De nuevo sobre el ‘impasse’ económico histórico del capitalismo mundial.

El desorden global de la economía.
por François Chesnais

Este artículo sitúa la crisis política y social francesa en el contexto del momento histórico del capitalismo mundial, una dimensión casi totalmente olvidada en la gran mayoría de análisis realizados sobre Macron y el movimiento de los chalecos amarillos, a pesar de que ayuda a explicar la gravedad de la crisis en curso. La incapacidad de la economía mundial para reemprender la senda del crecimiento más de diez años después del estallido de la crisis económica y financiera de 2007-2008 refleja una avería del motor de acumulación de capital a largo plazo. Esto se produce en el marco de la financiarización y la globalización, es decir, la realización plena del mercado mundial 1/, y la globalización del capital en sus tres formas: capital productivo, capital de mercado y capital monetario, que abrieron a partir de la década de 1990 una fase específica de la historia del capitalismo como una prolongación de la etapa imperialista 2/.

Una de las características de la financiarización es la enorme brecha existente entre la tasa de crecimiento de los derechos de giro sobre el valor añadido producido y la de este último, medida por el producto interior bruto (PIB) mundial. Para apreciar su magnitud disponemos de algunos indicadores generales. En un artículo 3/ de diciembre de 2017 utilicé los del McKinsey Global Institute y del Banco de Pagos Internacionales (BPI) y en otro artículo 4/, de noviembre de 2018, el de los bonos mundiales. Para situar mi exposición, recuerdo aquí el indicador de McKinsey, que se refiere al crecimiento en billones de dólares y en porcentaje del PIB mundial de los derechos de giro sobre la plusvalía de quienes los poseen; a saber, cuatro categorías principales de activos financieros: acciones, bonos privados, títulos de deuda pública y líneas de crédito bancarias remuneradas con intereses, estimadas a su valor de mercado (en el caso de las acciones, la capitalización bursátil en las grandes plazas financieras).

Desde el comienzo de la financiarización, los derechos de giro sobre la plusvalía han crecido a un ritmo impresionante: una tasa media compuesta del 9% entre 1990 y 2007 con una fuerte aceleración en 2006 y 2007 (+18%). En 2007, la ratio de activos financieros respecto al PIB mundial alcanzó el 376%. Los veinte años de crecimiento exponencial se detuvieron con la crisis financiera de septiembre de 2008. Luego, gracias en primer lugar a las inversiones en los países emergentes, y después al nuevo e intenso recurso al endeudamiento, retoma su curso ascendente, aunque solo sea con lo que McKinsey llama “tasa anémica del 1,9%”.

Como muestra el gráfico 2, la tasa de crecimiento del PIB mundial es anémica. Este artículo trata principalmente de ello.

Capital monetario portador de intereses y capital productivo, dos procesos de acumulación distintos

Mi punto de partida es una observación realizada por Marx en el largo pasaje del Libro III de El Capital, editado por Engels, sobre “la división del beneficio entre interés y ganancia empresarial”. Dicho pasaje incluye tres capítulos titulados “Capital monetario y capital real”. El segundo comienza con una observación casi anodina, según la cual “la transformación del dinero en capital monetario crediticio es mucho más sencilla que la metamorfosis del dinero en capital productivo” 5/. Hoy podemos prolongarla diciendo que es fácil identificar los mecanismos que están en el origen del aumento de la masa de derechos de giro sobre la plusvalía y su elevada tasa de crecimiento, pero más difícil de explicar la lentitud del aumento de la propia plusvalía mundial.

En lo tocante a los primeros, el proceso de acumulación de capital monetario que busca revalorizarse en forma de intereses, dividendos y ganancias especulativas ha incluido, sucesiva y acumulativamente: 1) el mecanismo de reproducción continua de las deudas públicas una vez contratadas (tanto las de los países semicoloniales del Tercer Mundo como más tarde la de los países capitalistas industrializados); 2) la centralización del ahorro salarial obtenido por los sistemas de jubilación por capitalización (los fondos de pensiones); 3) la colocación financiera, por parte de los ricos y los muy ricos, de las rentas de la propiedad y del capital no consumidas y, finalmente, 4) a partir de 1985, una afluencia cada vez más masiva de los beneficios no reinvertidos de los grupos financieros de predominio industrial (producción manufacturera y servicios), lo que los economistas marxistas y los heterodoxos anglófonos denominan el atesoramiento forzado (corporate forced hoarding). La diferencia entre las dos curvas del gráfico 3 ilustra su amplitud. Más abajo se explica más extensamente su significado.

