Existe un fuerte debate en España, por la posible legalización de la prostitución. La discusión se ha puesto en escena, dado que en una primera instancia el gobierno del PSOE, aprobó el sindicato de «Organización de Trabajadoras Sexuales”, traduciéndose esto en un reconocimiento laboral de una actividad que no está regulada en España. Posteriormente, la Ministra Magdalena Valerio, señaló que la prostitución era una «actividad ilegal», y que le habían «metido un gol», lo que conllevó la renuncia de Concepción Pascual Lizana Directora General del Trabajo, asumiendo con ello, la responsabilidad de haber firmado el expediente del visto bueno del nuevo sindicato. Más allá de los vericuetos gubernamentales, las preguntas que han acompañado el debate entre el feminismo abolicionista y aquel prolegalización, son de real relevancia en la perspectiva de pensar proyectos transformadores. En esta línea cuestionamientos como: ¿se puede considerar trabajo la prostitución?, ¿ trabajo sexual o mujeres en situación de prostitución?, ¿es la prostitución una actividad/ oficio igual que cualquier otro?, son preguntas y respuestas necesarias sobre todo para los sectores sociales que se levantan antipatriarcales y anticapitalistas. A continuación, dos artículos que entregan elementos para pensar que el abolicionismo es una postura consecuente con una mirada crítica radical a la alianza Patriarcado – Capital. (Natalia Pravda, Editora CT)
«Es un error querer normalizar la prostitución, no es un trabajo»
Por Ana Vozmediano.
Amelia Tiganus, vecina de Tolosaldea ex prostituta, no ve claro crear un sindicato.«¿Quién es el patrón contra el que quiere luchar el sindicato de trabajadoras sexuales? ¿El putero? ¿El proxeneta?». Son palabras de Amelia Tiganus, una exprostituta que ahora vive en Tolosaldea y que fue víctima de la trata de personas, sobre la creación del sindicato de trabajadoras sexuales, que el Gobierno ahora quiere declarar nulo, y las palabras de la ministra Magdalena Valerio movilizada «contra un grupo que da cabida a la prostitución».
La sorpresa cayó sobre la actualidad. Primero porque el BOE publicó la creación de este sindicato. Segundo porque una alta responsable gubernamental, la ministra Valerio, ha reconocido su error con un «me han metido un gol por toda la escuadra». Algunos claman por la utilidad de este sindicato o la legalización del ‘sector’. Otros no lo ven tan claro.
Es el caso de Amelia Tiganus, feminista y vegana, de 34 años y nacida en Rumanía. Llegó a Alicante convencida de que su destino laboral era la prostitución en España, una posibilidad que desde el mundo de marginación y pobreza en el que se vivía, se le pintaba como un porvenir de color rosa. «La vulnerabilidad de mujeres de 17 años en los países como el mío es muy alta».
Esta mujer desarrolla ahora su trabajo en Feminicidio.net como coordinadora de la plataforma de formación online y del proyecto de prevención, formación y sensibilización sobre prostitución, trata, violencia sexual y otras formas de violencia contra las mujeres.
Peligroso
Amelia lo tiene muy claro. «Es peligroso hablar de un sindicato como lo es hablar de legalización. ¿Sabes quiénes son los más interesados en esa supuesta legalización? Los proxenetas, porque pasarían de ser explotadores sexuales a ser empresarios con trabajadoras o trabajadores a los que, como mucho, encubrirían cualquiera de sus actuaciones bajo el manto de la explotación laboral, que no es lo mismo que la sexual. Y eso no puede ser, no es lo mismo pasar la escoba que ser penetrada por un desconocido. La prostitución no puede considerarse un trabajo porque tiene muchas connotaciones detrás. Para empezar, la marginación».
Amelia admite que hay opiniones distintas, pero tiene claro que ni su asociación ni ninguna de las otras que pelean por los derechos de las mujeres va a desamparar o estar en contra de aquellas que ejercen el oficio porque deciden hacerlo así o porque están forzadas a pasar por ella.
«No es lo mismo pasar la escoba a que te penetre un desconocido, las cosas son muy diferentes»
Ella sabe bien que las situaciones son muy variadas. Llegó convencida de que los 300 euros que pagaron por ella eran suficientes, pero en España se enteró de que debía 3.000 euros a su proxeneta. Comprobó que eso de llevarse el 50% del servicio tampoco era cierto y que multas y drogas contribuían a que su supuesto salario y el de sus compañeras menguara ante sus ojos.
Escapó de su primer proxeneta, pero no de lo que llama la trama prostitucional que atrapa a las mujeres o a las niñas y que a ella le obligó a ir de prostíbulo en prostíbulo hasta que hace años consiguió irse de verdad y comenzar a militar en un activismo que pelea contra la trata y la explotación, por la visibilización y la prevención y con un número en la cabeza: la prostitución se incluye en el PIB y supone unos ingresos de cinco millones de euros. «Toda esta situación de trata de mujeres ¿se soluciona con un sindicato? Existe uno en Francia, otro en Holanda, pero no funcionan como tales y la situación tampoco cambia».
