Camilo Catrillanca, la última injusticia de siglos.
por Patricio López/DiarioUChile.
Todas las decisiones de Estado tienen consecuencias políticas y a veces graves, como ocurrió ayer con el balazo que hirió la cabeza y mató al comunero mapuche Camilo Catrillanca. Durante las últimas décadas, los sucesivos gobiernos han anunciado su solución para el complejo problema de la Araucanía, pero ninguna de ellas ha significado avances que hoy podamos recordar. Hay, sin embargo, entre todas esas decisiones, una que persiste: la utilización de Fuerzas Especiales de policías cada vez más militarizadas para enfrentar el conflicto entre el Estado Nación chileno y el pueblo mapuche.
Ya resultaba evidente, no, evidente no, demasiado evidente la total desproporción entre la realidad en la Araucanía y la formación según las lógicas de la guerra colombiana de los cuadros que dieron lugar al Comando Jungla. Una desproporción en el análisis de alguna autoridad que puede ocurrir en un escritorio, pero que luego tiene consecuencias graves porque como consecuencia mueren seres humanos, como ha ocurrido ayer. La aparatosa puesta en escena en el estreno de este escuadrón de élite, muy en la línea de la puesta en escena de la Operación Huracán en el gobierno pasado, ya daban a entender que el Gobierno y el Comando Jungla se preparaban para una guerra. Con un detalle que, nos parece, es de sentido común para cualquier observador: al otro lado no hay un ejército regular, ni siquiera hay grupos con armamento pesado, y salvo la repudiable muerte del matrimonio Lushinger Mackay, sin registro de acciones contra la integridad de las personas, sino contra la propiedad privada en reivindicación de lo que describen como el robo de sus tierras ancestrales. Este argumento es perfectamente plausible al punto que no solo muchos historiadores le dan razón, sino que además lo describen como parte de una política de Estado.
Parte central de esta desproporción que mata es el exacerbado valor que se le da a la propiedad privada, puesto que ayer el director general de Carabineros, Hermes Soto, ensayó explicar la muerte de Camilo Catrillanca al vincularla con el robo de un automóvil, asunto que en todo caso está aún lejos de ser probado y que lamentablemente, por la experiencia previa en el funcionamiento de la Justicia y de las policías en la región, nos induce a partir desde la desconfianza en vez de la confianza en los funcionarios del Estado. Ya los testigos han negado cualquier vínculo entre el comunero asesinado y el robo del automóvil, han dicho que Catrillanca volvía de su trabajo y que la única causa de su muerte es el operativo descomedido con que el Comando Jungla irrumpió, como muchas otras veces, en la comunidad de Temucuicui.
Esta exacerbación de la propiedad privada, lo que se traduce al final en falta de humanidad, no es solo propia de la Araucanía sino que caracteriza a la institucionalidad y la sociedad chilenas del siglo XXI. En estos mismos micrófonos, el ex ministro de la Corte Suprema, Carlos Cerda, nos alertaba respecto a que el Código Penal privilegia la propiedad privada por sobre la vida de las personas, tal como, hace un par de días, la profesora de la Universidad de Chile, Alejandra Mohor, cuestionaba que los medios de comunicación calificaran de héroes o heroínas a las personas que arriesgaban su vida para impedir el robo de su automóvil, cuando en realidad se trata de una reacción criticable que quita valor a la propia existencia.
Dentro como estamos todos y todas del microclima chileno, hay cosas que tienden a parecernos normales o dejan de producir indignación. Un diario esta mañana ha seguido la línea argumental del general Soto y entrelazó la suerte del comunero con el robo del automóvil. El otro ni siquiera lo llevó como titular principal y dijo que Camilo Catrillanca murió en un “incidente”. De más está decir que para estas construcciones mediáticas los mapuche no son asesinados, sino que simplemente mueren, como lo hacen los enfermos o los viejos por obra de la naturaleza.
Para conjurar el peligro de hacernos parte de esas creencias son necesarias voces que hablen por ojos que nos miren desde afuera, como ayer lo hizo Erika Guevara, directora para las Américas de Amnistía Internacional, quien afirmó que “Chile debe asegurar que nadie pierda la vida de esta forma y de inmediato investigar estos hechos. La persecución y criminalización del pueblo mapuche debe parar de inmediato”.