El proceso de acumulación de capital no es incorpóreo. Se materializa en diferentes formas organizativas de gestión de fondos y fortunas privadas y de administración de grupos financieros con predominio industrial en sentido amplio (grupos financieros no financieros). Su propósito es asegurar los créditos y la regularidad del pago de intereses y la distribución de tantos dividendos como sea posible a los accionistas.

El movimiento del capital generador de plusvalía en periodo prolongado

En este artículo, el movimiento del capital generador de plusvalía nos remite a un proceso más amplio que la evolución de la tasa de ganancia, en la que algunos marxistas muy productivos, en particular Michael Roberts, ponen el acento casi exclusivamente.

El concepto de movimiento de capital productivo se refiere a las oportunidades de inversión rentables que ocurren de manera concomitante en una variedad de industrias y sectores de infraestructuras, con inversiones que tienen fuertes efectos retroactivos y acumulativos entre ellos. En la historia del capitalismo, estos momentos se sitúan en el comienzo de lo que los marxistas llaman las ondas largas de acumulación 6/. Han sido el resultado de importantes cambios tecnológicos (la primera y la segunda revolución industrial), acompañados de fases de expansión masiva del mercado a partir de las economías crisoles de cambio. Los impulsos externos del siglo XIX fueron tanto transoceánicos (India, Argentina, etc.) como continentales (la frontera de EE UU). En el siglo XX, las fases de expansión del mercado, que abarcaron una amplia gama de industrias y sectores, se produjeron después de las guerras mundiales (el caso de 1939-1945).

Hoy la situación es muy distinta. Desde que China se incorporó al mercado mundial, ya no queda más frontera que la suya propia hacia el interior, cuyos efectos son cada vez menos operativos, mientras que actualmente no se dan las condiciones políticas para una guerra mundial (una preparación ideológica del tipo que llevó a cabo el nazismo a partir de 1933). Hoy por hoy, el único punto de partida de una nueva onda larga pasaría por la existencia de nuevas tecnologías que por sus características exigieran inversiones elevadas, creadoras de empleo a una escala muy importante, pero también capaces de contribuir al aumento de la productividad y que permitieran el uso de equipos que incorporen esas tecnologías. Utilizando el indicador de productividad total de los factores, que se considera que incorpora en parte los efectos del progreso tecnológico (véase el recuadro), uno de los cronistas más escuchados de Bloomberg ha publicado un gráfico que plantea la cuestión de qué parte corresponde a la tecnología y cuál es el resultado del crecimiento económico. Recordando que la tasa de crecimiento de la productividad depende, por un lado, de la tasa de crecimiento económico a través de las inversiones, el autor se pregunta: ¿cuál prevalece sobre la otra?

En su comentario, el autor pasa de la palabra parece que emplea en el subtítulo a una posición afirmativa, cuyo fundamento teórico se halla en la economía heterodoxa de Nicholas Kaldor (1908-1986), uno de los principales sucesores de Keynes en Cambridge y gran defensor de la teoría del crecimiento neoclásica. En este punto nos topamos con el gráfico 3: un nivel de inversión inferior al de los beneficios en términos del porcentaje del PIB es la causa tanto de un aumento relativo de la masa de capital monetario que busca valorizarse en los mercados financieros como de una pérdida de mejoras de la productividad, pues estas solo pueden materializarse mediante nuevas inversiones.

La productividad

La productividad es la relación entre las cantidades producidas (o su valor añadido, VA) y los medios utilizados para obtenerlas. La productividad del trabajo puede calcularse per cápita (VA/número de trabajadores) o por hora de trabajo realizada (VA/número de horas trabajadas). Depende del aumento de la cualificación de los trabajadores y trabajadoras o de su formación (lo que les permite adaptarse más rápidamente a los cambios tecnológicos), o bien de la organización del trabajo o incluso de una mayor motivación de la mano de obra. Del mismo modo, la productividad aparente del capital mide la relación entre el VA y el capital fijo utilizado. Este indicador mide por tanto la eficacia del capital que se obtiene en un periodo de utilización más prolongado o mediante la incorporación de bienes de equipo más eficientes, a los que se pueden añadir los efectos del aprendizaje (la mano de obra mejora su eficiencia mediante el desempeño cotidiano de su actividad).

