por Natalia Saavedra/El Mostrador.
El fundador de la cadena de supermercados DyS sabe de contrastes. Ha sostenido por años su irrestricto apoyo a Pinochet, pero ha apoyado, tanto financiera como ejecutivamente, al Gobierno de Sebastián Piñera. Hoy el holding de negocios Drake financia el quehacer de una serie de fundaciones que lo obsesionan con el negocio que hoy, parece, tiene más réditos para los empresarios: la influencia social y política.
Viene llegando del Polo Sur y está lejos de llevar una vida de retiro. Es más, Nicolás Ibáñez (62 años) ha comenzado a reaparecer en la escena nacional a través de sus fundaciones y del despliegue mediático que hace con sus columnas permanentes en El Mercurio. Una suerte de regreso a la primera fila, considerando que en el 2016 su intención era evaluar su estancia en el país, en medio del clima de decepción que había en el empresariado ante la administración de Michelle Bachelet.
Ibáñez no es un personaje menor, menos uno que pase inadvertido. Fue propietario, junto con su hermano, de una de las cadenas de supermercados más exitosas del país: DyS, el grupo de retail vendido en dos etapas –en el 2009 y en el 2013–, proceso que selló el ingreso de Walmart a la propiedad y que le significó a la familia un pago cercano a los US $2 mil millones.
Siempre fue reconocido en la industria por dedicarse full a la gerencia de los supermercados, supervisaba el día a día de estos y marcó hitos en el rubro, como haber sido la primera cadena que introdujo la lectura de precios con códigos de barra. Trabajólico, confesó una vez que tenía una cama en la oficina por las largas horas que pasaba en las dependencias del holding dueño también de Ekono y Bodegas aCuenta.
De carácter fuerte, nunca tuvo tapujos en decir que apoyó a Augusto Pinochet, tanto así que instaló un busto del fallecido general en las dependencias de DyS, hecho que ha quedado marcado a fuego en su biografía y que no ha estado libre de críticas. Es, además, un ferviente católico del ala conservadora de esta Iglesia. Fiel a su estilo sin pelos en la lengua, apoyó al cura Legionario de Cristo John O’Reilly cuando fue acusado –y después condenado– por abuso sexual contra una niña menor de edad. Le ha costado que sea olvidada la portada de La Nación Domingo, donde se dieron a conocer y comentaron las denuncias por violencia intrafamiliar que le hizo su exmujer, sobre todo la desesperada y fallida maniobra que intentó para impedir que se leyera: comprar todos sus ejemplares en todos los quioscos del país.
Ha dicho también que no cree en los derechos sociales. “Son una postura demagógica, muy atractiva en el sentido de que abre la ilusión que hay algo que me pertenece y que me lo han quitado o que otra persona se ha apropiado de eso y, en definitiva, en nuestro mundo de los liberales pensamos que el único derecho que uno debiera tener es el derecho de libertad: hacer lo que yo quiero hacer, ojalá que el Estado no se meta ni en mi bolsillo ni en mi cama, yo sabré qué es lo que hago en mi plano personal. Puede haber en la derecha personas más conservadoras que digan ‘no, tenemos que dar una orientación, acerca de cómo te tienes que comportar, en tu calidad de mujer o de hombre, o en tu calidad de familia’ y eso en cierto sentido digamos que es normal, pero muy respetuoso en la medida en que no coarte mi libertad. La concepción que hay un derecho y que necesito un tercero que me lo garantice es indigno. Lo que sí necesito es que nadie se apropie de mi espacio de libertad”, sentenció en una entrevista a La Tercera en el 2018.
Su apoyo político irrestricto hoy está con Piñera. Aportó más de $80 millones a su campaña. Tiene influencia en La Moneda y desde su Fundación para el Progreso (FPP) –que cumple seis años– ha tratado de ir instalando la idea de que sus integrantes son más “chascones” de lo que se piensa, gente que conoce bien el recambio de la centroizquierda, que hicieron política en el 2011 y leen bien las subjetividades del cambio social y con el objetivo de que la derecha dé vuelta la página de la dictadura.
