Capital mundial: Haciendo la guerra en el planeta.

John Bellamy Foster, es profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de Monthly Review, su trabajo aborda temas de economía política del capitalismo, crisis económica, crisis ecológica y teoría marxista.

La Geoingeniería y la destrucción creativa de la Tierra por parte del Capitalismo.

por John Bellamy Foster (*)/Traduccion de¨Pedro Landsberger.

Esta es una versión ligeramente revisada de un artículo publicado el 24 de julio de 2018, en el sitio web de Science for the People y en MR Online.  Fue escrito para el número especial de verano de 2018 sobre geoingeniería de la nueva Ciencia para la Gente, anunciando el relanzamiento de la revista.

Un fusible corto se está quemando.  Al ritmo actual de emisiones globales, se proyecta que el mundo alcance la billonésima tonelada métrica de emisiones de carbono acumuladas, rompiendo el presupuesto global de carbono, en menos de dos décadas.1  Esto desembocaría en el comienzo de un período de cambio climático peligroso, que bien podría demostrar ser irreversible, afectando el clima durante siglos, si no milenios.  Incluso si toda la economía mundial dejara de emitir dióxido de carbono en el momento presente, el carbono adicional ya acumulado en la atmósfera prácticamente garantiza que el cambio climático continuará con efectos perjudiciales para la especie humana y la vida en general.  Sin embargo, alcanzar el aumento de 2°C en la barrera de protección de la temperatura promedio mundial, asociado con un nivel de concentración de carbono en el medio ambiente de 450 ppm, conduciría a una condición cualitativamente diferente.  En ese punto, las retroalimentaciones climáticas entrarán cada vez más en juego y amenazan con catapultar las temperaturas medias globales a 3°C o 4°C por encima de los niveles preindustriales en este siglo, en el curso de la existencia de muchas personas que viven hoy.  La situación solo se agrava por la emisión de otros gases de efecto invernadero, incluidos el metano y el óxido nitroso.

Los enormes peligros que el rápido cambio climático presenta para la humanidad en su conjunto y la incapacidad de la estructura político-económica capitalista existente para enfrentarlos, simbolizada por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca, han generado una búsqueda desesperada de remedios técnicos en la forma de esquemas de geoingeniería, definidos como intervenciones humanas masivas y deliberadas para manipular todo el clima o el planeta en su conjunto.

No solo la geoingeniería ahora está siendo impulsada con entusiasmo por la clase multimillonaria de hoy, representada por figuras como Bill Gates y Richard Branson; por organizaciones ambientales como el Fondo de Defensa Ambiental y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales; por think tanks como el Breakthrough Institute y Climate Code Red; y por corporaciones de combustibles fósiles como Exxon Mobil y Shell, también está siendo perseguida activamente por los gobiernos de los Estados Unidos, el Reino Unido, China y Rusia.  El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) ha incorporado estrategias de emisiones negativas basadas en la geoingeniería (en forma de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, o BECCS) en casi todos sus modelos climáticos.  Incluso algunas figuras de la izquierda política (donde las ideas «aceleracionistas» se han afianzado recientemente en algunos sectores) se han apoderado sin críticas de la geoingeniería como una deus ex machina, una forma de defender una estrategia económica y tecnológica ecomodernista, como lo demuestra una serie de contribuciones a la revista Jacobin, verano 2017, Tierra, Viento y Fuego, número 2.