La productividad total de los factores mide la relación entre la producción expresada por el crecimiento del producto interior bruto (PIB) y el conjunto de los factores utilizados para obtenerla. Así, si durante un período dado el crecimiento medio anual del PIB es del 1,8% y el aumento del factor trabajo (número total de horas trabajadas) explica 0,2 puntos de este 1,8%, mientras que el aumento del volumen de capital explica 0,7 puntos, luego la productividad total de los factores explica el resto del crecimiento, o sea, 1,8 – 0,2 – 0,7 = 0,9 puntos, alrededor de 1 punto. La productividad total de los factores es el resto no explicado del crecimiento: la convención es que el progreso técnico lo explica en gran parte.

En un artículo 7/ de marzo de 2018, Husson escribe que “hay que volver por tanto a la definición de la productividad del trabajo: pretende medir el volumen de bienes y servicios producidos en una hora de trabajo. ¿Cómo se calcula este volumen en las contabilidades nacionales? Se suma la facturación de todas las empresas y se deducen después los consumos intermedios (los intercambios entre empresas) y así se obtiene el PIB expresado en euros, a precios corrientes o en valor. Para obtener un volumen se necesita un índice de precios.

Entonces aparecen los temibles problemas metodológicos porque la naturaleza misma de los productos cambia en el tiempo. ¿Cómo comparar, por ejemplo, un smartphone de hoy y un teléfono de cable de hace treinta años? Los precios deben ser ajustados para tener en cuenta los efectos de calidad que corresponden a estos cambios de naturaleza.”

El cronista de Bloomberg, utilizando también el indicador de la productividad global de los factores que se considera que incorpora en parte los efectos del progreso tecnológico, publica el siguiente gráfico. Su título, “A SputteringEngine of Growth” (Un renqueante motor de crecimiento), es elocuente.

El cronista de Bloomberg indica que el gráfico abarca el periodo de introducción de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), confirmando la llamada paradoja de Solow. En efecto, desde finales de la década de 1980, el renombrado economista estadounidense Robert Solow 8/ había constatado que “vemos ordenadores en todas partes, salvo en los indicadores de productividad”. Patrick Artus ha abundado en la cuestión recientemente: “No se entiende bien por qué, pese al desarrollo de la tecnología digital, al esfuerzo de investigación e innovación, las mejoras de la productividad disminuyen y el crecimiento a largo plazo, por tanto, se debilita; en suma, ya no sabemos analizar la situación a largo plazo de las economías” 9/.

Las TIC han comportado una reconfiguración radical de la organización del trabajo y de segmentos enteros de la vida cotidiana. Han invadido todas las actividades y se han perfeccionado constantemente. En este sentido, al permitir captar y analizar los datos masivos, las TIC proporcionan al capital y al Estado una capacidad sin precedentes de control político y social y, por tanto, nos hallamos ante una tercera revolución industrial, tal como la llaman los teóricos neoschumpeterianos. Sin embargo, por sus características desde el punto de vista de la inversión, no puede ser portadora de una nueva onda larga en la medida en que ahorra trabajo. Las TIC son labour-saving, a menudo muy intensamente. Hoy nos hallamos de lleno en la situación pronosticada hace treinta años por Ernest Mandel en su análisis de las consecuencias de lo que en aquel entonces llamaba el robotismo, que apenas estaba en sus comienzos. La perplejidad de Artus tiene su respuesta en el hecho de que “la extensión de la automatización más allá de cierto límite conduce, inevitablemente, primero a una reducción del volumen total del valor producido, y después a una reducción del volumen de la plusvalía realizada” 10/.

La apreciación de la situación de EE UU en los trabajos estadounidenses

En un nivel analítico muy distinto, unos trabajos sobre EE UU realizados por economistas y sociólogos estadounidenses heterodoxos, muy poco conocidos en Francia, vienen a explicar que los factores que impulsaron el crecimiento económico durante la mayor parte de la historia del país se han agotado en gran parte. El sociólogo Tyler Cowen (2011) habla de una “planicie tecnológica” y del fin de una época en que “los frutos del crecimiento eran fáciles de recolectar” y que por tanto este era rápido. En un libro que ha estado más en el centro de los debates en virtud de su importante aparato estadístico, Robert Gordon (2016) sostiene que el fuerte crecimiento de la economía estadounidense entre 1870 y 1970, interrumpido temporalmente por la Gran Depresión, pero pronto relanzado mediante la producción de armamento a partir de 1942, fue una larga fase que no puede repetirse.