Tres nombres cercanos a él llegaron al gabinete: Gerardo Varela a Educación, el canciller Roberto Ampuero y, meses después, Mauricio Rojas. “El Gobierno ha reconocido que el ideario liberal clásico tiene que servir de orientación porque ese es el ideario que ha sacado de la pobreza, la inequidad y la falta de inclusión a los pueblos. Si queremos realmente transformar a este país en un país desarrollado no porque tenga miles de torres, sino porque hay una clase media sólida, donde hay niveles de inclusión social y de solidaridad propios de un país desarrollado, se requieren las orientaciones propias del liberalismo clásico y no las de un socialismo trasnochado”, dijo en una entrevista cuando sus cercanos llegaron a La Moneda.
Claro que, de los tres, solo sobrevive –y bastante cuestionado por su desempeño– el ministro Ampuero. A través del diario defendió a Rojas cuando fue sacado del Gobierno: “Si alguien puede ayudar a dar vuelta la página y mirar hacia el futuro en una sociedad tolerante y respetuosa, que incluya a todos, a pesar de sesgos totalitarios y apernados en el pasado, ¡ese es Mauricio Rojas!”.
Y sus “orejeros” a veces no lo ayudan a empujar su idea de liberalismo. La FPP nació de la mano de su amigo Dag von Appen.
Pura influencia
Después de su repliegue del 2016, hoy ha ido ganando presencia en diferentes esferas. Una de ellas es el lanzamiento de una nueva fundación que se suma a las que ya tiene.
El analista político Marco Moreno explicó, sobre la evolución de Ibáñez, que “el objetivo de los think tanks –y la FPP lo es– es influir el diseño de políticas públicas. Para eso, un camino es colocar miembros o colaboradores en espacios de toma de decisiones. Ibáñez ha seguido el modelo exitoso de Libertad y Desarrollo, que también ha hecho una apuesta en este sentido, teniendo un rol clave en la actual administración de Piñera, así como en su primer Gobierno”.
La estructura del empresario alberga a la FPP y a la Fundación Futuro Valparaíso. Es que la familia Ibáñez es originaria de la Quinta Región y, precisamente, esta fundación tiene su foco en la actividad en la zona de Viña del Mar y la ciudad puerto, y es la que actualmente ha sostenido la paupérrima situación financiera de Santiago Wanderers (SW), con préstamos al club por más de $3.200 millones.
Ibáñez tiene injerencia sobre el equipo: de hecho, ante su mal desempeño futbolístico resolvió, a fines del 2018, sacar a varios de sus directores. La fundación se describe a sí misma como “benefactora” de SW y dicen que, después de años de pérdidas y malos resultados deportivos, este 2019 el empresario está decidido a sacarlo del hoyo.
También maneja la Fundación Oportunidad Mayor, que realiza una serie de actividades de apoyo social a la tercera edad. De ahí salió otro ejecutivo cercano a Ibáñez que hoy está en el Gobierno: Octavio Vergara, quien fuera director ejecutivo de la fundación y hoy es director del Servicio Nacional del Adulto Mayor.
Otras dos fundaciones de Ibáñez son Alerce 3000, con foco en medioambiente, y La Otra Mirada, un espacio de debate. Además está Chile+Hoy, una ONG que financia ideas innovadoras que aporten al desarrollo del país y acaba de sumar una nueva organización con una declaración de principios bastante atrevida: AthenaLab, la que habla mucho de la personalidad de Ibáñez, quien es reservista del Ejército.
Por estos días el exdueño de DyS está de cabeza en el lanzamiento de Athena, en honor a la diosa griega de la estrategia militar, lo que está en sintonía plena con el foco de la ONG de pensar propuestas para la defensa y las relaciones internacionales. Según la declaración de principios de la fundación, su actividad estará puesta en proponer estrategias para temas trasnacionales como migraciones, terrorismo, crimen organizado, control epidemiológico, ciberseguridad y cambio climático. Todo, considerando que Chile puede hacer un aporte concreto al circuito mundial que dirige estas discusiones.