Si el Sistema de la Tierra debe evitar 450 ppm de concentración de carbono en la atmósfera y volver al promedio del Holoceno de 350 ppm, se requerirán algunas emisiones negativas por medios tecnológicos y, por lo tanto, se requerirá geoingeniería en al menos una escala limitada, de acuerdo con el climatólogo líder James Hansen.3  La estrategia de Hansen, sin embargo, como la mayoría de los otros, se basa en el sistema actual, es decir, excluye la posibilidad de una revolución ecológica a gran escala, que implique la automovilización de la población en torno a la producción y el consumo.  Lo que es seguro es que cualquier intento de implementar la geoingeniería (incluso en forma de esquemas tecnológicos para la eliminación de carbono) como estrategia dominante para enfrentar el calentamiento global, subordinada a los fines de la acumulación de capital, resultaría fatal para la humanidad.  Los costos de tal acción, la carga que supondría para las generaciones futuras y los peligros para las especies vivas, incluida la nuestra, son tan grandes que el único curso racional es una larga revolución ecológica dirigida a la reducción más rápida posible del dióxido de carbono y otras emisiones de gases de efecto invernadero, junto con un énfasis en la agroecología y la restauración de los ecosistemas globales, incluidos los bosques, para absorber el dióxido de carbono.4  Esto tendría que ir acompañado de una reconstitución de la sociedad en general de gran alcance, dirigida a la restauración en un nivel superior de prácticas colectivas e igualitarias que fueron socavadas por el auge del capitalismo.

Geoingeniería del planeta bajo el Régimen del Capital Fósil

La geoingeniería como idea se remonta al período de los primeros descubrimientos del rápido cambio climático antropogénico.  A principios de la década de 1960, el principal climatólogo de la Unión Soviética (y en ese entonces del mundo), Mikhail Budyko, fue el primero en emitir una serie de advertencias sobre el inevitable y acelerado cambio climático global, en el caso de los sistemas industriales basados ​​en la quema de combustibles fósiles.5 Aunque el cambio climático antropogénico se había reconocido desde hacía mucho tiempo, lo que era nuevo era el descubrimiento de importantes reacciones climáticas, como el derretimiento del hielo ártico y la interrupción del efecto del albedo a medida que el hielo blanco reflectante se reemplazaba con el agua de mar azul, aumentando la cantidad de radiación solar absorbida por el planeta y aumentando consecuentemente la temperatura media global.  En 1974, Budyko ofreció, como una posible solución al cambio climático, el uso de aviones de vuelo a gran altura para liberar partículas de azufre (formando aerosoles de sulfato) en la estratósfera.  Esto pretendía imitar el papel desempeñado por la acción volcánica en la propulsión de azufre a la atmósfera, creando así una barrera parcial, que limitara la radiación solar entrante.  El razonamiento que ofreció fue que las economías capitalistas, en particular, no podrían reducir el crecimiento basado en la acumulación de capital, el uso de energía y las emisiones, a pesar del peligro que implicaban para el clima.6 En consecuencia, habría que explorar las alternativas tecnológicas para estabilizar el clima. Pero no fue hasta 1977 -cuando el físico italiano Cesare Marchetti propuso un esquema para capturar las emisiones de dióxido de carbono de las centrales eléctricas y usar tuberías para secuestrarlas en las profundidades del océano- cuando apareció la palabra «geoingeniería».

Sembrando nubes sobre el océano.

La propuesta pionera de Budyko de usar partículas de azufre para bloquear una parte de los rayos solares, ahora conocida como «inyección de aerosol estratosférico», y la idea inicial de Marchetti de capturar y secuestrar carbono en el océano, representan los dos principales enfoques generales de la geoingeniería, respectivamente.  Gestión de la radiación solar (solar radiation management , SRM) y eliminación de dióxido de carbono (carbon dioxide removal, CDR). El SRM está diseñado para limitar la radiación solar que llega a la tierra.  El CDR busca capturar y eliminar el carbono para disminuir la cantidad que ingresa a la atmósfera.

Además de la inyección de aerosol estratosférico, propuesta por primera vez por Budyko, otro enfoque de SRM que ha ganado adeptos influyentes en los últimos años es el brillo de las nubes marinas.  Esto implicaría enfriar la tierra modificando nubes estratocúmulos bajas que cubren alrededor de un tercio del océano, haciéndolas más reflectantes.  En el escenario estándar, una flota especial de 1.500 barcos no tripulados controlados por satélite vagarían por el océano rociando gotas de agua de mar en el aire, que se evaporarían dejando residuos salados. Estas brillantes partículas de sal reflejarían la radiación solar entrante. También actuarían como núcleos de condensación de nubes, aumentando el área de superficie de las nubes, con el resultado de que se reflejaría más radiación solar.

