La otra Siria II: La revolución en el norte, Rojava.

Milicianas kurdas bailan celebrando la liberación de Raqqa, ciudad recuperada del control de ISIS en el 2017.

Entre muerte y desesperación una revolución feminista resiste en Siria.

Hay una revolución que está teniendo lugar ahora. Una revolución feminista, liderada por mujeres, precisamente en Siria, un país de muerte, destrucción, polvo y desesperación, si creemos lo que vemos en nuestras pantallas de televisión. Cuando visité Rojava (ahora la Federación Democrática del Norte de Siria) en 2016, todos los periodistas se dirigían a la línea del frente. Entre las fuerzas que expulsaron al ISIS de Raqqa -una batalla de gran importancia para Occidente- había varias mujeres kurdas, pero había que estar muy atenta a las noticias para darte cuenta de que estaban luchando junto a los hombres.

Influenciadas por las ideas de Abdullah Öcalan, el líder de la lucha por la liberación kurda, actualmente encarcelado en Turquía, que creía que “un país no puede ser libre a menos que sus mujeres sean libres”, las mujeres de Rojava se propusieron construir una sociedad basada en los principios del Confederalismo Democrático. Con el presidente Bashar Al Assad distraído por el levantamiento rebelde en el sur de Siria, los kurdos en esta franja de tierra del norte, una minoría oprimida, pudieron iniciar una revolución casi sin derramamiento de sangre.

Los barrios crearon comunas codirigidas por un hombre y una mujer, que tenían comités para tratar cuestiones locales como salud, resolución de conflictos y educación, con una cuota garantizada del 40 por ciento para cada sexo. Los representantes fueron elegidos por la población local y esta estructura se replicó hasta el nivel de la ciudad.

Junto a esta estructura, había otra estructura de gobierno exclusiva de las mujeres, sin precedentes, que tenía derecho a vetar cualquier política que afectara sus derechos. Poco después de que se estableciera el Ministerio de la Mujer en 2014, se introdujo una gran cantidad de leyes favorables a las mujeres; la poligamia, el matrimonio infantil y el matrimonio forzado quedaron prohibidos. Los tribunales de la Sharia (Ley Islámica), que florecieron bajo el régimen de Assad y el ISIS, fueron disueltos.

¿Cómo es la vida de las mujeres jóvenes que viven en una sociedad revolucionaria? En particular, quería hablar con mujeres de diferentes orígenes religiosos y étnicos porque la revolución es liderada por las kurdas, pero incluye activamente a todas las minorías, en la medida en que las kurdas han entregado voluntariamente su mayoría en esta área al compartir el poder con árabes y siríacos en el parlamento.

Soza Qamishlo, una mujer kurda de 22 años, se inscribió en las fuerzas de defensa de las mujeres (YPJ) junto con su hermana en 2013, un mes después de que se formase la unidad. Viniendo de una familia de revolucionarios, su decisión de unirse a las YPJ llenó a su padre de orgullo. Aunque fue una decisión fácil, es una prueba constante. Le resulta difícil describir el dolor que siente por la pérdida de sus amigos en la guerra y la muerte de su hermana en 2017. Durante la lucha, se produce un entumecimiento, dice; el dolor viene después. Uno de los momentos más aterradores a los que se enfrentó fue cuando sus compañeras de lucha huyeron y se quedó sola para enfrentarse al ISIS.

Soza es una joven seria que renuncia al matrimonio, quiere escribir libros sobre su tiempo en las YPJ y sueña con conocer a Öcalan. Ella, al igual que otras personas de las YPJ con las que he hablado, le quitan peso a la idea de “chicas guapas  con fusil”; su entrenamiento se enfoca en su causa e historia, en por qué las mujeres deben mantenerse firmes contra el patriarcado. Ella dice que ISIS “no les dio la oportunidad de protegerse de otra manera”.

Hasta que Raqqa, la capital de facto del califato ISIS, fuera liberada en 2017, la vida de las mujeres en la ciudad era como “vivir en una habitación con puertas cerradas”, dice Khawla Issa, una mujer árabe de 27 años. Su padre solía tener un puesto de pan y queso en el mercado para mantener a una familia de 11 hijos, que incluía a 10 niñas y un niño. Después de perder un pie en un accidente, tres de las hermanas de Khawla asumieron el control del mercado, pero una vez que ISIS ocupó Raqqa en 2014, a las mujeres ya no se les permitió salir sin un guardián o tutor masculino. Esto significó el hambre para la familia, que tuvo que depender ocasionalmente del en ISIS para obtener pan.

Temerosa de que su hermano fuera llevado a luchar con el ISIS, la familia lo escondió. Khawla, que había estado estudiando para convertirse en abogada, tuvo que renunciar a todo y quedarse en casa, donde descubrió los placeres de la costura, una actividad que hoy llena su tiempo libre.

