‘Charité en guerra’: una representación alarmante del nazismo y sus crímenes.
por Joanne Laurier / www.wsws.org.
En la actualidad, la reacción de las élites de poder en todo el mundo a las crecientes tensiones sociales y al enorme repudio a la pobreza y la guerra, consiste en volcarse a la derecha. Adoptan medidas de Estado policial y se revuelcan en el chiquero ideológico y político del siglo XX. En Alemania, la actividad neonazi se convierte en la actualidad en un gran peligro político.
Una de las obligaciones indispensables de todo artista actual es representar en forma realista lo que el nazismo fue y lo que significa hoy para las masas de todos los pueblos. Según León Trotsky: “El único aspecto del fascismo que no es un engaño, es su deseo de controlar, de postrar, de saquear. El fascismo es una destilación química de la cultura del imperialismo”. Charité en guerra, una poderosa serie dramática de la televisión alemana (ahora disponible en Netflix, con subtítulos en inglés), le da vida a esa oración de Trotsky. La serie representa el periodo entre 1943 y 1945 en el hospital Charité de Berlín, uno de los hospitales europeos más famosos.
Fue creada por Dorothee Schön y dirigida por Anno Saul; sus guionistas fueros Schön y Sabine Thor-Wiedermann. Estos seis episodios son la segunda temporada de esta serie. La primera toma lugar en 1888 y años subsiguientes.
Como es de esperar, lo que fundamenta la narración de Charité en guerra es el aplastante peso del régimen nazi sobre todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo se resisten o dan su apoyo a la dictadura de Hitler y sus medidas, los doctores, enfermeros, empleados y sus familiares (una mezcla de personajes históricos y ficticios)
“¿Cómo empalma el juramento hipocrático con el juramento al Führer?”, pregunta retóricamente uno de los personajes.
Millones han visto Charité en guerra; se trata de una evaluación abierta y alarmante del veneno fascista que emponzoñó cada poro de la sociedad germana. Evidentemente este drama tiene por objeto repudiar el actual crecimiento de elementos neonazis y de extrema derecha.
Relucen ciertos personajes y algunos elementos de este complejo guion. Ferdinand Sauerbruch (Ulrich Noethen) es un cirujano, un innovador de en cirugía y prostética, en el hospital desde 1928 (“defendía a [Albert] Einstein, el científico más odiado por el Tercer Reich). Sauerbruch es un nacionalista alemán y un conservador; sin embargo, critica a los nazis y a sus decretos.
En esta serie, Max De Crinis (Lukas Miko) es el principal enemigo de Sauerbruch. De Crinis es un siquiatra, jerarca de la policía política (SS), y experto médico para Aktion T4, un proyecto de asesinato y eutanasia forzada. Unos 300 mil discapacitados mentales y físicos fueron puestos a disposición de, y exterminados por, un programa nazi en Alemania, Austria, el territorio ocupado de Polonia y Checoslovaquia. Adolf Hitler, en su obra Mein Kampf (Mi lucha, 1924), sostenía que la higiene racial “se transformará en una hazaña más importante que las guerras más victoriosas de ésta, nuestra época burguesa” (tanto Sauerbruch como De Crinis fueron protagonistas históricos).
Anni Waldhausen (Mala Emde), una de las estudiantes más destacadas de De Crinis, está casada con Artur (Artjom Gilz), pediatra quien, sin que su esposa sepa, investiga el efecto de nuevas medicinas sobre niños lisiados que los nazis consideran desechables.
La hipocresía reaccionaria de Artur sale a la luz durante una conferencia suya ante las enfermeras, sobre ser las guardianas de elementos genéticos: “Nuestro objetivo es aumentar la fertilidad para la gente de buenos genes e impedir enfermedades genéticas no deseadas”.
Para Arturo su labor, congruente con las normas nazis de la teoría nazi de “pureza racial”, consiste en investigar como “esterilizar a sujetos genéticamente inadecuados. El valor genético de una persona lo define su tribu, no su apariencia física o su condición de salud. La información que ustedes poseen sobre males genéticos y elementos antisociales fundamenta nuestro registro tribal para determinar si esterilizar o no a los padres de niños lisiados.”
Se da el terrible caso que la niña de Anni, Karin, nace hidrocefálica, con agua en el cerebro, convirtiéndola en candidata para la eutanasia. Anni comparte un cuarto en la sala de maternidad con Magda Goebbels (Katharina Heyer) —esposa de Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler— quien se quiere suicidar luego de un aborto espontáneo.
Al fracasar solapados intentos de curar a Karin, Artur toma decisiones a escondidas de Anni. Algunos de los momentos más llenos de tensión en la película tienen que ver con la suerte de Karin.