Tanto la inyección de aerosol estratosférico como el brillo de las nubes marinas son ampliamente criticados por plantear enormes peligros además del cambio climático, al tiempo que abordan los síntomas y no la causa del cambio climático. La inyección de aerosol estratosférico, que se administrará a la estratósfera mediante mangueras, cañones, globos o aviones, alteraría el ciclo hidrológico global con enormes efectos impredecibles, lo que probablemente provocará sequías masivas en las principales regiones del planeta. Se teme que pueda cerrar el sistema de monzones de la India, lo que interrumpirá la agricultura para unos 2 mil millones de personas.8  También existe la preocupación de que pueda afectar la fotosíntesis y la producción de cultivos en gran parte del mundo.9  La inyección de partículas de azufre en la atmósfera podría contribuir al agotamiento de la capa de ozono.10  Gran parte del azufre adicional terminaría cayendo a la tierra, lo que provocaría una lluvia ácida.11  Lo más preocupante de todo, la inyección de aerosol estratosférico tendría que repetirse año tras año. En el momento de la terminación, el aumento de la temperatura asociado con la acumulación adicional de carbono se produciría casi de una vez, con un aumento de la temperatura mundial de 2 a 3°C en una década, un fenómeno denominado «problema de terminación».12

Al igual que con la inyección de aerosol estratosférico, el brillo de las nubes marinas afectaría drásticamente el ciclo hidrológico de manera impredecible. Por ejemplo, podría generar una grave sequía en el Amazonas, secando el ecosistema terrestre más vital del mundo con efectos incalculables y catastróficos para la estabilidad del Sistema Terrestre.13 Muchos de los peligros del brillo de las nubes son similares a los del agotamiento del aerosol estratosférico. Al igual que otras formas de SRM, no haría nada para detener la acidificación del océano causada por el aumento de los niveles de dióxido de carbono.

La primera forma de CDR que atrajo la atención significativa de los intereses económicos e inversionistas fue la idea de fertilizar el océano con hierro, lo que impulsaría el crecimiento del fitoplancton para promover una mayor captación de carbono por el océano.  Ha habido una docena de experimentos en esta área y las dificultades para ayudar a este esquema han demostrado ser innumerables. Los efectos sobre los ciclos ecológicos del fitoplancton, el zooplancton y una gran cantidad de otras especies marinas hasta las ballenas en la parte superior de la cadena alimentaria son indeterminados. Si bien algunas partes del océano se vuelven más verdes debido al hierro adicional, otras partes se vuelven más azules, más desprovistas de vida, porque se verían privadas de los nutrientes (nitrato, fósforo y sílice) necesarios para el crecimiento.14 La evidencia sugiere que la mayor parte del carbono capturado por el océano permanecería en la superficie o en los niveles intermedios del océano, con solo una pequeña parte entrando en las profundidades del océano, donde sería secuestrado de forma natural.15

Entre los diversos esquemas de CDR, es BECCS, debido a su promesa de emisiones negativas, el que hoy en día está atrayendo el mayor apoyo.  Esto se debe a que parece permitir que las naciones superen los objetivos climáticos sobre la base de que el carbono puede eliminarse de la atmósfera décadas más tarde.  Aunque BECCS existe actualmente en gran parte como un modelo informático no probado, ahora está incorporado en casi todos los modelos climáticos utilizados por el IPCC.16  Como modelo, BECCS quemaría productos agrícolas cultivados para generar electricidad, con la captura y el almacenamiento subterráneo del producto resultante. dióxido de carbono.  En teoría, dado que los cultivos vegetales pueden considerarse neutros en carbono, al tomar dióxido de carbono de la atmósfera y luego liberarlo nuevamente, BECCS, al quemar biomasa y luego capturar y secuestrar las emisiones de carbono resultantes, sería un medio para generar electricidad mientras al mismo tiempo provocaría una reducción neta de carbono atmosférico.

