Gabriel Salazar: “Es un hecho que la clase política es el problema que tenemos hoy”.
por Claudia Carvajal G./DiarioUchile.
El historiador expresó que la enorme manifestación ciudadana ocurrida el viernes 25 no tiene parangón porque no hubo ni una bandera política ni ningún político dirigiéndose a las masas. Además señaló que este movimiento ciudadano que busca cambiar la ley constitucional «es revolución por donde se la mire».
Luego de la histórica movilización ciudadana que tuvo lugar en viernes 25 de octubre en Santiago, el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, realizó un análisis de las causas y efectos de este llamado estallido social. En conversación con Diario y Radio Universidad de Chile, el académico explicó la transversalidad y características que puede observar de las movilizaciones.
“Lo que hemos estado presenciado es un movimiento donde hay gente de todos los niveles sociales hasta lo que el Presidente y el Gobierno llaman lumpen, que no es otro que el pueblo mestizo que siempre ha estado en esa posición por muchas razones. Por otro lado, este es un movimiento que es ajeno a los partidos políticos y a las coloraturas ideológicas que hemos tenido siempre en nuestra política. Es ajeno a quienes se creen conductores y vanguardias de las masas y por tanto, responde a un sentimiento común y de unidad ciudadana. Creo que muy pocas veces en el pasado hemos tenido un movimiento de este tipo y este de por sí, constituye un hecho único en nuestra historia, pues ha tenido una envergadura tal que ha hecho imposible que los políticos se hagan los sordos y han tenido que realmente decir que entendieron el mensaje, aunque está en duda de si las respuestas serán coherentes”, analizó el historiador.
Consultado respecto de la repetida frase de que esta crisis no se vio venir, pese a la abultada cantidad de literatura y estudios que señalan el tema de la desigualdad desde hace años, el historiador señaló que esto es algo que se viene investigando y analizando desde los años 80’s.
“En esa época surgieron las primeras investigaciones sobre la base del trabajo en terreno de las entrevistas, de la historia oral y actividades cara a cara. Ese pensamiento científico está unido a la memoria social y a la oralidad popular, sin embargo, luego de los 90, cuando entra la Concertación, este movimiento de estudios no tuvo apoyo teórico ni político. Así, la ciudadanía quedó sola con su crítica al sistema, con su desacuerdo, con su falta de confianza en un sistema y nunca pudo desarrollar una alternativa. De eso se puede culpar principalmente a la clase política que se encegueció dentro del modelo neoliberal, y no miró ni oyó a los movimientos sociales que una y otra vez estaban planteando adónde había que ir”.
Para Salazar la clase gobernante reprodujo sus condiciones de dirigencia, y ésta se profesionalizó con componentes eternos y que no se retiran nunca de la vida política, lo que solo ahora se ve como un problema que hay que atacar y resolver.
“Por primera vez hay una movilización ciudadana gigantesca donde no hay ni una bandera política ni ningún político dando discursos y si alguno fue, lo hizo con miedo y para ser un ciudadano más, pero nadie se atrevió a dirigir la palabra a las masas. Es un hecho que la clase política es el problema que tenemos hoy, porque este movimiento es masivo y popular pero no ataca al imperialismo como en los 50, ni a esta supuesta burguesía capitalista industrial, que en Chile no tuvimos, pero que de todas formas se lucho contra ella. Esto es otra cosa, el enemigo completo es la clase política civil en Chile. Es el ciudadano el que ha ocupado el escenario político”.
Consultado respecto da la posibilidad de una asamblea constituyente como forma de tener un nuevo pacto social con una base de legitimidad, el Premio Nacional aclara que en Chile nunca hemos tenido una Constitución Política legítima.
“Las tres (Constituciones) que se han dictado nunca han tenido al pueblo deliberando y ejerciendo su voluntad soberana. Ahora, eso no quiere decir que la ciudadanía no haya intentado alzar la voz, sino que cada vez que hizo el intento, vino la reacción de la clase política conservadora que, defendiendo sus privilegios, echa mano del Ejército, que es obediente al Poder Ejecutivo y no deliberante, o sea obedece ciegamente. En el pasado los movimientos ciudadanos siempre terminaron con represión militar y masacres violentas y los historiadores han llamado a ese periodo anarquía. Esta vez es una situación que necesita análisis cuidadoso, porque cambiar la ley constitucional es revolución por donde se la mire. Lo importante es que esta vez no hubo masacre y ahí se creó un vacío que deja a la ciudadanía de tomar ofensiva política y deja a la clase política en mal pie”.
