por Walter Pomar (*) /Profesor de la UFABC.
Guion de análisis en reunión de Dirección Nacional de MST, Escuela Nacional Florestan Fernandes-ENFF.
- Aun partiendo de las posiciones del Partido de los Trabajadores, en particular de la tendencia petista Articulación de Izquierda, esta exposición contiene innúmeras afirmaciones que son estrictamente personales.
- El punto de partida del análisis de coyuntura precisa ser internacional. No solo por habito o método, sino porque está en curso un intense realineamiento geopolítico internacional, lo que amplia y modifica la tradicional incidencia que las cuestiones internacionales tienen, directa e indirectamente en la lucha de clases en Brasil.
- Hay diferentes cuestiones sobre este realineamiento, comenzando por cuando efectivamente comenzó:
- Habrá sido entre 1989-1991, con la victoria de EEUU en la llamada Guerra Fría, con la “Caída del Muro” y después con la disolución de la URSS, al mismo tiempo en que el PC Chino reafirmó, lo que se conoce “sucesos de la Plaza de la Paz Celestial”, su opción por hacer reformas bajo hegemonía del Partido?
- Habrá sido en 2001, con el ataque a las torres gemelas y, meses antes, la constitución de la Organización de Cooperación de Shanghái?
- Habrá sido en 2008, con la crisis internacional, la ampliación del G-20 y el surgimiento de los BRICS?
- Habrá sido en 2016, con la elección de Donald Trump y el Brexit?
- Sea como fuera, las dinámicas profundas del realineamiento geopolítico son:
- Debilitamiento de EEUU
- La dinámica caótica de la economía capitalista.
- Estas dos dinámicas apuntan para dos “mega-descubrimientos” posibles y alternativos, dos variantes que serán denominados con fechas, escogidas por motivos obvios:
- 1945: emerge una nueva potencia hegemónica, se instala una nueva variante del capitalismo, acompañada de avances para la clase trabajadora y para la lucha por el socialismo
- 1971: EEUU sigue como potencia hegemónica en el mundo, se instala una nueva variante del capitalismo, acompañada de retrocesos todavía mayores para la clase trabajadora y para la lucha por el socialismo.
- Qué lugar cabra para América Latina en estos dos escenarios? Si mantuviéramos una actitud pasiva frente al realineamiento geopolítico, en los dos desarrollos:
- Las oficinas del mundo seguirán allí afuera;
- Los laboratorios del mundo seguirán ahí afuera;
- Continuaremos siendo un espacio para recibir capitales exportados y especulativos o no, venidos de las metrópolis, un mercado donde se intercambiaran productos primarios producidos aquí, por mercaderías industrializadas afuera, y de forma general, un reservorio de fuerza de trabajo barata.
- Por lo tanto si adoptamos una actitud pasiva frente a este reordenamiento, lo máximo que podemos esperar será un nuevo ciclo de modernización conservadora en America Latina, Brasil inclusive.
- La clase capitalista brasilera, o por lo menos sus ideólogos más destacados, tienen conciencia de esta situación y está conforme con ella:
- Observa la dependencia como inevitable;
- Quiere reducir el “ costo Brasil”, léase el valor de la fuerza de trabajo, a todo costa;
- Quiere garantizar la responsabilidad fiscal, léase atraer capitales a toda costa;
- Es esa actitud general que explica el hecho del enemigo principal de la clase capitalista y de sus expresiones políticas e ideológicas no sea exactamente el comunismo o el socialismo, pero si, lo que ellos consideran como “populismo”, o sea, cualquier interferencia del Estado contra el mercado. Interferencia a favor, obvio, puede.
- Por eso el odio generalizado contra la izquierda es dirigido especialmente contra el PT, que intentó usar al Estado de forma diferente de la que el Mercado quería.