Sin embargo, el BECCS se cuestiona en el momento en que uno pasa de lo abstracto a lo concreto.  Se proyecta que los modelos de nivel medio del IPCC eliminarán 630 gigatoneladas de dióxido de carbono de la atmósfera, aproximadamente dos tercios del total emitido entre la Revolución Industrial y 2011.17 Esto ocurrirá en vastas plantaciones de cultivos que serán administradas por agronegocios.  Eliminar un billón de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera, tal como se contempla en los escenarios más ambiciosos, ocuparía una tierra dos veces más grande que la India (o igual a Australia), aproximadamente la mitad de la tierra que actualmente se cultiva a nivel mundial, lo que requiere un suministro de agua dulce igual al uso agrícola global total actual.18 El climatólogo James Hansen, que observa críticamente que las emisiones negativas se han “propagado como un cáncer» en los modelos climáticos del IPCC, ha estimado los costos de implementar BECCS en las escalas imaginadas en los modelos climáticos del IPCC, de cientos de billones de dólares, con «costos mínimos estimados» que alcanzan los 570 billones de dólares en este siglo.19 Los efectos de BECCS -utilizado como mecanismo principal y diseñado para evitar la confrontación con el sistema actual de producción- serían por lo tanto un desplazamiento masivo de pequeños agricultores y de producción mundial de alimentos.

Además, la idea de que las formas de producción agrícola comercial a gran escala presumidas en los modelos de BECCS serían neutras en carbono y, por lo tanto, darían lugar a emisiones negativas con secuestro, se ha demostrado que son exageradas o falsas cuando se toman en cuenta los efectos mayores en el uso global de la tierra.  Se supone que los cultivos de BECCS tengan lugar en vastas plantaciones de monocultivos, desplazando otras formas de uso de la tierra.  Sin embargo, los ecosistemas biológicamente diversos tienen tasas sustancialmente más altas de secuestro de carbono en el suelo y en la biomasa que la agricultura monocultivada.20 Una alternativa al BECCS para promover el secuestro de carbono sería impulsar la restauración ecológica planetaria masiva, incluida la reforestación, junto con la promoción de modelos agroecológicos en formas de agricultura tradicionales organizadas en torno al reciclaje de nutrientes y métodos mejorados de manejo del suelo.21 Esto evitaría la ruptura metabólica asociada con los monocultivos de agronegocios, que son menos eficientes tanto en términos de producción de alimentos por hectárea como de secuestro de carbono.

Otra tecnología comúnmente recomendada, la captura y el secuestro de carbono (CCS), no es estrictamente una forma de geoingeniería ya que está dirigida a capturar y secuestrar las emisiones de carbono de plantas eléctricas particulares, como las centrales eléctricas de carbón. Sin embargo, la promoción de una infraestructura de CCS a escala planetaria como un medio para abordar el cambio climático, evitando así la necesidad de una revolución ecológica en la producción y el consumo, se ve mejor como una forma de geoingeniería planetaria debido a su inmensa proyección económica y ecológica. Si bien CCS teóricamente permitiría la quema de combustibles fósiles de plantas de energía eléctrica sin emisiones de carbono a la atmósfera, la escala y los costos de las operaciones de CCS son prohibitivos.  Como escribió Clive Hamilton en Earthmasters: The Dawn of the Age of Climate Engineering, CCS “para una sola planta de carbón de tamaño estándar de 1.000 megavatios… necesitaría 30 kilómetros de maquinaria de aspiración de aire y seis plantas químicas, con una huella de 6 kilómetros cuadrados”.22  El experto en energía Vaclav Smil calculó que, “para secuestrar solo una quinta parte de las actuales emisiones de CO2 [2010] tendríamos que crear una industria mundial enteramente nueva de almacenamiento-absorción-recolección-compresión-transporte cuyo rendimiento tendría que ser aproximadamente un 70 por ciento mayor que el volumen anual que ahora maneja la industria mundial de petróleo crudo, cuya inmensa infraestructura de pozos, tuberías, estaciones de compresión y almacenamiento demoró generaciones en construirse”.23 La captura y el secuestro de las emisiones actuales de dióxido de carbono en los EE. UU. requiere 130 mil millones de toneladas de agua por año, equivalente a aproximadamente la mitad del flujo anual del río Columbia. Esta nueva infraestructura gigante se ubicaría encima de la infraestructura actual de combustibles fósiles, todo para permitir la quema continua de combustibles fósiles.24

