“¿Qué es la teoría de la reproducción social?”.
Por Tithi Bhattacharya*.
Una de las acusaciones más comunes contra el marxismo es que como teoría está enfocado en la “clase” a expensas del género.
Es importante establecer desde el principio que la historia de las organizaciones que dicen ser “marxistas” no siempre ha sido positiva en lo que respecta a las categorías de opresión, como el género y la raza. Todo el mundo conoce a alguien a quien un hombre “marxista” le ha dicho que los asuntos “menores” como el sexismo o el racismo se resolverán “después de la revolución”, por lo que, mientras tanto, todos debemos ponernos manos a la obra y trabajar en nuestra lucha de clases. Los incidentes de acoso sexual por parte de hombres marxistas desafortunadamente tampoco son raras en las organizaciones de izquierda, tanto en el pasado como en el presente.
Las mujeres se han sentido descartadas, socavadas y rechazadas institucionalmente dentro de sus organizaciones. Las voces de mujeres activistas como las comunistas indias involucradas en la histórica lucha de Telengana de 1947, comunistas británicas como Doris Lessing, o Peggy Dennis, miembros destacadas del Partido Comunista de los Estados Unidos, cuentan historias desalentadoras de sexismo y desilusión en las organizaciones que ellas veían como el trabajo de su vida y fuente de esperanza.
Este registro es particularmente terrible porque muchas de nosotras nos convertimos en marxistas precisamente porque se supone que los marxistas revolucionarios son los más intolerantes a la opresión de género. Nos unimos a las organizaciones revolucionarias porque pensamos en el marxismo como una teoría insurgente, que lucha por -pero nunca queda satisfecha con- cualquier reforma que ofrezca el sistema, y que exige una demolición completa del capitalismo. Por lo tanto es una de las mejores armas para luchar por la liberación de las mujeres y la justicia de género. Hay dos aspectos, mutuamente contradictorios que tenemos que considerar de la historia del marxismo si realmente somos revolucionarios serios y no predicadores dogmáticos irreflexivos. El primero es el daño ocasionado a la causa revolucionaria de la justicia de género en nombre del marxismo, y el segundo es cómo el marco marxista, a pesar de los muchos errores históricos en su nombre, sigue siendo la mejor manera de entender la opresión bajo el capitalismo, y por lo tanto proporciona indicios sobre cómo terminarlo.
Teoría marxista
Hay una gran revelación subdesarrollada en el corazón del análisis del capitalismo de Marx. En el Capital volumen 1, Marx identifica la “fuerza de trabajo” o nuestra capacidad de trabajar, como la
“mercancía especial” que el capitalista necesita para poner en marcha el sistema y mantenerlo en funcionamiento. Marx nos dice que nuestra fuerza laboral tiene la “propiedad peculiar de ser una fuente de valor” porque con esa fuerza de trabajo creamos mercancías y valor para el capitalismo. La apropiación de nuestro trabajo excedente por parte de los capitalistas es la fuente de su dominio. Entonces sin nuestra fuerza de trabajo el sistema colapsaría.
Pero Marx guarda un silencio frustrante sobre el resto de la historia. Si la fuerza de trabajo produce valor, ¿cómo entonces se produce la fuerza de trabajo en sí? Ciertamente los trabajadores no crecen de los árboles para llegar al mercado, frescos y listos para vender su fuerza de trabajo al capitalista.
Aquí es donde estudiosos marxistas posteriores como Lise Vogel, Martha Giménez, Johanna Brenner y, más recientemente, Susan Ferguson y David McNally han aprovechado la visión transformadora pero incompleta de Marx y la han desarrollado aún más. Quizás sea importante para nosotros recordar en este contexto el potencial y la creatividad inherentes a la tradición marxista, referida como una tradición viviente, que ha permitido a las nuevas generaciones de marxistas examinarla críticamente y expandirla.
