por Walter Formento y Wim Dierckxsens.
La victoria de Donald Trump en EUA significa, que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial en Bretton Woods (1944), se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica, se están barajando y van a darse de nuevo. Otra partida empieza. Se profundizan las hostilidades entre ambos actores financieros transnacionales con centro en EUA, en Washington los republicanos continentalistas y en la city de Wall Street/Londres los demócratas globalistas. Esto es lo que certifica la partida de defunción del Gran Acuerdo de Roosevelt de 1933, entre el capital y trabajo en EUA, que lleva a que se profundice también la guerra desde arriba contra las organizaciones del trabajo.
Con el gobierno de Trump se manifiesta claramente la crisis agónica, turbulenta y conflictiva del capitalismo transnacional global y continental. Expresando un nacionalismo industrialista anti-oligarquía financiera, Trump se enfrenta principalmente con las fuerzas del esquema de poder globalista (las cuales se expresaban primordialmente con Hillary Clinton), y en forma secundaria con el esquema continentalista (establishment del Partido Republicano), con quienes acordó una coalición de gobierno para garantizar su gobernabilidad. Esto obstaculiza la posibilidad de exportar la crisis, que tiende a profundizarse a lo interno de los Estados Unidos de América (EUA) .
Lo anterior se observa en la posición de Trump frente a los grandes tratados comerciales: su primera medida fue la salida del TPP, en busca de desarmar el diseño geoestratégico globalista de su predecesor Obama (TPP-TTIP-TISA), a la par que no dejó de avanzar en la renegociación del continentalista NAFTA (muy resistido por los republicanos), en pos de la relocalización en territorio estadounidense de las grandes transnacionales.
Cada vez resulta más evidente que el capitalismo actual no está en condiciones de generar ni remotamente un ciclo expansivo en el ámbito de la producción. En el pasado mes de febrero Wall Street registró una de las mayores caídas desde la crisis de 2007. La crisis bursátil del 26 de febrero de 2018 es la manifestación más reciente que ha hecho bajar las esperanzas de un nuevo ciclo tecnológico, dirigido por el capital financiero globalista. Las repentinas caídas de “valores estrella” en la bolsa de Nueva York como los de Facebook, Google, Uber, Amazon (todas empresas de punta del globalismo que operan con capital deslocalizado fuera de EUA y con sus inversiones concentradas en China), son manifestación de una crisis del capital a nivel global. Las mismas empresas son atacadas, a su vez, por intervenciones verbales y políticas de Trump, quien ha comenzado una guerra económica no tanto contra China sino contra dichas empresas con la finalidad que se relocalicen en EUA.
La presencia de un escenario de sustitución tendencial del petrodólar por el petro-yuan-oro (marzo de 2018) implica una menor demanda del dólar y con ello una caída de su precio. Con un dólar a la baja y la del costo fiscal, Trump espera re-construir un industrialismo nacional (Make America Great Again), al favorecer a los sectores exportadores y busca debilitar a los intereses globalistas de los mercados financieros de Nueva York y Chicago. Un dólar más débil significa una sustitución de la demanda de activos denominados en dólares por otras monedas y por el yuan/remimbi chino en primer lugar. Para recuperar lo que se pierde vía devaluación del dólar, Trump ha compensado sobre todo a aquellas empresas localizadas en EUA, con una fuerte rebaja de impuestos.
En busca de recuperar las bases de la supremacía estadounidense a nivel mundial, crecientemente erosionadas por los efectos de la globalización, Trump ha dado un importante lugar al complejo industrial-militar del Pentágono, tanto en el gabinete como en grandes aumentos de presupuesto. En los últimos tiempos EUA arremetió sucesivamente contra Corea del Norte, Venezuela, Rusia, Irán, Siria y el Medio Oriente.
Siguiendo las estrategias de Kissinger, Trump ha buscado mostrarse como impredecible (“teoría del loco”: Siria, Afganistán, Corea) en pos de justificar la doctrina de intervencionismo directo, la cual permite aumentar el presupuesto de defensa y mostrar su poderío militar, con el objetivo final de lograr mantener la hegemonía geopolítica en el mundo unipolar, y con ello mostrar la validez de su campaña de Make America Great Again para sobrevivir en la interna de poder en los EUA.
