Chile violeta: Las movilizaciones feministas. Opinión.

Contra la banalización de la vida.

por Nadia Poblete (*).

I
Las movilizaciones, paros, tomas feministas en las universidades han entrado en un declive, lo que es casi natural luego de más de un mes en la cresta de la ola, luego de más de un mes de acciones, encuentros, declaraciones, demandas, de sentir que se hacía historia. Ahora llega el momento de la revisión, de los recuentos, de proyectar lo que viene. Frente a este momento que recién se abre, surgen pregunta sobre lo que se ha entretejido, qué es lo que han portado los discursos, las discusiones entre una asamblea y otra, de qué se ha llenado nuestro habla y también, qué es lo que no se ha dicho, lo que no se ha discutido, lo que ha sido nombrado tímidamente. En esa línea, quisiera aportar las siguientes reflexiones que espero contribuyan a la discusión política que este movimiento necesita con urgencia ir abordando de manera profunda e intensa:

Lo dicho

Uno. Los protocolos contra el acoso sexual y la violencia son insuficientes. Hay un sector de las estudiantes movilizadas, que hacen evidente que la protocolización de los comportamientos en una institución es un abordaje necesario frente al malestar generalizado ante la reiteración de los abusos sexuales, de poder, pero es del todo insuficiente si el norte es la erradicación de esa violencia y si comprendemos que ésta tiene un cimiento cultural y simbólico, de ahí que adquiera peso la demanda por una educación no sexista. En este sentido, parece que se entreteje en los planteamientos que unidos –ojalá- al fin del lucro, debieran ir consolidando una crítica robusta al sistema educativo chileno. La privatización del derecho a participar en una educación de calidad, unida a la reproducción de las diferencias e injusticias sexistas que porta el curriculum formal y oculto, ponen en tensión la finalidad de esta educación.

Las preguntas entonces son ¿qué es lo que se produce y reproduce una educación para el mercado?, ¿qué sujetos quiere construir este tipo de educación? ¿Cómo se relaciona el sexismo en este sistema con la división sexual del trabajo y con la permanente devaluación de lo que histórica y culturalmente hemos realizado las mujeres? Entonces no se trata sólo de la cantidad de mujeres que leemos, no sólo de la cantidad de veces en que aparecemos mencionadas en los textos escolares como forjadoras de los procesos históricos o agregadas como acompañamiento de esos grandes procesos, no sólo se trata de que se mencione el clítoris en los textos de biología, no sólo que los colegios dejen de ser unisexo, o de la construcción de un baño mixto, es todo eso, pero con la intención de demoler la institución escolar como reproductora de las lógicas mercantiles, de las lógicas misóginas, homofóbicas, lesbofóbica, que están entramadas con sus objetivos estratégicos en tanto instancia que perpetúan un orden social. Un cambio radical en esta institución, conlleva el proyecto de transformar las relaciones humanas y con el entorno.

Por otro lado, tímidamente, la limitación que supone la lucha por los protocolos, ha ido instalando una crítica a las miradas punitivas, que son muy propias de un feminismo que puede ser rápidamente captado por los sectores conservadores, con sus lógicas antidelincuencia. El feminismo debiera pensar fuera de los marcos del castigo que son propios de las sociedades represoras.

Asimismo, hay que ir pensando la educación sexista que está fuera de la escuela, la educación televisada, la educación a través de una industria cultural llena de culto misógino, la educación que se aprende en espacios virtuales, que pueden trivializar lo que en la escuela a medias tintas se enseña.

Dos. No hay relación de este movimiento con otros sectores y con otras mujeres, esto es el karma del movimiento feminista. Eso de que es un movimiento burgués se nos ha enrostrado permanentemente y esta no ha sido la excepción. No solo nos enrostran terceros, sino que entre nosotras mismas se dice una y otra vez que el género nos une y la clase nos divide. Al respecto, separemos aguas. El problema de articulación es un asunto que no sólo es un desafío para el movimiento de mujeres y feministas, es el desafío de todos y todas aquellas activistas que en la construcción de resistencias comprenden que es necesario unir fuerzas, comprenden que las reivindicaciones, demandas, exigencias están entrelazadas. Hay una noción básica que nos dice que la violencia contra las mujeres tiene relación con las lógicas extractivistas, que esto además está vinculado con la precarización del trabajo, que a su vez la defensa del territorio que hacen los pueblos indígenas tiene ataduras con lo que en la ciudad se exige. A pesar de la diversidad, está esa idea como sentido común circulando, esa idea de lo común que portan los movimientos y las luchas.