Derechos básicos
Cree que no es una opción viable. «Para crear un sindicato se tiene que reconocer como trabajo el que ejercen los que lo crean y la cuestión de fondo es que una prostituta no es una trabajadora normal. Insisto, ¿quiénes son los empleadores de esas personas? ¿contra qué patronal van a luchar? En este mundo lo prioritario no son los derechos laborales sino los derechos básicos que nos corresponden como personas y que no tenemos».
Sus datos indican que España es uno de los puntos de turismo sexual del mundo además de ser el primer consumidor de sexo de Europa y el tercero del mundo. «Eso sí, no hay una ley contra la trata y los proxenetas solo están perseguidos, y sin demasiado ímpetu, si la mujer está de acuerdo con prostituirse. ¿Cómo saberlo?».
Clubes y sobre todo pisos son los escenarios más habituales de estas relaciones en Gipuzkoa, a diferencia de Madrid y de otras grandes ciudades en las que hay mujeres por las calles ofreciendo sus servicios.
La mayoría de estas mujeres, un 80%, son extranjeras, pero Amelia ha constatado que desde hace unos años ha crecido el porcentaje de autóctonas que ya alcanza el 20% del total.
«Seguimos igual, sin que se nos garanticen los derechos. Todo este mundo es muy complejo y no podemos simplificarlo ni normalizar lo que es la prostitución. Tampoco podemos dar barra libre a que los hombres no cuestionen su sexualidad y consideren a las mujeres un artículo más, como si no fueran personas. La legalización tiene ese riesgo y no se trata de un peligro menor para nosotras», concluye.
1 de septiembre 2018
Fuente: https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/error-querer-normalizarla-20180901221704-nt.html
A vueltas con la prostitución.
por Beatriz Gimeno.
Como a estas alturas el debate sobre el sindicato de “trabajadoras sexuales” ya habrá desgranado todos sus argumentos, intentaré aquí aportar algo que no se refiera sólo a la cuestión del sindicato que está en liza. Pero comenzaré diciendo que yo me enteré de la creación de este sindicato cuando me escribieron dos prostitutas para pedirme que intentara hacer público que este es un sindicato de proxenetas. Yo no lo conozco, pero basta leerse sus estatutos. En todo caso esta información me sirve para denunciar que este es el nivel en el que ciertos defensores de la prostitución se mueven siempre, los medios incluidos. Si tiene que ver con la prostitución ya no se investiga, no se va más allá, no se relaciona con nada, prohibido sospechar, la realidad desaparece oculta tras un cartel de neón que dice “Prostitución” o mejor “sexo”, una de las mercancías más vendibles, si no la que más. Y eso ya lo tapa todo. Siempre me ha sorprendido la capacidad de muchos para no ver, sólo cuando hablamos de prostitución, la enorme cantidad de dolor humano, de mujeres, que está justo delante nuestro.
Sorprende también la ingenuidad o mala fe de quienes no se extrañan de que no haya nunca proxenetas en los debates tratando de inclinar la balanza hacia sus intereses. ¿Estamos ante la única industria multimillonaria en la que los empresarios nunca aparecen y nadie se pregunta dónde están? ¿Nadie se pregunta cuáles son sus intereses ni sospecha cuando estos coinciden con los de algunas asociaciones? ¿Y cuando comparten abogados? Pues, aunque suene raro, no. Si trata de prostitución, ese sector defensor a ultranza defiende a los empresarios diciendo que son “compañeros” (sí, como Amancio Ortega de las trabajadoras de Zara). Este sector siempre se pone del lado de las mujeres con acceso a la voz pública, con infraestructura y con fácil acceso a los medios. Pero jamás escuchan a esas otras que no son partidarias de que su actividad se regule y tiene buenos motivos para ello. Incluso en algunos países se han asociado para exigir al estado que no regule. A estas nunca las verás en un debate y si llegan al mismo, se encontrarán con que el sector izquierdista pro prostitución desconfía de su testimonio, no quiere escucharlo y las desprecia. Por algún motivo solo se escucha a las putas felices.
Hay varias teorías para explicar la razón por la que personas sensibles a la desigualdad consiguen en este caso percibirla como algo que no depende de las estructuras de dominación, de los sistemas que la crean y mantienen: patriarcado y capitalismo. Una de las teorías más socorrida para explicar esto es la atracción que suscita todo lo que huela a transgresión, especialmente si es sexual. Pero la transgresión en la prostitución es de cartón piedra. Es una institución milenaria, creada para mantener la ideología sexual patriarcal y su correspondiente privilegio masculino, que ha estado históricamente regulada prácticamente siempre y que ha sido defendida por el poder, desde el eclesial hasta el poder civil. Su supuesto poder transgresor es la luz de neón rojo que anima a los hombres a entrar en un mundo en el podrán volver a ser los reyes que están dejando de ser. Digamos que ahí ellos recargan una masculinidad amenazada. Y ahí se alivian también muchas tensiones sociales de las que está provocando el feminismo. Recordemos que lo primero que un ejército hace con sus tropas en situaciones de conflicto, o las empresas extractivas con sus trabajadores, es enviarles mujeres.