Lo que más complica la vida de Anni es que su hermano antinazi, el doctor Otto Marquardt es homosexual y recién llegado del frente de guerra, quien, junto con su amante, el enfermero Martin Schelling (Jacob Matschenz) debe esconderse de los ojos espías y chismosos de la enfermera Christel (Frida-Lovisa Hamann), quien está totalmente entregada a la “victoria final” alemana.
El párrafo 175 del Código Criminal germano ponía ilegalizaba los actos homosexuales entre hombres. El Gobierno de Hitler amplió esa ley, dizque en defensa de la “salud moral” del Volk [el mítico pueblo alemán]. Los nazis procesaron a unos cuarenta y dos mil homosexuales; diez mil hombres homosexuales fueron enviados a campos de concentración, donde pereció el sesenta por ciento de ellos.
Adolphe Jung es uno más admirables personajes antinazis en Charité en guerra; es un doctor francés (también un personaje histórico) a quien los alemanes obligan a salir de la Francia invadida para trabajar en Charité. En el segundo episodio, Jung le dice a Sauerbruch que Thomas Mann, famoso escritor alemán, en un programa radial que en Charité se mata a propósito: “En los hospitales alemanes”, declara Mann “hacinan a los seriamente heridos con los ancianos, los débiles para mejor matarlos con gas antinervios… El régimen no dice que es parte de una cruzada cristiana contra los bolcheviques. En verdad no es más que genocidio y matanza en cantidades industriales”.
Margot y Sauerbruck intentan proteger al oposicionista Hans von Dohnányi (Max von Pudendorf) de De Crinis y la Gestapo, en cuyas garras cae eventualmente; es enviado a un campo de concentración donde lo matan.
En 1945, se aproxima el fin de Hitler y su régimen. Ocurren más bombardeos aéreos a medida que se acerca el ejército soviético. En la capital germana de Berlín, los nazis llevan a cabo su resistencia final; quieren que todos los doctores y todas las enfermeras aprendan a disparar cañones antitanques. Las autoridades nazis acaban preocupándose en destrozar la evidencia de sus crímenes, asesinar pacientes, y a sí mismos, eventualmente.
Al entrar los soldados soviéticos en el hospital, Artur con una estrella de David en su pecho, que el padre judío de un niño herido le había dado, negocia la ocupación de Charité. Su pretensión de héroe autosacrificado es en parte para rescatar su relación con Anni; aunque más teme ser juzgado como colaborador de los nazis. Interesantemente, uno de los soldados soviéticos reconoce a Sauerbruch por ser el médico que había curado, treinta años antes en Zúrich, uno de los dientes de Lenin.
En verdad, Charité en guerra es un intento honesto y convincente que presenta la horrible realidad de ese periodo histórico. La presión inaguantable del poder nazi hace aparecer las peores características de la gente; amplifican todas las debilidades, temores, envidias, impulsos oportunistas y deseos de controlar a otros, con posibles consecuencias fatales.
Bajo circunstancias normales, Artur habría sido un profesional convencional de clase media, un hombre de familia. Sin embargo, su gran conformismo y negativa a resistir a las autoridades fascistas lo transforman en un instrumento de enormes atrocidades. La serie indica que todos los empleados judíos del hospital habían sido expulsados en 1933.
Los actores de Charité en guerra son de primera y muy entregados a la obra. Todo el proyecto es sobrio y serio. Interesantemente la introducción de muchas de las escenas utiliza grabaciones históricas de ese tiempo, amalgamadas creativamente al drama.
La serie plantea cuestiones de vida o muerte. La amenaza fascista nace de la crisis del capitalismo. El régimen nazi es el terrible precio que pagó el proletariado alemán al no poder acabar con el sistema burgués, por culpa de sus falsos liderazgos, estalinista y socialdemócrata. El fascismo de hoy no es un movimiento de masas; aun así, no debemos aceptar la mínima complacencia sobre el peligro que representa.
Trotsky escribió que el fascismo significa el control directo de la sociedad en todos sus aspectos por el implacable capital financiero, que “acumula entre sus manos, cual una prensa de acero, en forma directa e inmediata, todos el andamiaje y las instituciones de soberanía, los poderes ejecutivos, administrativos y educativos del Estado: todo la maquinaria estatal, junto con las fuerzas armadas, las municipalidades, las universidades, las escuelas, la prensa, los sindicatos y las cooperativas”; a esa lista podemos añadir la profesión médica y los hospitales.
Trotsky explicaba que al hacerse fascista el Estado, primero se aniquilan todas las organizaciones obreras. Se transforma al proletariado en algo amorfo, y “se construye un sistema administrativo que penetra profundamente en las masas”. Charité en guerra no fue escrita o dirigida en base a una perspectiva revolucionaria, aun así, su honestidad es un gran antídoto a la complacencia actual.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de julio de 2019)
Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2019/07/17/char-j17.html
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