- Curiosamente, el sector moderado de la izquierda brasilera creyó (y muchos todavía creen) que, reduciendo los tenores del socialismo, abrazando un discurso desarrollista y hacienda concesiones al neoliberalismo, podría neutralizar y hasta incluso atraer sectores amplios del gran capital para una alianza de medio plazo.
- O sea, el sector moderado de la izquierda creyó (y mucho todavía creen) que siento apenas “populista, reduciría la oposición proveniente de los capitalistas y de sus expresiones políticas e ideológicas.
- Demostró así, no haber entendido hasta hoy, por cuales motivos ocurrieron y por cuales motivos fueron exitosos los golpes contra Vargas y Jango. Después, no se preparó para impedir el golpe de 2016 y la prisión de Lula, ni lo que vendrá por delante.
- El sector izquierdista de la izquierda cometió un error simétrico: igualmente creía que, como el sector moderado de la izquierda se había rebajado al populismo laboralista, hasta la conciliación de clases incluso con los sectores financieros, no habría motivos para que la clase dominante patrocinara un golpe.
(Comentario: en este sentido, el PSTU y Cesar Benjamin, deben ser acusados de coherencia en el error. Llevaron hasta el fin su postura original y hoy son, en la práctica, aliados de la derecha.)
- El Partido de los Trabajadores y los gobiernos Lula y Dilma implementaron una política que permitió avances en favor de la clase obrera, durante algún tiempo. Hay un debate sobre la profundidad y la consistencia de estos avances. El libro más reciente al respecto, de André Singer, merece ser leído y necesita ser muy criticado.
- Desde el punto de vista de la discusión sobre nuestra táctica y estrategia, lo importante es entender por qué motivos fuimos derrotados en 2016. Resumiendo mucho la cuestión, la derrota de 2016 resulta de una acumulación de conflictos políticos, que tienen como telón de fondo tres importantes desplazamientos de clase. Percibir cuáles fueron estos desplazamientos y cuál es su causa es fundamental para entender la coyuntura y para definir nuestra orientación política.
- Estos desplazamientos fueron:
- entre 2003-2005, empezamos a sufrir la pérdida de apoyo y la creciente oposición de amplias parcelas de los sectores medios tradicionales. Estos sectores provenían de una trayectoria opuesta, de creciente apoyo al PT ya sus candidaturas. ¿Qué motivó el cambio de posición? En la superficie, hablaron de corrupción y de traición al programa. Pero la causa de fondo era la siguiente: la política de mejorar la vida de los pobres, sin tocar las ganancias de los ricos, tuvo como subproducto afectar materialmente e ideológicamente a los sectores medios tradicionales. Y las políticas que podrían compensar esto (salto de calidad en el SUS y en la educación pública, reducción del Impuesto de Renta, ofensiva cultural, etc.) fueron frágiles o no existieron;
- entre 2011 y 2014 ganamos la oposición total del sector mayoritario del gran capital. En el período anterior el gran capital adoptó predominantemente una combinación de tácticas: estimulaba ciertas políticas del gobierno, hacía oposición al petismo y apoyaba prioritariamente las candidaturas tucanas y similares. ¿Qué motivó el cambio de posición? En la superficie hablaron de incompetencia, crisis económica, estatismo y corrupción. Pero la causa de fondo era la siguiente: los efectos colaterales de la crisis de 2008 cerraron la ventana proporcionada por los negocios internacionales y empujaron a la clase capitalista brasileña a su modo normal de ser: la súper explotación del trabajo y el entreguismo, incompatibles con la presencia del PT en el gobierno, salvo por supuesto si el Partido y su gobierno aceptaran implementar un «puente hacia el futuro»;
- c) especialmente en 2015, perdimos el apoyo y ganamos la indiferencia de una parte importante de la clase obrera. El punto de partida fue la adopción por la presidenta Dilma de una política económica de ajuste fiscal, después de haber vencido una elección en la que hubo un enfrentamiento programático Cualquiera que haya sido la motivación de la presidenta Dilma, así como de aquellos que en el PT apoyaron o toleraron la opción por el ajuste fiscal, el efecto práctico fue hacer minoritario nuestro apoyo en la clase obrera.