Observando de cerca el Capital de Marx, estos estudiosos argumentan que la clave del sistema, nuestra fuerza de trabajo, en realidad se produce y reproduce fuera de la producción capitalista, en un sitio de “parentesco” llamado familia. En un excelente pasaje, Vogel explica claramente la conexión entre la lucha de clases y la opresión de las mujeres:
La lucha de clases sobre las condiciones de producción representa la dinámica central del desarrollo social en las sociedades caracterizadas por la explotación. En estas sociedades, el exceso de trabajo es apropiado por una clase dominante y una condición esencial para la producción es la … renovación de una clase subordinada de productores directos comprometidos con el proceso laboral. Normalmente, el reemplazo generacional proporciona la mayoría de los nuevos trabajadores necesarios para reponer esta clase, y la capacidad de las mujeres para tener hijos juega un papel crítico en la sociedad de clases … En las clases propietarias … la opresión de las mujeres proviene de su papel en el mantenimiento y en la herencia de la propiedad … En las clases subordinadas … la opresión femenina … deriva de la participación de las mujeres en procesos que renuevan a los productores directos, así como su participación en la producción. (Vogel, Marxism and the oppression of women, p. 129, énfasis mio)
Este es esencialmente el argumento principal de lo que Vogel y estas otras marxistas posteriores llaman “teoría de la reproducción social”. La teoría de la reproducción social muestra cómo la “producción de bienes y servicios y la producción de la vida son parte de un proceso integrado”, como lo ha expresado Meg Luxton. Si la economía formal es el lugar de la producción de bienes y servicios, las personas que producen tales cosas se producen a sí mismas fuera del ámbito de la economía formal a muy bajo costo para el capital.
En general la fuerza de trabajo es reproducida por tres procesos interconectados:
1. Por actividades que regeneran al trabajador fuera del proceso de producción y que le permiten regresar a él. Estas incluyen, entre muchas otras, comida, una cama para dormir, pero también los cuidados de la psique que mantienen a una persona sana.
2. Por actividades que mantienen y regeneran a los no-trabajadores fuera del proceso de producción -es decir aquellos que son trabajadores futuros o pasados, como niños y adultos fuera de la fuerza de trabajo por x razón, ya sea la vejez, discapacidad o el desempleo.
3. Reproduciendo nuevos trabajadores, o sea a través el parto. Estas actividades, que forman la base misma del capitalismo en el sentido de que reproducen al trabajador, se hacen completamente gratis para el sistema por mujeres y hombres dentro del hogar y de la comunidad. En los Estados Unidos, las mujeres todavía hacen una parte desproporcionada de este trabajo doméstico.
Según una encuesta del 2012 [1], las mujeres en Estados Unidos realizaron 25.9 horas semanales de trabajo doméstico no remunerado en el 2010, mientras que los hombres realizaron 16.8 horas, una diferencia de más de nueve horas. La encuesta incluye tareas tales como el cuidado de niños, la cocina, las compras, las tareas domésticas, los trabajos ocasionales, la jardinería, entre otros.
Según la revista Forbes [2], si se incluyera el trabajo doméstico no remunerado en la medición del PIB, “lo habría elevado en un 26 por ciento en el 2010”. Pero, por supuesto, también tenemos que agregar a esta ya formidable lista las tareas adicionales difíciles de medir, como por ejemplo brindar atención psíquica y apoyo tanto a los empleados como a los no-empleados del hogar. Cualquiera que haya tenido que calmar a un niño después de un duro día de trabajo, o resolver el problema de un padre anciano después de un turno agotador, sabe cuán importantes pueden ser esas tareas aparentemente no materiales.
La idea más importante de la teoría de la reproducción social es que el capitalismo es un sistema unitario que puede integrar con éxito, aunque de manera desigual, la esfera de la reproducción y la de la producción. Los cambios en una esfera tienen efecto en la otra. Salarios bajos y la tendencia neoliberal a la reducción de costos en el trabajo pueden generar ejecuciones hipotecarias y violencia doméstica en el hogar.
¿Por qué es esta la idea más importante? Porque da sustancia histórica real a la comprensión de: (a) quién es un “trabajador”, y (b) de qué manera el trabajador puede luchar contra el sistema. Lo más importante es que esta teoría nos ayuda a comprender que cualquier victoria por los derechos de género que realicemos en la economía formal o fuera de ella solo puede ser temporal porque la base material de la opresión de las mujeres está ligada al sistema en su conjunto. Cualquier conversación sobre el fin de la opresión y la emancipación necesita recurrir a una conversación simultánea sobre el fin del sistema en sí.
La importancia de la esfera de la producción
Si las mujeres proporcionan el principal apoyo para el capitalismo fuera del lugar de trabajo a través de su trabajo no remunerado, ¿hace eso que los problemas en el lugar de trabajo sean entonces problemas de hombres?
Cualquiera que esté esperando encontrar el estereotipo del siglo XIX del trabajador blanco de sexo masculino en overol con su llave de tuerca debería echarle un vistazo al mercado laboral de los EE. UU.