Estimados auditoras y auditores: no son hechos aislados. Son injusticias de siglos y ésta es la última.
Fuente: https://radio.uchile.cl/2018/11/15/camilo-catrillanca-la-ultima-injusticia-de-siglos/
Muerte y sufrimiento: la fracasada estrategia de Piñera que ya se intentó hace 130 años con igual resultado (Nota del Editor: extractos del artículo)
por Diego Ancalao Gavilán/ El Mostrador.
La muerte de Camilo Catrillanca Marín corona el fracaso total de la militarización en La Araucanía, de la visión de Alfredo Moreno que cree que el conflicto es un asunto de pobreza, o del Intendente Mayol que justifica la violencia desmedida por tratarse de un tema de violencia común. Resolver un problema político por medio de la represión no es la primera vez que se intenta. Los presidentes José Joaquín Pérez y Domingo Santa María, enviaron una dotación militar con armamento de guerra a La Araucanía, asesinando a mujeres y niños inocentes, entre 1861 y 1883. Hoy, 130 años después, es posible concluir que esa fracasada estrategia se sigue aplicando, ahora por el Gobierno actual, situación que no podemos volver a permitir.
La estrategia del Gobierno para resolver el conflicto entre el Estado y el Pueblo Mapuche, a juicio del Ejecutivo, pareciera ser que consiste en enviar un comando de operaciones policiales preparado en el extranjero para combatir el terrorismo y los carteles de la droga, a una región en que hay un pueblo reivindicando derechos políticos y territoriales, una paradoja, ya que los carteles del narcoterrorismo están en Santiago e Iquique fundamentalmente.
En efecto, el llamado Comando Jungla se preparó en Colombia, donde se descubrió la operación policial “Falso Positivo”, donde agentes de la policía mataban a civiles inocentes para culpar de terrorismo a la FARC, y segundo, que procesaban a personas inocentes acusándolas de terroristas para finalmente terminar absueltas y querellándose contra el Estado por cientos de millones, por acusaciones falsas. Tras esto, se puede concluir que llevar a un comando policial a prepararse a Colombia no trae como resultado mediaciones ni negociaciones políticas, sino que están preparados para asesinar personas.
Y este es lo que ocurrió en Ercilla, donde efectivos de la policía asesinaron a Camilo Catrillanca Marín, de 24 años de edad, en medio de un operativo de dudosa legalidad del Comando Jungla, que viene a confirmar que el Gobierno de Sebastián Piñera reforzaría la seguridad en la zona, para grandes empresarios que exigen una mayor protección a sus fundos para la explotación.
El poder del Estado es para “proteger a los más débiles de la opresión, contener a los ambiciosos y asegurar a cada uno la posesión de lo que les pertenece”, así lo dice hasta el Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau. Pacto que claramente está violando hoy el Ejecutivo, lo que no se puede permitir.
Llama la atención que hablen de la necesaria paz en La Araucanía por métodos violentos, cuyo resultado sería más violencia, lo que acredita que hay un desmedido intento en transformar el problema político entre el Estado y el Pueblo Mapuche, que nace desde la violación del Tratado de Tapihue –firmado en 1825–, en el Gobierno de Ramón Freire, en un problema de seguridad pública, transformado este histórico caso en un conflicto de delincuencia común como lo declara el intendente Mayol, o para el ministro Moreno, la creencia de que el origen del conflicto es la pobreza. Esto es absolutamente falso.
Este problema político intentaron resolverlo por medios violentos los presidentes José Joaquín Pérez y Domingo Santa María, enviando una dotación militar con armamento de guerra a La Araucanía, asesinando a mujeres y niños inocentes. Entre 1861 y 1883. Hoy, 130 años después, es posible concluir que esa estrategia violenta y fracasada se sigue aplicando, ahora por el Gobierno actual, situación que no podemos volver a permitir……
Fuente (artículo completo): https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2018/11/15/muerte-y-sufrimiento-la-fracasada-estrategia-de-pinera-que-ya-se-intento-hace-130-anos-con-igual-resultado/
Fuente: Red Charquicán.
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