencia, ha operado de manera contraria; toda vez que se continúa entendiendo a la hembra (es el sexo para quien nace con vulva), asignada mujer, como la sujeta del feminismo. Y puede que en el discurso, mediante referencias en foros y en entrevistas a medios de comunicación, este postulado se ponga en tensión; sin embargo, las acciones políticas concretas, demuestran otro criterio.
Es así entonces que no extraña la violencia ejercida por mujeres cis (se nace hembra, se asigna mujer) en contra de compañeras que nos identificamos como trans femeninas, travestis y compañeros que se auto perciben como trans masculinos en instancias propias de mujeres como lo son los Encuentros de Mujeres. El ejemplo más reciente, es lo ocurrido en el Encuentro de Mujeres del Chaco en Argentina, durante este 2017, en donde en el contexto de la organización de un festival que llevaría por nombre “Resistencia Queer”, un grupo de mujeres asignadas, se negaron a la iniciativa, tratando a una compañera trans femenina en masculino, arguyendo que el cambio de nombre en el carnet de identidad, no la convertía en mujer, con agresión física incluida.
Chile no se queda atrás y es así como feministas de la talla de la ya fallecida Margarita Pisano, se caracterizó por expresiones de violencia esencialista en contra de compañeras y compañeros transexuales, sobre quienes manifestó su abierto desprecio, dado que ellos/as se realizaban operaciones de reasignación sexual, bajo el argumento de que no aceptaban lo que eran; sin realizar el ejercicio feminista de comprender la estrategia de sobrevivencia de cuerpos disponibles a la violencia patriarcal.
Y acá aparece un punto fundamental para analizar: y es que ya desde el feminismo surgido entre los 60 y los 70, se definió como enemigo a destruir al Patriarcado, o Hetero-patriarcado como también se le ha leído, toda vez que el machismo nacido en éste y contra el cual el feminismo se ha levantado, se funda en la heterosexualidad como régimen político del que nos hablaba Monique Wittig y éste no solo castiga a cuerpos asignados como mujeres, sino que a otras subjetividades/corporalidades.
Se dirá que la violencia contra la mujer es específica, que se piense en los riesgos de éstas al salir a la calle, sin duda esto es tristemente cierto, pero a lo que apunta en el fondo, es a decir: un cuerpo que se lee como mujer sufre tal y cual situación violenta… pero, ¿es que esta atribución de género, no la vive una compañera trans que practica lo que en inglés se llama “passing”, es decir “luce como mujer”? ¿Y qué de la violencia que sufrimos otros cuerpos, cuya atribución de género resulta la de un hombre disfrazado, al cual, por tanto, se debe corregir? Entonces, de nuevo, parece que el ser mujer se funda en el esencialismo del sexo anatómico solamente (en rigor, qué tan fijo será). Y por otra parte, si el (Hetero) Patriarcado es el identificado como un enemigo a vencer, éste también violenta a compañeros trans masculinos. Pues, si vemos a otras subjetividades/corporalidades violentadas por la misma raíz que maltrata y asesina a mujeres cis, ¿por qué el feminismo no tiene por cara a estas corporalidades?
Durante estos días, se suicidó Samantha Carrasco (**), una chica trans producto del brutal hostigamiento de su entorno; es decir, en términos sociales, lo suyo correspondería a un «transcidio». Samantha en su atribución de género era una trans, por ende: no la sujeta principal del feminismo, enviada a ubicarse bajo la bandera de la diversidad sexual, representada en la sigla LGBTIQ. Por eso, las distintas coordinadoras Ni Una Menos no se han pronunciado al respecto, ni con una mínima frase en el facebook o en el twitter si es que fuese importante el ahorro de las palabras.
¿Es ésta una acusación de transfobia en contra de las compañeras? En lo absoluto. Solo demuestra a quién se continúa leyendo como a la figura del feminismo y quién, bueno, navega en un terreno inestable. Podrán las compañeras cuestionar este esencialismo, pero esto queda en el discurso, si es que no se observan acciones mínimas que van más allá que referirse a trans por los periódicos. Por eso, es ésta una invitación a poner en tensión cómo, desde dónde y para qué entendemos el feminismo o los feminismos; porque ir pensando en estas problemáticas, llevará, en buena hora, a plantear por qué la hembra (no la mujer) continúa siendo la sujeta central de la opresión patriarcal, desplazando otras violencias o la que se identifica como tal, el resto…
En Chile, por lo pronto, se necesita de un movimiento feminista que avance hacia el cuestionamiento y tensión de una categoría mujer, la cual ha sido construida, precisamente, por todo aquello contra lo que se lucha: el Patriarcado; y también si es ésta la sujeta del feminismo por derecho o si es posible que otros cuerpos seamos parte de éste. De otro modo, no es posible concebir un feminismo como proyecto político transformador. Las buenas intenciones y palabras inclusivas abundan, faltan acciones concretas.
14 de diciembre de 2017.
(*) Lilit Herrera, activista por los derechos de la diversidad sexual y militante de «Valpo Trans No Binarix».
(**) Sobre Samantha Carrasco ver link: https://youtu.be/Zy8QjMYg2oA
Descubre más desde Correo de los Trabajadores
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Be the first to comment