por Patricio Tapia /La Tercera.
A sus 92 años, el sociólogo francés explica en sus dos libros más recientes que el dominio del capitalismo financiero pone en duda y vuelve inservibles las construcciones sociales previas.
Por la amplitud de sus propuestas, su capacidad de sintetizar distintas aproximaciones y su vocación cosmopolita, el sociólogo francés Alain Touraine es un observador agudo y acucioso del devenir de la sociedad actual. Nacido en 1925, su labor se ha desplegado por más de 60 años, configurando lo que ha aspirado a ser una sociología de la acción, convertida en una sociología del sujeto, y no ha dudado en intervenir en el debate político. A lo largo de los años, su pensamiento ha girado en torno a una serie de nociones básicas (“historicidad” o “actor”, por ejemplo) y ha regresado continuamente sobre algunos asuntos: los movimientos sociales, la construcción de la sociedad por sí misma, la democracia, el sujeto personal y el colectivo. Es cierto que su reflexión no puede reducirse a estos conceptos asociados a su nombre, pero hay que reconocer que ha insistido bastante en ellos.
Sus publicaciones más recientes, El fin de las sociedades y Le nouveau siècle politique, ambas de 2016, parten de un mismo diagnóstico: tras la ruptura de la economía industrial y el advenimiento del capitalismo financiero, estamos en una situación “post-social” que ha disuelto la capacidad de las sociedades para determinar su curso. Las sociedades anteriores a la industrialización eran pensadas en términos esencialmente políticos. La revolución industrial cambió eso: las sociedades logran la capacidad de crear y transformarse, de concebirse socialmente. Eso está llegando a su término: es el fin de las sociedades que se piensan en términos sociales.
Otra idea subyacente es que con la mancomunión de globalización y economía financiera, los grandes sistemas de poder tienden a controlar el mundo objetivo y económico (los bienes), pero también el mundo subjetivo, de representaciones y opiniones (las personas). Frente a este poder total, no es suficiente oponer los derechos políticos o sociales, sino que es necesario apelar a derechos fundamentales y concebidos en términos culturales: religión, sexualidad, identidades. No desaparece ni lo económico ni lo político, pero el nivel cultural plantea los mayores desafíos.
Con los sujetos reflexivos y capaces de reclamar los derechos universales, han surgido nuevos movimientos colectivos, los que, según Touraine, han de ser “ético-democráticos”, esto es, en contradicción a los poderes. Los derechos del sujeto están sobre las obligaciones con la sociedad. Touraine llega a decir que los derechos son más importantes que las leyes.
Le nouveau siècle politique comienza con la constatación de que las elecciones presidenciales francesas de 2017 enfrentan izquierda, derecha y extrema derecha, junto al rechazo de sus candidatos (ninguno ganó). Pero invita a ir más allá de la coyuntura y a un análisis más general. Afirma que la globalización es la transformación más importante en el mundo desde la caída del comunismo, en cuyo contexto las nociones de izquierda y derecha ya no sirven; no porque no existan, sino porque la vida en los distintos países está dominada por el estado general del mundo y la contradicción se da entre quienes aceptan proyectarse en ese mundo globalizado y quienes se resisten.
Como una ayuda para entrar en el “nuevo siglo político”, retoma algunas de las principales cuestiones sobre las que tendrán que decidir los votantes futuros: la “cuestión nacional”, la religión, el yihadismo y la lucha anti-terrorista, la escuela y el medio ambiente.
A pesar de que el autor se desentiende de la lucha partidista, se ubica, dice, entre quienes permanecen fieles “a una cierta idea de la izquierda moral”. Señala que Francia, más que cualquier otro país europeo, salvo Gran Bretaña, ha permitido que su territorio se desindustrialice, lo que tiene consecuencias políticas, como la decadencia de la izquierda o el paso a una “sociedad de la comunicación”. Insiste en que las luchas en torno a los derechos humanos están eclipsando a otras. A su juicio, el campo de los principales conflictos se ha desplazado a la ética, ya sea en el sistema educativo o en la cuestión ecológica.
La necesaria revisión del concepto de nación ha de tener consecuencias sobre la actitud hacia inmigrantes y refugiados; los estados nacionales deben basar su legitimidad en la defensa del universalismo. Lo religioso, por su parte, se reconduce a la laicidad. Ante este “fin de la sociedad” sólo queda la resistencia ética a la lógica del poder o del beneficio mediante la afirmación de los derechos del sujeto, plantea en estos dos libros sobre las dificultades y transformaciones de un mundo que, de “post-industrial”, ha pasado a ser “post-social”.
11 Feb 2018.
Fuente: http://www.latercera.com/cultura/noticia/alain-touraine-la-post-social/64204/
Anexo: Reseña biográfica (Editor CT)
Alain Touraine
(Hermanville-sur-Mer, Calvados, 1925) Sociólogo francés que analizó los modelos de conducta del individuo en base al sistema de trabajo, principio organizador de la historia. Desarrolló para ello el método accionalista o «sociología de la acción», consistente en un análisis sociológico de la civilización industrial que se caracteriza por la importancia que se da al proceso de trabajo.