Otra razón es que la prostitución es el mayor privilegio masculino. Todos los varones de este planeta, todos, desde un escolar de Nueva York a un chico que viva en un suburbio en una ciudad africana saben, desde que tienen uso de razón, que por un precio siempre adecuado a sus posibilidades, tendrán derecho a acceder al cuerpo de tantas mujeres como deseen, siempre, para todos los bolsillos. Recordemos: todos los hombres, en cualquier lugar, la usen o no, la institución está ahí para ellos, conformando su imaginario, colaborando en la socialización masculina, en cómo se entienden a sí mismos y cómo entienden el mundo. Porque la prostitución es el modelo de aprendizaje, informal pero ubicuo, de relación entre los sexos y nadie con buena voluntad puede sostener que su existencia, y sobre todo su legitimación cultural, social y política, no afecta a dicha relación. Aceptamos que los roles de género se aprenden en la cultura y por eso mismo nos esforzamos en incidir en la educación, las noticias, la publicidad, el cine etc. pero llega la prostitución y, de manera misteriosa, no parece incidir nada en la manera en la que los chicos se educan sexualmente y en la manera en que consideran a las mujeres, nada. Si aceptamos eso más vale que dejemos de esforzarnos en el feminismo, porque resultará absurdo protestar por, por ejemplo, una publicidad que nos parezca machista mientras que dos metros más allá se ofertan chicas nuevas, negritas y complacientes. O de esforzarnos en la educación de los adolescentes si aprenden que por el hecho de ser varones, tienen acceso a todas las mujeres que deseen. Luego vete a contarles que ellos son iguales a sus novias; saben que no es así.
Para ellas el plan eso otro y tiene que ver con el funcionamiento de los mercados. La prostitución es hoy un mercado global que satisface una demanda potencialmente ilimitada con mujeres pobres. Para que la industria funcione tiene que haber putas y puteros. Para que haya suficientes putas tiene que haber suficientes mujeres pobres y sin oportunidades. Cuando educas a las niñas y trabajas en sus oportunidades el resultado es que estas ya no se dedican tan fácilmente a la prostitución. Eso significa que para algunos países pobres es significativamente más productivo dedicar a sus niñas a la prostitución que educarlas. Esto ya lo reconoció el Banco Mundial cuando aconsejó a los países endeudados que pagaran la deuda dedicando a sus mujeres al mercado del ocio masculino. En este caso, lo que desaparece es el derecho de estas niñas y mujeres pobres a no ser prostituidas, ese derecho no existe para ellas. ¿Qué incentivos tienen estos países para educar a las niñas o hacer políticas de igualdad si, al hacerlas, reducirán, en lo inmediato, su PIB? ¿Por qué en este caso no relacionamos la legitimación de la prostitución con el crecimiento exponencial de un mercado global de mujeres y, sobre todo, por qué no lo combatimos?
Respecto a los puteros, también se trabaja en ellos y el objetivo de la industria de la prostitución es, como el de toda industria, que la demanda aumente, que no deje de crecer; es decir, que cada hombre sea un putero, llenar el mundo de puteros. Ese es su objetivo no disimulado y se afanan de mil maneras y con mucho éxito. ¿Nos es indiferente a las mujeres un mundo en el que los hombres tengan como modelo de relación la prostitución? ¿Nos tiene que dar igual que cada vez los chicos vayan antes y más a menudo? ¿Ese es el mundo feminista qué queremos? ¿La legitimación de la prostitución no incide en el machismo? ¿Nada? ¿De verdad?
Y esto no tiene nada que ver con la necesidad de luchar por los derechos sociales de las mujeres que se dedican a la prostitución, y hacerlo de una manera activa y con ellas. Pero reconocer que es un trabajo igual que otros (algo que estoy convencida que la mayoría no quiere) supone por parte del estado la renuncia a promover la igualdad apuntalando un privilegio patriarcal con consecuencias sociales irreversibles en ésta, y supone la renuncia también a combatir un mercado que condena a millones de mujeres a no tener más opciones. Supone la renuncia a denunciar y combatir un mercado global en el que las mujeres se han convertido en la materia prima más barata que existe. Dice Nancy Fraser que la razón de que la prostitución sea mala no es el sexo, sino que lo es porque codifica significados que son dañinos para las mujeres como clase; que lo que la prostitución vende en el capitalismo tardío es la fantasía masculina de “derechos sexuales masculinos”, aquellos que el feminismo ha conseguido fragilizar. No puede haber igualdad mientras esta institución siga siendo el espacio ideológico y material de constante refuerzo de las fantasías masculinas de desigualdad.
1 de septiembre 2018.
Fuente: https://www.eldiario.es/tribunaabierta/vueltas-prostitucion_6_809879009.html
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