- En 2006, 2010 y 2014 logramos enfrentar y derrotar la alianza entre los sectores medios tradicionales y sectores del gran capital. En 2015-2016, no conseguimos hacerlo, fundamentalmente porque habíamos perdido apoyo de la mayoría de la clase trabajadora.
- ¿Por qué, entonces, el golpe? ¿Por qué, entonces, la clase capitalista y sus aliados no esperaron la elección de 2018? El motivo principal fue: no quisieron correr el riesgo de ser derrotados electoralmente, como ocurrió en 2006 y 2014. Además, tenían prisa.
(Claro que lo ideal para ellos, como FHC dijo algunas veces, era derrotar electoralmente a Lula.)
- El golpe no era inevitable, podía haber sido derrotado. Pero eso no quiere decir que el golpe fue un rayo en el cielo azul, un punto fuera de la curva, algo inesperado, producto principalmente de una conspiración externa o de la acción de un sector radicalizado de las élites. No: el golpe fue una operación que involucró al conjunto de la clase dominante y de sus aliados. Y fue totalmente compatible con la trayectoria de la clase dominante brasileña y de la manera absolutamente instrumental como ellos ven la democracia, que para ellos sólo es democrática si es plenamente burguesa, no sólo en los procedimientos, sino también en los resultados.
- El golpe de 2016 pretendía y era necesario para alcanzar los siguientes objetivos:
- colocar a la clase trabajadora en su debido lugar, es decir, rebajar el valor de la fuerza de trabajo y reducir sus libertades democráticas;
- colocar a Brasil en su debido lugar, es decir, alinearse con la política de los Estados Unidos y los aliados;
- colocar a la izquierda en su debido lugar, es decir, convertirnos nuevamente en fuerza marginal y / o línea auxiliar de un sector de la burguesía contra otro, haciéndonos dejar de ser alternativa de gobierno e impidiéndonos ser una alternativa de poder .
- El problema es que el golpe en sí, aisladamente, no es suficiente para materializar los objetivos arriba descritos. Para ello es necesario un proceso, que incluye una acción continuada de gobierno. Y ahí comenzaron los problemas para la clase dominante.
- El golpe de 2016 tuvo éxito y apoyo popular, medido no sólo en las encuestas, sino también en el resultado obtenido por los partidos golpistas en las elecciones municipales de 2016. Y el gobierno golpista actuó rápidamente para implementar el programa del «puente para el futuro». Y por eso mismo el gobierno Temer es débil – no sólo porque la situación mundial no le ayuda, ni sólo porque el guion de la corrupción usado contra nosotros lo golpea pesadamente; es decir, el gobierno es débil porque los efectos del «puente hacia el futuro» dividen su base social, como quedó claro en el movimiento de los camioneros.
(Comentario: es curioso como sectores de la izquierda brasileña, que hablan de la necesidad de una alianza con sectores de la burguesía interna, nacional o asimilada, entraron en estado de shock cuando un sector de esta burguesía salió a las calles. El choque fue tan grande que olvidaron algo obvio: si queremos derrotar al gobierno golpista, necesitamos dividir su base; si no disputamos esta base descontenta, continuará siendo cooptada por la extrema derecha. Y en esta base descontenta e influenciada por la extrema derecha, no están sólo en sectores de la burguesía media y pequeña, sino también amplios sectores de la pequeña burguesía y de la clase obrera. Disputar es preciso).