Gordon recuerda que “se combinaron grandes invenciones para ofrecer a la población acceso a agua corriente, a la electricidad, al teléfono. El automóvil revolucionó el transporte. Los fulgurantes avances de la medicina alargaron la esperanza de vida. Estos cambios vinieron acompañados de un fuerte incremento de la productividad per cápita y de una tasa de crecimiento que ha durado un siglo”. Continúa diciendo que “desde la década de 1970 sigue habiendo innovaciones, pero la productividad total de los factores, que mide la parte del crecimiento asociada al progreso técnico, se debilita. La tercera revolución industrial abarca una esfera reducida –principalmente los sectores del entretenimiento y de la información-comunicación–, que no aporta más que el 7% del PIB estadounidense. No altera la vida cotidiana de las personas en la misma proporción que las innovaciones del pasado. En la oficina, el salto de la revolución digital se produjo a finales de la década de 1990, con la combinación de los ordenadores e Internet. Desde entonces, las condiciones de trabajo no han cambiado tanto: un PC, un teléfono, una conexión. Las grandes rupturas ya se han dado. De ahí que la productividad total de los factores progrese menos rápidamente”.

Para concluir, algunas palabras sobre el medio ambiente y las relaciones políticas internacionales y nacionales

El FMI anunció a finales de enero una rebaja de sus previsiones de crecimiento, que de por sí ya eran bajas. Esta revisión se debe a la situación económica en Europa y en América Latina, aunque también, en parte, a la de China. Las cifras oficiales del crecimiento chino, que apenas llegan a la mitad de las de hace diez años, han sido examinadas con lupa y de hecho parece que son inferiores al 5% anunciado. Procesos acumulativos que comportan un crecimiento muy lento marcan el movimiento de la economía mundial.

Se trata en primer lugar de las políticas de austeridad que se imponen por doquier, así como de una configuración en la que las empresas y la gran distribución han de persuadir a los hogares –cuyo poder adquisitivo está estancado– a comprar, más allá de lo indispensable para el día a día, cosas que ya poseen. Paralelamente, en las cadenas de valor mundiales 11/, los ordenantes presionan cada vez más a los subcontratistas y a los transportistas marítimos y viarios a lo largo de toda la cadena. La curva de la acumulación de capital monetario generador de intereses (gráfico 3) refuerza el peso económico y político en todos los países de los gestores de fondos y de fortunas y de los administradores de los grupos financieros industriales y comerciales, interesados exclusivamente en la seguridad de los flujos de intereses y el reparto máximo de dividendos. Así, los procesos con efecto de contracción que dominan la economía mundial vienen acompañados de una aceleración de la dilapidación de los recursos mineros, de la deforestación y del agotamiento de los suelos. Paralelamente, el importe de las inversiones públicas que requiere toda transición ecológica es imposible de alcanzar sin que se anulen las deudas públicas, que es más que nunca una reivindicación democrática absolutamente central.

Una última palabra, para ir rápido, sobre el contenido de la vida política. Su indiferencia tanto con respecto al pasado y al legado de la civilización capitalista como a su futuro, asociada a su extrema vulgaridad, convierte a Donald Trump en el político más representativo de las clases poseedoras y dirigentes del momento histórico actual. En Davos, donde no estuvo Trump, el FMI hizo sonar la alarma sobre los riesgos políticos que amenazan al capitalismo mundial. En el plano internacional hemos entrado en una situación en la que los países y los grandes grupos se hallan enfrentados en una competencia directa, uno de cuyos instrumentos, para el reducido número de países que tienen la capacidad política para recurrir a él, es la guerra comercial, que Trump ha comenzado a utilizar.

En el plano interior de cada país, la situación mundial de juego de suma cero impide el goteo prometido por determinados gobiernos, entre ellos el de Macron, mientras que en ninguna parte los plutócratas están dispuestos a que se recorte su riqueza. Los gobiernos no cambiarán de política económica, no abandonarán las recetas neoliberales –cuyo fracaso, sin embargo, es patente, como es el caso de Francia– ni pondrán en tela de juicio los privilegios de los muy ricos. Frente al desmantelamiento de los servicios públicos (hospitales, escuelas), del sistema de pensiones de jubilación por reparto y de los seguros de enfermedad y desempleo, la precarización creciente del empleo y la dispersión y marginación geográfica de un amplio sector de la población, las personas explotadas y dominadas no pueden hacer otra cosa que rebelarse. Una larguísima fase de integración de los sindicatos en el Estado y/o en la burguesía (en los países con cogestión) les obliga a hacerlo a su manera con formas originales. Estas se verán influidas por la experiencia pasada de lucha de clases y las tradiciones políticas de cada país.