La gran mayoría de las mujeres en los Estados Unidos tiene que trabajar para ganarse la vida. Esto significa que venden su fuerza de trabajo en el mercado y son trabajadoras. Las mujeres representan la mitad, un 47 por ciento, de la fuerza de trabajo estadounidense, y el porcentaje de madres casadas que trabajan ha aumentado del 37 por ciento en 1968 al 65 por ciento en el 2011. Según un estudio de Pew Research [3] publicado este año, un récord del 40 por ciento de las madres estadounidenses son el principal sostén de sus familias, en comparación con un mero 11 por ciento en 1960.
Si bien la membresía sindical es baja para todos los trabajadores en los EE. UU., la cantidad de mujeres sindicalizadas no está muy por detrás del número de hombres sindicalizados. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU. [4], incluso después de la fuerte caída en la membresía sindical desde la recesión, las cifras de 2012 demuestran que la tasa de membresía sindical fue del 12% para los hombres, comparado al 10,5% para las mujeres. Estos datos también muestran que los trabajadores negros eran más propensos a ser miembros de sindicatos que blancos, asiáticos o latinos.
De ello se deduce que cualquiera que argumente que los problemas de las mujeres tienen que ver solo con lo que experimentamos o soportamos en el hogar (violencia sexual, salud reproductiva, cuidado infantil, etc.), o fuera de la esfera de la producción, está simplemente incorrecto. Cualquier discusión sobre los salarios o el lugar de trabajo, sobre la organización laboral o sobre la lucha por beneficios es un tema altamente relacionado con el género.
Pero hay dos tendencias radicalmente contradictorias que marcan todas las noticias recientes sobre las mujeres. Una es la pauperización insoportable de la gran mayoría de las mujeres y la otra es el surgimiento de un grupo increíblemente próspero y multiétnico de mujeres de la clase dominante.
Más de las tres cuartas partes de los trabajadores en las 10 categorías de trabajo con salarios más bajos son mujeres, y más de un tercio son mujeres de color. He escrito antes [5 sobre cómo Estados Unidos es uno de los cuatro únicos países del mundo que carece de permisos de maternidad remunerados, lo que hace que sea extremadamente difícil para las mujeres ser madres trabajadoras. Además, un tercio de los trabajadores de Estados Unidos no tienen acceso a la licencia por enfermedad pagada, y solo el 42 por ciento tiene licencia personal remunerada. Como los activistas sindicales señalan correctamente[6]:
¿Cuál es el impacto en la salud pública cuando las personas que trabajan no pueden darse el lujo de tomarse una licencia médica durante una epidemia de gripe? ¿Quién cuida a un niño enfermo? ¿Quién está en casa para preparar la cena y ayudar con la tarea del niño? ¿Quién puede dedicar tiempo a un padre anciano enfermo?
¿Cómo se supone que las mujeres deben equilibrar la carga del trabajo no remunerado en el hogar, con el trabajo remunerado a tiempo completo en el lugar de trabajo? La verdadera respuesta es que no pueden.
En 1990, la participación de las mujeres en la fuerza laboral fue del 74 por ciento, lo que pone a Estados Unidos en el sexto lugar entre 22 países desarrollados en esta medida. Gracias a las políticas neoliberales de las próximas dos décadas, la participación de las mujeres aumentó solo una fracción al 75.2 por ciento, mientras que en otros países industrializados, aumentó del 67 por ciento a cerca del 80 por ciento.
Las mujeres no solo son obligadas a trabajar a tiempo parcial, sino que la hostilidad por parte del lugar de trabajo al feminizado trabajo doméstico también explica por qué solo el 9 por ciento de las madres trabajan más de 50 horas a la semana.
Pensemos en eso por un minuto. Si las madres trabajan, digamos 55 horas a la semana, y se les asigna un tiempo de viaje promedio, sociólogos [7] han demostrado que tendrían que dejar la casa a las 8:30 a.m. y regresar a las 8:30 p.m. todos los días laborales!
A pesar de los vastos poderes de Internet, los niños aún tienen que ser recogidos de la escuela y ser alimentados por un ser humano vivo, y los padres ancianos deben ser atendidos por la misma persona. En la mayoría de los casos, en los EE. UU., esta persona sigue siendo una mujer.
