por Paula Vidal (*)
A los 14 años llegó a mis manos El Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels, corría el año 1985 en una población periférica de Santiago, donde nos estallaban en la cara la represión, las desigualdades y la miseria que sufría el pueblo, pero también la fuerza, la pasión y la esperanza por la transformación de la sociedad. Su lectura no me dejó indiferente, me abrió un camino de preguntas y comprensión, que marcaron mi vida como a tantos otros jóvenes.
Del Manifiesto Comunista, al cumplir 170 años desde su publicación en el mes de febrero de 1848, nos preguntamos ¿qué tiene de importante esta obra que sigue generando atención?. Humberto Eco, el año 1998, escribía que El Manifiesto Comunista es “un texto formidable, que alterna tonos apocalípticos e ironía, lemas eficaces y explicaciones claras, y (si realmente la sociedad capitalista quiere vengarse de las molestias que estas páginas no muy numerosas le han causado) tendría hoy que analizarse religiosamente”.[1]
Al leer el texto, es posible comprender la vigencia y actualidad que posee, porque encuentras elementos que permiten dialogar con el pasado, pero sobre todo comprender el presente para su transformación, desde un método: la concepción materialista de la historia. Ahí radica la vitalidad del Manifiesto Comunista, y no en su tratamiento dogmático, mecánico –y antimarxista.
Si bien el texto responde al carácter situado de su formulación, difícilmente Marx y Engels –con menos de 30 años cuando lo publicaron- podían prever fenómenos y problemáticas mucho más allá de su horizonte histórico. Sin embargo, varias de sus tesis fascinan porque poseen un estatuto fundacional y actualidad: una nueva teoría social, el moderno partido de la clase trabajadora que disputa el poder, un elogio al desarrollo de la burguesía, pero también un claro diagnóstico acerca de su miseria, junto a las previsiones que describen los rasgos fundamentales del capitalismo maduro: la globalización, la destrucción de las barreras nacionales, la revolución permanente de las fuerzas productivas, el carácter cíclico de las crisis, la uniformización de la cultura o exterminio de la cultura local, la naturaleza internacionalista de la revolución para acabar con el capitalismo, entre otras.
Marx y Engels, en el prólogo a la edición Alemana de 1872 señalaban que el Manifiesto Comunista nació por encargo de la Liga de los Comunistas en noviembre de 1847, para redactar un programa teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido. En este prólogo ellos mismos evaluaban la pertinencia del escrito después de 25 años de publicación, y reconocían la necesidad de retocar o actualizar ideas, pero también la vigencia de las tesis centrales;
Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes (…). (Marx y Engels, 1872).
El Manifiesto se divide en 4 capítulos: 1) Burgueses y proletarios, 2) Proletarios y Comunistas, 3) literatura socialista y comunista y 4) Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición. Por cuestión de espacio, quiero detenerme en dos ideas de absoluta actualidad y, con ello, invitar al lector a aproximarse a la obra completa.
Marx y Engels nos sumergen en el origen y desarrollo de la lucha de clases y su dinámica en las distintas épocas históricas, junto a la relación entre las transformaciones operadas en el régimen de cambio y producción en la sociedad y el origen-desarrollo de la burguesía moderna. Al mismo tiempo, dan cuenta del papel revolucionario que la burguesía desempeñó hasta ese momento rompiendo con la tradición feudal y su estructura social y generando obras más colosales que las pirámides de Egipto, pero así también –contradictoriamente- generan permanente destrucción, a través de las crisis económicas cíclicas. Este fenómeno es claramente descrito por Marx y Engels, y nos lleva a interpretar su validez más que nunca después de la crisis estructural de los años 70, y especialmente, a partir de la última -del 2007- sufrida a nivel mundial, cuyas consecuencias nefastas para miles de familias fue incontrolable. El anuncio de una nueva crisis es inminente, las últimas noticias de los mercados parecen anunciarla, y si bien en el Manifiesto se señaló este trazo del capital hace 170 años, es interesante volver a recordar la lucidez de sus autores respecto del exceso de civilización,
Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.
Una segunda idea importante de señalar y que ayuda no solo a evaluar las experiencias del “socialismo realmente existente” del siglo XX, sino a preguntarnos qué sociedad queremos construir en el siglo XXI, y cuales relaciones sociales priorizar (si es que se quiere sobrevivir como planeta), es aquella vinculada a la pregunta por la propiedad privada. ¿Mantener la propiedad privada, es mantener la lógica del capital?, ¿cómo es posible pensar la emancipación bajo la propiedad privada?, ¿qué de interesante muestran las experiencias de autogestión y economía solidaria que llevan a cabo varias organizaciones y movimientos sociales actualmente en Chile y Latinoamérica, donde no rompen con la propiedad privada?. En el Manifiesto, Marx y Engels, señalan que se trata de abolir la propiedad fundada en el régimen burgués que permite la explotación y opresión de unos sobre otros, y no se refieren a la destrucción o abolición de la propiedad personal que permite el desarrollo de la libertad y la emancipación, ni plantean que toda propiedad debe ser del Estado. Así entendida, la propiedad en sí misma no posee una connotación negativa y nos ayuda a pensar e interrogarnos acerca de las alternativas económicas que no se basan en la valorización del valor descrito por Marx en El Capital. En el Manifiesto se plantea en los siguientes términos:
“lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros. Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano! ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas. Nosotros no aspiramos en modo alguno a destruir este régimen de apropiación personal de los productos de un trabajo encaminado a crear medios de vida: régimen de apropiación que no deja, como vemos, el menor margen de rendimiento líquido y, con él, la posibilidad de ejercer influencia sobre los demás hombres. A lo que aspiramos es a destruir el carácter oprobioso de este régimen de apropiación en que el obrero sólo vive para multiplicar el capital, en que vive tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante aconseja que viva».
El Manifiesto Comunista sigue vigente, solo estas dos ideas planteadas –al contrario de cerrar posibilidades- nos abren un campo de reflexiones e interpretaciones cuando pensamos y actuamos sobre y en la sociedad. ¿Qué sociedad global estamos construyendo?, ¿sobre qué bases?, ¿qué consecuencias económicas, sociales, culturales, ambientales tienen las actuales relaciones sociales imperantes a nivel global y local?, ¿qué razones tenemos para cambiarlas?, ¿cómo cambiar las bases de la sociedad contemporánea?, ¿cuáles fundamentos existen para ello?, etc., son solo algunas de las preguntas que surgen al valorar la obra -no como objeto de museo- creada por Marx y Engels en 1848, y que nos invita a preguntarnos, a investigar y a soñar la sociedad que queremos construir para transformar el presente.
Notas:
[1] Humberto Eco, Sobre el estilo del Manifiesto Comunista. En L´Espresso, 8 de enero de 1998. Disponible en http://www.sinpermiso.info/textos/sobre-el-estilo-del-manifiesto-comunista
Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/02/17/el-manifiesto-comunista-170-anos-de-vida/
(*) Profesora de la FACSO, Universidad de Chile, con estudios en Chile y Brasil y actual directora del magister en Trabajo Social de la citada Universidad. Es la principal organizadora de los Seminarios «Los Marxismos hoy», de los cuales se han realizado varias versiones en el país.
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