Un Principio de Precaución Planetaria para el Antropoceno

Si la emergencia ecológica planetaria de hoy es un producto de siglos de guerra en el planeta como un mecanismo de acumulación de capital, los esquemas de geoingeniería generados por el capital fósil se pueden ver como proyectos gigantescos para mantener el sistema en marcha llevando esta guerra a su último nivel. La geoingeniería bajo el actual régimen de acumulación tiene el único objetivo de mantener intacto el status quo, no perturbar las relaciones dominantes de la producción capitalista, ni siquiera buscar derribar la industria de los combustibles fósiles con la cual el capital está profundamente entrelazado. Las ganancias, la producción y la superación de la pobreza energética en las partes más pobres del mundo se convierten así en justificaciones para mantener el actual sistema de capital fósil, manteniendo a toda costa el régimen ambiental capitalista existente. La mentalidad de Prometeo detrás de esto está bien captada por una pregunta que Rex Tillerson, entonces CEO de Exxon Mobil Corporation, realizó, sin rastro de ironía, en una reunión anual de accionistas en 2013: «¿De qué sirve salvar el planeta si la humanidad sufre?» 25

La historia completa de la crisis ecológica que condujo a la actual emergencia planetaria, marcada por numerosos desastres —desde la destrucción casi total de la capa de ozono, la carga de nutrientes y la propagación de zonas muertas en el océano, hasta el cambio climático en sí— sirve para poner de relieve el sendero de locura asociado con cualquier intento de someter a la lógica ingenieril todo el planeta. La complejidad del sistema terrestre garantiza que surgirían enormes consecuencias imprevistas. Como advirtió Federico Engels en el siglo diecinueve, “No nos … adulemos demasiado a causa de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza.  Por cada victoria, la naturaleza se venga de nosotros.  Cada victoria, es verdad, en primer lugar produce los resultados que esperábamos, pero en el segundo y tercer lugar tiene efectos imprevistos muy diferentes que cancelan muy a menudo el primero». 26

Ante la incertidumbre, junto con una probabilidad extremadamente alta de infligir un daño incalculable al Sistema Tierra, es esencial invocar lo que se conoce como el Principio de Precaución dondequiera se plantee la cuestión de la geoingeniería planetaria.  Como ha explicado el economista ecológico Paul Burkett, la versión fuerte del principio de precaución incluye necesariamente lo siguiente:

(1) El Principio de Precaución Propiamente Tal, que dice que si una acción puede causar un daño grave, hay una razón de peso para contrarrestar las medidas y garantizar que la acción no se lleve a cabo.

(2) El Principio de la Responsabilidad Inversa, según el cual es responsabilidad de aquellos que apoyan una acción demostrar que no es gravemente dañina, lo que elimina la carga de la prueba para aquellos potencialmente perjudicados por la acción (por ejemplo, la población general y otras especies que ocupan el medio ambiente). En resumen, es la seguridad, más que el daño potencial, lo que necesita ser demostrado.

(3) El Principio de Evaluación Alternativa, que estipula que no se emprenderán acciones potencialmente dañinas si existen acciones alternativas disponibles que logren de manera segura los mismos objetivos que la acción propuesta.