Profesor invitado en la Universidad de Columbia y docente en la Universidad de Nanterre, fue director del Centre d’Études des Mouvements Sociaux de París (École des Hautes Études en Sciences Sociales). En su obra pueden apreciarse dos etapas: la primera se centró en el interés por la evolución del trabajo obrero, y la segunda, en el estudio teórico y empírico de los movimientos sociales, interés que se intensificaría tras los acontecimientos del Mayo del 68 francés.
Es muy conocido su estudio La evolución del trabajo obrero en las fábricas Renault (1955), que reconstruye las transformaciones acaecidas en el trabajo obrero a partir del desarrollo de la maquinaria y la automatización, resultado del acelerado proceso de innovación científica y tecnológica iniciado en la segunda etapa de la Revolución Industrial. En un primer momento, las máquinas realizan varias tareas bajo el control de obreros con amplias competencias, pero a medida que aquéllas se van especializando y automatizando, el obrero queda relegado a simples funciones de mantenimiento y supervisión. De esta forma, las masas obreras quedan privadas de un papel activo en la producción.
En el ámbito de la teoría de la acción social, tratada principalmente en Sociología de la acción (1965), Alain Touraine distinguió la orientación «accionalista» (dirigida al estudio histórico de los fenómenos emergentes en una sociedad) de la funcional (que estudia el cuerpo social como sistema de relaciones) y de la estructuralista (que se ocupa sobre todo de las expresiones simbólicas del hecho social). En La sociedad postindustrial (1969), el sociólogo francés definió la sociedad como un mundo donde la industria constituye aún el centro de la sociedad civil, pero en el que nuevos actores sociales (estudiantes, políticos, profesionales) empiezan a caracterizar la realidad social más allá del conflicto entre empresarios y clase obrera.
Otra de sus obras clave es Producción de la sociedad (1973), estudio centrado en los conceptos de historicidad y de movimientos sociales; estos últimos y su relación con el Estado dan nacimiento a la sociedad, y ello conduce al autor a ocuparse del cambio social, del Estado y de la lucha de clases. Los movimientos sociales son los grupos portadores de una concepción determinada de la sociedad, en virtud de su propia acción: ahí se encuadran en nuestros días iniciativas antinucleares, feministas o sindicales. Como esas concepciones de la sociedad son en amplia medida incompatibles, se suscitan conflictos que están en el origen mismo del cambio social, es decir, de las transformaciones que afectan a las normas sociales, a las representaciones colectivas y a las leyes. De este modo la sociedad se autoproduce, «inventando» el sentido de su acción.
Alain Touraine se opone con esta concepción a las teorías que explican la sociedad por determinaciones unívocas no sociológicas; ello conlleva un rechazo explícito del marxismo, en el que ve un reduccionismo económico. La sociedad es para el autor un sujeto histórico en permanente actuación para superar sus propias normas. Esta capacidad del cuerpo social para escapar a los bloqueos que van apareciendo en su proceso evolutivo es para Touraine la historicidad, la cual despliega la sociedad sobre sí misma.
Sin embargo, la sociedad en sí no es el actor del proceso, porque carece de valores a los que atenerse y no tiene poder como tal sociedad. Los auténticos actores son las clases sociales, que sí defienden unos valores y tratan de imponer unas normas derivadas de sus propios intereses. La acción de las clases, antagónicas entre ellas, da lugar a la historicidad. Touraine concibe la clase superior como una expresión social del modelo cultural que presiona sobre las demás clases. Las clases sometidas, por su parte, se ven sujetas a una doble influencia que se complementa: la de la cultura de los dominadores y la contestataria emanada de su propio seno y que expresa a través de los movimientos sociales. En cuanto al Estado, queda definido por las relaciones entre las clases sociales, y dependiendo de la naturaleza de éstas tiene un papel cuya importancia varía.
La producción ensayística de Alain Touraine incluye, junto con los trabajos citados, otros destacados estudios, entre los que cabe citar La conciencia obrera (1966), El movimiento de mayo o el comunismo utópico (1968), Vida y muerte del Chile Popular. Diario sociológico, julio-septiembre (1973), Las sociedades dependientes. Ensayos sobre América Latina (1976), El postsocialismo (1980), Solidaridad: análisis de un movimiento social (1983), El retorno del actor (1984) y La palabra y la sangre. Política y sociedad en América Latina (1988). En los años noventa publicó Carta a Lionel Jospin (1997), ¿Podremos vivir juntos? (1997) e Igualdad y diversidad (1999). Entre sus libros más recientes figuran Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy (2005), El mundo de las mujeres (2006) y La mirada social (2009). En 2010 fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, que compartió con el sociólogo polaco Zygmunt Bauman.
Fuente: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/touraine.htm
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