Sin embargo, el académico expresó que se produce un grave problema: que no sabemos ejercer el Poder Constituyente porque ningún curso enseña al ciudadano a ejercerla.
“Tenemos la oportunidad única de organizarla por, desde y para la ciudadanía con exclusión de la clase política. Ahora la ciudadanía debe educarse a muy corto plazo para ejercer ese poder y organizar una asamblea constituyente”, precisó el historiador. “La legislación actual contempla la posibilidad de organizarse a través de una escalera perfecta para llegar a una asamblea constituyente y es curioso que Michelle Bachelet, durante su segundo mandato, no la haya usado y utilizara un proceso que quedó a medio camino”, agregó.
En relación a los cabildos abiertos que se están dando espontáneamente en el país, Salazar señaló que son importantes y necesarios, sin embargo criticó el hecho que no estén pensados para “piramidarse territorialmente”, es decir primero desde la comuna, luego a la región para llegar finalmente a lo nacional.
“Ese es el camino para una asamblea constituyente. Fue la forma en que se organizó la asamblea constituyente del 25, ahora, hay que aprender la cultura de asamblea, no tenemos experiencia de eso, porque si no son ordenadas y no están reguladas por dentro no producen resultados productivos que puedan concatenarse con otras asambleas hasta llegar a un planteamiento nacional. Lo primero que se hizo en los años 20 fue dictar un reglamento de sala, y una vez
dictado, se aplicó estrictamente y se hizo una asamblea tan extraordinariamente ordenada que El Mercurio y otros diarios de derecha destacaron como modelo. Si no somos sistemáticos, los ciudadanos vamos a incurrir en la práctica de que habla largo el que más sabe hablar, el resto escucha, luego hay desorden y se acaba el tiempo sin llegar a un acuerdo concreto.
Finalmente, Salazar relevó la importancia de la organización desde las bases. “La ley que faculta la posibilidad de crear uniones comunales es muy importante porque una vez establecida éstas, se debe dictar un orden de sala. También debe haber propuestas ordenas y sistemáticas, porque la labor aquí es contruir un sistema alternativo al neoliberal y ese sistema debe ser completo: desde la organización local hasta las relaciones internacionales. De no ordenarlo como corresponde, nos enredarnos en discusión y le daremos el tiempo justo a la oligarquía político civil para que recupere el control ofreciendo leyes sociales u organizando plebiscitos que digan sí o no mientras ellos ordenan legislando en torno a esa decisión”, concluyó el historiador.
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. /(GIUSEPPE TOMASI DI LAMPEDUSA)
El tradicional gatopardismo de la casta política chilena reaparece descarada en la crisis que tiene en vilo al sistema de dominación.
Cuando la institucionalidad, cuyo cimiento es la criatura que el terrorismo de estado implantó en 1980, se encuentra al borde del desplome, las elites políticas y empresariales tratan que la conmoción solo consiga parir un ratón.
El empresariado nacional y extranjero progenitor del modelo, llega a extremos penosos de autoflagelación. Sólo les falta hacer voto de pobreza para salvar las fortunas y privilegios que ven en peligro. Pronto –si es que ya no comenzó- se iniciará la fuga de capitales y el pánico financiero. El banco norteamericano JP Morgan “recomienda vender acciones chilena ante los disturbios” (El Mercurio dixit).
Los parlamentarios a su vez prometen e rebajar sus millonarias dietas y pitutos. Pero hace años que escabullen ese bulto. Desde el llamado “retorno a la democracia” (1990) se han presentado numerosos proyectos para rebajar las dietas parlamentarias. La iniciativa original fue del diputado don Andrés Aylwin Azócar hace casi 30 años. El proyecto de aquel valiente defensor de los derechos humanos y de la ética política, yace en un archivo del Congreso junto con otras amarillentas iniciativas parecidas.