Mariyana İsa, una mujer cristiana de 26 años, también tuvo que abandonar la universidad en Deir Ezzor, donde estaba estudiando química, cuando ISIS se hizo cargo de la ciudad. Tuvo suerte de poder regresar a la casa de su familia en Qamişlo, en Rojava. Estuvo lista al irse cuando lo hizo.

La hermana de Khawla recibió 11 disparos por desafiar al ISIS y conducir el automóvil de la familia. Las balas se alojaron en cuatro lugares y tuvo que mentir diciendo que habían sido accidentales para poder recibir tratamiento en los hospitales administrados por ISIS. Hasta el día de hoy, Khawla tiene problemas en sus oídos, que atribuye a las hemorragias nasales que sufrió cuando se vio obligada a usar el niqab en condiciones de extremo calor. A pesar de estar cubierta de pies a cabeza, atrajo la atención de un soldado del ISIS; logró desviar su propuesta de matrimonio mintiendo que ya estaba casada. Al igual que Soza, ella no tiene intención de casarse.

Tres de sus hermanas ya están casadas; sus padres lo han dejado a su voluntad, a pesar de que la cultura árabe considera el matrimonio como el destino natural para las mujeres. Creen que lo mejor es que Khawla elija si se quiere casar y con quién. Desde que Raqqa fue liberada, Khawla ha estado trabajando para la revolución, en el Consejo Democrático de Raqqa, organizando seminarios de sensibilización sobre los derechos de las mujeres árabes. Cuando le pregunto por qué usa el hijab, la única de las tres mujeres que lo viste a las que entrevisto, dice que su trabajo la lleva al corazón de las comunidades conservadoras, que ignorarán su trabajo porque su cabeza descubierta les indicaría que no es una buena musulmana. Aunque ISIS fue brutal en las restricciones que impusieron a las mujeres, Khawla afirma que sus ideas no eran tan diferentes de las de Assad.

Soza describe cómo discutió estas ideas con un combatiente del ISIS que fue tomado prisionero por las YPJ. Al preguntarle por qué las mujeres tomaban las armas, ella le explicó su ideología y dijo que estaba “conmovido”. A diferencia de las YPJ, que son parte de las Fuerzas Democráticas Sirias, el prisionero de ISIS no pudo explicar por qué estaba luchando más allá de la creación de un califato islámico. Ella le preguntó qué tipo de derechos obtendría él en esta sociedad y no supo dar una respuesta. Cuando él le hizo la misma pregunta a Soza, ella pudo citar capítulo y versículo.

A diferencia del ISIS, la revolución secular de Rojava valora a todas las etnias y grupos religiosos, un punto subrayado por Mariyana. Ella cree que los cristianos son más respetados por los kurdos de lo que eran con Assad.

Son libres de seguir con su religión, pero las nuevas leyes, que otorgan más derechos a las mujeres, les permiten divorciarse, algo que antes no concedía la Iglesia. Incluso en casos de violencia doméstica, lo mejor que se podía lograr era una separación de tres años para que el hombre tuviera la oportunidad de cambiar. Mariyana dice que le gustaría casarse algún día, y espera “elegir a una buena persona para que el matrimonio dure, porque todas las chicas de esta sociedad quieren casarse”. Por ahora, sin embargo, su prioridad es formarse y trabajar como profesora de química.

Mariyana actúa como voluntaria con jóvenes cristianos y la Asamblea de Mujeres Cristianas, emprendiendo pequeños proyectos en la comunidad. Recientemente han construido un parque para niños. Cuando le pregunto cómo sobrevive sin ingresos, dice que pide dinero cuando lo necesita. Esto es algo que encuentro a menudo en Rojava; es totalmente increíble para alguien como yo, criada con valores capitalistas. Mi traductor dice que debido a que están en guerra, no hay suficiente para todos, por lo que aquéllos que necesitan dinero tienen prioridad.

Antes de la revolución, las comunidades estaban segregadas, acudiendo a sus propias escuelas, aprendiendo sus propias lenguas. A Mariyana le encanta el hecho de que “la revolución nos ha unido”, pero si tiene una frustración es que no hablan los idiomas de los demás. Sin embargo, los idiomas principales ahora se enseñan a todos en la escuela, por lo que es sólo cuestión de tiempo antes de que esto cambie.

El futuro de Rojava es frágil, pero no impedirá que estas jóvenes revolucionarias continúen luchando por sus libertades.

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FUENTE Original: Rahila Gupta / Refinery29 / Fecha original de publicación: 5 de septiembre de 2018 / Traducción: Rojava Azadi Madrid

 

Fuente: http://kurdistanamericalatina.org/entre-muerte-y-desesperacion-una-revolucion-feminista-resiste-en-siria/


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