- Temer muestra hoy, una popularidad anémica, que contamina la mayor parte de las candidaturas golpistas, revelando que el golpe tendrá mucha dificultad para legitimarse nuevamente en las elecciones presidenciales de 2018. Elegir alguien ligado a la cúpula del movimiento golpista (Alckmin y Meirelles principalmente, pero también soluciones tipo Jobim, Barbosa y Marina) es mucho más difícil de lo que parecía, porque la impopularidad de ellos y de su programa es enorme, porque la resiliencia del PT y de Lula son enormes, porque un hecho colateral de discurso y de ambiente social que ellos crearon fue fortalecer la alternativa Bolsonaro, porque la operación “centro” no consigue despegar.
- Tres comentarios adicionales:
- hoy es más claro que nunca lo desastroso habría sido si el PT hubiera adoptado el «plan B». Una parte importante de las dificultades de las candidaturas de la clase dominante viene del hecho de que hemos insistido en mantener la candidatura Lula. Y el mayor dique contra Bolsonaro es la fuerza de Lula entre los sectores populares;
- gran parte de la fuerza de la candidatura Bolsonaro proviene de aquellos que, habiendo apoyado el golpe, no están contentos con los resultados del golpe y creen que la solución estaría en un «gobierno fuerte». En este sentido, Bolsonaro es la expresión electoral de una intervención militar. Pero expresa, también, la desesperación de amplias capas de la población, desesperación que sólo puede ser solucionada y superado realmente por un gobierno democrático-popular, un gobierno liderado por Lula;
- en el ambiente de polarización, las alternativas de centro se enfrentan cada vez a mayores dificultades para viabilizarse. Las candidaturas de centro necesitan votos que están en los extremos. Pero para buscar esos votos necesitan por lo menos coquetear con la posición de los extremos, legitimando así la «pauta de la polarización», lo que puede fortalecer las candidaturas de los respectivos extremos.
Es por eso que, Ciro Gomes hace lo que hace: precisa de los votos del petismo, precisar demarcar con el PT y necesita que Lula no sea candidato
- Las dificultades del gobierno Temer y de las candidaturas de la cúpula golpista alimentan alternativas extraordinarias (tipo aplazamiento de las elecciones, parlamentarismo y golpe militar). Pero éstas tampoco son fáciles de ejecutar, exigiendo una unidad que, si la coalición golpista tuviera, ella podría manifestarse en una unidad para enfrentar la campaña electoral.
- Aunque pudieran vencer las elecciones, eso no resolvería por sí solo el problema de los golpistas. Una victoria electoral, en una elección fraudada, en que gran parte de la población vote blanco y nulo, puede resultar en un gobierno con dificultades similares a las de Temer. Especialmente si recordamos que este futuro gobierno tendría que seguir aplicando el «puente hacia el futuro».
- En rigor, la crisis que vivimos solo encontraría solución estable en tres situaciones: un acuerdo; una ruptura conservadora o una ruptura popular.
- Un acuerdo supondría que la derecha libere a Lula, revoque su condena y acepte disputar las elecciones contra él. En este caso, podrían perder y tendrían que aceptar el resultado. O podrían ganar y a la reciproca seria verdadera. Pero no hay señales de que estén dispuestos a hacer nada de esto.
- Los golpistas vienen caminando en el sentido de una ruptura conservadora, cuya expresión extrema sería una dictadura. Los golpistas ya actúan en el límite de la legalidad, ya destruyeron los aspectos democráticos de la Constitución de 1988, ya están convocando a los militares para todo y un poco más. Pero para una ruptura conservadora, sería necesaria una intervención militar abierta, algo que hasta el momento la cúpula militar no desea hacer y que el gran capital tiene duda en proponer, por los efectos colaterales que esto generaría, a nivel internacional y nacional. Pero la evolución de la coyuntura puede alterar ambas actitudes.
- Una ruptura popular exigiría un crecimiento exponencial de la lucha de masas, combinada con una victoria electoral masiva en 2018, que permitiría al gobierno de izquierda revocar las medidas golpistas, implementar un plan de emergencia, convocar una Asamblea Nacional Constituyente y dar inicio a un ciclo de reformas estructurales, al tiempo que genera fuerza suficiente para derrotar la reacción de los capitalistas y sus aliados. Las condiciones para un giro de este tamaño en la coyuntura aún no son visibles, aunque puedan materializarse.
