por Tariq Alí (*)/ Sin Permiso.
Justo antes de su asesinato, el activista negro radical participó en un debate en Oxford. Tariq Ali recuerda su encuentro, que lo dejó en estado de shock (y que ahora es el tema de un programa de televisión).
Malcolm X se hizo internacionalmente famoso el día después de que el presidente John F. Kennedy fuera asesinado. Cuando se le preguntó si quería hacer algún comentario, Malcolm respondió tranquilamente a los reporteros de televisión estadounidense de que no estaba para nada sorprendido de que “si crías cuervos, te sacarán los ojos” [1].
Era noviembre de 1963 y, por aquel entonces, él era un destacado miembro de la Nación del Islam, una organización separatista negra. Su líder, Elijah Muhammad, le repudió públicamente y le prohibió hablar en público.
Yo había llegado a Oxford un mes antes y fui testigo del asesinato de Kennedy en la BBC. También leí los comentarios de Malcolm en la prensa. Un año más tarde, Eric Abrahams, amigo mío y presidente jamaicano radical de la Oxford Union, decidió invitar a Malcolm a participar en su debate de despedida. El tema de éste fue una cita de Barry Goldwater, el candidato republicano y de extrema derecha a la presidencia: “el extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio, la moderación en la búsqueda de la justicia no es una virtud”.
Para nuestro asombro, Malcolm accedió a venir y a defender la moción. Pero surgió un problema: el sindicato de estudiantes no tenía los fondos necesarios para pagar el billete de Malcolm. Abrahams mencionó esto a un conocido suyo de la BBC. En cuestión de días, la Beeb [2] accedió a comprar su billete de avión, siempre y cuando tuviera derechos exclusivos para filmar y transmitir el debate. Nos reímos mucho y aceptamos. Sí, la BBC era una camarilla diferente en esos tiempos y su director general, Hugh Greene, aunque pareciera apacible, era ferozmente independiente. Consecuentemente, el debate tuvo lugar y ahora es parte de la historia de Malcolm X: dos libros sobre su visita a la Oxford Union, una película en camino y, para esta misma semana, un documental que se lanzará en el Smithsonian Channel del Reino Unido.
Yo lo conocí el día del debate. Me saludó con una gran sonrisa como un “hermano musulmán”. Sentí que tenía que desilusionarlo inmediatamente. “Sólo de boquilla”, le susurré. “Soy ateo”. Para mi asombro, rugió. “Acabo de terminar un viaje al mundo musulmán”, dijo, “y he conocido a mucha gente como tú”. Había sido un viaje educativo y me comentó cómo los teólogos de la Mezquita de al-Azhar en el Cairo le habían convencido de que, fuera lo que fuera, la Nación del Islam no era una organización musulmana. El Islam era universalista, no separatista en ningún sentido de la palabra. La presencia de peregrinos de ojos azules y piel clara en la Meca, que a él le complació, le ayudó a completar su ruptura ideológica con sus antiguos compañeros.
Su discurso en el sindicato de estudiantes no fue una de sus presentaciones virtuosas en términos de ritmo, cadencias improvisadas, silencios y estallidos. En su apogeo, los discursos de Malcolm fueron como jazz hecho palabra, con gestos, sí, pero sin ningún otro acompañamiento (excepto por la respuesta de la multitud). Pero eso estaba reservado para su propia gente. En esto, no era diferente a Fidel Castro, a quien había conocido y hospedado en Harlem unos años antes.
Aquí, en un país extranjero y en un famoso lugar, estaba un poco desconcertado, susurrándome: “nunca antes me había dirigido a un público blanco tan bien vestido”. La importancia de su discurso radica en su contenido político. Rompió con el separatismo negro en público, declarando que los matrimonios entre razas estaban bien y que los blancos y los negros tenían que unirse y luchar contra el sistema.
Las ideas de Malcolm estaban en un proceso de transición. Él se estaba alejando de un identitarismo político que, estrecho y claustrofóbico, había devenido en políticamente paralizante. Las tormentas estaban por venir, pero eran visibles en la esperanza que se podía ver en las caras de muchos de los asistentes de esa noche, que le dieron a Malcolm una gran ovación.
Más tarde, esa misma noche, hablamos en privado de muchas cosas: se oponía por completo a la guerra de Vietnam y apoyaba la revolución cubana, la cual le había urgido a estudiar las ideas del socialismo y de Marx. ¿Y qué hay de su esparrin contemporáneo, Martin Luther King? Él expresó respeto, pero también desacuerdo.
Cuando me levanté para irme, esperaba que nos encontráramos de nuevo. Su respuesta me dejó pasmado. Él tenía dudas de que lo hiciéramos porque “le iban a matar pronto”. Me senté, en estado de shock, y dos pensamientos me vinieron a la cabeza simultáneamente: o es un estafador o es un gran hombre. El veredicto de la historia confirmó mi instinto. “¿Quién te matará, Malcolm?”. No tenía ninguna duda de que sería la Nación del Islam, o el FBI, o ambos. Pasados tres meses, fue asesinado por la combinación que había predicho, aunque toda la verdad aún permanece oculta a la vista del público.
Malcolm estaba convencido de que el establishment de su tiempo podía tolerar a los líderes negros siempre y cuando no se movieran de los guetos. Cualquier intento de movilizar sus fuerzas fuera de éstos sería aplastado. Tres años después de la muerte de Malcolm X, King también fue asesinado. Enfrentado a las realidades del imperialismo y de la guerra, King rompió con los Demócratas, estaba pensando en presentarse como candidato independiente a la presidencia y denunció a su propio país como “el mayor proveedor de violencia del mundo”.
La dicotomía del “negro bueno, negro malo” nunca fue tan precisa. Tanto King como Malcolm eran líderes políticos en transición; ambos estaban rompiendo con posiciones previamente mantenidas. ¿Dónde podrían haber ido a parar si sus vidas no hubieran sido brutalmente truncadas? ¿Quién sabe?
La famosa descripción de Malcolm del sistema bipartidista sigue siendo tema de mucho debate: “los zorros y los lobos suelen ser de la misma estirpe. Pertenecen a la misma familia, creo que se llama canina. Y la diferencia es que el lobo, cuando te muestra sus dientes, sabes que es tu enemigo; y el zorro, cuando te muestra sus dientes, parece estar sonriendo. Pero no importa con cuál de ellos vayas, siempre terminas en la casa del perro”.
Notas (de la traducción):
[1] Nota de traducción: en el original, “the chickens were coming home to roost”. Ésta es una expresión inglesa cuya idea fuerza es que, de la misma manera que una gallina siempre vuelve al gallinero al atardecer, las malas acciones de un individuo se acaban volviendo siempre contra él.
[2] Nota de traducción: “the Beeb” es una manera informal de referirse a la BBC.
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