Chile, país de traidores.

Por Gonzalo Schwenke*.

La RAE delimita la palabra traición como “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Por lo que este volumen analiza la adquisición, la manipulación y la conservación del poder mediante la felonía como rasgo secular durante el siglo XX. Pero, además, con un énfasis contiguo con el antes y después del golpe de Estado de 1973.

“Una historia de la traición en Chile” (2019) es el nuevo libro de divulgación histórica donde sus autores: Paulina Fernández y Sebastián Sampieri tienen formación universitaria en el área. Desde ese lugar, estos 22 capítulos están vinculados con epígrafes, elementos culturales que diversifican y respaldan los significados. La parte más importante es la forma de utilizar una bibliografía robusta de quince páginas y la filmografía reciente. Ellos realizan una labor ensayística que atraviesa el volumen evidenciando diálogos entre fuentes, validando antecesores, con una disposición crítica, en un marco de lenguaje formal que carece de grandilocuencias.

En la Divina Comedia de Dante, la traición es el último círculo del infierno y está descrito como un gran lago congelado donde se encuentran sumergidos los condenados y se les castiga. Aquí están personajes como Satanás, Caín y Judas los que suponían ser fiables y con frialdad traicionaron a sus cercanos.

En este escenario, “historia de la traición…” toma 22 casos y representaciones del uso de la traición, quienes la ejecutan y compiten por liderarla en este Chile. Sin embargo, toma un doble cariz porque la palabra es inestable y debe considerarse bajo un contexto social, en condiciones materiales y simbólicas.

En la primera parte, se disponen de personajes históricos que están en la cúspide de la política o cercano a ella: presidentes, militares, partidos políticos y de la iglesia. Entre ellos campean González Videla y Augusto Pinochet, pero timando.

Es relevante el primer capítulo, “Más allá de la guerra civil”, en la que se desmiente el carácter progresivo del gobierno de Balmaceda como la educación lo ha establecido. Antes del estallido de la guerra civil de 1891, el país vive la bonanza del salitre y se disputa dicha gobernabilidad entre el ejecutivo y el parlamento. Luego, los autores señalan bajo el determinismo de la civilización vs la barbarie que imperaba en esos años, que la clase política en sus intereses de clase, le da la espalda a la cultura de la población que conforma la identidad del país. Es decir, se privilegia la modernidad y la civilización europea, anhelando la sociedad parisina previa a la primera guerra mundial. Esto deviene en la nula comprensión de los elementos que participan como nación, y ante la ausencia de reconocimientos, se desprende que Chile es un Estado fallido.

También las traiciones de Dávila a la República Socialista, quien oportunamente es el limbo para dar paso al mandato de General Carlos Ibáñez. Se suma el Frente Popular representado en la figura de Pedro Aguirre Cerda quien llega a La Moneda con la campaña “Pan, techo y abrigo”, y puntualmente con la Reforma Agraria, pero que, debido a la fuerza de los terratenientes del Partido Radical de 1938, la voluntad de modernizar el campo chileno se vuelve nula.

El lugar de las mujeres en las movilizaciones, ya sea a través del Partido Femenino entre 1946 y 1949, o el poder femenino para derrocar a Allende, tiene una preponderancia en qué tipo de mujeres personifican. En el momento en que las mujeres apoyan a Ibáñez del Campo, su cariz histórica está señalada como: “superioridad espiritual de la mujer en contraposición al materialismo masculino, lo que haría que estén en posición de la reserva moral necesaria para encaminar a la patria en el camino correcto” (46). Esto es aprovechado en las luchas geopolíticas de la Guerra Fría, en que se enfocó en un tema de género. A saber, se luchó dentro de los hogares y en los medios de comunicación, puesto que “la figura de la madre aleonada e incólume como bastión familiar incorruptible” (69), por lo mismo, las madres, no iban a aceptar ver que su familia sea destruida por rebeldes barbudos cuando se lleven a sus maridos al paredón, sus hijos estén hambrientos o las mujeres sean violentadas. En ambos casos, luego de ser utilizadas en el espectro político social, rápidamente son apartadas en la toma de decisiones por los hombres. En este último caso, la apoliticidad es uno de los engranajes visibles donde más rápido se puede concluir en ser víctimas de traición.