- Como no se han reunido, al menos todavía, las condiciones para los escenarios estabilizadores, la tendencia principal es que la situación política siga siendo inestable, independiente de lo que ocurra en las elecciones de 2018.
(Es cierto que la polarización Lula versus Bolsonaro recuerda, en diversos sentidos, la polarización Lula versus Collor, pero para que 2018 pudiera abrir un período «estable», como fue 1990-2002, sería necesario que la disputa ocurriera efectivamente. Y la opción de ellos por el golpe y por el golpe dentro del golpe bloquea tal disputa y prolonga la inestabilidad política.)
- Por eso, nuestra táctica para las elecciones de 2018 debe saber clavar estacas en el pantano, sea para no hundirse, sea para no perderse en él. Estas estacas incluyen:
- recuperar apoyo organizado junto a los sectores de la clase trabajadora que se alejaron de nosotros y recuperar capacidad de movilización de los sectores de la clase trabajadora que nos tienen como referencia, en la lucha contra el gobierno golpista y sus medidas;
- mantener la clase trabajadora y la izquierda como polos protagonistas independientes, impidiendo que volvamos a ser línea auxiliar de un sector de la burguesía contra otro, manteniéndonos como alternativa de gobierno y capacitándonos para ser alternativa de poder.
- Por estos motivos:
- rechazamos la táctica «cirista». Ciro fue contra el golpe, pero no es un candidato «de izquierda». Su programa electoral, su trayectoria política y su postura personal lo insertan en otra tradición política. Y, lo que es más grave, su táctica política para 2019 no es la de quien desea gobernar con la izquierda; su objetivo es gobernar «sobre» a la izquierda. Además de no tener sentido desde el punto de vista electoral, apoyar a Ciro sería hacer que la izquierda vuelva a ser línea auxiliar de candidaturas de otro sector político y social;
(el PCdoB, o por lo menos la posición predominante en este partido, es el principal portavoz de la solución Ciro. El PCdoB de hoy se aproxima de la visión estratégica predominante del PCdoB de los años 50.) - no alimentamos ilusiones en el PSB. Los socialistas de hoy no son los de 1989. Apoyaron a Aécio Neves en 2014 y el golpe en 2016; un Bornhausen está en el PSB de Santa Catarina; en Sao Paulo ellos son brazo derecho del PSDB. Imaginar que un partido de esos pueda indicar al candidato a vice de Lula es insistir en el mismo tipo de operación que llevó a Temer a la vicepresidencia. Los sectores del PSB merecen nuestro apoyo y viceversa. Pero eso no es la regla, es la excepción.
- rechazamos la táctica «cirista». Ciro fue contra el golpe, pero no es un candidato «de izquierda». Su programa electoral, su trayectoria política y su postura personal lo insertan en otra tradición política. Y, lo que es más grave, su táctica política para 2019 no es la de quien desea gobernar con la izquierda; su objetivo es gobernar «sobre» a la izquierda. Además de no tener sentido desde el punto de vista electoral, apoyar a Ciro sería hacer que la izquierda vuelva a ser línea auxiliar de candidaturas de otro sector político y social;
(Los que defienden que el PT no puede quedarse aislado y que evitar el aislamiento pasa por un acuerdo con el PCdoB y con el PSB necesitan responder la siguiente cuestión: cómo conciliar nuestra posición de mantener la candidatura Lula con las posiciones estratégicas asumidas por el PCdoB y el PSB respectivamente. Suponiendo que uno de ellos indique el vice de Lula, para finales de la inscripción, el 15 de agosto, que tipo de compromiso será firmado con ellos en caso que el TSE promueva el golpe dentro del golpe?).
