La cara oculta de Venezuela.

En la foto: Nicolas Maduro y su esposa Cilia Flores, llegando a la Asamblea Nacional, Caracas, 10 de agosto de 2017.

por Manuel Cabieses D.

El 10 de enero Nicolás Maduro Moros prestará juramento ante el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela para un segundo periodo presidencial. En Caracas se prepara una manifestación popular en apoyo a su gobierno. Maduro también dirigirá un mensaje a la Asamblea Nacional Constituyente que está elaborando una nueva Constitución.

Maduro fue reelegido el 20 de mayo del 2018 por más de 6 millones de votos. En la elección participaron candidatos opositores: Henri Falcón (obtuvo casi 2 millones de votos), Javier Bertucci (más de un millón) y Reinaldo Quijada (36 mil).

Los procedimientos del Consejo Nacional Electoral fueron exactamente los mismos que en diciembre del 2015 reconocieron la victoria de la oposición en la Asamblea Nacional.

Cada paso del gobierno de Maduro se ha ceñido estrictamente a las disposiciones de la Constitución de 1999 que proclamó la República Bolivariana de Venezuela.

Esta es la “cara oculta” de Venezuela porque la guerra sicológica de los medios de comunicación internacionales ha instalado una imagen mentirosa y grosera de la realidad venezolana.

La artillería mediática hace creer al mundo que la reelección de Maduro fue fraudulenta y que el 10 de enero dejaría de ser el legítimo presidente. Esto permitiría a la Asamblea Nacional opositora formar un gobierno provisional que recibiría el inmediato reconocimiento de EE.UU., el Grupo de Lima y la Unión Europea.

Lo burdo de esta maniobra delata su origen. Tan peregrina idea sólo puede haber surgido del cerebro oligofrénico del Departamento de Estado. El secretario de Estado, Mike Pompeo, ex director de la CIA, hizo evidente esa paternidad al comunicarse por teleconferencia con el Grupo de Lima para orientar las resoluciones de su reunión en la capital peruana. Luego de oír la voz del amo el Grupo se articuló -salvo la honrosa excepción de México- con la opositora Asamblea Nacional de Venezuela para crear zozobra e incertidumbre sobre lo que ocurrirá el 10 de enero.

La artillería mediática mantiene el suspenso. ¿Qué ocurrirá en Venezuela? ¿El caos? ¿El golpe de estado? ¿Una guerra civil? ¿La intervención militar extranjera?

Esta es la cara de Venezuela que vende al mundo la conspiración encabezada por EE.UU.

Sin embargo la realidad es bien distinta. La oposición venezolana está diezmada y es incoherente. La Asamblea Nacional -despojada de toda atribución constitucional por el Tribunal Supremo de Justicia-, no tiene fuerza política, social ni militar para constituir gobierno alguno en Venezuela.

En la AN opositora -que al instalarse el 2015 anunció que derrocaría al presidente Maduro en seis meses- conviven partidos que no han logrado levantar una alternativa al gobierno del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados.

Motivos no faltan para la existencia de una oposición democrática. Pero las reyertas y rivalidades han llevado a la inanición a partidos y caudillos.

La situación económica de Venezuela es muy difícil: recesión e hiperinflación provocadas por el desplome del precio del petróleo, la guerra económica del imperio y los propios errores y vacilaciones del gobierno. Los salarios y pensiones se hacen sal y agua. Han emigrado cientos de miles de venezolanos, entre ellos muchos jóvenes profesionales. Hay escasez de alimentos y medicinas que Venezuela no puede importar por el bloqueo de sus cuentas bancarias. La corrupción ancestral recrudece impune. La angustia y decepción cunden en vastos sectores populares. Es una situación que Venezuela nunca antes conoció. La renta petrolera permitía una política que enriquecía a la cúpula pero también hacía más tolerable la miseria de la mayoría. Las señoras de las clases pudientes -como en Cuba- viajaban a “hacer el mercado” a Miami. Los comerciantes de París llamaban a los turistas venezolanos “los deme dos” por lo ostentoso de su derroche. El país no producía casi nada, salvo petróleo. Era más barato importar que producir.

La revolución bolivariana que encabezó el Comandante Hugo Chávez -lograda mediante votos, como intentó Allende-, ha soportado a pie firme la ofensiva imperial que busca recuperar el control del petróleo y otras riquezas mineras de Venezuela. Más de veinte elecciones y plebiscitos demuestran que existe una amplia base popular que apoya a la revolución bolivariana. Eso mismo plantea una exigencia al gobierno chavista: ser o no ser. Poner atajo a los factores internos que impulsan la crisis; castigar en forma ejemplar la especulación, el ocultamiento y contrabando de alimentos y medicinas; sancionar a los funcionarios corruptos.

El presidente Nicolás Maduro tiene que actuar con energía y prontitud para conjurar el peligro de languidecer y morir de frustración que amenaza a la revolución y que es la forma más vergonzosa de morir para una revolución. En América Latina y el Caribe la derrota de la revolución bolivariana sería un golpe muy grave para quienes intentan levantar un nuevo proyecto socialista en la región.

Enero 2019

www.puntofinalblog.cl

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