Seguimos pendientes de la situación en Venezuela tratando de enterarnos de lo que ocurre traspasando la intricada maraña de mentiras y operaciones psicológicas que en la Argentina y casi todo los países del continente difunden las cadenas mediáticas. En nuestro país tenemos algunas ventajas porque los medios y comunicadores que nos mienten sobre Venezuela, son los mismos que nos machacan todos los días que el gobierno de Macri va muy bien, a contrapelo de la realidad que vivimos que nos dice que estamos peor, somos rehenes del FMI y estamos endeudados por generaciones.
Los que nos cuentan nuestros amigos de Venezuela de distintas generaciones, edades y distribución en distintos puntos del país nos dicen que lo que ocurrió ayer, 23 de enero de 2018, confirmó lo que nos venían diciendo en los días previos.
La derecha iba a jugar fuerte aprovechando condiciones de malestar creadas por la guerra económica y sus consecuencias: 13 meses de hiperinflación que licuan los salarios, escasez de alimentos, colapso de algunos servicios públicos. Pero también por algunos errores del gobierno que los han distanciado de una parte importante de su base social.
La derecha consiguió sus objetivos de dar un marco de cierta masividad a la proclamación de un presidente ilegal e inconstitucional por donde se lo mire. Suficiente para ser más importante que las concentraciones del chavismo en Caracas y en algunos otros puntos del país, pero no tan numerosa, al punto que tuvieron que trucar la foto del primero de setiembre de 2016, la última gran concentración de la oposición. Ese día la oposición reunió alrededor de 70.000 personas y fue superada por el chavismo que superó los cien mil en la avenida Bolívar.
Como me lo habían anticipado mis amigos venezolanos, la movilización del chavismo fue grande pero mucho menor que en otras oportunidades. Y resulta importante analizar la declinación de esa movilización, porque de alguna manera tiene su correlato con lo que está pasando con las últimas elecciones. Después de la derrota de diciembre de 2015 el chavismo ha ganado todas las elecciones (a alcaldes, a gobernadores, a Presidente y a concejales) pero cada vez con menos participación de votantes. Seguro que hay desgaste por los problemas económicos, pero también hay gestos surgidos desde el propio gobierno que han aportado poco a cimentar la unidad con el pueblo.
El pueblo puede entender que, producto del acoso imperial, haya que ajustar las economías familiares y hasta podría entender que para mantener el apoyo de las fuerzas armadas, se haga la vista gorda a hechos de contrabando que cuentan con la complicidad de quienes vigilan las fronteras. Pero que Ministros elegidos por el Presidente y de su círculo íntimo se estén enriqueciendo con la devolución de tierras expropiadas o con la quiebra y posterior privatización de empresas públicas es directamente inaceptable. Como me decía una compañera: la fruta podrida puede ser escasa, pero es la que más desprende olor. Que funcionarios utilicen su carnet de “revolucionarios” para actuar irresponsablemente, prometiendo cosas que nunca cumplirán, son abusos que el pueblo chavista no se merece y que solo pueden ser ejercidos por personas carentes de sensibilidad popular. Actitudes irresponsables como prometer billetes nuevos o perniles o frecuencia en las entregas de cajas CLAPS, cuando la provisión y el despacho no está asegurado, significa perderle el respeto al pueblo.
En las horas difíciles corresponde a quienes tienen mayores responsabilidades de gobierno la mayor seriedad y correspondencia entre lo que dice con lo que hace. Esta flojera se corresponde con el progresivo desconocimiento de la nueva institucionalidad, la concentración de funciones en el viejo Estado y el desplazamiento de probados militantes por funcionarios cuyos antecedentes son sus recorridos como buenos trepadores en la función pública. Sobre estos hechos han advertido veteranos dirigentes como Isaias Rodríguez, Julio Escalona, Elías Jaua, y algunos antiguos compañeros de Maduro de la Liga Socialista y la única respuesta ha sido el silencio y el destrato. Ese destrato, que también se ha ejercido contra sectores del pueblo, tiene su vuelto. En días cruciales, muchas personas que se sienten chavistas o que nunca irían a una movilización promovida por la derecha se quedan en la casa.
Haciendo un balance del día 23 resulta evidente que la derecha no consiguió su objetivo de quebrar a las Fuerzas Armadas y quien hoy sigue gobernando en Miraflores es Maduro. Esa fidelidad demostrada por las Fuerzas Armadas da una nueva chance para que el chavismo pueda rearmar fuerzas y presentar una sólida alianza pueblo-gobierno, única posibilidad de sustentar una larga confrontación como la que se avecina. Es de esperar que aunque no sea por convicción, por simple razones de supervivencia, Maduro y su gobierno tomen medidas defensivas largamente esperadas por el pueblo. En esa dirección, la decisión de romper relaciones con Estados Unidos es de alto voltaje geopolítico porque blanquea que el Imperio no sólo tiene injerencia en asuntos venezolanos sino que conduce a la oposición. Poniendo blanco sobre negro enfrenta a los gobiernos del mundo a la decisión de aprobar o no que una potencia intervenga directamente en asuntos de un país. El comunicado de la cancillería rusa tomó posición en estos nuevos debates que empieza a cambiar las preguntas sobre Venezuela.
La debilidad de la derecha es su fragmentación política. Si bien tiene una conducción estratégica desde Estados Unidos, cuando queda librada a sus decisiones se desmadra en hechos de violencia fuertemente antipopulares como tratar de incendiar un hospital público, como hicieron en Amazonas, o quemar una estatua de Chávez, como hicieron en el Estado de Bolívar. Su alianza con la delincuencia común multiplica los hechos vandálicos que sólo causan espanto y rechazo en la población.
Después del 23 de enero todos los escenarios quedan abiertos. Puede haber invasión directa yanqui o por delegación (Colombia) inventando una excusa a partir de una operación de falsa bandera; puede haber una continuidad del desangre económico girando al gobierno fantasma, los dineros de cuentas pendientes a pagar al Estado venezolano; o puede haber una nueva vuelta de tuerca al bloqueo económico (modelo libio). En todos los casos la suerte del proceso bolivariano depende de la lucidez de sus dirigentes y gobernantes, de que mantenga la unidad de las fuerzas armadas y el respaldo a la constitución, y de la solidaridad internacional, pero sobre todo de lo que haga o deje de hacer el pueblo venezolano.
Enero 25, 2019.
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/algunas-cosas-que-nos-cuentan-desde-venezuela/
Cieza es un militante argentino, exintegrante de las Fuerzas Peronistas y coordinador de la cátedra Che Guevara en la Universidad Nacional de La Plata. Entre sus duras vivencias destaca el haber sido testigo del genocidio de la dictadura argentina (Jorge Rafael Videla 1976-1983) en el caso ESMA cuando estuvo secuestrado en ese recinto. Muchos han sido sus aportes al crecimiento social de su país natal, entre ellos su participación en la publicación clandestina de la revista Campana de Pablo y del Boletín Sindical; su militancia en el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón; además de la creación de novelas Destiempo (1997) y Veteranos de guerra (1999); así como de las obras inspiradas en Venezuela: Crónicas venezolanas (2015) y la compilación Chavismo por argentinos (2016). (Fuente (extractos): http://www.elperroylarana.gob.ve/guillermo-cieza-no-soy-escritor-soy-un-militante-popular-que-escribe/).
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