En otros capítulos aparecen las traiciones de la Falange al Partido Conservador, la Iglesia Católica a la oligarquía, Pinochet al Poder Femenino y a Salvador Allende. En última instancia la traición del Partido Socialista a Allende está ligado con la segunda parte del volumen, pero también, el volumen desarrolla la interna del conglomerado durante el gobierno de la UP. Por lo que en la toma de decisiones no es partícipe un líder, sino un colectivo que nunca ha sido enfático en el mea culpa correspondiente. En voces de los autores: “El precio más grande lo termina por pagar el ‘pueblo’, mientras que gran parte de la élite política de izquierda abandona la posición combativa, logrando exiliarse; y al retorno, con contadas excepciones, vuelve ‘fresca’ y reformada: lista para reacomodarse a ‘los nuevos tiempos’.” (94)

En la segunda parte, la emergencia de la postpolítica aquella que es el signo de hacer política sin desempeñarla, la era del consenso mediado, la mimetización de los partidos y la ausencia de disenso está representada en las transformaciones de los ideales de personas en altos cargos que juegan a cambiar el país con más oratoria que materialidad.

¿Cuál es el lugar y responsabilidad de Altamirano, que reformuló al PS asimilando las políticas socialdemócratas europeas? De igual modo, se enjuicia el rol del Movimiento de Acción Popular Unitaria con Oscar Guillermo Garretón y Eugenio Tironi a la cabeza y Enrique Correa, quienes regresaron del exilio europeo para realizar un pacto para sacar al dictador, negociando los muertos del PS, MIR, PC, para que ellos profundizaran el neoliberalismo. Dicho de otra manera, el Estado controlado por la exConcertación fue llevado en bandeja, a través del lobby, a los empresarios, allanando el camino de las desigualdades sociales, hoy devenidas en un abismo de discriminación producto de la misma globalización que promulgan.

¿Cuál es lugar de responsabilidad de los delatores como el Fanta, la Flaca Alejandra, Luz Arce? Asimismo, ¿cuál es el juicio sobre los miristas torturados que participaron del montaje en el edificio Diego Portales (1975)? Estos izquierdistas atrapados, torturados y quebrados mediante electricidad en los genitales y zonas blandas durante meses que se convirtieron en delatores y participando en sus desapariciones de excamaradas del partido. Acá, cabe hacerse la pregunta desde el siglo XXI: ¿cuántas personas pueden aguantar el horror de la tortura como lo hizo Lumi Videla, por las convicciones e ideales por una sociedad nueva?

Por otro lado, se habla de traición de la Alianza por Chile en su conveniente blanqueamiento político en relación a la figura de Pinochet, que se ha ido diluyendo, pero que a fin de cuentas, es el padre totalitario de la derecha y Guzmán el orden pensante. Disociarse de él, no sólo es una castración sino eliminar sus orígenes.

En la vereda de enfrente, en la Concertación. la misma que celebra los 5 de octubre con el triunfo del “NO” y “la alegría ya viene”, se exaltan los logros de la economía nacional de manera tangible, pero sin la población. La gran traición de esta política es el utilitarismo. Es decir, para las jornadas de protestas contra la dictadura, la oposición llamó a las poblaciones para que desestabilizaran el régimen mediante barricadas y paralizaciones nacionales: “la Concertación borró a los sectores populares de la narrativa histórica de la lucha contra Pinochet y la transición (…) terminaron siendo desestimados como movimientos sociales.” (177) Tras esto, los discursos institucionales democráticos pasaron del mítico pueblo al modernizador vocablo ciudadano, o sea, con este tipo de mercado se anula la colectividad consciente y movilizadora a una persona poco soberana, individualista y obediente.

Finalmente, el volumen da cuenta sobre el rumbo que ha tomado el país, realizando una síntesis reflexiva sobre los personajes públicos que cumplen con el vocablo de traidores. Asimismo, “una Historia de la Traición en Chile” siendo una de las lecturas posibles, es uno de los libros del año debido a la forma de trabajo y lenguaje responsable en su carácter de documento informativo.

*Gonzalo Schwenke es profesor y crítico literario.

Fuente: www.theclinic.cl/2019/07/17/critica-chile-pais-de-traidores


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