(4) Todas las deliberaciones de la sociedad relacionadas con la aplicación de los puntos 1 a 3 deben ser abiertas, informadas y democráticas, y deben incluir a todas las partes afectadas.27

Está claro que la geoingeniería promovida en un contexto de un régimen capitalista de máxima acumulación se descartaría por completo por un fuerte principio de precaución basado en cada uno de los criterios enumerados anteriormente. Existe una casi certeza de un daño extremo para la especie humana como un todo que surge de todas las principales propuestas de geoingeniería.  Si la responsabilidad se colocara en los partidarios del status quo de la geoingeniería capitalista para demostrar que no se infligiría un gran daño al planeta como un lugar de habitación humana, tales propuestas no pasarían la prueba. Dado que la alternativa de no quemar combustibles fósiles y promover formas alternativas de energía es completamente factible, mientras que la geoingeniería planetaria conlleva inmensos peligros adicionales para el Sistema Terrestre en su conjunto, tal tecnología como un medio principal para controlar el calentamiento global sería excluida por ese criterio, también. Finalmente, la geoingeniería bajo el sistema económico y social actual involucra invariablemente a alguna entidad de la estructura de poder: un multimillonario único, una corporación, un gobierno o una organización internacional, que implementa tal acción aparentemente en nombre de la humanidad en general, mientras las partes más afectadas en todo el mundo se excluyen del proceso de toma de decisiones, con cientos de millones, quizás miles de millones, de personas pagando los costos ambientales, a menudo con sus vidas.  En resumen, la geoingeniería, particularmente si está subordinada al proceso de acumulación de capital, viola la versión más sagrada del Principio de Precaución, que se remonta a la antigüedad:  Primero, No causar daño.

La Eco-Revolución como única alternativa.

Como una extensión de la guerra actual en el planeta, un régimen de geoingeniería climática diseñado para mantener el actual modo de producción se opone fuertemente a la visión enunciada por Barry Commoner en 1992 en Hacer la paz con el Planeta, donde escribió: «Si el medio ambiente está contaminado y la economía enferma, el virus que causa ambos se encontrará en el sistema de producción”28. Hoy no cabe duda de que es el modo actual de producción, particularmente el sistema de capital fósil, el que necesita cambiar a escala global. Para detener el cambio climático, la economía mundial debe cambiar rápidamente a cero emisiones netas de dióxido de carbono.  Esto está al alcance de la mano con un esfuerzo concertado de la sociedad humana en su conjunto, utilizando medios tecnológicos sostenibles ya existentes, en particular cuando se combinan con los cambios necesarios en la organización social para reducir el desperdicio colosal de recursos y vidas que se incorpora al actual sistema alienado de producción.  Tales cambios no podrían ser implementados simplemente desde arriba por las elites, sino que requerirían la auto-movilización de la población, inspirada en las acciones revolucionarias de la juventud dirigidas a soluciones igualitarias, ecológicas, colectivas y socializadas, reconociendo que es el mundo. que heredarán lo que más está en juego.