Por otro lado, está la intención de este movimiento de ir donde las otras mujeres están; las mujeres pobres, las pobladoras, las trabajadoras. Una suerte de mesianismo mueve a muchas compañeras y las impulsa a ir a las poblaciones, cómo si esa fuera una realidad otra, paralela. Pero resulta que las compañeras pobladoras, trabajadoras están en la universidades, están ahí como trabajadoras, funcionarias, las mujeres que hacen el aseo, las mujeres del casino, hay mujeres trabajadoras en esos espacios sagrados del conocimiento, ¿por qué no las vemos?, una respuesta rápida, no sólo de sexismo vive la educación, el clasismo también se construye y reproduce en las instituciones. Por otro lado hay un número no menor, dado el aumento del acceso a las universidades vía créditos y becas, de compañeras que son las primeras de la familia, las primeras que ingresan a la educación superior de una familia popular; yo misma fui la primera de la familia, y eso implicaba ¿borrar mi origen?, ¿qué porta otra (yo) primera de la familia, sino la historia de segregación, de clase, la historia de trabajadoras domésticas, la historia de madres solteras? Muchas de nosotras no somos burguesía, nada tenemos que ver con esa matriz de privilegios. Así que hablemos de nosotras, mirémonos; las pobres, las trabajadoras, las dueñas de casa están en todos lados y por supuesto entre nosotras. Entonces el punto es cómo en nuestros discursos, en nuestros planteamientos no negamos ese origen, esa historia, cómo nos nombramos no sólo como estudiantes, sino como esas otras mujeres.

II
¿Qué ha estado latente o más bien silenciado?

Uno. Sobre violencia sexual, y no sólo de acoso sexual, se ha hablado poco. Se ha hablado poco de cómo entendemos esa violencia, se han nombrado a los acosadores, pero no se ha reiterado la idea de que la violencia sexual es un entramado complejo, que no puede remitirse a culpables individuales y, por lo tanto, alojar su solución en el castigo y sanción. La violencia sexual tiene relación con lo que Rita Segato llama emasculinización, tiene relación con una pedagogía de la crueldad toda vez que la violación hoy está transitando de ser silenciada a ser mostrada. Eso es lo sucedido en España con la manada, eso es lo que trataron de replicar una semana después hinchas de una de las barras en las afueras del Estadio Nacional y los estudiantes del Instituto Nacional. La violencia sexual, también se puede entender como el acto unificador de la cofradía masculina, es la forma de expresar, escenificar el poder. La violencia en el cuerpo de las mujeres porta esa carga, no es una acción individual, sino que en esencia es un acto colectivo porque confraterniza a los hombres en su masculinidad hegemónica. El cuerpo de mujer, entonces, se transforma en el territorio para que el poder quede expresado tanto en tiempos de paz, como en tiempos de guerra.

¿Cómo interviene en esta violencia la mercantilización de los cuerpos? Nuestro cuerpo como mercancía en la lógica del capital, está disponible para el consumo en tiempos de neoliberalización y ese consumo tiende a lo irracional, ¿no es este un sustrato fundamental para la reproducción de la violencia? Es necesario también hablar de la relación entre la mercantilización de los cuerpos y la prostitución para algunas, para otras, trabajo sexual.

Dos. Esa discusión que ha tensionado al feminismo hace ya largo rato, prostitución- trabajo sexual, me da pie para apuntar a otro eje, que si bien ha estado presente en la discusión quizás su foco no ha sido el más adecuado para profundizar en sus implicancias. Hablo de la existencia de un feminismo liberal o lo que es distinto, de los ribetes de neoliberalismo que hay en el movimiento. Feminismo liberal ha existido hace rato, y es el que han traído a colación algunas personeras de gobierno. Ese feminismo que habla de la igualdad, de las reformas, de superar las brechas salariales, de las cuotas de participación, etc., etc., ese feminismo está ahí, actúa y a veces atrae hasta a las más críticas, porque su discurso pega y es correctísimo en términos de la política.

No obstante, con lo pernicioso que es ese feminismo, más me preocupa los dejos de neoliberalismo que porta el movimiento que se posiciona críticamente frente al patriarcado y al capitalismo. Por ejemplo, eso de apelar al cuerpo como nuestra propiedad, argumento que muchas de nosotras hemos reproducido en la discusión sobre aborto, pero que también aparece en los posicionamientos en defensa del trabajo sexual. Con ello apelamos a una actitud individualista que convive muy bien, o mejor dicho, es parte constitutiva del capitalismo actual; yo hago lo que quiero con mi cuerpo, conmigo, es mi vida, esas expresiones no tiene nada que ver con la lucha por la autonomía en nuestras decisiones, la que apela a una toma de conciencia de nuestras opresiones y cómo esas opresiones han imposibilitado que yo y el resto nos considere(mos) sujetos de nuestra propia historia, esa autonomía tiene conciencia de sí en la medida que es consciente de las relaciones sociales que tejen su propia existencia. Cuando se cuela esa idea de que yo hago lo que quiero, borro de manera superficial el entramado de dependencias que me constituyen como humana.