Dejando de sostener y pasando a combatir al ISIS en Siria (sostenido por la OTAN globalista), Trump avanzó en intervenciones directas en ese país, a la par que decretaba, en alianza con el Israel de Netanyahu, la salida del tratado nuclear “5+1” con Irán de Obama en 2015, reinstaurando las sanciones a ese país. Retomando la geoestrategia neoconservadora, para la cual la crisis del Medio Oriente permite debilitar la estrategia de la Unión Europea (UE) de articulación en el multipolarismo en el Asia-pacifico y obstaculizar las iniciativas desde el Asia-pacifico hacia la UE.
Ello había sido desestimado por la geoestrategia euroasiática de Brzezinski y el “giro asiático” de Obama-Clinton, consistente en la dominación del mayor continente y eje geopolítico del planeta, buscando contener sus periferias. Doctrina que se corresponde con la lógica de acumulación y los intereses del capital financiero globalizado.
Asesorado por Kissinger, Trump ha buscado entablar un G-2 con Rusia contra China (o proponiendo luego lo inverso), para neutralizarlo (teoría del “balance de poder”), buscando romper la alianza de China con Rusia, y también con Irán. Este punto es crucial para los geoestrategas estadounidenses: la alianza entre China y Rusia puede ser clave para asegurar el declive del poderío mundial de EUA, y del unipolarismo de Occidente en general, sea en su vertiente globalista o en la continentalista norteamericana.
A principios de 2018, Trump volvía a la carga con su nacionalismo económico industrialista (línea Lighthizer-Navarro-Ross), tensionando su alianza táctica con el continentalismo norteamericano (desplazamiento del gabinete a Cohn, ex número 2 de Goldman Sachs, y Tillerson, ex mandamás de la petrolera ExxonMobil).
Con la política hacia Irán, Trump arremetía también en la guerra comercial contra la Unión Europea, deshilachando más esa histórica alianza. Grandes empresas europeas habían empezado a invertir en Irán tras el acuerdo nuclear y enfrentarían ahora las sanciones estadounidenses. Ello implica también una factura para los ciudadanos europeos, que es inmediatamente una desestabilización social a todos los gobiernos de la UE, que van a tener que pagar los combustibles más caro.
Trump ha provocado así un desplazamiento geográfico de la crisis, del Oriente Medio hacia Europa. Con ello intenta también desandar los caminos de articulación de la UE en la Nueva Ruta de Seda, pero también se acrecientan los márgenes de posibilidad para que crezca la necesidad y grados de libertad de la UE frente a EUA, debiendo emprender su propio rumbo hacia el Este, integrándose sin mayor demora con el proyecto multipolar en relación con un China-BRICS ampliado.
El recurso a la guerra comercial parece implicar entonces un reordenamiento de las cadenas de valor transnacionales que han definido la globalización. Estas cadenas ya no se integran sin conflictos geopolíticos. Cuando se llegue a la reestructuración de la cadena de valor chino-americana, la UE y más concretamente Alemania, bien podría llegar a ser el ´afectado´ a quien se le podrían endosar entonces los costos de esta crisis. La UE y Alemania en particular son conscientes de la tormenta que se avecina sobre la zona euro y sin duda persistirán en realizar su propio juego.
Podemos avizorar entonces que las perspectivas del multipolarismo avanzan y aumentan frente al unipolarismo, aspecto fundamental y condición de posibilidad para un proyecto de mundo crecientemente pluricivilizacional y pluricultural, de y para los pueblos y sus proyectos de emancipación, justicia e igualdad.
Notas:
1. Véase para profundizar el reciente libro: La crisis mundial. Trump, Brexit, BRICS, Francisco. Dólar, bitcoins, yuan. Globalismo, continentalismos y pluriversalismo. Ed. Fabro, Buenos Aires, 2018.
2. Isidro Lopez, La crisis global permanente, www.elsaltodiario, 9 de mayo de 2018-
Fuente: mariwim.info/?p=85
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