La necesaria revolución ecológica de hoy incluiría, para empezar: (1) una moratoria de emergencia sobre el crecimiento económico en los países ricos junto con una redistribución descendente de ingresos y riqueza; (2) reducciones radicales en las emisiones de gases de efecto invernadero;  (3) eliminación gradual de toda la estructura energética de combustibles fósiles;  (4) sustitución por una infraestructura de energía alternativa basada en alternativas sostenibles, como la energía solar y eólica, y enraizada en el control local;  (5) recortes masivos en el gasto militar con el excedente económico liberado para ser utilizado en la conversión ecológica; (6) promoción de economías circulares y sistemas de desperdicio cero para disminuir la generación de energía y recursos;  (7) construir un transporte público efectivo, junto con medidas para disminuir la dependencia del automóvil privado;  (8) restauración de los ecosistemas globales en línea con las comunidades locales, incluidas las comunidades indígenas;  (9) transformación de la producción agrícola, monocultural y agroindustrial destructiva e intensiva en productos químicos, en agroecología, basada en pequeñas granjas sostenibles y en el cultivo campesino con su mayor productividad de alimentos por acre;  (10) institución de fuertes controles sobre la emisión de químicos tóxicos; (11) prohibición de la privatización de los recursos de agua dulce;  (12) la imposición de una gestión sólida, basada en la comunidad humana, de los bienes comunes del océano orientados a la sostenibilidad; (13) institución de nuevas medidas dramáticas para proteger especies en peligro de extinción;  (14) límites estrictos impuestos a la comercialización excesiva y destructiva por parte de las corporaciones;  (15) reorganización de la producción para desglosar las cadenas de productos actuales orientadas a la acumulación rapaz y la filosofía de après moi le déluge;  y (16) el desarrollo de formas de producción más racionales, equitativas, menos derrochadoras y más colectivas.

Se debería dar prioridad a una eco-revolución de este tipo para la eliminación más rápida imaginable de las emisiones de combustibles fósiles, pero esto a su vez requeriría cambios fundamentales en la relación humana con la tierra y en la relación de los seres humanos entre sí.  Se debería poner un nuevo énfasis en el desarrollo humano sostenible y la creación de un sistema orgánico de reproducción metabólica social.  Deben trascenderse siglos de explotación y expropiación, incluidas las divisiones en función de la clase, el género, la raza y la etnia.  La lógica histórica planteada por las condiciones actuales señala, por lo tanto, la necesidad de una larga revolución ecológica, instaurando un nuevo sistema de desarrollo humano sostenible destinado a atender la totalidad de las necesidades de los seres humanos como seres naturales y sociales:  lo que ahora se llama ecosocialismo.