“Nuestro objetivo es provocar, generar debate, promover el pensamiento crítico, entusiasmar, educar e informar a nuestra audiencia. Un laboratorio de ideas y de análisis de realidades inspirado en la diosa griega de la sabiduría y la estrategia militar, Atenea (…). [E]ste nuevo escenario, donde supuestos como la hegemonía estadounidense se empiezan a desvanecer y el riesgo aumenta hacer urgente la actualización y coordinación de la política exterior y de defensa de Chile, que hasta ahora se ha basado en patrones básicos: igualdad jurídica de las naciones; no intervención en asuntos internos de las naciones; integración económica como factor de crecimiento y búsqueda de equilibrios disuasivos con los vecinos”, reza parte del borrador de la declaración de principios.
El sostén de Drake
Ibáñez no armó estas fundaciones improvisando. Sus negocios son los que les dan la viabilidad económica a cada una y, en ese punto, Drake, su brazo de inversiones, juega un rol clave.
Nació en el año 2000, poco antes de que Ibáñez saliera totalmente del negocio de supermercados. “El corazón del Grupo Drake se encuentra en varias actividades empresariales y filantrópicas donde se destaca el desarrollo de un negocio de comestibles en Chile. El negocio de comestibles se vendió a Wal-Mart, el operador de supermercados líder en los Estados Unidos. La gestión responsable de los eventos de liquidez ocurridos en 2009 y 2014 se ha convertido en el foco de atención por parte del Grupo”, explicó el fondo.
De Drake (como el famoso corsario inglés) surge la fundación del mismo nombre que da soporte a las otras fundaciones del empresario. “Drake se compromete anualmente con varias relaciones a través de sus brazos: Fundación Drake y Chile+Hoy. La mayor parte de los esfuerzos se concentran en los sectores de educación y medio ambiente. Drake también se ha asociado activamente con varios think tanks chilenos, cuidado de ancianos y fundaciones culturales de niños. Además, el grupo Drake apoya a la Universidad Adolfo Ibáñez con una escuela de artes liberales que inscribe a más de 11.000 estudiantes en programas de pregrado y postgrado. Fundada en 1953 por la familia Ibáñez, la universidad ofrece 15 carreras profesionales, como: escuelas de negocios, ingeniería, derecho, psicología y periodismo. “La Universidad Adolfo Ibáñez fue la primera institución educativa en Chile en ofrecer un programa de MBA”, se precisa en la historia oficial del conglomerado.
Chile+Hoy es la organización que administra los fondos de las otras fundaciones. Todas las ONG deben postular sus proyectos y fondos.
En el directorio de Drake trabajan los más cercanos colaboradores de Ibáñez, como su hijo Nicolás; el fundador de Compass, Jaime de la Barra; el socio de Econsult, Antonio Larraín; y el abogado Alberto Eguiguren, entre otros. A través de Drake Investment, Ibáñez tiene como foco hacer rentar su fortuna y reinvertirla en estas obras.
Drake Investment tiene un amplio portafolio de inversiones. Entre ellas están: Colgram (matriz de la marca Colloky), Aviasur, Santiago Medical Institute, Lácteos Tronador, Manuka, Bopar S. A. (criadero de plantas), Papa Jhon’s (Chile, España y Costa Rica), Inmobiliaria Indesa, el banco privado del Reino Unido Hampden & Co y la destilería The Tree Stills.
Esas inversiones nunca podrán ser “tocadas” por los herederos de Ibáñez, pues su obsesión es que las fundaciones sobrevivan más allá de su presencia en ellas. El modelo de Drake implica que todo el capital que está ahí funciona con un sistema de endowment, es decir, financian solo las fundaciones y no son una fuente de ganancia para retirar utilidades.
Asimismo, son empresas que no pueden venderse para goce personal ni tampoco permiten retirar capital. Manejan, además, un brazo de inversión inmobiliaria y un área de endowment. Tienen oficinas en Suiza, Miami y Nueva York.
Eso porque, a modo personal, Ibáñez invierte en lo que él quiere. Dinero no le falta. Le gusta correr en yate, intentó subir el Everest (perdiendo dedos en el intento) y está construyendo una capilla en una finca que tiene en Escocia. Tiene vinculación activa con 33 sociedades y acaba de crear una nueva sociedad, Monte Tronador, para manejar activos inmobiliarios.
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