Continuando con la encuesta anterior, pareciera que cualquier cuestión relacionada con el lugar de trabajo también se refiere a las mujeres y al género. Las políticas que gobiernan los lugares de trabajo tienen el poder de afectar a las mujeres tanto en el trabajo como en el hogar. Pero, ¿por qué deberíamos luchar? ¿Deberíamos luchar por una igualdad salarial en una economía de bajos salarios? ¿Deberíamos luchar por la atención médica universal, lo que facilitaría nuestra carga de cuidado? ¿Deberíamos luchar como “mujeres” o deberíamos luchar como “trabajadoras”?
Hay un grupo particularmente activo de mujeres que han surgido en los medios en los últimos tiempos para defender los derechos de las mujeres. Joan C. Williams es una socióloga muy perspicaz, cuyo trabajo sobre clase y género debe leerse ampliamente. Pero recientemente hizo la observación [8] decepcionante de que “el feminismo ejecutivo es justo lo que necesitamos para impulsar la estancada revolución de género”. Por “feminismo ejecutivo”, literalmente se refiere al “feminismo” de los directores ejecutivos de las grandes multinacionales. Ella nombra a Sheryl Sandberg y a la profesora de Princeton Anne Marie Slaughter como las líderes de este “nuevo frente feminista”.
Muchos podrán deleitarse con la invasión de las salas de juntas corporativas por parte de un puñado de mujeres. Estas salas de juntas y sus campos de golf contiguos han sido los bastiones del privilegio masculino de la clase alta durante siglos. Pero nos lleva a una pregunta central: ¿Cuáles son los derechos de género si los separamos de la cuestión de la clase? ¿Actuarán las CEOs en interés de todas las mujeres?
Las mejores políticas para promover los intereses de la mayoría de las mujeres son también las mismas políticas que reducen las ganancias del capitalismo como un sistema de producción.
Por ejemplo, la salud pública gratuita garantizaría que todos los hombres, mujeres y niños, teniendo o no un empleo remunerado, tengan acceso a la atención médica gratuita. Esto reduciría la dependencia de una mujer desempleada de su pareja empleada y podría eventualmente permitirle el control sobre su salud y decisiones reproductivas, sin mencionar el apoyo a la salud y a la atención de su familia. Ella podría elegir cuándo y si es que quiere tener hijos y obtener ayuda casera, sin costo, para los miembros ancianos de la familia, lo que reduciría drásticamente su propio trabajo en el hogar.
Pero la industria médica es un negocio multimillonario que lucharía contra viento y marea. Del mismo modo, es un interés de las mujeres que tengamos un salario digno para todos los trabajadores, ya que las mujeres se encuentran desproporcionadamente entre las personas peor pagadas de la economía. Allí, también, chocaríamos con las ganancias del capitalismo, y será una batalla difícil de ganar.
Las Sheryl Sandbergs del mundo son claras guerreras de clase que utilizan el lenguaje de los derechos de las mujeres para reforzar un sistema que solo beneficia a su propia clase. La millonaria Sandberg incluso se negó a pagarle a sus propios internos hasta que una protesta pública la hizo cambiar de decisión.
El mensaje central que proviene de esta nueva generación de mujeres CEO es que trabajar y trabajar aún más liberará a las mujeres.
Es cierto que la independencia económica de las mujeres es un derecho conquistado y que debe reforzarse constantemente mediante la lucha. Es por eso que encontramos en los escritos de los
primeros marxistas, como Nadezhda Krupskaya, un fuerte énfasis en el trabajo de las mujeres en la esfera de la producción y su potencial emancipador.
Pero la “independencia” económica se ve mucho mejor en Sheryl Sandberg que en la madre que trabaja en Taco Bell -porque la relación de Sandberg con el capitalismo, como una jefa, es de control, mientras que la de la madre trabajadora es una de pérdida total del control. En el caso de esta última, su trabajo le proporciona una cierta independencia económica de su pareja masculina / femenina, pero una completa dependencia a los caprichos del mercado.
Cuando Sandberg dice que las mujeres necesitan trabajar más arduamente para obtener recompensas, ella le está pidiendo a una cierta clase de mujeres -la suya- arrebatarle más control a los hombres de su clase, mientras mantiene intacto el sistema que funciona a través del trabajo remunerado y no remunerado de la mayoría de las mujeres.
