En el Chile de hoy los trabajadores y trabajadoras: A reinventarlo todo.

por Marcela Cornejo/Prensa Irreverente.

 

Este primero de mayo en Chile, se conmemor[ó] el día de los y las trabajadoras en un contexto nacional crítico. El avance de las reformas neoliberales tiene al pueblo en general, sometido al arbitrio de los políticos de turno, transformados en monigotes de los dueños de Chile. 

 

Un poco del Chile de hoy, mirando a los de arriba

 

Pagados desde hace décadas por el empresariado chileno y extranjero, los parlamentarios han encontrado en la función pública legislativa un espacio para acumular riquezas, a costa de los derechos de los más pobres del país.  

 

Necesario es recordar el financiamiento ilegal de los partidos políticos, donde las empresas del grupo Matte encabezaron la lista: Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC) y 14 firmas vinculadas, el Banco Bice, Colbún y Entel. Sigamos haciendo un poco de memoria, el Grupo Luksic, el mayor conglomerado económico de Chile sumó a la lista a sus empresas: Banco de Chile, CCU, y las mineras Los Pelambres, Antofagasta PLC y Esperanza, Quiñenco. Empatado con el Grupo Luksic está el Grupo Solari-Cúneo-Del Río con 20 empresas que financian la política, como Sodimac y cinco compañías filiales de Falabella, entre otras. El famoso Grupo Penta, también montó una amplia operación de donativos políticos, que involucra a 14 compañías de su propiedad, entre ellas la Isapre Banmédica, la Clínica Santa María, Clínica Dávila, la aseguradora Penta Security, Penta Las Américas, Inversiones Banpenta, Penta Administradora General de Fondos, Penta Capital de Riesgo, Penta Corredores de Bolsa, Penta Propiedades, Vida Íntegra y la matriz Empresas Penta. Así la lista se hace casi interminable.  

 

El sistema de coimas del empresariado corrupto chileno, ha sido financiado indirectamente por las y los trabajadores, ya que están afilados a sus isapres, usan sus clínicas, consumen sus productos en Sodimac, Falabella, entre otros. Y además los mismos electores son los que ponen en el Congreso a los parlamentarios que votan, a favor de sus financistas, todas las leyes que les benefician a ellos y que perjudican al pueblo. Esta lista también es larga, por ejemplo: la cuestionada Ley de Pesca, la Ley de Educación, La ley de Pensiones, la ingresada recientemente Ley de Isapres y Fonasa, las leyes que criminalizan a los jóvenes, y todas las leyes en materia medio ambiental que le ha permitido al empresariado devastar el territorio y aumentar así su riqueza.  

 

¿El Estado se desmorona? 

 

El último escándalo en la Corte de Apelaciones de Rancagua, viene a destapar ahora, que no solo el Congreso está contaminado con el virus de la corrupción, sino que también otro de los pilares del Estado: el Poder Judicial. Así, el poder Legislativo y el Judicial viven sus días mediáticamente más oscuros. Aunque sabemos que la memoria es corta, y que rápidamente opera de la mano de los medios de comunicación, que inventarán algún hecho noticioso que desvié la atención, u organizarán una nueva arremetida contra un gobierno de la región y así sacarán de la pantalla estos escándalos, que les guste o no, están recién mostrando el primer peldaño de esta escalera caracol de la corrupción institucional. 

 

La maraña de corrupción destapada, abre la puerta para que se investiguen a su vez el actuar de las cortes de todo el país, donde ya se han visto escándalos como los montajes a los comuneros mapuches, las penas blandas a los hijos de políticos y a políticos que incurren en delitos, Novoa, Moreira, Orpis, Larraín, entre otros. 

Mientras el sistema político atraviesa una nueva crisis, los y las trabajadoras siguen atomizados e inertes frente a estos escándalos, que sienten ajenos y antes los cuales se mantienen inmovilizados. 

 

Mirando a los de abajo. ¿Qué pasa con la organización de los y las trabajadoras? 

 

Haciendo un poco de memoria, luego del golpe de estado cívico-militar de 1973 y la posterior instalación del modelo neoliberal en 1975, el gran empresariado nacional y la junta militar lograron una alianza, que con el poder de las armas, sometió a los trabajadores y trabajadoras a míseras condiciones laborales, eliminando lo alcanzado durante un siglo de lucha en materia de derechos laborales. Luego, la ampliación de esta alianza con el capital transnacional y posterior acuerdo previo al Plebiscito del 89, con el pacto de la naciente Concertación por la Democracia, el pueblo chileno fue engañado y estafado. 