Notas

  1.  http://trillionthtonne.org, consultado el 3 de junio de 2018. Tenga en cuenta que la billonésima tonelada métrica aquí se refiere a carbono acumulado (no dióxido de carbono).
  2. Jacobin, vol. 26 (2017).
  3. James Hansen et al., “Carga de los jóvenes: requisitos de emisiones de CO2 negativas”, Earth System Dynamics 8 (2017): 577–616; James Hansen et. al., “Carga de los jóvenes: requisitos de emisiones de CO2 negativas”, 18 de julio de 2017, http://columbia.edu.
  4. Ver John Bellamy Foster, «The Long Ecological Revolution», Monthly Review 69, no. 6 (noviembre de 2017): 1–16.
  5. Spencer Weart, “Entrevista con MI Budyko: Transcripción de la historia oral”, 25 de marzo de 1990, http://aip.org, El descubrimiento del calentamiento global (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2003): 85–88 ; Clima y vida (Nueva York: Academic, 1974), 485; M. I. Budyko y Y. A. Izrael, ed., Antropogenic Climate Change (Tucson: University of Arizona Press, 1991), 1–6; Premio Blue Planet, «Los galardonados: Mikhail I. Budyko (1998)», http://af-info.or.jp; John Bellamy Foster, «Ecología soviética tardía y la crisis planetaria», Revisión mensual 67, no. 2 (junio de 2015): 7-10.
  6. M. I. Budyko, Cambios climáticos (Washington, D.C .: American Geophysical Union, 1977), 235–36, 239–46; Foster, «Ecología tardía soviética», 11.
  7. Oliver Morton, The Planet Remade (Princeton: Princeton University Press, 2016), 137–38.
  8. Alan Robock, Luke Oman y Georgiy L. Stenchikov, “Respuestas climáticas regionales a la geoingeniería con inyecciones de SO2 en el trópico y en el Ártico”, Journal of Geophysical Research 113 (2008): D16101; Alan Robock, «20 razones por las que la geoingeniería puede ser una mala idea», Bulletin of Atomic Scientists64, no. 2 (2008): 15; Clive Hamilton, Earthmasters (New Haven: Yale University Press, 2003), 64.
  9. Robock, «20 razones por las que la geoingeniería puede ser una mala idea», 16.
  10. Ibid.
  11. Michael E. Mann y Tom Toles, The Madhouse Effect (Nueva York: Columbia University Press, 2016): 123; Robock, «20 razones por las que la geoingeniería puede ser una mala idea», 16.
  12. Hamilton, Earthmasters, 65–67; Robock, “20 razones por las que la geoingeniería puede ser una mala idea”, 17; Daisy Dunne, “Seis ideas para limitar el calentamiento global con la geoingeniería solar”, Carbon Brief, 9 de mayo de 2018, http://carbonbrief.org.
  13. Hamilton, Earthmasters, 52–55; Carbon Brief, “Seis ideas”.
  14. Hugh Powell, “Fertilizando el océano con hierro”, Oceanus 46, no. 1 (2008), http://whoi.edu; Hamilton, Earthmasters, 27–35.
  15. Powell, “Fertilizando el océano con hierro”; Hamilton, Earthmasters, 35.
  16. Abby Rabinowitz y Amanda Simson, «El secreto sucio del plan mundial para evitar desastres climáticos», Wired, 10 de diciembre de 2017.
  17. Rabinowitz y Simson, «El secreto sucio del plan mundial para evitar el desastre climático».
  18. Julia Rosen, “Las vastas plantaciones de bioenergía podrían ahuyentar el cambio climático y remodelar radicalmente el planeta”, Science, 15 de febrero de 2018; Rabinowiz y Simson, «El secreto secreto del plan mundial para evitar el desastre climático»; Grupo ETC, Biofuel Watch, Heinrich Böll Stiftung, The Big Bad Fix: The Case Against Climate Geoengineering (2017), 22, http: // boell.de.
  19. Hansen et al., “La carga de los jóvenes”.
  20. Group Grupo ETC, Biofuel Watch, Heinrich Böll Stiftung, The Big Bad Fix, 20–22; Michael Friedman, «Por qué la geoingeniería no es un remedio para la crisis climática», MR Online, 22 de mayo de 2018, http://mronline.org.
  21. Friedman, «Por qué la geoingeniería no es un remedio para la crisis climática».
  22. Hamilton, Earthmasters, 47–50.
  23. Vaclav Smil, “Global Energy: The Latest Infatuations”, American Scientist 99 (2011), http: // americanscientist.org. Vea también Jeff Goodell, «Coal’s New Technology», Yale Environment 360, 14 de julio de 2008, http://e360.yale.edu.
  24. Andy Skuce, “’Tendríamos que terminar una instalación nueva cada día laborable durante los próximos 70 años’: ¿Por qué la captura de carbono no es una panacea?”, Boletín de los científicos atómicos, 4 de octubre de 2016), http: / /thebulletin.org.
  25. Tillerson citó a Michael Babad, «CEO de Exxon Mobil:» ¿Qué tan bueno es salvar el planeta si la humanidad sufre? «Globe and Mail, 30 de mayo de 2017 (actualizado el 19 de junio de 2017).
  26. Karl Marx y Frederick Engels, Collected Works, vol. 25 (Nueva York: Editores internacionales, 1987), 460–61.
  27. Paul Burkett, «Sobre la prudencia eco-revolucionaria: el capitalismo, el comunismo y el principio de precaución», Socialismo y democracia 30, no. 2 (2016): 87.
  28. Barry Commoner, Haciendo la paz con el planeta (Nueva York: New Press, 1992), ix.
  29. Ver ETC Group, Biofuel Watch, Heinrich Böll Stiftung, The Big Bad Fix, 10.

(01 de septiembre de 2018)

(*) JOHN BELLAMY FOSTER es el editor de Monthly Review y profesor de sociología en la Universidad de Oregón.

 

Fuente (inglés):  https://monthlyreview.org/2018/09/01/making-war-on-the-planet/

Traducción al español: Pedro Landsberger.


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