A su vez el gobierno, estupefacto ante las enormes manifestaciones autoconvocadas, las más grandes en nuestra historia, intenta descomprimir la presión con paliativos que hacen caso omiso de la profundidad de la crisis. El presidente anuncia un nuevo gabinete ministerial mientras en las calles exigen su propia renuncia.
La “diablura” del gobierno –apoyada por sectores de oposición que carecen de toda influencia en la protesta social-, pretende evadir la solución real de la crisis. Esta ya no admite otra salida que no sea la Asamblea Constituyente. Sería la solución democrática y pacífica del conflicto que chocar al pueblo con añejas y corrompidas estructuras que estrangulan la democracia. Al servicio de elites de insaciable apetito de riqueza y poder, la institucionalidad genera una odiosa discriminación que impide la cohesión social necesaria para que una nación encare su futuro. Chile no solo es uno de los países con mayor desigualdad del mundo. También es un país muy debilitado en su unidad nacional. La confianza en las instituciones y la cooperación entre sectores sociales para forjar un destino común, han desaparecido liquidados por el modelo económico. Las capacidades potenciales de millones de hombres y mujeres se frustran en plena adolescencia. La percepción del ningún valor social que les atribuye el modelo, empuja a miles de jóvenes a refugiarse en la droga que hace estragos en la sociedad chilena y que alimenta una delincuencia masiva. La segregación social que impone el modelo no permite acometer en forma colectiva objetivos superiores de bien común, como la construcción de una patria más humana y justa.
Encarar esta crisis estructural con el cambio de gabinete y un ofertón de promesas, es tan ilusorio como regar el desierto de Atacama con una cucharita de té.
La crisis no permite la pirotecnia política. Hay que extirpar un tumor canceroso que es la Constitución que ampara la desigualdad y la injusticia.
La insurrección desarmada, pacífica y espontánea que estamos viviendo, exige saltar el torniquete de las trabas legales que dificultan dar ese paso. Hay que llamar con urgencia a un plebiscito que confirme la voluntad popular de convocar a una Asamblea Constituyente y acto seguido materializar esa convocatoria. Chile ha tenido diez Constituciones en su historia pero nunca una Asamblea Constituyente. No cabe revalidar el proyecto del anterior gobierno que dejaba en manos del Congreso elaborar la nueva Constitución. Ya no valen esas pillerías. El Congreso es la más desprestigiada de las instituciones y sería intolerable confiarle la redacción de la nueva Constitución.
Nuestra primera Asamblea Nacional Constituyente tiene que ceñirse a normas democráticas: diputados elegidos por el pueblo que redacten el proyecto constitucional que será sometido al veredicto de un referéndum.
Chile necesita este ejercicio democrático para recuperar confianza en sus propias capacidades de conducir el país.
Asimismo, la nueva Constitución debe consultar mecanismos que impidan los abusos de la clase política. La revocación en plebiscito de las autoridades de elección popular y la capacidad de los ciudadanos para iniciar proyectos de ley, robustecerían una democracia de derechos económicos, sociales y culturales como la que necesita Chile.
El país quiere cambios de verdad y los está exigiendo en forma pacífica. Es un ejemplo de civismo que las elites deberían respetar y acatar.
Sin duda una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente ofrece la posibilidad de encontrar un modelo que sustituya el modelo neoliberal, y esto último es un misterioso desafío para el país: ¿Qué modelo es capaz de «desarrollar» una sociedad equitativa en lo económico y participativa en lo socio-cultural? Es un desafío de «mandamadre».
***EL EJÉRCITO DEBE LIDERAR EL MOVIMIENTO SOCIAL DE CAMBIO***
Ojo con Salazar (político en realidad Mirista hasta el día de hoy, https://bre.is/dxT5DHkD, con objetivo de destrucción de la democracia occidental «burguesa», incluso por la vía militar o violenta). Seguramente sus deseos caerán en saco roto, pero eso explica su oposición a que los representantes del pueblo lleguen a acuerdo constitucional.
El «pueblo» desde abajo no tiene la fuerza. La consigue del ejército.
Esto se parece a un golpismo estilo Chávez, con un ejército empoderado con el «cambio social».