También se cuela la subjetividad neoliberal cuando mi grito central apela a un aumento de las pensiones y a dejar de cuidar gueones. Me refiero a lo que gritaron mujeres feministas fuera de la Biblioteca Nacional ante una masiva marcha de estudiantes. Muchas de las mujeres que gritaron eso hace algunos días, cuentan con mi total admiración, pero ¿queremos sinceramente en el marco de un movimiento histórico apelar a tener más plata cuando nos llegue la vejez? Con esto no quiero criticar la lucha contra las AFP, pero la lógica que mueve aquello no es el aumento de la pensión, más bien esa es una consecuencia de un cambio en el modelo y de la lógica individualista de la cual se sustenta, el cambio es romper con esa idea de mi pensión para dar pie a un sistema solidario. Entonces, ¿esa solidaridad no se tensiona cuando el grito -consigna hace equivalentes la plata con el cuidado? Me dirán que hay miles de mujeres que cuidan viejos que no se lo merecen, que el trabajo de cuidados es arduo y no recibe pago alguno, que muchas dejan su vidas por cuidar a otros y claro estoy en acuerdo, pero a lo que me refiero es a los sentidos que se posan y se reproducen en una consigna, a los sentidos que están en disputa, a nuestro actuar político en un momento determinado en el que debemos aportar a construir propuestas de sociedad que horaden los cimientos subjetivos de este capitalismo salvaje y en esa línea, me parece que una cuestión sustantiva que ha puesto la economía feminista es la centralidad de los cuidados en la sociedad y la imposibilidad de concebirse como un trabajo productivo porque supera la lógica de la mercantilizado, por ello permanentemente ha sido devaluado y esa devaluación que es sobre todo sociocultural, no se subvertirá a partir de una compensación monetaria. En rigor, todos y todas queremos mejores pensiones, pero no en la lógica de seguir devaluando lo que es tan fundamental para la humanidad como son los trabajos de cuidado.

Termino de escribir esto a pocas horas de la ocurrencia de varios femicidios, la brutalidad de esos asesinatos ya se ha difundido en distintos medios de comunicación. Me pregunto, ¿nuestros marcos teóricos, políticos que nos han permitido comprender la violencia contra nosotras nos están quedando chicos? Hay una banalización de la vida y de la muerte que dejan en evidencias esas escenas brutales. Frente a esto, esa noción que hemos acuñado tan superficialmente sobre la precarización de la vida en este sistema, no alcanza, porque no aporta en la explicación –si es posible explicarlo- de lo brutal, de la barbarie que aparece en distintos lados. El asunto es mayor o distinto a la precarización, que cada vez me suena mas parecido al concepto de vulnerabilidad, tan usado por los gobiernos de turno. Diría mejor, los cuerpos y la vida se han banalizado, se transforman en cosa, se objetualizan, se trivializan, dejan de ser relevantes, ese es el resultado de la mercantilización de todos los espacios de la vida; la mercantilización del sexo, de los cuerpos, de la educación, de la salud, de las aguas, de todos los derechos y de todas las formas de vida, es el nudo que articula nuestras luchas, contra esa mercantilización y su banalización es o debería ser nuestra resistencia.

Pero nunca el camino es totalmente oscuro, se acaba de aprobar la ley de aborto por la cámara de diputados de Argentina. Años y años, décadas de lucha se condensan hoy en miles de sonrisas de mujeres jóvenes y viejas. Las compañeras nos muestran a toda América Latina que es posible unificar un movimiento, que es posible superar diferencias en la perspectiva de un proyecto de largo alcance, que es posible superarlas en base a discusiones, a trabajo permanente, a asumir costos, a renunciar a ciertas comodidades y por sobre todo, poner en el centro una de las grandes razones de nuestra lucha: la vida concreta de cientos, millones de mujeres. La historia se debe construir con nosotras y para ello, somos nosotras las que debemos jalonar la línea de su progreso de manera que siga un curso, una desviación o una vuelta que juegue a nuestro favor y con ello, se vuelva una historia a favor de toda una humanidad, de todo un planeta.

14 de junio de 2018.

(*) Militante de la Colectiva «Nosotras decidimos» de Valparaíso.


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