por Maximiliano Rodríguez.
En su realidad fundamental el capitalismo es una sociedad de clases dividida entre quienes, al no poseer medios de producción, se ven en la necesidad de vender a diario su fuerza de trabajo para poder obtener el sustento suyo y el de su grupo familiar, y quienes, al ser propietarios de los medios de producción, contratan dicha fuerza de trabajo para emprender una actividad económica lucrativa que les reporte ganancias monetarias en el mercado.
El primer grupo corresponde a la clase obrera, mientras que el segundo a los capitalistas (o burguesía).
Sin embargo, esta sencilla realidad se complejiza cuando se analiza una sociedad capitalista concreta, como el Chile actual.
- La estructura de clases en el capitalismo contemporáneo
- Las clases burguesas
Si bien tanto el dentista que atiende en su consulta particular, el pequeño comerciante de barrio como el vendedor ambulante haitiano de la salida de la estación de metro ofrecen sus respectivos productos y servicios en el mercado en calidad de propietarios privados de medios de producción (por muy modestos que en algunos casos puedan ser), sería un despropósito ponerlos al mismo nivel de un Lúksic, un Paulmann o un Angelini, todos estos últimos representantes directos del gran capital.
En este sentido, el elemento diferenciador dentro de las clases burguesas es la capacidad que estas tienen de disponer o no del trabajo ajeno en el proceso productivo, o sea si contratan o no trabajadores asalariados. Este elemento es lo que finalmente permite la apropiación directa del producto excedente generado por lo trabajadores, el que potencialmente se transforma en una ganancia pecuniaria para el propietario de los medios de producción.
Así, aquellos sectores sociales que, aun siendo propietarios de medios de producción, no disponen de fuerza de trabajo asalariada, o que solo cuentan con la ayuda de los miembros de su grupo familiar directo en su actividad económica, constituyen una pequeña burguesía no explotadora (o tradicional). La actividad de estos suele ser más una actividad de sobrevivencia antes que una orientada al lucro.
A medio camino entre estos y la burguesía propiamente tal se encuentra aquella clase que logra llevar a cabo una actividad económica independiente contratando mano de obra asalariada, aunque de forma limitada. Esta constituye una pequeña burguesía explotadora.
Finalmente, está la clase social que en su actividad económica privada contrata de forma regular, y en importante escala, mano de obra asalariada. Esta clase es la que tradicionalmente constituye la burguesía, pudiéndose asimismo distinguir al interior de esta una mediana y gran burguesía.
- Las clases asalariadas y la cuestión de las clases medias
Sin embargo, el gran desafío para el estudio de las clases sociales en los capitalismos actuales no radica tanto en la conceptualización de las distintas clases y capas burguesas como en otro fenómeno distintivo en este tipo de sociedades. Este fenómeno específico se refiere al aburguesamiento general de las relaciones de producción bajo el capitalismo, expresándose en la “salarización” de la ocupación dentro de las formaciones sociales de capitalismo maduro.
Lo anterior determina una situación de especial atención, y es que incluso dentro de los trabajadores asalariados es posible distinguir distintas clases sociales. En otras palabras, la mera condición de asalariado no implica necesariamente la pertenencia a la clase obrera, y por tanto de ser explotado por el capital.
De hecho, en un fenómeno tempranamente descrito por Marx, es posible encontrar sectores de la burguesía, representantes del gran capital, que paradojalmente aparecen en la superficie de la vida económica como asalariados.
Este es precisamente el caso de gerentes, altos ejecutivos, directores de empresas, etc. A nadie se le ocurriría poner al mismo nivel a un alto gerente de Cencosud con la modesta empleada de la empresa de aseo que limpia las dependencias del mall de propiedad del holding, a pesar de que ambos reciban sus ingresos en la forma de salario. Mientras el “salario” de uno es plusvalía (o sea, explotación del trabajo ajeno) disfrazada –de ahí lo elevado que el “salario” de este puede llegar a alcanzar–; el salario de la otra corresponde a los costos de manutención de ella y su grupo familiar, tal como lo determina el estado del mercado laboral.
La condición de la empleada de la empresa de aseo descrita anteriormente corresponde a la de la clase obrera, o sea aquella clase que por necesidad vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario, y que es contratada (formal o informalmente) por el capital con objeto de obtener ganancias.
Junto a sus clases primas hermanas, el funcionariado público y la servidumbre doméstica, la clase obrera conforma con estas el proletariado, cuya característica común es la situación en que todas ellas se encuentran de tener que vender su fuerza de trabajo (al no poseer medios de producción) para poder subsistir. La distinción entre ellas radica en que las primeras, en contraste con la clase obrera, no son empleadas por el capital, sino por el aparato estatal (administración pública, distinta a las empresas del Estado) o por los hogares. O sea, el trabajo de estas clases no se desarrolla en vistas de la obtención de ganancias en dinero de quien lo contrata, lo que, sin embargo, no las libera de ser explotadas.
[…]
junio 2019.
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