De hecho, académicas como Karen Nussbaum han argumentado que el sistema creó algunos espacios para las mujeres de la clase dominante a fin de evitar cambios institucionales más profundos que transformarían la relación de la mayoría de las mujeres con el trabajo:
Para contener las crecientes demandas de las mujeres trabajadoras, los empleadores crearon oportunidades para algunas mujeres, abriendo empleos profesionales y gerenciales para las graduadas universitarias resistiendo así a las demandas por cambios institucionales que mejorarían los empleos para todas las mujeres. Las mujeres en ambos extremos de la fuerza de trabajo continuaron compartiendo las preocupaciones comunes de la igualdad salarial y las políticas de trabajo-familia, pero la intensidad de estos asuntos difirió a medida que las condiciones de los dos grupos iban cambiando. Los empleadores habían creado una válvula de seguridad. Las mujeres educadas en la universidad que habían sido cajeras de banco se convirtieron en gerentes de sucursales; las oficinistas de las editoriales se estaban convirtiendo en editoras. El porcentaje de mujeres gerentes o profesionales se duplicó entre 1970 y 2004, del 19 al 38 por ciento. (Nussbaum 2007: 165)
Es reduccionista decir que las luchas de género en nuestra sociedad son las mismas que las de clase. Pero es correcto decir: (a) siguiendo la línea de Lise Vogel, que la lucha de clases representa la “dinámica central” del desarrollo social, y (b) que es de interés del capitalismo como sistema evitar cualquier cambio amplio en las relaciones de género, porque los cambios reales en el género finalmente afectarán las ganancias.
La importancia de la esfera de la reproducción
Es razonable entonces que la mejor manera de luchar por los derechos de las mujeres en la esfera de la producción sea a través de nuestras organizaciones laborales. Hay algunos momentos verdaderamente inspiradores en la historia de los trabajadores en los que los sindicatos han luchado por el derecho al aborto, la igualdad salarial y contra la homofobia.
Pero la clase trabajadora no solo trabaja en su lugar de trabajo. Una mujer trabajadora también duerme en su casa, sus hijos juegan en el parque público y van a la escuela local, y algunas veces le pide ayuda a su madre retirada para cocinar. En otras palabras, las principales funciones que reproducen a la clase trabajadora ocurren fuera del lugar de trabajo.
¿Quién entiende mejor este proceso? El capitalismo. Esta es la razón por la cual el capitalismo ataca brutalmente la reproducción social para ganar la batalla en la producción. Es por eso que ataca los servicios públicos, empuja la carga del cuidado hacia familias individuales, reduce el cuidado social para hacer que toda la clase trabajadora sea vulnerable y menos capaz de resistir sus ataques en el lugar de trabajo.
¿Quién más entiende este proceso? Los marxistas revolucionarios. Es por eso que podemos ser el vínculo entre la esfera de la reproducción, la comunidad donde se cierra la escuela, el hogar donde la mujer es sometida a la violencia; y la esfera de producción, donde luchamos por beneficios y por salarios más altos.
Lo hacemos de dos maneras. Nosotros (a) proporcionamos el vínculo analítico entre las “dos esferas” del sistema único, a través de la teoría marxista; y (b) actuamos como una tribuna de los oprimidos, particularmente cuando la lucha no se ha generalizado en el lugar de trabajo. Porque no es cierto que la clase obrera no pueda luchar en la esfera de la reproducción. Sin embargo, es cierto que solo puede ganar contra el sistema en la esfera de la producción.
Algunas de las luchas más importantes en la historia de la clase obrera comenzaron fuera de la esfera de la producción. Las dos revoluciones más importantes del mundo moderno, la francesa y la rusa, comenzaron como revueltas por pan, dirigidas por mujeres.
La comprensión del capitalismo como un sistema integrado, donde la producción está sostenida por la reproducción social, puede ayudar a los activistas a comprender la importancia de las luchas políticas en cualquiera de las esferas y la necesidad de unirlas.
Tomemos el caso de los derechos reproductivos, una de las luchas críticas de nuestros tiempos, que no es directamente una lucha en el lugar de trabajo. ¿Los derechos reproductivos se refieren simplemente a la capacidad de las mujeres para acceder al aborto y a la anticoncepción?
En realidad, los derechos reproductivos deberían llamarse justicia reproductiva. El derecho de las mujeres a elegir no es solo el derecho a no tener bebés, sino también el derecho a tenerlos.
La historia de las mujeres afroamericanas y otras mujeres de color en Estados Unidos está manchada por casos de esterilización forzada por parte del estado. A lo largo de la década de 1960, los estados de Illinois, Iowa, Ohio, Virginia y Tennessee consideraron leyes de esterilización obligatoria para madres negras con asistencia social. Cuando el anticonceptivo Norplant se lanzó por primera vez en el mercado, un editorial en el Philadelphia Inquirer sugirió que era una solución a la pobreza de la población. Un destino similar aguardaba a las mujeres en Puerto Rico9. Cuando la industria estadounidense, bajo el programa económico de “Operación Bootstrap”, fue a la isla en busca de mano de obra barata en los años 1930 y 1940, muchas fábricas administraron clínicas de control de natalidad para mujeres trabajadoras, y algunas se negaron a contratar mujeres a menos que hubieran sido esterilizadas.