 

En adelante, bajo el terror a una reacción de parte de Pinochet, Comandante en jefe primero y Senador después, fueron chantajeados y obligados a aceptar una profundización en la violación a los derechos y aspiraciones laborales. Dirigencias cooptadas por el gobierno de turno, vendieron los sueños y la memoria de todas las y los trabajadores que entregaron sus vidas en un siglo de luchas, por mejorar sus condiciones y la de sus familias.  

 

Renació así, al amparo de la transición, una Central Unitaria de Trabajadores (CUT) que traicionó a quienes esperanzados vieron en ella un nuevo refugio para organizar la lucha de los y las trabajadores y del pueblo en general. Sin embargo, al poco andar la complicidad de la CUT con la firma de Reformas que le quitaron más y más derechos a los y las trabajadores, terminaron, cuarenta años después con una organización que no llega ni al 10 por ciento de afiliación del total de trabajadores del país. Denuncias de fraude en sus procesos electorales internos, elecciones ponderadas y no universales, más una dirección alejada totalmente de la nueva realidad, ha llevado a esta dirigencia a entender que su rol es ser asesor gubernamental, sentándose con el gobierno de turno y el gran empresariado, a negociar reformas que precarizan aún más a sus representados.  

 

Nuevas organizaciones para los y las trabajadoras. Balance

 

Diversos intentos de organizar a los y las trabajadores se han levantado estos años, desde el intento de Central Autónoma CAT, el Mosicam, la Multisindical, la UNT y ahora la naciente Central Clasista, han buscado reconvocar a la gran masa de trabajadores y trabajadoras que no están organizados ni en Federaciones, Confederaciones, ni en Centrales sindicales. Sin embargo, hasta ahora el desafío se mantiene. 

 

Las razones de estos fracasados intentos invitan a elucubrar variadas hipótesis. Una de ellas tiene razón el cambio del sistema productivo chileno. Desde la maduración del modelo neoliberal, la característica central ha sido la flexibilidad laboral y con ella la precarización del empleo. Con este sistema han surgido en Chile miles de trabajadores y trabajadoras de pequeñas empresas prestadoras de servicios a los grandes conglomerados, cada vez más sólidos hacia afuera y fragmentados hacia dentro. Frente a esta realidad el sindicalismo clásico no ha tenido respuesta. 

 

La creación de sindicatos interempresas no ha logrado fortalecerse debido a la imposibilidad de negociar de manera regulada por la Dirección del Trabajo, organismo cada vez más defensor del patrón, que de los intereses del trabajador. El surgimiento del trabajador a contrata y honorarios es cada vez mayor y se ha extendido a amplios sectores del área de servicios. Entonces, la insistencia en organizarse según las reglas del estado y la negación a la vez, de este mismo de darle poder negociador, ha tenido al movimiento de trabajadores en una carrera en círculos mordiéndose la cola, imposibilitado de avanzar. 

Si miramos en retrospectiva hace más de cien años los trabajadores y trabajadoras estaban sometidos al igual que hoy, a extensas jornadas laborales, precarización de sus condiciones laborales. La pulpería hoy está representada por la tarjeta de crédito de las casas comerciales, el derecho al ocio y la recreación, que entonces era tarea de la organización social o sindical, hoy se traduce en el acceso a la televisión basura, que los mismos empresarios que nos explotan, financian para tener a las personas anuladas e idiotizadas.  

 

Lo anterior debe llevarnos a reflexionar. La forma de organización de la producción cambió y cambió así la relación laboral de los trabajadores con el empresario. Mientras, la organización de los trabajadores, se niega a adaptarse a estos cambios y se afinca en mantener un poder que solo le sirve al gobierno de turno, para usarlo como validador de todas sus leyes y reformas antitrabajadores 

 

Los desafíos actuales. Apuestas 

Como lo mencionamos antes, la Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadores, nace hace menos de un año y ya agrupa a más de 250 sindicatos. Su declaración de principios es clara: no son parte del sindicalismo entreguista y conciliador representado en las otras centrales, como indican, están de lado de la clase.

Frente a esta definición surgen las preguntas, ¿es esta una organización adecuada a la realidad actual de la inmensa mayoría de los y las trabajadoras del país?, ¿qué pasa con los trabajadores a honorarios, los a contrata, los independientes, por cuenta propia, los sin contrato?, ¿se sienten los y las trabajadoras representados por el sindicalismo clásico?

Las preguntas están instaladas hace más de una década y las respuestas aún en proceso de construcción. En tanto, la realidad nos indica que en el Chile Actual, hay más de 8 millones de trabajadores y trabajadoras, de ellos un 30 por ciento son informales, casi 1 millón son trabajadores tercerizados, 20,6 por ciento están sindicalizados y de estos menos del 10% pertenece a una Central Sindical.

 “Inventamos o erramos”. Simón Rodríguez.

Fuente: http://prensairreverente.cl/


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