(Los que defienden un acuerdo estatal con el PSB, un acuerdo en torno a candidaturas a gobernador y no de la presidencia de la República, necesitan responder la siguiente cuestión: ¿qué sentido haría este acuerdo desde el punto de vista de nuestra estrategia nacional, presente y futura?).
3. Seguiremos resistiendo la presión que los sectores golpistas hacen principalmente a través de los medios, para que el PT desista de la candidatura Lula, lance un “plan B” y que este “plan B” sea un “petista de alma tucana”, alguien que contribuya con la transformación del PT en un partido republicano de izquierda.
35. Nuestra alternativa sigue siendo Lula. No sólo porque es el nombre más fuerte del PT, no sólo porque es el nombre con mayores posibilidades de vencer las elecciones presidenciales, no sólo porque sería el camino más fácil para superar el golpe y retomar una política en beneficio de las mayorías sociales. Pero principalmente porque retirar a Lula de las elecciones sería fraude en el proceso. Y esto haría ilegítimo todo y cualquier resultado electoral. Una cosa es participar en la democracia burguesía, sabiendo de sus límites. Otra cosa es participar en un fraude.
- De hoy hasta el 15 de agosto, debemos intensificar la campaña de Lula. Cuanto más fuerte sea Lula, más difícil será impugnar su candidatura. Y, si los golpistas optan por ese atropello, cuanto más fuerte sea Lula, más fácil será decidir qué hacer. El STF va a juzgar, recientemente, otra petición de libertad para Lula. El histórico del STF indica que la prisión se mantendrá. Y las declaraciones del TSE indican que ellos pretenden impugnar la candidatura. Pero por las razones conocidas, esto no altera nuestra posición: Lula será inscrito el 15 de agosto y luchar para que se cumpla la Constitución y para que pueda ser candidato.
- La elección de 2018 es una con Lula y otra sin Lula. Con Lula tenemos grandes posibilidades de victoria. Sin Lula, las grandes posibilidades no son de victoria. Con Lula tendremos una elección. Sin Lula tendremos un fraude. Por lo tanto, el debate sobre qué hacer en caso de impugnación no puede estar limitado a alternativas convencionales, del tipo «sustituir por otro nombre al candidato impugnado y participar así mismo»; es necesario considerar otras hipótesis, hay que estar abierto a la adopción de una táctica no convencional, frente a una situación no convencional.
- En caso que se confirme el escenario de impugnación, hay básicamente tres posibilidades:
- sustituir el nombre de Lula por alguien por él apoyado, con la expectativa de que la transferencia de votos sea suficiente para llevar este otro nombre a la segunda vuelta y de allí a la victoria. Esta posibilidad es defendida principalmente por aquellos que creen que la transferencia de votos será muy fuerte. Pero no hay nada garantizado al respecto, como lo demuestra el texto «La transferencia de Lula. O el síndrome del petista convencido «, de Celso Marcondes. Los cálculos según los cuales Lula garantizaría la transferencia de votos y llevaría a cualquiera a la segunda vuelta y que por lo que tendríamos grandes posibilidades de ganar en la segunda vuelta, son apuestas optimistas, que generalmente desconsideran lo siguiente: si participamos en un proceso fraudulento, la candidatura que se cree podría vencer, estaremos afirmando que la elección no es un fraude, luego tendremos que someternos al resultado que de este proceso emerja, lo que ampliará el margen de maniobra de un gobierno conservador que triunfe a través del fraude;
- sustituir el nombre de Lula por alguien por él apoyado, sin crear la expectativa de que la transferencia de votos sea suficiente para llevar este otro nombre a la segunda vuelta y de allí a la victoria, sino con la tarea de denunciar el fraude y de preparar la resistencia (y futuro derrocamiento) del gobierno golpista que emerja del fraude electoral. El nombre más obvio para esta tarea es el de la presidenta del Partido, Gleisi Hoffmann, que por este exacto motivo se convirtió en el tema del momento del aparato judicial y mediático (juicio en el STF previsto para el 18 de junio);
- no sustituir el nombre de Lula y pedir que se vote 13 para presidente, contribuyendo para que el número de votos blancos y nulos supere el de votos válidos, dejando clara la naturaleza ilegítima del proceso. Los defensores de esta alternativa reconocen que, entre varios problemas, facilita la migración de votos petistas hacia otras alternativas presidenciales.