Además, la opción reproductiva no puede ser solo sobre el control de nuestros ovarios. Se trata de controlar nuestras vidas: si queremos tener hijos, cuándo tenerlos, cuántos tener, el tiempo para
cuidarlos, que existan escuelas públicas para enviarlos, que ni ellos ni sus padres estén tras las rejas y lo más importante, recibir un salario decente para poder tomar decisiones sobre todas esas cosas.
El New York Times informó [10] esta semana que hubo una disminución del 9 por ciento en la tasa de fertilidad del 2007 al 2011, una caída que los demógrafos creen que “comenzó después de que la recesión se extendiera y los estadounidenses comenzaran a sentirse menos seguros sobre sus situaciones económicas”. En otras palabras, The Times acaba de descubrir que la mayoría de las mujeres comunes y corrientes prefieren tener hijos cuando sienten que tienen los medios económicos para alimentarlos y criarlos!
Entonces, la cuestión de la reproducción está ligada a las cuestiones más fundamentales de nuestra sociedad: quién trabaja, para quién y por cuánto tiempo.
Por una lucha integrada contra el capitalismo
En este momento particular de la crisis neoliberal, el género está siendo utilizado como el arma de la lucha de clase por parte del capital. La reiterada defensa de casos de violación por figuras del establishment, el severo ataque a los derechos reproductivos y la creciente transfobia son todos resultados del capitalismo intentando de diversas formas resolver la crisis económica mediante ataques a la vida de la clase trabajadora, tanto en el trabajo como en el hogar.
Nuestra solución como revolucionarios marxistas no es simplemente hablar sobre la importancia de la lucha de clases, sino vincular las luchas de la economía formal con las que están fuera de ella. Para que esto suceda, es menos importante que “ganemos el argumento” con las identidades oprimidas. Es más importante que ganemos su confianza, siendo los luchadores más intransigentes en la casa y en el trabajo.
Esta es la razón por la cual en las organizaciones donde luchamos por los salarios (por ejemplo, nuestros sindicatos), tenemos que plantear la cuestión de la justicia reproductiva; y en nuestras organizaciones donde luchamos contra el sexismo y el racismo, tenemos que plantear la cuestión de los salarios.
Necesitamos una generación de mujeres y hombres rebeldes para hacer esa conexión en nuestros lugares de trabajo, en nuestros campus y en las calles. Esa es la verdadera tradición del marxismo revolucionario.
Gracias a Sharon Smith por proporcionar comentarios del borrador de este artículo.
Notas:
1. https://www.bea.gov/scb/pdf/2012/05%20May/0512_household.pdf
2. https://www.forbes.com/sites/brycecovert/2012/05/30/putting-a-price-tag-on-unpaid-housework
3. http://www.pewsocialtrends.org/2013/05/29/breadwinner-moms/
4. https://www.bls.gov/news.release/pdf/union2.pdf
5. http://socialistworker.org/2013/03/14/marissa-mayer-and-the-family
6. https://aflcio.org/what-unions-do/empower-workers/work-life-balance
7. http://blogs.hbr.org/cs/2013/05/why_men_work_so_many_hours.html
8. https://hbr.org/2013/03/the-rise-of-executive-feminism
9. https://www.albany.edu/celac/LRR%202010.pdf
10. https://www.nytimes.com/2013/09/06/health/fertility-rate-stabilizes-as-the-economy-grows.html
Artículo original en inglés: “What is social reproduction theory?”: Tithi Bhattacharya
Traducción: Nicole Kleinheisterkamp González
Fuente: https://marxismocritico.com/2018/09/18/que-es-la-teoria-de-la-reproduccion-social/
*Tithi Bhattacharya es profesora de historia del sur de Asia en la Universidad de Purdue . Feminista marxista, es una de las organizadoras nacionales de la Huelga Internacional de Mujeres el 8 de marzo de 2017. Es una firme defensora de los derechos palestinos y del Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). (https://en.wikipedia.org/wiki/Tithi_Bhattacharya)
Descubre más desde Correo de los Trabajadores
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Be the first to comment