En 2017 dijo:
«Si el Ejército delibera y es ciudadano, es muy probable que se sume al movimiento social o lo dirija. Eso depende de cómo se defina lo militar. Todas las constituciones chilenas (1933-1925-1980) dicen que el Ejército no es deliberante, sino que esencialmente obediente. El problema es quién está en la jefatura.
Cuando el Ejército ha cometido masacres es porque ha actuado siguiendo órdenes de sus jefaturas que a su vez seguían órdenes de la oligarquía mercantil. En el caso de 1973, de Estado Unidos.
Si los militares deliberan existe la posibilidad de que el pueblo cuente con la fuerza, algo que ocurrió en Chile en 1924 y 1925, pero de eso no se habla».
¿Lo ve posible en el Chile de hoy? le pregunta el periodista de la Radio de la U. de Chile.
«Creo que hay que hacerlo, no queda otra. El camino de la guerrilla ya sabemos en lo que terminó» .
¿Cómo se hace?
«Eso es algo que debemos pensar en conjunto. La consigna tendría que ser: ¿quién define cómo debe ser la violencia legítima del Ejército? La respuesta está la soberanía de la ciudadanía, por tanto es ella la que debe organizar todo esto de acuerdo a lo piense, donde la primera condición es que los militares sean ciudadanos.»
Así que no es de extrañar que Salazar despotrique contra la burguesía representada para él por toda la clase política. En su visión aún Mirista de la vida, ojalá renuncie el Presidente, todo el Congreso, se produzca una debacle política, que sería la forma de, por fin, lograr su paraíso comunista.
Sin duda una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente ofrece la posibilidad de encontrar un modelo que sustituya el modelo neoliberal, y esto último es un misterioso desafío para el país: ¿Qué modelo es capaz de «desarrollar» una sociedad equitativa en lo económico y participativa en lo socio-cultural? Es un desafío de «mandamadre».
***EL EJÉRCITO DEBE LIDERAR EL MOVIMIENTO SOCIAL DE CAMBIO***
Ojo con Salazar (político en realidad Mirista hasta el día de hoy, https://bre.is/dxT5DHkD, con objetivo de destrucción de la democracia occidental «burguesa», incluso por la vía militar o violenta). Seguramente sus deseos caerán en saco roto, pero eso explica su oposición a que los representantes del pueblo lleguen a acuerdo constitucional.
El «pueblo» desde abajo no tiene la fuerza. La consigue del ejército.
Esto se parece a un golpismo estilo Chávez, con un ejército empoderado con el «cambio social».
En 2017 dijo:
«Si el Ejército delibera y es ciudadano, es muy probable que se sume al movimiento social o lo dirija. Eso depende de cómo se defina lo militar. Todas las constituciones chilenas (1933-1925-1980) dicen que el Ejército no es deliberante, sino que esencialmente obediente. El problema es quién está en la jefatura.
Cuando el Ejército ha cometido masacres es porque ha actuado siguiendo órdenes de sus jefaturas que a su vez seguían órdenes de la oligarquía mercantil. En el caso de 1973, de Estado Unidos.
Si los militares deliberan existe la posibilidad de que el pueblo cuente con la fuerza, algo que ocurrió en Chile en 1924 y 1925, pero de eso no se habla».
¿Lo ve posible en el Chile de hoy? le pregunta el periodista de la Radio de la U. de Chile.
«Creo que hay que hacerlo, no queda otra. El camino de la guerrilla ya sabemos en lo que terminó» .
¿Cómo se hace?
«Eso es algo que debemos pensar en conjunto. La consigna tendría que ser: ¿quién define cómo debe ser la violencia legítima del Ejército? La respuesta está la soberanía de la ciudadanía, por tanto es ella la que debe organizar todo esto de acuerdo a lo piense, donde la primera condición es que los militares sean ciudadanos.»
Así que no es de extrañar que Salazar despotrique contra la burguesía representada para él por toda la clase política. En su visión aún Mirista de la vida, ojalá renuncie el Presidente, todo el Congreso, se produzca una debacle política, que sería la forma de, por fin, lograr su paraíso comunista.
Cree estar más cerca que nunca.
https://radio.uchile.cl/2017/10/03/gabriel-salazar-es-fundamental-la-revocacion-de-cargos-de-nuestros-representantes/