(Asi como Ciro, Boulos se imagina ser beneficiado electoralmente si Lula no puede competir, aunque el escenario actual es que el PSOL tendrá dificultades para repetir en 2018 el desempeño que sus candidaturas tuvieron en las elecciones presidenciales pasadas. El PSOL, al decidir por la candidatura Boulos, cambió de línea política, pues en la práctica cambió de postura frente al petismo y frente a Lula. Boulos en la práctica cambió de posición también en cuanto a la relación entre movimientos sociales, partidos y candidaturas. Así como ambos, PSOL y Boulos, cambiaron de posición en cuanto al papel de la disputa institucional y electoral en una estrategia socialista. Todos estos cambios contienen desdoblamientos peligrosos, que ya están evidentes en la pre-campaña de Boulos, con el agravante de que afectarían a un partido que aún no se ha convertido en alternativa de gobierno, pero que ya exhibe los problemas que surgen.)
- Más importante que lo que va a suceder en 2018, es lo que va a suceder con el Partido de los Trabajadores. Desde 1989 hay sectores que rompieron con el PT, en la perspectiva de construir alternativas de izquierda. Todos estos intentos de superar el PT por la izquierda fracasaron. Y el PT sobrevivió. Sin embargo, el PT puede ser destruido por sus errores en combinación con ataques de la derecha. Si esto ocurre, tendremos por delante décadas en que la izquierda volverá a ser lo que era, predominantemente, antes de 1980: marginal y / o subalterna a un sector de la clase dominante, sin constituirse en alternativa de gobierno o de poder.
- En este sentido, la supervivencia y la fortaleza del PT interesan a toda la izquierda. Hay signos positivos al respecto, entre los que se indica por las encuestas: el PT es el partido más popular del país, con un apoyo 5 veces mayor que el segundo colocado. Sin embargo, hay signos negativos, de los cuales el principal es la inexistencia de una dirección a la altura de enfrentar la compleja situación que estamos viviendo.
- No se están confirmando las expectativas de que las debilidades orgánicas y de dirección del PT serían compensadas, sea por la acción de la CUT, sea por la acción del Frente Brasil Popular. Ambas organizaciones necesitan, para su éxito, el compromiso y buena salud del propio PT.
- En este sentido, una de las muchas medidas que podrían contribuir al PT a la altura de los desafíos es la filiación y militancia, en el PT, de la militancia política y social vinculada no sólo a la CUT, sino al Movimiento Sin Tierra, la Consulta Popular y el Levante Popular de la Juventud.
- De hoy hasta el 15 de agosto y en los días siguientes a esta fecha, el escenario va a quedar mucho más claro. Pero para que quede claro ya nuestro favor, es necesario fortalecer y mucho la candidatura Lula. Y preparar una respuesta adecuada para cada una de las acciones que el golpismo puede adoptar. Podemos vencer, pero para eso será necesario más virtud que fortuna.
16 de Junio de 2018.
(*) Valter Ventura da Rocha Pomar: Professor de economia política internacional no Bacharelado de Relações Internacionais da Universidade Federal do ABC. Foi secretário de Relações Internacionais do Partido dos Trabalhadores (2005-2010), secretário executivo do Foro de São Paulo (2005-2013), vice-presidente da Conferência Permanente de Partidos Políticos da América Latina (Copppal). Foi editor da revista Teoria&Debate. Integrou o conselho editorial da revista Contexto Latinoamericano e o Conselho Curador do Memorial da Anistia Política no Brasil. [Nota de Editor CT].
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