A este respecto, el movimiento de los chalecos amarillos –movimiento autónomo que, si nos atrevemos a decirlo, se ha autoorganizado espontáneamente– es profundamente francés, pero anuncia otros en otras partes, de naturaleza similar aunque diferentes en la forma. Es cierto, por otro lado, que en Europa Occidental, el Estado francés y la burguesía francesa se han adelantado, bajo el gobierno de Macron, a los de otros países en el establecimiento de un modelo de Estado neoliberal-autoritario –por utilizar el término de Ugo Palheta– que dispone de medios represivos policiales y judiciales muy desarrollados y que no hace más que reforzar. Están destinados a ser empleados contra la clase trabajadora y la juventud en sus luchas por sus derechos elementales que no tendrán más remedio que librar. La loi anti-casseur 12/ anuncia enfrentamientos muy duros.

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Referencias

Cowen, Tyler (2011) The Great Stagnation: How America Ate All the Low-Hanging Fruit of Modern History, Got Sick and Will (Eventually) Feel Better. Londres: Penguin Group.

Gordon, Robert J. (2016) The Rise and Fall of American Growth: The US Standard of Living Sincethe Civil War. Princeton: Princeton University Press.

Notas

1/ “El mercado mundial está contenido en el concepto mismo de capital”, Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), de 1857-1858.

2/ A condición de que este no se defina como la antesala del socialismo, como pretende la vulgata leninista.

3/ “Las dimensiones financieras del impasse del capitalismo”, François Chesnais. Disponible en https://lahaine.org/yF4.

4/ “Etats-Unis. Les vantardises de Trump. Or, une nouvellecrise financière guette”, François Chesnais. Disponible en: https://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-les-vantardises-de-trump-or-une-nouvelle-crise-financiere-guette.html#more-53291

5/ Primer párrafo del capítulo XXXI.

6/ Por oposición a los ciclos largos, que suponen cierta regularidad y sobre todo la presencia de un mecanismo endógeno de recuperación del tipo que Marx atribuyó en el volumen II de El Capital a los ciclos decenales que se repiten de manera bastante regular mediante la sustitución de la maquinaria. El Capital se escribió en plena revolución industrial. Los cambios tecnológicos son un motor de la acumulación. La teoría correspondiente se desarrolla en particular en los capítulos sobre la plusvalía relativa, cuyo hilo conductor es el aumento de la productividad del trabajo. La noción de ciclos largos la forjó Trotsky en la década de 1920, tanto con motivo de los debates sobre el periodo en la III Internacional como en un marco académico ruso con Kondratieff. La teoría de los ciclos largos la defendieron posteriormente Schumpeter y su escuela. Ernest Mandel acusó su influencia durante un tiempo. En el capítulo IV de su libro El capitalismo tardío exhibe una definición cíclica de las ondas largas e introduce una disimetría pluricausal entre la fase depresiva y la fase expansiva.

7/ “Pensar y medir el estancamiento secular”, Michel Husson. Disponible en https://vientosur.info/spip.php?article13626.

8/ https://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_de_la_productividad.

9/ Citado por Michel Husson en su artículo de marzo de 2018, “Pensar y medir el estancamiento secular”, https://vientosur.info/spip.php?article13626.

10/ Ernest Mandel, Introducción al Libro III en la edición en inglés de El Capital: Karl Marx, Capital, Libro III (Penguin, 1981), p. 78. He llamado la atención sobre la importancia de este texto en el artículo “¿Ha topado el capitalismo con límites infranqueables?”, disponible en https://www.vientosur.info/spip.php?article12231.

11/ Hice una presentación de las mismas en el artículo de febrero de 2018: “Las dimensiones financieras del impasse del capitalismo”, https://lahaine.org/yF4.

12/ Equivalente en Francia de la ley mordaza española (ndt).

alencontre.org. Traducción: viento sur

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/de-nuevo-sobre-el-impasse


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